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Las casas más importantes de Simón Bolívar


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    Simón Bolívar, héroe eterno de las libertades de América, es reconocido universalmente como uno de los grandes genios militares de la historia.

    Encumbrado por unos y vilipendiado por otros, es una figura que aún continúa suscitando innumerables controversias desde los más diversos ámbitos políticos, culturales y sociales, pero nadie discute su condición de responsable de la liberación de los lazos coloniales de numerosas naciones de la actual América Latina, convirtiéndose así en el gran Libertador del continente.

    Vastos territorios que hoy en día ocupan países como, Ecuador, Perú, Colombia, Venezuela, y otras naciones del Caribe y Centroamérica, fueron recorridos una y otra vez por Bolívar, a caballo, en barco, en mula, en carros, a pié, luchando en batallas, realizando gestiones diplomáticas, reuniones políticas, acudiendo a toda prisa allí donde amenazaba el español o el criollo traidor, que pretendía impedir su soñada libertad de los territorios que imaginaba unir en una única gran nación que llamaría Colombia, sumándose a esto sus periplos por Europa y la América del norte.

    Se calcula actualmente que a lo largo de todos estos viajes, Simón Bolívar llegó a recorrer aproximadamente unos ¡120.000 kilómetros! Impresionante y descomunal cifra, más aún teniendo en consideración las limitaciones y sacrificios que ofrecían los medios de transporte de la época. Este inmenso recorrido constituiría una hazaña en sí misma, incluso si nada hubiera hecho por la liberación de los pueblos de América de la opresión del poder colonial español. Difícilmente nuestros razonamientos son capaces de imaginar los padecimientos que el Libertador ha de haber tenido que soportar para alcanzar estos logros, acostumbrados como estamos, a los medios de transporte rápidos y cómodos, a los que a veces, casi sin darnos cuenta, llegamos a recurrir hasta con el objeto de evitar caminar doscientos metros para ir a comprar un periódico. Ni Cristóbal Colón, ni Aníbal, ni Napoleón, ni Julio César, ni siquiera Alejandro Magno, recorrieron distancias que puedan siquiera considerarse mínimamente al lado de lo recorrido por Bolívar a lo largo de su vida.

    Pero esta situación, ¿fue buscada o deseada por Bolívar? Se estima que él disfrutaba de viajar, de observar, de trasladarse de un lado a otro y conocer diferentes paisajes, flora y fauna, costumbres, construcciones; de ser recibido con honores en diferentes escenarios, como en sus grandes épocas de gloria, arribando triunfalmente a Caracas, a Bogotá, a Lima, o a Quito, así como cuando se sorprendió al conocer los vestigios de la cultura incaica en la zona del Cusco, o las bellas construcciones de la Lima virreinal y sus magníficos frentes engalanados con los característicos balcones, o al ver los maravillosos y verdes paisajes de Jamaica, y las estériles pero encantadoras costas de Aruba y Curacao, lamidas por las cristalinas aguas color turquesa del mar Caribe, o aquel increíble volcán Chimborazo de inaudita magnificencia, que tanto lo impactó.

    Él mismo se expresaba en ese sentido, pero resulta razonable imaginar que, si de elegir se hubiera tratado, difícilmente hubiese elegido hacer todos y cada uno de los viajes que hizo, teniendo en cuenta las condiciones en que debió hacer muchos de ellos, algunos repitiéndolos varias veces y por haberse visto, en más de una oportunidad, forzado a hacerlos sufriendo terribles dolores por sus problemas de salud. Es que en medio de tantos viajes, tantas batallas, tantos paisajes, ¿no habrá soñado Bolívar con el descanso del guerrero, el cálido abrigo de un hogar, la paz de un ámbito familiar con sus ruidos, olores, y rincones particulares y reconocibles, al menos por un lapso de tiempo medianamente prolongado? ¿Cuántas veces se encontró el Libertador en un momento de remanso, en un lugar agradable, en compañía de aquella persona con la que él quería estar, y simplemente, luego de recibir una carta con malas noticias, debió partir abruptamente casi sin pensarlo, a solucionar inesperadas complicaciones que requerían su inmediata intervención, obligándolo a trasladarse a través de inmensas distancias? ¿Cuántas veces debió apurarse para llegar lo antes posible a algún lejano sitio de su quimérica Colombia, donde le esperaba una insurrección, un traidor, un revés militar o una catástrofe? Quizá tantas veces que no es posible contarlas.

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