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El sátiro, la maldición y la cruz -una novela histórica- (página 2)

Enviado por Ariel Batres V.


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En resumen, no había verdaderas escuelas públicas, y la instrucción estaba limitada a aquellos que podían costeársela y que tenían la preocupación que sus hijos la adquiriesen.

Para el sexo femenino sólo existía como establecimiento público de educación el Colegio de Nuestra Señora de la Presentación o =Niñado". Por otra parte, había una =Casa de Recogidas" para mujeres desamparadas y prostitutas.? 25

La descripción de cómo era la educación en el siglo XVIII la proporciona el escritor guatemalteco Antonio José de Irisarri (1786-1868), con base en su experiencia escolar de finales de dicho siglo y principios del siguiente hasta cuando tiene 19 años de edad (1805). Puede deducirse que de niño recibió la enseñanza primaria en su propia casa y con maestros propios (circa 1793-1800), –años estos no muy lejos de 1773, que corresponde al desarrollo de la novela de Vargas Corzantes–. Muy al estilo de lo que se acostumbraba en las familias adineradas del aún en ese momento Reino de Guatemala como le denominó el propio Irisarri: 26 ?Estudió en el Colegio de Belén y en el Seminario Conciliar donde se graduó de bachiller en filosofía. Toda su vida fue un ávido lector y eso lo hizo conocer profundamente muchas disciplinas científicas.? 27

Siendo adolescente don Juan Bautista de Irisarri y Larraín ?Quiso para su hijo Antonio José la mejor educación. Cuando el padre se disponía a enviarlo a proseguir sus estudios en un colegio de nobles de Madrid a causa de ser el muchacho demasiado enamorado y gustador de las niñas, el opulento vasco rindió el ánima.? Sin embargo, no le fue factible pues murió en 1805 y el muchacho hubo de dedicarse a administrar la herencia y liquidar o cobrar las deudas de su progenitor. 28 En consecuencia, resulta un panegírico adulatorio, amén de falta de investigación, afirmar que Irisarri efectuó estudios superiores en la conocida en ese entonces como Pontificia Universidad de San Carlos. 29

Sin indicar haber obtenido títulos en centros educativos, por medio de su novela El Cristiano Errante (1846) el propio Irisarri comenta la educación recibida en Guatemala, cuyo personaje principal es Romualdo de Villapedrosa – Romualdillo, él mismo–. Escribe en forma irónica y se burla del ?sistema educativo? de aquellos calamitosos tiempos que pretendía estar a tono con el siglo de las luces, como sigue.

?No diremos que lo primero que se enseñó en la escuela fue a leer y después a escribir, aunque bien podía, como lo hacen otros, haber aprendido a escribir antes de saber leer; 30 ni diremos que estudió la prosodia antes del arte métrico, aunque vemos que otros hacen versos sin saber lo que es prosodia; ni diremos en fin que aprendió el español antes que el latín, aunque hoy se cree que se sabe la lengua de Cicerón 31 cuando no se ha podido aprender lo que se oye hablar a la madre desde que se viene al mundo. Entonces, se seguía el viejo sistema griego de empezar por el principio, y no se había introducido la moda de hacerlo todo al revés para manifestar que el siglo de las luces este siglo XIX tan famoso, es el siglo de las maravillas.

Entonces era una lástima ver muchos hombres que sabían leer y escribir perfectamente, sin ser doctores, cuando hoy 32 por la rara felicidad de nuestros tiempos, para ser doctor nadie necesita de saber escribir ni de saber leer, pero ni siquiera conocer el valor de las letras del alfabeto. Ya se ve, no se había hecho aún la revolución de ideas con la cual habíamos de empezar por el fin y acabar por el principio: cosa que sólo a los necios 33 se les había concedido el privilegio exclusivo de hacer en aquellos calamitosos tiempos, y por eso se decía: =hace el necio al fin lo que el discreto al principio". 34

Romualdillo después de saber leer y escribir según las reglas de la gramática y de la ortografía de aquel tiempo, que no eran como las de hoy, distintas en cada barrio de una misma ciudad, 35 estudió las matemáticas bajo la dirección de un fraile franciscano que pasaba por Arquímedes en aquella tierra y que podía pasar por geómetra y regular astrónomo en cualquier parte. 36 Otro fraile, franciscano castellano viejo, le enseñó el latín y le perfeccionó en el español. Un caballero de Alcalá de Henares, consumado humanista, le dio lecciones de inglés, de francés y de italiano: la suficiente para entender lo escrito en otras lenguas. 37 Tuvo por maestro de lo que se llamaba filosofía en aquella época, a un pobre tonto, que ni sabía aprender ni sabía enseñar. Así es que Romualdo aprendió de memoria, los disparates que el domine le dictó, conociendo muy bien que aquellos no podían dejar de ser grandes disparates. 38 Aprendió también el dibujo, la música, el baile, la equitación y la esgrima, empleando en esto su tiempo mejor que en la filosofía, que no podía servirle de nada en este mundo ni en el otro, sino para conocer que las verdades de un tiempo son las mentiras de otro, y que los axiomas de una escuela son los absurdos de las demás, con quienes está en contradicción.

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