El Magnicidio del general Álvaro Obregón
El 1 de julio de 1928 Álvaro Obregón fue reelecto presidente de la República, violando así el primer postulado de la revolución mexicana, al haber padecido la gestión de su amigo Plutarco Elías Calles, a quien había impuesto en la presidencia y del que esperaba obtener la misma reciprocidad. Dos semanas más tarde, Obregón viajó a la capital para entrevistarse con Calles, y de antemano ya sospechaba que éste se negaría a entregarle el poder, dada la rispidez de su comportamiento y trato en los últimos meses.
El 17 de julio, mientras Obregón celebraba su triunfo en el restaurante la Bombilla, fue asesinado por el dibujante José de León Toral, un fanático religioso que había sido convencido por la abadesa Concepción Acevedo de Llata, mejor conocida como la madre Conchita, para llevar a cabo el crimen. Ambos fueron procesados y condenados, Toral, autor material, a la pena capital, y la madre Conchita, autora intelectual, a 20 años de cárcel, ¿conspiración de la Iglesia con Calles?
A esas alturas Calles se volvió mucho más ambicioso por seguir en el poder y manejarlo a su antojo. La conspiración diseñada para poner fin a la vida de Álvaro Obregón había triunfado. El 15 de agosto se da a conocer el certificado de la autopsia, pero se sospecha que el tal certificado… sea falso de toda falsedad, esto quiere decir que qué falsificaron toda la información, pero no contaban con la participación del periodista Leopoldo Toquero Demarias.
El reportaje estaba firmado por Leopoldo Toquero Demarías, quien se presentaba ante los lectores como un viejo reportero de Excélsior que tuvo la oportunidad de cubrir el asesinato de Obregón el 17 de julio de 1928, y que ahora daba a conocer un documento que contradecía totalmente la tesis oficial, en la que José de León Toral, había decidido acabar con la vida del manco Obregón por haber perseguido a la Iglesia Católica.
Aprovechando su "charola" como periodista, Toquero consiguió un taxi que rápidamente lo llevó hasta San Ángel, donde encontró, en medio de la confusión, al caudillo asesinado. Toral ya estaba preso y camino a la Penitenciaría, y los colegas de Toquero, Patricio Healy y Gonzalo Espinoza (jefes de información y redacción de Excélsior), estaban recabando toda la información que podían. Toquero alcanzó a ver cómo alguien recogía los casquillos que estaban cerca del lugar donde se sentó Obregón, y que supuestamente le ocasionaron la muerte.
Sin embargo, 21 años más tarde, Toquero se encontró con un documento que contradecía todo lo que él y sus compañeros sabían sobre lo ocurrido en esa tarde de 1928: un "Acta de reconocimiento de heridas y embalsamamiento del cadáver del general Álvaro Obregón", firmada por el mayor médico cirujano Juan G. Saldaña.
Esta acta, acompañada de un diagrama que mostraba la trayectoria de las heridas y que había sido elaborado por el médico Alberto Lozano Garza, era presentado por Toquero como la prueba irrefutable de que Álvaro Obregón había sido traicionado por sus antiguos camaradas de armas, quienes prefirieron verlo muerto antes de que volviera a ser presidente de la república.
"Esos falsos amigos", dice Toquero, "puede que ya estén muertos, o quizá reciban todavía dinero del presupuesto por su delito, pero ahora, que México ha cambiado y goza de la democracia y de un gobierno conducido por un joven civil respetuoso de las leyes (Miguel Alemán), es momento de revelar la verdad".
Sin embargo, la lectura del reportaje y de las notas que al respecto aparecieron en los días subsecuentes, genera más dudas que certidumbres sobre el origen de esta información. Toquero no revela en su reportaje cómo consiguió el acta. Sólo dice que "en su momento" un alto jefe del ejército supo de la existencia de ese documento y que prohibió que se diera a conocer.
Toquero dice en su nota que el cadáver presentaba diecinueve heridas: siete con orificio de entrada de 6 mm., seis causadas por una pistola calibre 45; y tres más con orificios de entrada de 11, 8 y 7 mm. Respectivamente. Incluso afirma que una de las siete primeras balas salió del cuerpo, volvió a entrar y dejó un segundo orificio de salida, o sea que las balas mágicas ya existían mucho antes del asesinato de Kennedy en 1963.
El primer problema en esta información radica en que Toquero menciona diecinueve heridas, pero sólo describe 16. Hay tres heridas de las que no hace mención, pero que sí aparecen en el diagrama que elaboró el médico Lozano Garza, quien le declaró en una nota posterior que "el certificado de Saldaña era un galimatías indescifrable, con datos inconexos y que no están de acuerdo con la ciencia médica".
El segundo problema está en que el mismo Saldaña refuta la cantidad de heridas que Toquero señala en su reportaje. En la transcripción del acta, el cirujano dice que eran trece:
El acta de Saldaña dice además que "bajo la piel del abdomen del cadáver de Obregón se sentían varios proyectiles", pero nunca intentó retirarlos.
