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Dejarlo todo para después: Una idea letal (página 2)

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

Este tipo de preferencia posee una base evolutiva. El futuro de quienes vivieran en la edad paleolítica, era totalmente impredecible. Así, que a la sazón era verdad decir que pájaro en mano era mejor que dos en los matorrales.

Para sobrevivir, entonces, parece ser que los seres humanos tienen el procrastinar implantado indeleblemente en su cerebro.

En el 2004, el neurocientífico Barry Richmond y sus colegas del Instituto Nacional de la Salud Mental (NIMH) estadounidense, reportaron haber establecido una base biológica para esta tendencia.

Primero, el equipo de Richmond entrenó monos a presionar una palanca cuando en una pantalla en una computadora se tornaba de rojo a verde.

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Gratificación inmediata

A medida que los monos continuaban actuando correctamente, una barra gris aumentaba en su luminosidad, dejando que los animales supieran que estaban cerca a recibir una recompensa, en forma de una golosina.

Como hicieran los seres humanos, los animales amainaron durante las pruebas de comienzo, cometiendo muchos errores.

Pero, cuando la recompensa de golosinas se acercaba, los monos se concentraron en la actividad e hicieron muy pocos errores.

Los investigadores reflexionaron que el neurotransmisor conocido como la dopamina, que controla sentimientos de recompensa, puede que fuera responsable por estos comportamientos. Para comprobarlo, los experimentadores eliminaron la función de un receptor de la dopamina conocido como la corteza nasal que asocia señales visuales con la recompensa.

La maniobra redujo los efectos de la dopamina de tal manera que los monos no eran capaces de predecir cuándo una prueba les ganaría una recompensa. Así que los simios trabajaban con la energía necesaria para asegurarse de que las pruebas no eran en vano.

Pero, no todos los monos con la dopamina reducida se comportaban con la misma intensidad. Algunos no parecieron preocuparse y hacer mucho esfuerzo, como resultó ser con Marino.

Lo que confirma que la tendencia a procrastinar es individualmente determinada.

A fines del siglo XX, los psicólogos comenzaron a estudiar los llamados cinco rasgos mayores de la personalidad que se suman para definir cualquier ser humano: escrupulosidad, amabilidad, neuroticismo, franqueza y extroversión.

De acuerdo a ellos, en la extensión en que una persona manifiesta esas características, puede determinar la predisposición que tiene a procrastinar.

La escrupulosidad es la característica que se relaciona más fuertemente con la dilación de acción. Una persona escrupulosa es consciente de sus deberes, organizada e industriosa.

Por lo que se entiende, que alguien que no es escrupuloso, tiene tendencias a posponer.

Asimismo la persona impulsiva está a riesgo de ser una que pospone.

Estas personas no pueden terminar los proyectos que comienzan.

Procrastinar, puede, asimismo tener su origen en la ansiedad, un derivado del neuroticismo. Estas personas, a menudo dilatan hacer las cosas por miedo a fallar, a cometer errores, y — más aún — por miedo al éxito, como nos lo advirtiera Freud.

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La hormiga y el saltamontes

Estos rasgos de la personalidad, acompañados de otros menos salientes, en conjunto con influencias del entorno, son evidentes en situaciones particulares.

Los investigadores ahora tratan de reconciliar los elementos que priman en la ecuación nature vs nurture para unificar sus hallazgos teóricos.

La psicología de la dilación

Los que posponen, a veces, evitan un comportamiento para sentirse mejor. Corroborando que, al menos en algunas circunstancias, este elemento es un factor principal — una forma de comportamiento fóbico, puede decirse.

Otro factor de motivación es el de la indecisión. Una persona indecisa no puede hacer la resolución de llevar a cabo ciertos comportamientos.

Por ejemplo, para ir a ver a una amiga enferma, la persona en cuestión debatirá por mucho tiempo si irá hoy u otro día, si usará su carro o tomará el tren. Manteniendo un debate interno por horas antes de decidir en una simple tarea.

Entonces contamos con el dilatador de "último momento" que se jacta de trabajar mejor cuando está bajo presión. Necesitando la prisa del último instante para comenzar las cosas que debe completar sin dilación, porque ya el tiempo no le alcanzará.

Otros dilatan sus acciones para excusar sus miedos de cometer errores. Lo que les sirve como excusa para decir que todo hubiese salido mejor si hubiesen comenzado su tarea más temprano. Lo que les provee con un escudo para proteger un ego frágil.

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Miedo al fracaso

Procrastinar no es siempre una expresión de la desadaptación. En una encuesta se encontró que muchos estudiantes universitarios hicieron que sus hábitos de trabajo poco convencionales les ayudaron cuando planearon sus cursos alrededor de profesores conocidos por las expectaciones mínimas de sus estudiantes. Lo que les permitía posponer y entregar trabajos mediocres por los que no eran penalizados.

Para ajustarse con los sentimientos de ansiedad y culpa que resultaran de la espera hasta el último minuto, algunos estudiantes adquirieron los libros necesarios para una asignación y los colocaron en un estante. Admitiendo que de esa manera habían resuelto la situación, porque habiendo "archivado" los libros, asimismo habían dispuesto de toda molestia causada por la dilación en acción.

Cuando llegaba la hora para completar el trabajo, lo harían de un modo frenético, pero con poco dolor.

Muchos de los investigadores en este campo, encuentran que quienes posponen, a veces, lo hacen para lograr una adaptación más confortable que quienes viven preocupados por cumplir cabalmente las metas asignadas.

¿Cómo prevenir el hábito de posponer?

Muchos están de acuerdo en que la mayoría de quienes lo dejan todo para después desean cambiar este hábito y no pueden lograrlo.

Un hábito que, cuando se vuelve crónico les cuesta muchos inconveniencias, como sucediera a Marino, mencionado a principios de este trabajo.

Muchos expertos aconsejan la práctica de implementar intenciones sin dilaciones. No esperar para dar comienzo a lo que debe de hacerse, sino que empezar de inmediato, aunque la resistencia para hacerlo sea enorme.

Lo que contrasta de inmediato con algunas decisiones que son difíciles de implementar como son la de entrenarse, ponerse a dieta, o llegar a tiempo a citas de todo tipo.

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Dopamina cerebral

Parece ser que, como existe un elemento de evitación fóbica en estas personas, que confrontar la acción de manera directa y sin excusas consiste en la mejor táctica para remediarlo.

En resumen

Hemos hablados en muchas ocasiones acerca de la necesidad de controlar los demás por el uso de comportamientos que, además de ser molestos, los someten a nuestros albedríos.

Marino, casi perdió un empleo muy importante por posponer sus obligaciones con sus superiores. Lo que le hubiese costado mucho…

No obstante de que no es una manera saludable de proceder, sino que es resultado de conflictos irresueltos de un pasado dinámico.

Si la buena voluntad no basta y el reconocimiento de que acción modificadora es necesaria, entonces un curso de terapia se recomienda.

A Marino lo asistió mucho.

Bibliografía

  • Larocca, F: (2007) La personalidad narcisista en monografías.com

  • Larocca, F: (2007) La versión oficial en monografías.com

  • Larocca, F: (2007) El proceso de la terapia en monografías.com

  • Larocca, F: (2007) Ser feliz: Neurociencia y deseo en monografías.com

  • Larocca, F: (2009) Nature vs Nurture… en psikis.cl y en monografías.com

 

 

 

 

 

 

Autor:

Dr. Félix E. F. Larocca

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