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El "proyecto"? como hecho arquitectónico y como hecho histórico


Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. ¿Qué es el proyecto? y ¿Qué lo define?
    3. ¿Cómo se convierte el "proyecto" en un "hecho arquitectónico"?
    4. ¿Cómo funciona como medio para la construcción historiográfica de la arquitectura?
    5. Bibliografía

    Resumen

    Como breve introducción al conocimiento del proyecto, podemos señalar que éste se plantea como la realidad plasmada de la materia del diseño y abre una alternativa que indaga no en la arquitectura como objeto, sino que la entiende como material proyectual. Reconocer esto nos lleva a elaborar una serie de pautas teóricas en un sistema abierto o entorno de categorías que se definen bajo reflexiones sobre el diseño y de su condición histórica. Con ello, se abre la opción de conocer al proyecto arquitectónico en su propio ámbito y se busca reconocer aquellos postulados teóricos que lo fundamentan. En este sentido, sin la pretensión de prescribir un método, se aborda la reflexión del tema del proyecto y de su condición arquitectónica en una atmósfera que trata de discernir ¿qué es el proyecto?, ¿qué elementos lo definen? y ¿cómo se convierte en un hecho arquitectónico?

    Posteriormente, estas premisas nos inducen a una conciencia teórica y crítica en el ámbito del diseño que asume un carácter abierto y trata de llegar a una interpretación del proyecto como elemento instrumental que marca el devenir de lo arquitectónico. En este recorrido interpretativo de la noción del proyecto, vemos que existe una condición creativa, imaginaria y testimonial del acontecer de la materia en un tiempo dado, por eso tiene el valor de ser la genuina expresión de una visión singular sobre el contenido arquitectónico.

    Finalmente, se busca interpretar al proyecto como hecho histórico desde la conformación secuencial y temporal de la imagen formal. Esto nos marca que entenderlo en su condición de hecho histórico, dependerá de una cuestión interpretativa que investiga el devenir de la materia arquitectónica, de su concepción y de su plasmación. Aquí, se cuestiona principalmente ¿cómo funciona el proyecto como medio para la construcción historiográfica de la arquitectura? y ¿en dónde se encuentra dicha condición? Si bien, estas son algunas ideas que enmarcan el contenido general de la propuesta, ahora se da pie al desarrollo de los incisos mencionados; dicho desarrollo se genera bajo una organización secuencial que parte de la interpretación de diversas nociones del proyecto, hasta constituirlo como hecho arquitectónico y como hecho histórico.

    I. ¿Qué es el proyecto? y ¿qué lo define?

    Para responder a esta interrogante se parte de algunas interpretaciones que se le atribuyen al proyecto, a fin de abstraer algunos elementos relevantes y construir una definición viable de él.

    El "proyecto" como una construcción creativa

    En el proyecto se intuye que el fenómeno creativo opera, esto indica que el término creación como lo señala Ferrater, se entiende como: "producción humana de algo, a partir de alguna realidad preexistente"1. En este caso, se comprende al proyecto como <<creación>> o <<producción>> humana. Asimismo, De Bono explica que la creatividad humana se vale de lo que ya existe y encuentra formas impredecibles para modificarlo. Ésta no sólo es originalidad y libertad ilimitada, sino que es algo que tarde o temprano, el pensamiento ordinario tendrá que comprender, aceptar y apreciar. La creatividad puede consistir a la vez en un redescubrimiento de lo que ya existía en forma oculta y en el surgimiento de algo nuevo2. Por otro lado, con respecto a esta definición, M. Rodríguez agrega que: La creatividad es la capacidad de producir cosas nuevas y valiosas. La palabra cosa se toma en el sentido más amplio que incluye prácticamente todo. Un método, un estilo, una relación, una actitud, una idea pueden ser objeto de la creatividad3. De manera que, está en todo lo que somos y hacemos, está en el conocimiento de nosotros mismos y de nuestro medio concreto.

