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La prensa chilena en la era Bachelet

Partes: 1, 2

    1. Democracia y tutelaje
    2. El aporte de Pinochet
    3. SIP aprobó envío de investigadores a Chile

    Para comprender qué ha sucedido con el sistema de medios en el Chile posdictadura, se hace necesario analizar la estrecha relación entre el modelo neoliberal heredado de Pinochet y la democracia que ha construido la Concertación, coalición que lideró el retorno a la democracia después de 17 años de régimen militar y cuyo cuarto gobierno es encabezado por la Presidenta socialista Michelle Bachelet, la primera mujer en la historia de Chile que se ciñe la banda presidencial.

    Un chiste que circulaba en la década de los 90 entre periodistas del área económica se refería a la visita que hizo a Chile el año 1975 el padre del neoliberalismo, Milton Friedman, a quien un reportero le preguntó cuál era la opinión que tenía de sus discípulos, los llamados Chicago Boys. Friedman respondió muy acongojado que nunca pensó que resultarían tan fanáticos.

    Si bien la respuesta del Premio Nobel de Economía 1976 entra en el campo de la ficción, no deja de tener un asidero en la realidad, puesto que la implementación de la política neoliberal durante la dictadura militar de Pinochet fue en todos los aspectos un experimento radical, una política de shock que buscó transformar no solo la estructura económica y política del país, sino también los hábitos sociales y culturales de los chilenos. Hoy existe consenso, tanto en los intelectuales de izquierda como de derecha, en cuanto a que el gobierno de Pinochet realizó su propia revolución, claro que de muy distinto signo de la que quería llevar a cabo el Presidente Salvador Allende y su alianza de partidos políticos; la Unidad Popular.

    Entre las múltiples consecuencias que ha tenido para el país la instauración por la fuerza del modelo neoliberal, una de las principales ha sido el cierre de diversos medios de comunicación, tras el retorno de la democracia en 1990, luego que Pinochet perdiera el plebiscito de 1988. Muchos de esos medios comprometidos con la libertad de expresión y el derecho a la información, como los diarios La época, Fortín Mapocho, El Metropolitano, Plan B, Diario Siete; las revistas Apsi, Cauce, Análisis, Hoy, Rocinante, Lat 33; canal de televisión Rock and Pop, también cumplieron un rol esencial en la defensa de los derechos humanos y la recuperación de las libertades civiles y políticas. Hay que agregar que la calidad de los actuales medios de comunicación chilenos habla por sí sola de la calidad de nuestra democracia.

    Democracia y tutelaje

    Resulta paradojal, por decir los menos, que en estos 17 años de democracia la mayoría de las normativas legales que rigen el sistema político, económico, social y cultural del país sean las mismas que impuso la dictadura de Pinochet, partiendo de la Constitución de 1980, aprobada en un plebiscito irregular, sin registros electorales ni partidos políticos legalizados y bajo un estado de miedo colectivo. Tal como sostiene el sociólogo chileno Felipe Portales, la Concertación de Partidos por la Democracia no ha cambiado un ápice de la herencia dictatorial en lo que se refiere a "las leyes que limitan el rol del Estado en la economía, que rigidizan el sistema de propiedad, conculcan los derechos laborales y sindicales de los trabajadores, atomizan a los sectores medios y populares, y establecen sistemas mercantiles de salud, educación y previsión". Es más, aun hoy persiste el sistema electoral binominal ideado por la dictadura, cuya finalidad es igualar antidemocráticamente la minoría con la mayoría.

    El programa político de la Alianza Democrática, antecesora de la Concertación, establecía en julio de 1984 que el retorno a una democracia plena solo era posible si se derogaba la Constitución de 1980 y se restablecía la totalidad de los derechos conculcados a los chilenos por Pinochet. Para los políticos de entonces, muchos de los cuales están actualmente en el Parlamento, no había posibilidad de cambio democrático con una carta fundamental que no era fruto de la voluntad soberana del pueblo.

    Curioso resulta, entonces, como bien plantea Felipe Portales, que sin haberse cumplido ese requisito fundamental, ya en agosto de 1991, el Presidente Patricio Aylwin diera por concluida la transición. Dice Portales: "Y lo que en 1984 se consideraba, con toda propiedad, como requisitos ineludibles para la existencia de una democracia, en 1991 se empezó a concebir como simples factores de perfeccionamiento de ella… En otras

    palabras, Aylwin y el liderazgo de la Concertación comenzaron a ver a la Constitución de 1980, en sus preceptos permanentes, como democrática, solo que imperfecta". Más aún, el propio Aylwin, en septiembre de 2003, sostenía que si bien le incomodaba el sistema binominal, reconocía que éste le daba estabilidad al sistema político, pues permitía establecer gobiernos de mayoría.

    Una posible respuesta a esta aceptación por parte de la Concertación de los enclaves autoritarios presentes en nuestro sistema político, es lo dicho por el ex ministro Secretario General de la Presidencia de Aylwin y ex senador designado, Edgardo Boeninger: "Las propuestas del programa (de Aylwin) comprometieron un marco para el orden económico que, sin perjuicio de sus evidentes propósitos electorales, tuvo el sentido más profundo de reducir el temor y la desconfianza del empresariado y de la clase media propietaria, condición necesaria para poder sostener, en democracia, el crecimiento sostenido de la economía logrado a partir de 1985. El indudable éxito técnico del equipo de (Hernán) Büchi sustentó los planes políticos del régimen, en cuanto puso rápido término a la crisis e inició un proceso dinámico de crecimiento que se ha mantenido… La economía no pudo haber tomado el rumbo dinámico que continúa hasta hoy, si no se hubiera producido una transformación espectacular en la clase.

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