Los nuevos reaccionarios y el mito de Camp David
Enviado por Simón Royo Hernández
I. En el país de la Revolución y de la Ilustración, de la República y las Luces, vienen sucediéndose en el tiempo dos polémicas interrelacionadas entre sí, en un diálogo que, si bien no exento de improperios e imprecaciones, ha tenido la virtud de dejar ver el panorama intelectual y el posicionamiento que los escritores, pensadores e intelectuales han tenido que adoptar frente a los acontecimientos del presente. Lo que intentaremos a continuación es mostrar ese panorama, describir el trazado de las trincheras y barricadas intelectuales reconstruyendo el entorno de una derecha (neoliberal) y una izquierda (plural) que no por desdibujadas y difusas dejan de poder apreciarse en momentos y temas de actualidad enormemente candentes y problemáticos.
Cierto que ya no es la época del intelectual comprometido y que hoy invocan a Albert Camus tanto unos como otros, identificándose cada cual con el pensador francés y teniendo al contrario bien por dogmático o bien por un ser carente de racionalidad. Y es que el problema de autoconcebirse como el bien y la democracia provoca que no pueda haber diálogo, ya que el bien y la democracia no tiene nada que hablar con el mal y el fascismo, sino que, paradójicamente, el bien y la democracia han de dedicarse a exterminar el mal y el fascismo, erradicándolo de la faz de la tierra. De ahí lo peligroso de autoconcebirse como el único lugar de la Razón, el Bien y la Verdad, como si entre el subcomandante Marcos y Baltasar Garzón hubiese de establecerse una división maniquea y separar en un lado la verdad y en el otro la mentira, en un lado el bien y en el otro el mal. Cierto que el maniqueísmo es muy económico, pero no atiende a las razones del contrario y por eso no acierta a contestar ni a contra- argumentar, sino sólo a descalificar. El maniqueísmo no se hace cargo de la complejidad de los problemas a los que se quiere hacer frente y no acepta que pueda haber un interlocutor, pero al final no es más que la andanada superficial con la que los mass media economizan el esfuerzo de reflexión que hace falta en cada caso y con la que los intelectuales ceden a la propaganda deslegitimadora sin cumplir realmente su papel, que no es otro que dar cuenta de las verdaderas razones de los otros, sin caricaturizarlas ni desvirtuarlas.
Desde el affaire Dreyfus en el que los medios de comunicación y las fuerzas de la derecha y de la izquierda se aglutinaron en dos bandos, quizá el fenómeno no se había producido con tanta nitidez como en estos momentos. En ese entonces, el final del siglo XIX y el comienzo del XX, las izquierdas, con Zola y el diario L'Aurore a la cabeza, se volcaron en la defensa de la inocencia del oficial judeo-francés, en una época en la que las derechas y el antisemitismo preludiaban lo que sería luego la colaboración y Vichy, acusando a los dreyfusistas de "revisionistas", ya que pedían la revisión del juicio en el que se condenó al oficial, falsamente, por haber supuestamente espiado para Alemania. Una época que, para mayor complejidad, coincide cronológicamente con el surgimiento de la doctrina sionista. Desde entonces hasta hoy en día, las fuerzas han cambiado de manos y hoy tenemos, a diferencia de en la época de Zola, a un Estado de Israel muy poderoso enfrentado en un conflicto de medio siglo con los habitantes de una tierra que han colonizado y con sus vecinos. Ya Sartre (1) se mostraría dubitativo, pese a condenar todos los imperialismos, en este caso, en el caso del Estado de Israel, en el que una Francia acomplejada por su colaboración con el genocidio nazi y por haber tenido escasos resistentes, al igual que las demás potencias europeas y los EEUU, aprobaría y facilitaría la fundación de un Estado judío en Palestina. Ahora, finalizando el siglo XX y comenzando el XXI, las fuerzas intelectuales y los mass media se han dividido de manera contraria a como lo hicieron un siglo atrás, mediando la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín entre tanto.
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