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Los milagros

Enviado por Jesús Castro


  1. Alta tecnología
  2. Limitaciones de la tecnología humana

Este artículo pretende contestar lo más eficaz y sencillamente posible la siguiente pregunta, basada en los estudios profundos del Génesis: ¿Qué es, en realidad, un milagro?

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El tomo II de la obra PERSPICACIA PARA COMPRENDER LAS ESCRITURAS, editada en español y otros idiomas en 1991 por la Sociedad Watchtower Bible And Tract, en sus páginas 388 a 391 dice, en parte, lo siguiente:

«[Milagro es] cualquier suceso extraordinario y maravilloso; acontecimiento cuya causa no se conoce y que, por lo tanto, sorprende; acto del poder divino superior al orden natural y a las fuerzas humanas. En las Escrituras Hebreas, la palabra "moh·féth", que a veces se traduce "milagro", también significa "portento presagioso", "maravilla" y "prenda". Se suele utilizar en combinación con el término "ohth", que significa "señal". En las Escrituras Griegas, la palabra "dý·na·mis", "poder", se traduce además por "fuerza", "obra poderosa", "habilidad", "capacidad", "milagro" y "prodigio".

Para aquél que lo contempla, un milagro es algo que está más allá de lo que él puede realizar o incluso de lo que puede entender plenamente. Además, es una obra poderosa que requiere la intervención de un poder o conocimiento mayor del que él posee. Sin embargo, desde el punto de vista de aquél que es la fuente de tal poder, no es un milagro. Él lo entiende y tiene la capacidad para hacerlo. Por consiguiente, muchas obras que Dios efectúa son asombrosas para los seres humanos que las contemplan, pero son simplemente el ejercicio de su poder. Si alguien afirma creer en una deidad, en particular en el Dios de la creación, no sería coherente negar el poder que Dios tiene para realizar cosas que inspiran temor en los hombres que las contemplan.

¿Son compatibles los milagros con la ley natural? Mediante el estudio y la observación, los investigadores han advertido en el universo la uniformidad de los fenómenos naturales y han reconocido que hay leyes que rigen esa uniformidad. Una de ellas es "la ley de la gravedad". Los científicos admiten la complejidad y, al mismo tiempo, seguridad, de esas leyes, y al llamarlas "leyes", implican la existencia de Aquél que las puso en vigor. Los escépticos creen que el milagro viola las leyes que aceptan como naturales, irrevocables, inexorables; por lo tanto, el milagro no puede ocurrir, dicen ellos. Según esta actitud, todo lo que no es comprensible ni explicable por las leyes conocidas es imposible.

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Sin embargo, los científicos con experiencia son cada vez más reticentes a decir que algo es imposible. El profesor John R. Brobeck, de la universidad de Pensilvania, dijo: "Un científico ya no puede decir honradamente que algo es imposible. Sólo puede decir que es improbable, y que en función de nuestro conocimiento actual, es imposible explicarlo. La ciencia no puede decir que en la actualidad se conocen todas las propiedades de la materia y todas las formas de la energía […]. [Para que un milagro se produzca,] ha de entrar en juego, además, una fuente de energía desconocida en nuestras ciencias biológicas y fisiológicas. A esta fuente de energía se la identifica en nuestras Escrituras como el poder de Dios" (Time, 4 de julio de 1955). El progreso de la ciencia desde entonces ha constatado la realidad de estas palabras.

Incluso en condiciones normales, los científicos no entienden completamente las propiedades del calor, la luz, el funcionamiento atómico y nuclear, la electricidad o de cualquiera de las formas de la materia. Su comprensión de estas propiedades es todavía más deficiente en condiciones extraordinarias o anormales. Por ejemplo, investigaciones recientes han permitido observar que en condiciones de frío extremo los elementos tienen un comportamiento extraño. El plomo, que no es un buen conductor eléctrico, sumergido en helio líquido enfriado a –271 °C (–456 °F) se convierte extrañamente en un superconductor y en un potente electroimán cuando se coloca un imán cerca de él. A esa temperatura tan baja el helio mismo parece desafiar la ley de la gravedad, pues sube por los laterales de la cubeta de precipitación y se desborda. (Matter, "Life Science Library", 1963, páginas 68 y 69).

Este descubrimiento es uno de los muchos que han asombrado a los científicos, pues al parecer desarticula sus ideas previas. ¿Cómo, pues, puede alguien decir que Dios violó sus propias leyes al ejecutar obras poderosas que parecían sorprendentes y milagrosas a los hombres? Sin duda, el Creador del universo físico controla perfectamente lo que ha creado y puede manipular su creación dentro del ámbito de las leyes que la rigen. Puede causar las condiciones necesarias para la ejecución de esas obras; puede acelerar, ralentizar, modificar o neutralizar reacciones. O pueden hacerlo los ángeles, que son más poderosos que el hombre, en cumplimiento de la voluntad de Jehová.

