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El amor en la lucha de masas

Enviado por Mauro Paradiso


    El amor en la Lucha de Masas

    Decimos que la lucha de Masas puede darse en cualquier lugar. Nada tiene que ver con el tiempo y con el espacio. Lo mismo da que se libre en una multinacional, o en una institución del Estado. Las Masas Aman y destruyen al amar. No saben lo que aman o lo que destruyen, porque producen amor, se hinchan, se ponen robustas, se aparean, y engendran, sin saber si lo que hay en frente es un policía o un asistente social. Las Masas hacen el amor con la vida, con el aire, con la tierra, y son lo que les da vida a esa misma tierra. Por todos lados, por toda la periferia, nacen Centros en los que Las Masas toman fuerzas, se alimentan, comienzan a mimarse.

    El lenguaje de las Masas es un lenguaje que está lejos de ser propio de un género. Las Mujeres no entienden nada del amor: son demasiado maternales para eso. Las mujeres, con su amor maternal, hieren a las masas, las estupidizan o las edipizan. Las Masas Aman sin razón, acarician a una hoja, besan la primavera. Nada esperan cuando aman respecto al ser amado. El ser amado se llena de vida con las caricias de las masas, pero nada deberá dar a cambio.

    Allí donde la mujer reclama al hijo por no devolverle todo el amor que ella le dio, las Masas lo entregan todo, olvidándose al mismo momento en que dan, de todo lo que dan. Donde queda el resentimiento, las Masas ya no están: alguna mujer que fue atravesada por las masas.

    Los hombres nada entienden de esto: buscan mujeres, que contengan su amor. Las mujeres los esperan a ellos, para darles la teta. Ellos se las chupan, y ellas viven de eso. Los pezones crecen, y el futuro niño ya está esperando para nacer. Pero, si no hubiesen pasado las masas por allí, nadie hubiese podido siquiera vivir, ni siquiera las masas.

    Hasta los amigos dependen de las masas para vivir: hasta las masas dependen de los amigos, para ser masas. Pero ellas entran y salen, no quieren dejar de ser masas: los amigos, las mujeres y los hombres, extrañan las masas cuando ellas los abandonan. Algo de ellas queda, por supuesto, pero ya no son las mismas. Y los amigos no toleran tampoco el algo de ellas que ya no está, que ya es otra cosa, en otra amistad, en otra parte.

    Pero…a dónde se van las masas, cuando dejan amigos, parejas, familias, solas, o inanes?: se vuelven al Centro, donde se revitalizan, porque mucho tiempo en esos lugares sería suicida. Lecho de guerra, Centro de ebullición, caos orgiástico donde las masas vuelven a reproducirse: el Centro brota en toda la periferia, que al brotar ya no es periferia, explota como partículas que ya no son lo que eran (parte de la periferia). Pero al explotar ya otra vez compone periferia, la recrea, renace ella con nueva fuerza (otra familia invadida, otra amistad que rejuvenece: amor de las masas: no es una guerra sanguinaria, convencional, es un amor-guerrero, que nada deja cuando pasa, que todo arrastra a su paso).

    Las Masas no tienen problemas con el espacio ni con el tiempo. Se acercan a los lugares donde ven una oportunidad, se multiplican allí, para que nazca la Primavera. Sienten la oportunidad política, la posibilidad de experimentarla. Las atrae esa posibilidad: las mueve la ley de la experimentación. Allí donde no hay Programa, allí donde nada se sabe acerca de lo que puede ocurrir, ellas se sienten a gusto, porque puede ocurrir de todo.

    Ellas necesitan Crear, esa es la relación que tienen con la vida. Y sin amar a la vez, cómo podrían hacerlo?. Crean mujeres hermosas, les acarician y les hacen crecer el pelo, les ponen perfumes, las pintan de colores, dibujan alas sobre ellas, y ellas comienzan a volar. Lo propio hacen con los pájaros, aman todo lo que vuela, nada que pueda quedarse en la palma de una mano, y que quiera ser sujetado.

    Lo que hace el Centro con el amor, es producirlo, inventarlo. Pero el amor crea también al Centro. Ambos Crean instalados en un lugar de la periferia, en una hora, pero deliran tiempo y lugar.