    Por otro lado, la ciencia del siglo XX ha desmitificado la función de la creatividad al demostrar que no es la inspiración de las musas, sino que es el salto del inconsciente a lo conciente lo que causa la vivencia de la iluminación. Sin embargo, algunos investigadores buscan la respuesta en el terreno de la simbología y se considera que el hombre es un ser de símbolos, a través de estos el hombre está en condiciones de poseer, percibir y tener juntas a la vez miles de cosas. En este sentido, se muestra que la creatividad como función cognoscitiva debe distinguirse de la inteligencia, ya que no es una función unitaria o uniforme, sino que se le debe considerar en función de un gran número de factores y afecciones o capacidades mentales primarias. Frente a esto, como lo indica De Bono, vemos que el pensamiento está mezclado con el acto creativo, ya que se involucra a la cognición, la producción y la evaluación. Siendo la producción la más importante en materia de creatividad y la que puede manifestarse en un pensamiento convergente o en uno divergente4.

    Con ello, podemos decir que la inteligencia se define como la capacidad para enfrentarse a una situación nueva improvisando una reacción de adaptación nueva, con rapidez y éxito5, es la facultad de comprender y conocer, es la aptitud para establecer relaciones entre las percepciones sensoriales o para abstraer y asociar conceptos, e integra conocimiento y habilidad6. La inteligencia comprende un acto cognoscitivo y evaluativo sobre las cosas o circunstancias, pero para realizar una producción nueva, innovadora y original sobre algo, se necesita del acto creativo.

    La creatividad entonces, es una autoafirmación del ser, de la manera en como enfrentamos los problemas, las cosas o las situaciones ante la vida. Es fundar, establecer por primera vez una cosa, es darle vida y sentido a una nueva manera de ver o entender un hecho o un acontecimiento. Por lo cual, la inteligencia la entendemos como la aptitud (habilidad, capacidad de entendimiento, de conocimiento y dominio de) que se tiene para enfrentar los acontecimientos y a la creatividad, la entendemos como a la manera (forma, actitud, modo con que se ejecuta, astucia) de enfrentarnos a las cosas. Esto nos muestra que, para enfrentarnos a los hechos o problemas en nuestra disciplina no sólo necesitamos de la inteligencia que involucra ese dominio y habilidad cognoscitiva de la materia formal que manejamos, sino que necesitamos también de un acto creativo, bajo el cuál se reformule, se innove y se propongan nuevas organizaciones arquitectónicas. Por consiguiente, si separamos a la inteligencia de la creatividad nos quedamos con una capacidad aislada que entiende, pero no propone; lo que nos lleva a buscar su incidencia en conjunto para explicarlos en la actividad proyectual.

    Con lo anterior, se deduce que es en este acto creativo donde el diseñador potencializa su imaginación, es precisamente en éste acto donde se manifiesta la nueva dimensión que adquiere un "proyecto", como producto de un acto conciente y reflexivo que aborda a la materialidad proyectual. Aquí, se da paso a la organización de contenidos formales que se incorporan gradualmente, bajo propósitos, intenciones, significaciones e imágenes. En esto, se indica que el ensanchar la esfera de la creatividad a un hacer conciente y significativo implica incidir en el desarrollo de la actividad proyectual, como lo señala Ricard: "La creatividad persigue un constante desmarque con esa realidad, lo hecho, lo que ya existe, se halla encerrado en sí mismo y sólo contiene y refleja su propia imagen. Todo lo que <<es>>, ha sido en función de un momento coyuntural y transitorio, y otro momento, habrá de segregar, forzosamente, otro resultado"7.

    El proyecto arquitectónico, en sí se define como producto de la actividad del diseñar, dicha actividad se da bajo un acto creativo que existe en un salto que va del discurso reflexivo/deductivo, sazonado de múltiples sugerencias, a una imagen plasmada y perceptible. "La creatividad es factible porque el hombre además de su racionalidad, posee también esa afectividad que le permite captar aquello que escapa a su razón"8. En este caso, Ricard insinúa que el acto creativo viene acompañado de un sentido metodológico necesario para conocer, recopilar, ordenar y comparar el contenido formal. Por ello, el sentido racional se necesita para el "hacer creativo", como un conjunto de pasos basados en esquemas que nos permiten contemplar cierto recorrido intencional. "El método es como una operación matemática que posee sus reglas y que sólo puede conducir a unos determinados resultados: la solución se halla incluida en el propio planteamiento"9.

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