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Los biofilms bacterianos más que un reto a la contaminación y a los antimicrobianos


Partes: 1, 2

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Desarrollo
  4. Desarrollo
  5. ¿Soportarán las bacterias de hoy los contaminantes actuales y sus impactos ecológicos?
  6. Referencias

Resumen

Los efectos de la contaminación ambiental en la flora y la fauna son evidentes. Poco se discute sobre su impacto en el universo procariótico, primeros pobladores del planeta; los más preparadas para los cambios que ponen a riesgo la subsistencia de la especie pensante. Lo escaso debatido se limita a la creciente antibiorresistencia, la epidemia invisible del siglo XX. Se responsabiliza a mutaciones y mecanismos de recombinación a los que se pretende superar con nuevos antimicrobianos; no se entiende que el 99% de las bacterias coexiste en biofilms en condiciones naturales, no en forma planctónica, como sucede en los medios artificiales. Esa asociación ha posibilitado una historia bacteriana que supera los 3 500 millones de años y les permite reaccionar a las condiciones actuales a través de biotipos que, además de resistir antimicrobianos diversos, exhiben una virulencia exacerbada fruto de las selecciones impuestas. La solución a este mal no está en una carrera hacia el diseño de novísimas macromoléculas antimicrobianas, útiles cuando se utilizan racionalmente, sino en un salto al pasado para retomar lo observado por clásicos de la Microbiología: a) las bacterias biofilms; b) el antagonismo microbiano. Mientras se asuman los aislamientos bacterianos en su fase planctónica existirá una barrera insalvable entre los estudios in vitro y la realidad; cuando, a través de dietas ricas en prebióticos, se estimule la microbiota natural, ésta mantendrá a raya a esos rivales incontrolables para buena parte de la quimioterapia actual y sin los riesgos colaterales que la misma acarrea.

Palabras claves: bacterias; biofilms; antibiorresistencia; quorum sensing; islas de patogenicidad; contaminación ambiental; prebióticos; probióticos; nutracéuticos.

Introducción

La humanidad transita la primera década del nuevo milenio, período insignificante cuando se compara con cuanto aún resta hasta el venidero, pero intenso, y hasta agobiante, debido a esa carga nefasta de incertidumbres y amenazas que todos auguran al siglo en ciernes.

El que le precedió marcó un hito en la industrialización del desarrollo humano, también creó condiciones en el planeta, algunas ya irreversibles, que ponen en riesgo la existencia de la especie pensante a un corto plazo (Suárez y Reyes, 2002; Vullo, 2003). Más que las innecesarias guerras, que tanto han costado y cuestan, la desertificación de inmensas áreas geográficas, su repercusión en la producción de alimentos, la consecuente desnutrición y las enfermedades serán el principal flagelo que azotará a la humanidad (Bengoa, 2009).

En las últimas tres décadas la población ha adquirido microorganismos poli-resistentes a fármacos, entre los que destacan agentes bacterianos como Mycobacterium tuberculosis, Salmonella, Shiguella, Vibrio cholerae y Streptococcus pneumoniae. La resistencia a los fármacos constituye un problema de salud pública extremadamente grave (Prescot et al., 2004; French, 2005), casi tanto como las propias enfermedades que justifican su demanda (Barreto y Rodríguez, 2006). Los últimos diez años alarman por los fallos reiterados en los tratamientos a humanos y animales (EARSS, 2005; Harbarth y Samore 2005; WHO 2007).

La generación de nuevos antimicrobianos sólo ha demostrado la rápida capacidad bacteriana de adaptarse a los mismos, por usar un término conservador, ampliándose el rango de resistencia en patógenos humanos y animales (Jansen et al., 2006; Falagas y Bliziotis 2007). Un fenómeno que ya excede los marcos hospitalarios y se constata en comunidades y en brotes de enfermedades transmitidas por alimentos (ETA) a niveles alarmantes (EARSS, 2005; Jansen et al., 2006; EASAC, 2007; WHO 2007; EFSA, 2008; Scientific Committee on Emerging and Newly Identified Health Risks –SCENIHR, 2009).

Cuesta creer que la solución a los problemas descritos dependan de un simple salto al pasado, para beber en las fuentes aportadas por los clásicos de la Microbiología quienes, estupefactos ante el impacto abrupto del universo microbiano recién develado, e incapaces de dar respuestas a tantas incógnitas, tuvieron que acotar observaciones, referir resultados, y confiar en sus relevos, una vida no resultaba suficiente para todo lo que hicieron.

A quienes crean que lo afirmado es un desvarío, o pura ciencia ficción, se invita a leer lo que en apretada síntesis se expone a continuación.

Desarrollo

Según los métodos de datación radiométrica la Tierra tiene una antigüedad de 4 500 – 4 600 millones de años. Algo después (unos 500 millones de años) el planeta presentaba una corteza compuesta de roca primitiva, bañada por mares en continua ebullición, en equilibrio con nubes cargadas de lluvia y electricidad estática que se descargaban en forma de violentas tormentas con rayos y centellas; una atmósfera sin oxígeno, nada de luz solar; se acumulaba materia orgánica por doquier (La Materia se Auto Organiza, 1999; Orígenes del planeta Tierra, 2001; El origen de la Tierra y la vida, 2005).

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