En los días subsecuentes, aparecieron más notas sobre "el complot contra Obregón". El médico Lozano, como ya señalé, dijo que le había costado mucho trabajo hacer el diagrama de las heridas basándose en el acta elaborada por Saldaña, pero además dijo que lo elaboró a solicitud de Manuel Múzquiz Blanco, Secretario de la Penitenciaría de la Ciudad de México, quien deseaba escribir un libro sobre el asesinato de Obregón y tenía el acta de Saldaña.
Por su parte, Aarón Sáenz, un gran colaborador de Obregón, declaró que no fue Saldaña, sino los médicos Enrique Osornio y Alejandro Sánchez quienes revisaron el cadáver de Obregón en su casa de la Avenida Jalisco, y que a petición de la familia el cuerpo no fue embalsamado; simplemente lo inyectaron para trasladarlo a Sonora.
Sáenz y Lozano se contradicen en un aspecto: el primero asegura que se realizó la autopsia al cadáver, mientras que el segundo lo niega, y para ello está de prueba el argumento final del acta: los proyectiles que quedaron bajo la piel del abdomen de Obregón, pero que no se extrajeron.
Quien aclaró esta situación fue Luis Lara Pardo, en un artículo del 27 de mayo de 1947. Con Toral detenido y el cadáver de Obregón en su casa, su familia y amigos no quisieron que al cuerpo se le practicara la autopsia, por lo que se le preparó superficialmente para llevárselo a Huatabampo. Pero al no haber un documento fidedigno que estableciera de manera certera la causa de la muerte de Álvaro Obregón, lo único que tenían era el acta de Saldaña, con todas sus imprecisiones.
Esto provocó que con el paso del tiempo surgiera la traición al caudillo, del que se hizo eco Leopoldo Toquero veinte años después, probablemente consiguiendo el acta de Saldaña de manos de Manuel Múzquiz, o de alguna otra persona.
Hay dos aspectos en este caso que llaman mi atención: primero, Toquero deja claro que era reportero de Excélsior en 1928 y que le tocó cubrir el caso del asesinato de Obregón. Pero nunca hace referencia a lo que pasó después, durante el juicio a Toral, y que fue de vital importancia para la vida de su periódico.
El proceso a Toral se llevó a cabo el 3 de noviembre de 1928. Excélsior realizó una enorme cobertura del juicio, con un gran número de reporteros, caricaturistas y columnistas dedicados exclusivamente a informar sobre lo que estaba ocurriendo.
El diario publicó la transcripción del juicio y contrató a un eminente abogado y político de la época, Querido Moheno, para que escribiera una columna sobre el caso.
Esto provocó la indignación de los grupos obregonistas, quienes dijeron que Excélsior, con su cobertura, estaba defendiendo a Toral y a sus cómplices, por lo que desde el Poder Legislativo impulsaron un boicot contra el diario.
Hay que decir que al momento del asesinato, muchos obregonistas creían que el presidente Plutarco Elías Calles era responsable de lo ocurrido y querían levantarse en armas nuevamente. Calles y su secretario de Gobernación Emilio Portes Gil, pudieron impedirlo, entre otras cosas, dándoles absoluta libertad para investigar el crimen.
Cuando llega el juicio en noviembre y Excélsior lo difunde, Calles encontró un "chivo expiatorio" en el cual pudieran los obregonistas descargar su ira por la muerte del caudillo. Aprovechando que el diario siempre tuvo una relación complicada con Calles y Obregón, el presidente "canalizó" la furia obregonista y permitió que la policía metropolitana impidiera la salida del periódico el 18 de noviembre de 1928.
La entonces dueña de la empresa, Consuelo Thomalén viuda de Alducin (el fundador deExcélsior) tuvo que venderla ese mismo día para que Excélsior no desapareciera, y la nueva dirección tuvo que disculparse por haber informado de manera "antipatriótica" sobre el asesinato de Obregón.
Toquero nunca recuerda este hecho en la historia de su periódico, pero no dudo que Rodrigo de Llano, el director de Excélsior en 1947, lo tuviera presente, ya que él vivió esa crisis en la empresa, además de que en 1932 tuvieron que humillarse ante Calles para que él los ayudara económicamente y el periódico no desapareciera, víctima de malos manejos económicos.
La prueba está en que, cuando Calles murió en 1945, Excélsior no recordó la ayuda que recibieron del "Jefe Máximo"; sino que lo calificó como "el gran corruptor de la vida política mexicana".
Las Consecuencias
Los llamados "Arreglos de la cuestión religiosa", con los que se dio fin a la guerra cristera, cristalizaron en una fórmula siniestra de desobediencia e incumplimiento de la ley, a la que cínicamente se llamó acomodo indignante que ayuda a explicar la permanencia del PRI en el poder durante siete décadas y el enriquecimiento de la iglesia en ese mismo periodo.
Con cuánta razón escribió el arzobispo Ruiz y Flores "que era muy común en México el que las leyes quedaran escritas sin aplicarse, pues que a ciencia y paciencia del Gobierno se desobedecían, como pasó con las mismas leyes de Reforma".
La primera cláusula implícita de los arreglos, fue no hablar más del asesinato… Esto es México y su impunidad desde Obregón hasta Colosio, la mera coincidencia es pura casualidad.
Autor:
José Manuel Rodríguez López
Lic. en Ciencias Sociales
8 de mayo de 2013.