La región del Magdalena Medio Santandereano es joven, reseñada desde la Colonia y la República con indiferencia y desdén al ser habitada por "salvajes". Considerada "una gran mancha inhóspita", apenas habitada por militares, presidiarios, bogas y oscuros colonos que nunca conformaron asentamientos permanentes, debido al clima, vegetación, plagas y la presencia de indígenas Yareguíes de naturaleza irreductible, quienes fueron hostilizados y perseguidos hasta su extinción definitiva en el siglo XX, sin que se les conozca mestizaje con otras etnias. Solo hacia 1782 se establecería el primer caserío, El Pedral sobre el Río Sogamoso.
Durante el siglo XIX, en las poblaciones cordilleranas surgen nuevos proyectos de construcción y mantenimiento de caminos buscando llegar al río Magdalena (Yuma), principal ruta para el comercio internacional de la época. Desde entonces la región es mirada como sitio de paso y no como centro de poblamiento o de producción; así se extrajeran y exportaran entre 1850 y 1900, productos como la quina, la tagua, el añil, el perillo, la racilla y maderas finas.
En los territorios cercanos al pie del monte cordillerano surgieron poblaciones como Betulia 1832, San Vicente de Chucurí 1848, Landázuri 1869, generadas al expandirse la frontera agrícola andina, por la necesidad de incorporar nuevas tierras a la producción de cacao, tabaco y la ganadería. La posterior irrupción del cultivo del café consolidó estos asentamientos.
A mediados del siglo XIX aparecieron algunos puertos sobre los ríos de la Región con poblaciones mayoritariamente negras y mulatas, dedicadas a la boga, a actividades agrícolas de subsistencia y posteriormente al leñateo con destino a los barcos a vapor, como, Vijagual 1860 (aproximadamente) y Puerto Wilches 1895.
Terminando el siglo los Santandereanos, a paso de mula y de la boga, con la presión competitiva de la manufactura, la representación del mundo que posibilita la cultura católica, acompañados de tiples y bandolas, vestidos de dril, alpargatas y machete, se disponían a conquistar el valle para reproducir la hacienda como modelo de ocupación y utilización del territorio. Para ello podrían disponer de otros siglos… no había prisa.
Súbitamente irrumpe un producto conocido por los indígenas, poco útil aún para el mercado; convoca recursos, provoca la intervención de gobernantes, de ingenieros y técnicos extranjeros, que aglutina como nunca, gentes trabajadoras, procedentes de todo el país, especialmente de las sabanas de Bolívar. Y en menor numero de Antioquia y Santander.
En un desconocido puerto surge el enclave petrolero. Barrancabermeja nacería administrativamente para albergar empresarios, trabajadores asalariados, a los tradicionales políticos, comerciantes, funcionarios, gentes del común, aventureros, prostitutas… polarizando a su alrededor los principales factores de producción local, nacional e internacional, y convirtiéndose en la sede de la principal empresa Estatal Colombiana.
Desde ese momento, la región se irá configurando bajo la tensión de dos proyectos económicos y sociales que aun hoy coexisten: el petrolero y el agropecuario tradicional.
La industria petrolera desarrolló un sector moderno de la producción industrial, en función de sus necesidades, formando el recurso humano requerido para su operación, y la dirección empresarial, posibilitando el nacimiento de la clase obrera y media, participes de la sociedad moderna en forma de ingresos salariales, bienestar laboral y seguridad social.
Los pactos sociales para definir estas condiciones, se hicieron en un contexto de confrontación entre los noveles obreros y los agentes empresariales y estatales, dando lugar a la radicalización del sindicalismo petrolero y a su búsqueda de apoyo en sectores populares, políticos democráticos y de izquierda, de quienes tomaron parte de su discurso, dando origen al carácter contestatario del pueblo Barranqueño.
La casi totalidad de los discursos de las Ciencias Sociales que han pretendido representar este proceso, enfatizarán en la conformación del movimiento sindical, y poco dirán de otros actores sociales, de la producción, de los agentes de los poderes nacionales e internacionales, de los campesinos, pescadores y terratenientes. Una palabra, más bien, un simbolismo llenará este vacío: el Imperialismo.
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