- Entrevistados posibles
- Antecedentes históricos
- Herencia Cultural
- Fernando Varea
- Juanita de Pargament – Madre de Plaza de Mayo
- Pablo Sapere – Periodista de cine
- Luis Emilio Perez – Periodista y Locutor
- Conclusión
- Bibliografía disponible
Un silencio que no para de hablar
"Yo detesto a la gente que tiene el poderde decir lo que es bueno y lo que es malo también. Sólo el pueblo, mi amigo, es capaz de entender. Los censores de ideas temblarían de horror, ante el hombre libre con su cuerpo al sol."
Las Increíbles Aventuras del Señor Tijeras – Charly García – 1975
Introducción
El gobierno militar que tomó el poder en 1976 utilizó de manera sistemática los medios de comunicación como espacio de construcción de un discurso oficial, bajo el concepto de "seguridad nacional", al mismo tiempo que eliminaba otras voces a través de la censura. La persecución a medios o a personas llegó a extremos dramáticos en los casos de detención, desaparición o exilio forzado de periodistas, intelectuales, artistas y trabajadores del ámbito de la cultura. El discurso de la censura oponía la "cultura verdadera y legítima" a la "cultura falsa e ilegítima", y hablaba de un "sistema cultural falso" que "no se subordina a lo moral". Así, la censura se dedicó durante años a señalar y prohibir lo "no-moral", que abarcaba los conceptos de sexualidad, religión y seguridad nacional.
Debemos saber que la censura argentina no se constituyó recién en 1976, sino que se organizó lentamente durante más de un cuarto de siglo hasta alcanzar una etapa de aceleración a partir de 1974. Así, si bien es indispensable considerar la fractura institucional que significó el golpe militar, también es necesario vincular algunas características del funcionamiento de los medios de comunicación durante el período dictatorial (1976-1983) a tendencias presentes en etapas anteriores y a marcos institucionales preexistentes que habilitaron el uso indiscriminado de algunos medios por parte de las Juntas.
La censura y la intervención directa del poder militar en el ámbito de lo cultural no operaron de igual modo en los diferentes medios de comunicación y en los diversos sectores de la cultura. Así, por ejemplo, en la cinematografía o la radiodifusión el discurso de la censura siempre fue más claro y explícito que en otros espacios.
En la Argentina no existió una oficina de censura centralizada; por lo tanto, a pesar de tratarse de un período en el que hubo fuertes controles sobre la producción cultural y mediática, los medios de comunicación no funcionaron "en bloque" y encontramos una diversidad de productos culturales.
En la historia del cine nacional vamos a descubrir un período de descenso abrupto (en términos cuantitativos) de la circulación y del consumo; un control férreo en lo que respecta a la producción –que no impide, sin embargo, ciertos resquicios de independencia y de "resistencia silenciosa"-; dos momentos de "pico" en lo que se refiere a la difusión de la ideología del régimen, dados por el campeonato mundial de fútbol (junio y julio de 1978) y por la guerra de Malvinas (abril a junio de 1982); y una distinción muy clara entre una primera etapa de persecución y censura (1976-1980) y un segundo momento de quiebre del discurso monolítico dictatorial que se acentúa después de la derrota de Malvinas, anunciando la apertura democrática.
El cine nacional había reinado en las boleterías durante los años "40 y "50. Sin embargo, desde fines de la década del "60 sólo habían tenido éxito las periódicas entregas del dúo cómico integrado por Jorge Porcel y Alberto Olmedo y las películas históricas de Leopoldo Torre Nilsson dedicadas a exaltar las figuras de los próceres.
En 1973, las películas argentinas estrenadas comercialmente habían sido 41 y el cine argentino pasaba por un buen momento: las producciones más vistas fueron LA TREGUA (nominada al Oscar para el mejor filme extranjero), LA PATAGONIA REBELDE, JUAN MOREIRA, BOQUITAS PINTADAS, LA GRAN AVENTURA y LA MARY (todas superaron la cifra de 200.000 espectadores). Pero en los dos años siguientes, a tono con la debacle que vivía el país en su conjunto, comenzó una decadencia que, para 1976, había llevado aquel número a la mitad: sólo 21 filmes nacionales llegaron a las pantallas y esta cifra se mantuvo durante los dos años siguientes. En 1980 se observó un repunte hasta llegar a los 30, pero en 1983 el número había descendido otra vez a 20. Mientras tanto, había aumentado el precio de las entradas, que en 1976 era de 30 centavos de dólar y en 1981 había llegado a 5 dólares.
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