Comencemos por Marino, un ejecutivo importante en una industria mayor. Pero, un hombre que resiente que le impongan deberes y preparar reportes para el beneficio de sus jefes, ya que le irrita enormemente el estar obligado a hacerlos en un plazo determinado.
Luego lo haremos…
Luego que su jefe inmediato sufrió, durante una reunión de accionistas de la empresa, la humillación de no tener un importante documento a mano, debido a la negligencia de Marino. Se decidió que buscara asistencia profesional o que sería terminado en sus labores con la empresa.
Posponer como hábito
Casi todas las personas prefieren hacer las cosas en el día de "mañana" proverbial. Pero, cuando la posición de que se disfruta se arriesga por dilaciones injustificables, la persona en cuestión confronta un problema de índole mayor.
En algunos estudios, se ha establecido que una proporción alarmante de entre 80-95% de los estudiantes universitarios norteamericanos prefieren no cumplir con sus obligaciones académicas puntualmente, aunque arriesguen sus futuras carreras.
Dejándolo para luego, no significa programar deliberadamente tareas que son menos críticas, para hacerlas después. El término es más aplicable cuando la persona no se adhiere a la lógica que gobierna la situación, y termina posponiendo las tareas de mayor urgencia.
Una tendencia al posponer los deberes conlleva una penalidad. Puede poner en peligro la propia salud, amenaza la estabilidad en las relaciones y arruina carreras.
Es una tendencia que socava la estabilidad emocional en un grado mayor.
Se asume que ésta es una tendencia adquirida, pero ciertos rasgos personales aumentan la probabilidad de que una persona en particular desarrollará este hábito.
Fuente de muchos conflictos
El posponer es como si fuera una danza macabra entre el cerebro y una situación específica.
La tendencia en sí y su importancia clínica ha estimulado investigaciones para establecer sus causas y sus curas posibles.
El posponer es tan viejo como el ser humano
Para nuestros antepasados que vivieran en las sociedades agrícolas, una cosecha que se plantara a destiempo, significaría hambre.
Así, que nuestros predecesores, incluyendo el poeta griego Hesíodo, en el 800 AEC, equiparó la tendencia al posponer con el pecado de la pereza.
La misma revolución industrial puede que haya facilitado la práctica de posponer las asignaciones importantes.
Los avances técnicos nos traen protección de las fuerzas de las tormentas y de las hambrunas como asimismo, nos permiten una mayor abundancia de tiempo de recreación en todos respectos.
Sucumbir a esas tentaciones tecnológicas, puede ser muy costoso.
Los expertos estiman que un 40 por ciento de las personas ha experimentado pérdidas financieras severas debido a la tendencia a posponer.
Esta misma disposición puede, asimismo, poner en peligro la salud.
Luego, de haber investigado los antecedentes de 19,800 personas para determinar sus niveles de colesterol elevado, la epidemióloga Cynthia Morris y sus colegas de la Universidad de Oregón, reportaron que un 35% de aquellas personas que fueron notificadas de que tenían un nivel elevado de este lípido, pospuso consultar a un médico por cinco meses como promedio.
Danza macabra
En el 2006, la psicóloga Fuschia Sirois de la Universidad de Windsor en Ontario, reportó que en un estudio de 254 personas adultas que fueran inclinadas a posponer, demostraban un aumento en sus niveles de estrés y mayor número de problemas de salud que las personas que cumplían sus cometidos puntualmente.
La aversión a los deberes es uno de los más importantes de los determinantes para posponer las obligaciones.
El tiempo requerido para completar un proyecto, influye en la tendencia a procrastinar.
En la mayoría de los casos, las personas tienden a dilatarlo todo cuando la meta es lejana.
La razón para ello, reside en un fenómeno conocido como la dilación temporal. Que significa que mientras más cerca una persona se sitúa a una recompensa o a un sentimiento de logro, lo más valiosa la recompensa se percibe y lo menos probable será el posponer la acción para lograrlo.
En otras palabras, que la gratificación inmediata es más motivadora que los premios o reconocimientos que se esperan en un futuro distante.
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