Parte I
El enfoque tradicional de la empresa, o enfoque neoclásico de la organización económica, descansa en la apreciación según la cual los mercados, específicamente el de la demanda final de bienes y servicios, traduce el ambiente más idóneo para la realización de la actividad económica. En ese sentido, el precio de tales bienes y servicios se convierte en el numerario que vacía los mercados, esto es, en el subastador walrasiano que equilibra los mercados. O para decirlo en las palabras de Coase en su crítica a Hayek: "Un economista cree que el sistema económico está coordinado por el mecanismo de los precios, y que la sociedad no es una organización sino un organismo." (Coase,1937). Bajo la consideración de Coase ésta es una visión limitada del sistema económico. En verdad, el sistema económico está conformado por subsistemas, dentro de los cuales destacan las grandes corporaciones. Siguiendo a Coase, lo que distingue al sistema económico cuando se le mira a través del sistema corporativo es que éste es un sistema coordinado tanto por el mercado como por la jerarquía de mando en la toma de decisiones. En lo que atañe al primer punto (el mercado), el mecanismo de los precios orienta de una manera descentralizada la asignación de recursos. En cuanto al segundo punto (la jerarquía), el mecanismo de la autoridad es la que direcciona la reasignación de los mismos.
Ahora bien, de este último punto se deriva una cuestión fundamental, cual es: la determinación de las actividades corporativas. En la visión tradicional de la organización empresarial, la actividad económica de las empresas está limitada por la tecnología. Bajo esta visión de las cosas, las transacciones económicas son concebidas en términos de la estructura técnica de la producción empresarial (función de producción). Argumentos de diversa índole bien podemos encontrar en el libro convencional de microeconomía que la justifican: como por ejemplo el de las proporciones fijas de los factores productivos, cuya combinación se supone eficiente. Pero este es sólo un aspecto de la actividad económica de las empresas. Las empresas incurren en ciertos costes de transacción, que no solamente son externos a la empresa, sino que también le son internos. Ambos costes de transacción son diferentes: los externos a la empresa están relacionados con los imputables al uso del mecanismo de los precios como asignador de recursos, mientras que los segundos están relacionados con los mecanismos de la autoridad (al interior de la empresa) en la reasignación de tales recursos.
En la práctica, la fusión empresarial puso en evidencia la inconformidad teórica de que los costes y beneficios indirectos se reflejasen en los precios. El estudio de las fallas del mercado da cuenta de una serie de imperfecciones que, tales como la información no simétrica, riesgo e incertidumbre, entre otras, tienen su origen en el coste de transacción. Estos estudios no pueden ser más relevantes para el análisis comparado de la organización económica.
Un estudio digno de comparación es el que está relacionado con los rendimientos decrecientes de la administración. Por analogía, la regla empírica general de los rendimientos marginales decrecientes, según la cual, en el margen, la incorporación de una unidad adicional de insumos productivos no implica un incremento adicional del producto, bien puede ser extendida a los costes de transacción. Ello en efecto requiere de la estructuración de una teoría de la burocracia, que de cuenta de los orígenes y consecuentes diferencias de sus costes entre las empresas, y entre éstas y el mercado.
De la sección anterior bien puede derivarse que el argumento central de la nueva teoría de la empresa reside precisamente en el estudio de los costes de transacción. Sin embargo, aunque este tipo de estudios no hace énfasis en la determinación de los precios a través de los mercados, sigue sosteniendo que el surgimiento de la organización empresarial se debe al carácter competitivo de los mercados. En ese sentido, bajo tal formulación de los costes de transacción, la competencia entre empresas no puede menos que proveer la coordinación requerible para el correcto funcionamiento del sistema económico. Pero la teoría de los costes de transacción va mucho más allá de los mercados por cuanto considera el rol de la dirección empresarial y la relación laboral principal-agente. Para una elaboración conceptual digna de todo mérito en este punto, véase Jensen y Meckling (1976).
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