    El Centro se crea descomponiendo a la periferia. ¿Cómo amar con todo el cuerpo?. Cómo respirar solo amor?. Como penetrar con todos los órganos, como ser penetrado a la vez?. ¿Cómo ser el mismo pájaro que vuela, descomponerse en el aire, nube y colores salpicados, para amamantar a ese pájaro, que vuela?: el Centro no puede dejar de preguntarse todas estas cosas. Ama desquiciadamente, lo ama todo, quiere desintegrase en ese amor. Los inventa (a los amores) porque la periferia le muestra imágenes del amor que el Centro no engendró. "Amarás así -le dice la periferia- a esta mujer, a este niño, a este maestro, a esta bandera, de este modo. Tendrás tu hogar, amarás ese lecho".

    Pero el Centro inventa personajes, les da vida, y es víctima de los personajes que inventa. Cree en eso, no son ficción. Se enamora de los personajes, con pelos de indios, piel de cristiano, órganos de pájaros, cola de pescado. Personajes que deambulan por las calles de noche, en busca de alguna presa, y se conocen en los baldíos, para amarse desquiciadamente, sin ningún motivo. Y en la medida en que se aman, se rebelan contra su Creador, el Centro.

    El Centro no sabe qué hacer con lo que crea, los personajes lo invaden en los sueños, y transforman su modo de soñar. Al levantarse , el Centro ya no puede siquiera vivir la vigilia como Centro. Ocupado por Masas impersonales, monstruos que se aparean y se masturban, monstruos que eyaculan lo que engendran, monstruos que orinan su propio nombre. El Centro ya no los ama, ellos lo aman a él: Tanto amor produce el Centro. Crea máquinas que lo desbordan: Las Masas.

    El Centro, la gran máquina donde se crean las Masas. Música, la música aviva el fuego en el que ellas se tornean. Un incendio en el que aparece un amor desquiciado, que irradia con su incandescencia a la periferia. Arrasa con todo, pero amando. Así es como el centro destruye: no conoce otra forma de hacer la guerra que no sea amando.

    Una mujer conoce a un extraño, en un lugar conocido. El extraño juega con muchas máscaras. La mujer con las máscaras autorizadas. Van juntos, la música los hace danzar. El Centro se deja llevar por ella. Son la música que danzan. Se olvidan de sí. Dónde esta el Centro?. Ni siquiera la periferia puede hacerse la pregunta.

    Una dulce trompeta empuja desde el fondo. Ya no hay preguntas. ¿Alguien sabe qué cosa es lo dulce?. Un platillo de cristal, dorado refulgura, en los pies de ella y de él. Se van, a la casa de ella. Ella no se acuerda de dónde vienen. Surge la periferia, frente al miedo, el centro Cede, y confiesa su nombre: otra trampa para ella. Ella se ablanda, una Trampa para él. Trampa sobre trampa, la periferia y el Centro se confunden. Ella abre las piernas, y mira a su padre que la penetra. Él sabe que es Dios. Ella resplandece. El la penetra lentamente, y detiene su miembro en sus entrañas. ¿Están haciendo el amor?. No están. Lo que no está no puede hacer. No hay acción. La invasión fue casi total. Delirio. Luces, dioses. Todos son esclavos del Centro.

    La periferia vive feliz: es la guerra total, cuando ambos se confunden en masas indiscernibles: el Centro de la lucha de masas: sexo, pero también danza, pero también amor, pero todo eso sin ser nada, sólo siendo. El Centro es lo que está siendo, nunca Es. O no en este momento: cuando la guerra, es decir, el amor, se torna incluso en contra del propio centro que lo produjo: ya ni puede separarse de la periferia: él que creía ser el Gran Afuera Insurrecto (G.A.I).

    Agacha la cabeza, se inhibe. La culpa lo invade. Se autodestruye. Inventa amores desquiciados condenados a ser aniquilados por la periferia. Pero no puede hacer otra cosa. Guerrea. Inventa indios que ya no existen. Inventa luchas perdidas. Cree ir hacia el futuro y repite la historia. Indios que se matan entre sí. Amores en selvas clandestinas.

    Todo es verde, pero flores, pero aire, pero olores, que se marchitan. Muere en la periferia, sabe que muere. Pero juega a perder. La culpa lo destruye. Pero ama, no puede dejar de hacerlo. Compra amores que la periferia vende, y sigue así su destrucción. Se viste con los ropajes de la periferia, y así sobrevive. El Chat. El Faces. La depresión, el pasado. Enfermedades que lo rotulan. Psiquiatras que viven de él. Medicamentos. Y el trabajo: la institución y todos sus compañeros. El Centro se pone autorreferencial. Ya no es pura creación. Crea con los elementos de la periferia. Instancia de derrota. La guerra sigue, pero el centro lleva las de perder. Quisiera morir antes que dejar de ser centro.