Ciertamente el científico no anula ni pasa por alto las leyes físicas cuando aplica más calor o frío, o más oxígeno, etc., para acelerar o ralentizar un proceso químico. No obstante, los escépticos niegan los milagros de la Biblia, incluido el "milagro" de la creación. De este modo en realidad están diciendo que conocen perfectamente todas las condiciones y procesos que se hayan dado jamás. Es pretender que las obras del Creador se limiten a los estrechos confines del entendimiento que ellos tienen de las leyes que rigen el mundo material.

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Esta incongruencia de los científicos ha sido reconocida por un profesor sueco de Física del Plasma, que dijo: "Nadie pone en tela de juicio la obediencia de la atmósfera de la Tierra a las leyes de la mecánica y la física atómica. Sin embargo, puede resultarnos sumamente difícil determinar cómo funcionan estas leyes con respecto a una determinada situación relacionada con los fenómenos atmosféricos" (Worlds-Antiworlds, de H. Alfvén, 1966, página 5). El profesor aplicó esta idea al origen del universo. Dios estableció las leyes físicas que rigen la Tierra, el Sol y la Luna, dentro de cuyo marco los hombres han podido lograr cosas maravillosas. Seguramente Dios podía utilizar las leyes de manera que produjesen un resultado inesperado para los humanos. Por consiguiente, para Él no presentaría ningún problema dividir el mar Rojo de manera que "las aguas [fuesen] un muro" a cada lado. Aunque el andar sobre el agua es un hecho asombroso para el hombre, con qué facilidad se pudo llevar a cabo por el poder de "Aquél que extiende los cielos justamente como una gasa fina, que los despliega como una tienda en la cual morar". Además, se dice que Dios es el que ha creado y controla todas las cosas en los cielos, y también que "debido a la abundancia de energía dinámica, porque él también es vigoroso en poder, ninguna de ellas falta" (Isaías 40: 21, 22, 25 y 26).

Puesto que el reconocer la existencia de una ley, como la de la gravedad, supone aceptar que hay un legislador de inteligencia y poder incomparables y sobrehumanos, ¿por qué poner en duda Su capacidad para hacer cosas maravillosas? ¿Por qué intentar limitar Su obra a la infinitesimalmente pequeña esfera del conocimiento y la experiencia del hombre? El patriarca Job habla de la oscuridad y la insensatez en la que Dios permite que estén aquéllos que de esta forma comparan su propia sabiduría con la de Él.

La simple afirmación de que los milagros no ocurrieron no prueba que en realidad no acontecieran. Una persona de nuestro tiempo puede cuestionar la veracidad de cualquier acontecimiento histórico registrado, pues no lo vivió y no existen testigos oculares vivos que lo atestigüen. Sin embargo, esto no cambia los hechos de la historia. Algunos ponen objeciones a los relatos de los milagros porque, según ellos, son contrarios a la experiencia humana, es decir, a la experiencia humana que ellos reconocen como verdad por sus observaciones, libros, etc. Si la ciencia se dejara guiar por este punto de vista, habría mucha menos investigación, desarrollo de nuevos métodos y descubrimientos. Por ejemplo, no habría seguido adelante la investigación para curar las llamadas enfermedades "incurables", ni se hubieran producido los viajes espaciales a los planetas o a lugares aún más lejanos del universo. Sin embargo, se sigue investigando y a veces la humanidad descubre cosas completamente nuevas. Lo que se ha logrado hasta el momento asombraría a los hombres de tiempos antiguos, y una buena parte de los sucesos cotidianos de hoy se considerarían milagros.

Algunos de los que se oponen al relato bíblico sostienen que los milagros de la Biblia se pueden explicar de manera científica y lógica como simples sucesos naturales, y que los escritores bíblicos meramente atribuyeron estos sucesos a la intervención de Dios. Es verdad que se utilizaron fenómenos naturales, como los terremotos, pero este hecho en sí no prueba que Dios no interviniera en estos acontecimientos. No sólo porque eran obras poderosas (por ejemplo, los terremotos mencionados antes), sino también porque se produjeron en el momento debido, se puede descartar la posibilidad de que dichos sucesos fueran casuales. Por ejemplo, algunos han afirmado que el "maná" que se proveyó a los israelitas era una exudación dulce y pegajosa que producen los tamariscos y algunos arbustos del desierto. Aun si esta dudosa afirmación fuera cierta, la provisión del maná todavía sería milagrosa debido a cuándo se producía, pues no aparecía en el suelo el séptimo día de cada semana. Además, si se dejaba hasta la mañana siguiente, producía gusanos y hedía, lo que no sucedía cuando se reservaba para el sábado. También puede decirse que la afirmación de que el "maná" era una exudación de ciertos árboles no parece concordar completamente con la descripción que la Biblia da de él. El maná bíblico se encontraba en el suelo y se derretía con el calor del Sol; podía machacarse en un mortero, molerse en un molino, cocerse o hervirse.

