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Stieg Larsson y su saga "Millennium"

Enviado por Berta Lucía Estrada


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    Me he pasado los últimos quince días casi sin respirar, alargando para mañana lo que debo hacer hoy, tratando de dormirme más tarde de lo habitual y presa de un estado muy cercano a lo que los drogadictos pueden experimentar cuando la droga no está cerca o cuando están bajo sus efectos. La razón: la lectura de Millennium, la extraordinaria trilogía de Stieg Larsson (1954-2004), el escritor sueco fallecido poco días antes del lanzamiento de su primer libro, y justo cuando acababa de entregar a su editor el tercero de los libros que componen la trilogía en cuestión.

    Los hombres que no amaban a las mujeres (665 páginas), La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina (749 páginas) y La reina en el palacio de las corrientes de aire (854 páginas), obra publicada por Ediciones Destino S.A, Barcelona, España, en asociación con Editorial Planeta, Colombia.

    Y si bien conocía su obra desde 2006, no es sino hasta ahora que sentí la necesidad de leerla, y aunque he sido muy poco lectora del género negro no me arrepiento de haber emprendido esta loca carrera detrás de los secretos de Lizbeth Salander y de Mikael Blomkvist.

    La primera, una hacker consumada, poseedora de una memoria fotográfica y de una inteligencia cercana a la genialidad y como si fuera poco underground. El segundo, un periodista que podría simbolizar un quijote contemporáneo, socio de una revista mensual llamada Millennium y que en su defecto podría reemplazar tanto a la lanza del Quijote, como a su maltrecho Rocinante.

    Mis conocimientos de la literatura policiaca no iban más allá de algunas obras de Agatha Christie, leídas en mi adolescencia, y de Bebé Donge (1945), de George Simenon, leída en un curso de la Universidad de la Sorbona y luego trabajada por mí en la Universidad de Caldas en los cursos que yo dictaba de lengua francesa. Esta última, la leía haciendo un análisis comparativo con una obra excelente, y que no pertenece al género en cuestión, me refiero a Thérèse Desqueyroux (1927), de François Mauriac (Premio Nobel de literatura, 1952).

    Millennium, es una obra que atrapa al lector y lo sumerge en un mundo lleno de intrigas, de corrupción a todo nivel, pero sobre todo, es una obra que denuncia la violencia de género. La obra en sí tiene muchas fallas a nivel narrativo, repeticiones innecesarias y a veces descripciones demasiado largas; pero eso no le resta importancia al libro. Más bien el problema de la versión en español, no hablo sueco, es una traducción no muy bien realizada por Martin Lexell y Juan José Ortega Román.

    Me refiero a problemas de sintaxis, a la utilización en algunos casos de una jerga española desconocida en América Latina y a la utilización permanente de ese adefesio español de "ir a por". Por lo demás, es una obra que se lee sin hacer ningún esfuerzo, algo ideal cuando se ha estado leyendo obras de cierta dificultad intelectual y que nos han llevado a desear simplemente "descansar y divertirnos".

    Millennium, es una obra que se sumerge en diferentes terrenos: la corrupción política, el mundo de los grandes empresarios y sus conexiones non sanctas con el mundo del hampa, o bien con los países donde el trabajo infantil no está reglamentado, convirtiéndose así en una moderna y terrorífica esclavitud, cuyos beneficiados son unos pocos hombres de negocios que actúan con toda impunidad, relacionándose con los más altos dignatarios o funcionarios estatales; o corrupción en los estamentos de la policía o en la rama judicial.

    También encontramos denuncias de corte ecológico o contra la globalización actual. Pero sobre todo, es una denuncia contra el maltrato de las mujeres; llámese trata de blancas, acoso y abuso sexual, disparidad salarial con sus homólogos masculinos, violencia o agresión doméstica.

    Y es que Stieg Larsson me ha abierto una ventana a un país que desconozco por completo. A parte de la hermosa obra "El maravilloso viaje de Nils Olgersson a través de Suecia" de Selma Lagerlöf (Premio Nobel de literatura – 1909) o del asesinato del Primer Ministro sueco Olof Palme, en 1986, no sabía nada de Suecia.

    Siempre que pensaba en ese país nórdico, me imaginaba un país del primer mundo, una especie de paraíso donde la cobertura de protección social es una de las más importantes del mundo y con un importante nivel de vida. Pero también con una tasa de suicidios muy alta (es el número 35 de un total de 99 países registrados en un estudio llevado a cabo en 2006), actualmente tiene una tasa de suicidios aproximada de 20 ciudadanos por cada 100.000 habitantes).

    Pues bien, la lectura de Millennium me mostró un país con un nivel de corrupción y con una mafia tan bien desarrollados, que uno creería que está leyendo una obra que se lleva a cabo en cualquier país del Tercer Mundo; y porque no decirlo en la Colombia de Uribe.

    No en vano la escritora norteamericana Donna Leon ha dicho que todo en Millennium es "maldad e injusticia".

    Sin embargo, no dice que tanto Lizbeth Salander como Mikael Blomkvist son dos justicieros que terminan triunfando y derrotando el mal que los acecha o que acecha a sus conocidos. Pero También están la directora de la revista, Erika Berger, una excelente periodista y gerente, o Annika Giannini, la abogada defensora de los derechos de las mujeres, o la policía Mónica Figuerola o la expolicía Susanne Linder, quien trabaja para Dragan Armanskij, el gerente de Milton Security.

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