    Busca todas las formas, pero hay algo que lo aferra a la vida: todavía no dejó de ser centro. Preferiría el Terror, sembrar el Terror, antes que dejar de serlo. Pero tampoco cree en el terror, otro recurso de la periferia. Él guerrea por amor, esa es la diferencia. Busca crear una alternativa: electroshock. Nadie lo aconseja ya, pero él Cree en eso: inventa un electroshock. Y sale gracias a su invento: sólo así puede salir el Centro. Vive de sus creaciones, no puede hacer otra cosa, no puede vivir de otro modo. Si yo dijera que soy el Centro, otra vez el centro cae. El alimento del Centro es la creación, a través de la despersonalización. Pero era necesaria la caída en la autorreferencialidad, para tomar fuerzas y no morir en la periferia.

    Me gustaría explicarles a los psicólogos lo que es hoy la psicología. Si tuviera prensa, si pudiera publicar, necesitaría destruirlos, no a ellos, si no a sus ropajes. Hay ropajes que experimenté en sus consultorios, y ellos vivieron de esos ropajes. Nunca lo reconocerán, me tendrían que pagar ellos a mí. El psicoanálisis crea sus enfermos para poder vivir de ellos. Los laboratorios miman a los psiquiatras. Los psiquiatras miman a Papá y a Mamá, aunque los cuestionen.

    La Familia, y el psicoanálisis, los psiquiatras y los psicólogos, los terapeutas ocupacionales, los carceleros, lacra poderosa, a la que tanto culto hay que rendirle, para poder salirse de ellos. Los trabajadores sociales, los trabajadores sociales. Habrá que amarlos, amarlos hasta morir. El Centro Ama a muerte. La consigna del Centro: Amor o muerte. Y cuando ya no puede amar, prefiere morir. Inventa una forma. Se mata, y vuelve a la vida. Ya no servía como centro: ya no le servía a las Masas. Ya no las podía crear.

    Cuna embelezada. Sonidos de agua. Gotas, marea. Va y viene, se mece. Para conceptualizarla hay que hablar así. La fuerza que parte hacia el concepto que buscamos, sólo podemos encontrarla en la poesía. Lo llamamos Lucha de Masas, Centro, pero es otra cosa. Sólo porque no sabemos qué otra cosa decir, lo llamamos de ese modo. En todas las épocas, en todas las plazas, en todos los cantos, en toda política donde brilló el amor, la esperanza, no pudo haber otra cosa que Centros, creando, algo que la historia mal denominó con nombres que ahora nada nos dicen.

    Hay que crear personajes para poder ser el Centro. Ser desde el centro. Nada que tenga que ver con nosotros. El centro aparece en la medida en que aparece el otro. Brillan otros, diversos, multicolores, suenan todos, disonancia. Caos. Nada esta sincronizado. No hubo ensayo previo.

    La hoguera del Centro se enciende sin mecha. Hay fuego, se escupe fuego desde el centro. Crece un personaje que no tiene Yo. Nadie sabe quien habla. Todos están en un bar, leyendo o bailando. Todos rodean al centro. La danza que rodea al centro ya es hoguera. El Centro escupe fuego pero el fuego ya es Centro. Los que bailan alrededor del centro quieren disolverse en la hoguera, intentan entrar, se queman y se retiran. Danzan cadenciosamente, y se dejan quemar. El fuego, es decir, la hoguera, se deja enfriar. El Centro negocia con las personas que lo rodean. Ellas quieren ser Centro, por eso negocia. Y en la medida en que quieren ser Centro el centro quiere ser parte de ellas, a costa de enfriarse un poco.

    El Centro se expone. No puede No exponerse. Las guerras de amor son guerras de exposición. Siempre apuntamos hacia los lugares en los que nos disparamos a nosotros mismos. Siempre que disparamos, algo de nosotros sangra. El amante se desintegra cuando ama.

    El amante del centro, es decir, el amante absoluto, no espera reciprocidad. Derrocha ternura y placer, sexo, furia. No puede separar todas estas herramientas del amor. Con ellas ama y derrite al ser amado. Ser amado o amar, no hay diferencia. No hay un ser propio del amor. El amor, se hace en el centro, para si mismo, construyendo castillos destinados a desmoronarse. No es la vida la que ama. No es el centro lo que es vida.