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Algunas de las características notables de los milagros bíblicos son: su naturaleza pública, su sencillez, su propósito y su motivo. Algunos se obraron en privado o ante grupos pequeños, pero a menudo se hacían en público, ante miles o incluso millones de observadores (Éxodo 14:21-31; 19:16-19). Jesús obraba a la vista de todo el mundo, no hacía nada en secreto. Sanaba a todos los que acudían a él, y no fracasaba con el pretexto de que algunos no tenían suficiente fe… La sencillez era una característica tanto de sus curaciones milagrosas como de su control sobre los elementos. A diferencia de las proezas mágicas que precisaban de accesorios, escenificación, iluminación y rituales especiales, los milagros de la Biblia por lo general se hacían sin exhibición espectacular, con frecuencia en respuesta a un encuentro casual o a una solicitud, y se llevaban a cabo en la vía pública o en un lugar no preparado.

El motivo para realizar los milagros no era obtener prominencia egoísta o riqueza, sino, principalmente, glorificar a Dios. Los milagros no eran actos misteriosos llevados a cabo simplemente para satisfacer la curiosidad o para causar asombro. Siempre ayudaban a otros, a veces directamente de una manera física y siempre de una manera espiritual; encaminaban de nuevo a las personas hacia la adoración verdadera… Los milagros bíblicos no estaban relacionados sólo con cosas animadas, sino también inanimadas, como calmar el viento y el mar, impedir la lluvia y hacer que empezase a llover o convertir el agua en sangre o en vino. Asimismo, se efectuaron curaciones de enfermedades físicas de todo tipo, como la "incurable" lepra y la ceguera de nacimiento. Esta gran variedad de milagros habla en favor de su credibilidad como actos respaldados por el Creador, pues es lógico pensar que únicamente el Creador podría ejercer influencia en todos los campos de la experiencia humana y sobre todo tipo de materia.

Puede decirse en conclusión que los que niegan los milagros, o bien no creen que exista un Dios invisible y Creador, o bien no creen que haya ejercido su poder de ningún modo sobrenatural desde la creación. No obstante, su incredulidad no deja sin efecto la Palabra de Dios. Los relatos bíblicos de los milagros divinos y los buenos fines que consiguieron, en armonía con las verdades y principios de su Palabra, inspiran confianza en Dios. Dan gran seguridad de que se interesa en la humanidad y de que puede proteger y protegerá a los que le sirven. Los milagros fueron modelos típicos, y su registro fortalece la fe en que Dios intervendrá en el futuro de un modo milagroso, curando y bendiciendo a la humanidad fiel».

Alta tecnología.

En términos humanos, podemos decir que la mente investiga los fenómenos naturales y adquiere conocimiento del mundo que le rodea (ciencia pura). Con dicho conocimiento puede realizar modificaciones sobre el curso normal de los acontecimientos naturales en interés propio (ciencia aplicada), y esto es lo que se denomina "tecnología".

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Pues bien, los milagros son tecnología de alto nivel y los narrados en la Biblia son realmente de altísimo nivel. Así, pues, empleando la jerga que el ser humano ha elaborado para distinguir entre ciencia pura y aplicada (o tecnología), vale decir que los milagros citados en las Santas Escrituras corresponden a una tecnología sobrehumana. El mero hecho de tratar de comprender el más simple de ellos, quizás por medio de ver la manera de reproducirlo burdamente en el laboratorio (como, por ejemplo, convertir agua en vino), es, en sí mismo, un desafío que desborda las capacidades humanas presentes y del futuro inmediato. Sin embargo, eso no excluye la posibilidad de que algún día, en el porvenir distante, el hombre sea capaz de resolver algún que otro misterio tecnológico sobrehumano y recrearlo, al menos en parte, con lo que entonces habrá dejado de ser para él un milagro.

En las Santas Escrituras encontramos diversos casos de profetas que realizaron milagros, como los correspondientes a las 10 plagas que azotaron Egipto en los días de Moisés. Después de dichas plagas, el profeta Moisés extendió su vara (o cayado) sobre la orilla del Mar Rojo y las aguas se abrieron y quedaron represadas a la izquierda y a la derecha del campamento israelita, con lo que los hebreos pudieron atravesar el lecho del mar caminando sobre el fondo marino seco como si se tratara de una explanada desértica. Éste, como otros milagros, no sólo fueron fenómenos misteriosos para los espectadores sino también para el mismo profeta que los realizó, lo cual prueba que el profeta en sí mismo carecía del poder tecnológico que se requería para llevar a cabo el portento. Tras el profeta había, pues, una o más personas de la región espiritual (ángeles, o incluso Dios mismo) que disponían de las bases tecnológicas necesarias para respaldar el milagro que aparentemente realizaba dicho profeta.

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Es absolutamente inconsecuente con los hechos observados, y con las narraciones de las Santas Escrituras, la creencia de que los milagros, o algunos de ellos, provienen de mágicas fuerzas que el ser humano puede utilizar independientemente de alguna clase de tecnología. Todas esas proezas tienen como denominador común la inteligencia y la capacidad mental para efectuar manipulaciones racionales sobre el medio natural, sean éstas humanas o sobrehumanas. Por lo tanto, sin el auxilio de alguna clase de ciencia aplicada o tecnología no hay milagros ni ninguna otra clase de obra portentosa. Siempre que exista un actor humano que aparentemente genere algún milagro, también hay al mismo tiempo alguna clase de ciencia tecnológica detrás de ello que proviene de dicho ser humano (en el caso de que éste se valga de tecnología secreta o ignorada por el gran público), de alguna criatura espiritual (ángeles fieles o demonios) o del mismo Creador.

Es conveniente tener en cuenta que, según parece, no todos los milagros narrados en la Sagrada Escritura pueden ser descifrados por el ser humano, no importa cuán lejano en el futuro se sitúen los descubrimientos y cuán elevada sea la tecnología alcanzada por la sociedad humana. El siguiente texto salomónico así parece indicarlo: "He visto la ocupación que Dios ha dado a los hijos de la humanidad en qué ocuparse. Todo lo ha hecho bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios [verdadero] ha hecho desde el comienzo hasta el fin" (Eclesiastés 3: 10 y 11).

Limitaciones de la tecnología humana.

Las limitaciones de la tecnología humana provienen en buena medida de las limitaciones de la ciencia humana, pues si la ciencia del hombre posee limitaciones entonces su aplicación práctica (tecnología) también se verá afectada por dichas limitaciones y en el mejor de los casos no podrá ir más allá. Ante esto, el texto de Salomón citado anteriormente da la impresión de sentenciar inexorablemente esta situación: "la humanidad nunca [descubrirá] la obra que el Dios [verdadero] ha hecho desde el comienzo hasta el fin" (Eclesiastés 3: 11). Muy probablemente, las limitaciones tecnológicas humanas serán un freno insuperable que impedirá el desciframiento de algunos milagros expuestos en las Santas Escrituras. Sin embargo, esto no significa que la ciencia y la tecnología humanas dejarán de progresar en algún momento del futuro remoto, sino más bien que jamás alcanzarán determinadas áreas de excelencia situadas más allá de sus posibilidades; y todo parece indicar, además, que las criaturas angélicas, cuyo acervo y capacidades científicas y tecnológicas (empleando conceptos humanos) superan astronómicamente a las humanas, también están sometidas a limitaciones similares.

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A medida que la tecnología humana avance, ciertos milagros irán perdiendo su halo misterioso a los ojos de los expertos y poco a poco se convertirán en fenómenos entendibles. El grado de aproximación a dicho entendimiento estará en función del nivel de formación tecnológica del investigador y también de su participación global o parcial en el proyecto de esclarecimiento, por decirlo así. Por ejemplo, si llegara a existir una televisión holográfica o de imagen tridimensional en un futuro cercano, es obvio que para el público profano ello representaría un milagro de la técnica, pero para los artífices e ingenieros del evento el misterio iría perdiendo peso en relación con el grado de conocimiento científico que posean respecto a los detalles que hacen posible la proyección holográfica. Incluso como se trata de una tecnología multidisciplinar, en la que intervienen muchos especialistas, no todos ellos alcanzarán la plena visión de conjunto que se requiere para poder afirmar que se tiene un entendimiento cabal del fenómeno. Por lo tanto, entre ellos mismos existirán notables diferencias en cuanto a esclarecimiento, correspondiendo al coordinador de la empresa tecnológica una mayor (aunque no total) capacidad de comprensión. Pues bien, en el caso del Creador, las Santas Escrituras transmiten que su sola mente es capaz de una comprensión cabal y especializada (global y por partes) de todo fenómeno misterioso o milagroso a los ojos del hombre.

 

 

Autor:

Jesús Castro