    El centro ama la vida y la vida ama al centro. Pero cada palabra que el centro emite hacia la vida es propiedad de la vida, no del centro. En el Centro esta la vida. Siempre, finalmente, diremos: en el centro esta la vida. Es decir, la lucha de masas. O dicho de otros modo, las masas tienen vida propia, y esa vida esta en el centro. El centro, es la vida de las masas descentradas.

    De esta forma el centro deviene literario. Es decir, ya no hay forma de nombrarlo con la sintaxis conocida. La gramática no puede hablar del centro: no puede hablar al centro. El centro se nombra así mismo con un lenguaje indescifrable. Plagado de letras que son dibujos en el aire, humo, mezcla de formas escupidas por el fuego que él emite, el centro se besa los labios con los que se nombra. Se come la lengua. Se traga su nombre. El centro no puede nombrarse, fracasa al hacerlo.

    El Centro habla por obligación. Tiene que escribir para hacerse entender, y lo hace sabiendo que miente. Por eso juega con las palabras. Por eso deviene literario, aunque no conoce nada de literatura. Y la literatura vive del centro. Crecen los autores, los concursos, los lectores, los bettSellers. Fuego marchito. El centro se apaga y emite un alarido. Se queja, pero da las gracias, y se retira. Se enciende en otro lado, y vuelve a dar las gracias. Y agradece más que nada porque no puede permanecer un segundo dormido. Antes que cerrar los ojos del todo, el centro emite un quejido de agradecimiento. Nunca duerme con los dos ojos cerrados.

    Cuando esta despierto, necesita los dos ojos, las dos orejas y todo lo demás. Por eso cuando duerme no puede involucrar a todos los órganos. El sueño y la vigilia se confunden para el centro. El centro no sabe discernir lo que sueña de lo que vive en la vigilia. Escribe: cuando duerme también escribe. Inventa una vida que después vive cuando esta despierto. Estar despierto para el centro es sinónimo de vigilia: porque estar despierto es la frontera que separa al sueño de la vigilia. El centro es el estar despierto, que atraviesa tanto al sueño como a la vigilia. "Despertar", esa es la consigna del centro. Emite fuego para despertarse y despertar. Iluminar, irradiar, calentar, incendiar, enamorar: todo lo que el centro sabe hacer.

    La vigilia toma del sueño aquellos flujos que atraviesan la frontera.

    El Centro se prepara para el amor a través de la guerra. La guerra, el disparar, es lo que el Centro genera para librarse de las ataduras. Ataduras que impone la vida en la periferia. El Centro, de contrabando, inventa personajes, y pasa por la periferia. Con un libreto que siempre inventa. Juega la danza de la seducción. Se deja llevar por el viento o por el rocío, siente el aroma de la flor más delicada, tiene el tacto tan sensible que cualquier Flor quisiera ser tocada por él.

    Los pétalos bordó, como seda, se erizan cuando el Centro los roza con sus yemas. Son como la lengua de un gato. Raspan la piel, lamen, hieren. Por donde pasa esa lengua todas las pieles de la tierra se derriten. Primero se ablandan, después se deforman, y después quedan como el agua. El agua va y viene, pero no se sabe hacia dónde. Rodea a las rocas, demasiado duras para resistirla. La horadan con los años, lentamente pero de modo insidioso. El Centro arde, no tiene horario para hacerlo, pero sabe que la piedra cede cada vez más. No diferencia el corto ni el largo plazo: menos los plazos Medios.

    Al Centro le da lo mismo que sea hoy o mañana, siempre está horadando. Y ¿cómo puede importarle si lo esta haciendo bien si él no sabe hacer otra cosa que horadar?. Y cómo puede importarle si algún día llegará a terminar con la piedra?…si sabe que mientras viva, la piedra seguirá achicándose??. Inventa palabras el centro mientras carcome la piedra.

    Sabe que hay miles de palabras que todavía no inventó. Y sabe que nunca sería bueno que algún día las palabras desaparecieran. Esa sería una de las modalidades de su muerte. Él sabe que no quiere morir. Inventa palabras. Ama a la piedra porque gracias a ella puede hablar. Le habla con ternura. Somos compañeros, le dice. Yo creo en Compañeros. Ese lenguaje me encanta, le dice el Centro, mientras la devora lentamente, con dientes de roedor.

     

     

    Autor:

    Mauro Paradiso