Como en todos los cambios de Era, hoy un gran profeta de Dios habla fuera de los muros de las iglesias (página 2)
Enviado por Maite Valderrama
Hijo Mío, si estás en la luz de la Verdad, el destello redentor se ha unido a Mí, la Luz Primaria, y tú eres de nuevo conscientemente hijo o hija de Mí, tu Padre. Pero mientras vivas en las imágenes engañosas de la materia, te apartas una y otra vez de la Luz Interna, de Mí. Por eso más de un hombre no puede captar que Yo, el Eterno, hable a los Míos.
Hijo Mío, tanto si dudas como si eres incrédulo: ¡Yo hablo!
Pues Yo Soy el Dios que habla en la profundidad de tu alma. Yo Soy el Dios que habla en todos los soles y astros: Yo Soy el Dios que habla en cada planta, en cada piedra, en cada animal. Yo Soy el Dios que habla en cada gota de agua, en cada irradiación de los astros. El infinito, el Universo, Soy Yo –y tú, hijo Mío, llevas como esencia la totalidad del infinito, todo ser, en ti, en el fondo de tu alma.
Hijo Mío, reconoce las profundidades de tu Vida Interna y ¡siénteme a Mí en ti! Hazte consciente: ¡Tú nunca estás aislado ni solo! La Fuerza primaria y la fuerza de Cristo actúan en ti y te irradian incesantemente. Sabe, hijo Mío: tú estás albergado en el grandioso Universo, que es tu Hogar eterno; pues tú eres un hijo del infinito, un hijo del Universo.
Mira, cuando Yo te visualicé, cuando te creé, cuando te entregué como ser de la luz a los planos celestiales, te insuflé también la libertad. Ser libre significa vivir la ley del amor, la ley universal. Quien vive la ley del amor, la ley universal, también tiene absoluta libertad de movimientos en todo el infinito.
Por la Caída, por la carga del alma, el hombre fue limitándose cada vez más, menguó en irradiación, se orientó a la voluntad personal de ser más que Dios –sí, de ser igual a El, para ponerse luego por encima de El.
Los seres cargados crearon con ello su propia ley, vosotros la llamáis ley de siembra y cosecha. Quien vive en esta ley de siembra y cosecha, es pecaminoso y cuanto más peca, tanto más se aparta de la ley eterna, de la ley universal del amor, y de esta forma de Mí, su Padre.
El padre, que Yo Soy, le resulta entonces ajeno. Es un Dios lejano, tal vez incluso el Dios que sanciona y castiga –porque tus propias causas se vuelven activas y tú Me las imputas a Mí-. Así surgieron el miedo, el odio la discordia y muchas otras cosas.
Muchos de Mis hijos pecaron cada vez más: se enredaron cada vez más en la ley de siembra y cosecha. Fueron cayendo y apartándose cada vez más de la Luz Interna. El Amor, que Yo Soy, les siguió a través de los profetas. En todos los tiempos hablé por boca profética, porque muchos de los Míos, que se han enredado en la ley de siembra y cosecha, ya no Me podrían entender, oír. De forma parecida sucede también en este tiempo terrenal, en vuestra generación.
Si los Míos recorriesen el camino hacia la Luz Interna, si se hiciesen conscientes de su procedencia, también Me reconocerían a Mí, su padre eterno, Me sentirían y vivirían conscientemente en la ley universal del amor y de la vida.
¡Hijos Míos, eternidad primaria fluye a través del infinito, a través del espacio y del tiempo!
Eternidad primaria te traspasa también a ti, hijo Mío, pues tú eres en Mí eternamente. Como quiera que pienses, hagas lo que hagas, tanto si aceptas a Cristo como si Le rechazas, tanto si dudas de Mí como si Me afirmas: hijo Mío, tú eres en Mí, tu Padre, y Yo te contemplo eternamente tal y como te creé y te entregué a los ámbitos celestiales: ¡puro, eternamente joven, bello, la ley radiante del amor! Esto, hijo Mío, eres tú en Mí, Así regresas de nuevo a Mí, Y con tus ojos puros mirarás a Mis ojos puros, a Mi rostro. Y nos encontraremos en el interior como si nunca hubieras partido de Mí, pues tú estás siempre en Mí; dondequiera que te muevas, sean cuales sean tus senderos –tú estás en Mí!.
Y cuando regreses, reconocerás la fusión. Era y es siempre tal y como Yo te visualicé, creé y entregue, y experimentarás que no hubo ni hay ninguna separación. Estamos unidos, hijo Mío, estamos unidos –Yo te conservo en la corriente de Mi corazón-.
Este es, en palabras dadas a través de Mi instrumento, tu padre. Pero cuando miras dentro de las palabras captas Mi amor y reconocerás que te he hablado a ti, a ti, a ti, a cada uno en particular de forma muy personal. Yo te conozco. ¡Yo te he llamado con tu nombre eterno, que te es dado eternamente –desde la eternidad primaria, ¡hijo Mío!.
Yo Soy, y tú eres en Mí, y tú regresas a través de Cristo.
¡Hijo Mío, no te depares pesares por medio del pecado! ¡Hijo Mío, no te depares sufrimientos ni preocupaciones con el pecado! ¡Hijo Mío, no te impongas ninguna enfermedad por el pecado! Reconócete, ve a Cristo, purifica -¡y vivirás la Resurrección consciente en Cristo!
¡Yo Soy y tú eres! Aunque Mis palabras a través de boca profética se apaguen –Yo Soy, y tú eres-. Y Mi voz es el Universo en todo: en lo profundo de tu prójimo, en lo profundo de ti, en los astros, en los reinos de la naturaleza, en los minerales, en las piedras. En todo lugar, en cada átomo: Yo Soy. Yo estoy cerca de ti, hijo Mío; tú y Yo somos la eternidad.
La profecía en la actualidad, un verdadero regalo de Dios a los hombres
Después de leer estas palabras, pocos deberían dudar de su veracidad, a pesar de lo difícil que lo ha tenido y tiene la profecía a lo largo de la historia e la humanidad. Pero no debería de sorprendernos que Dios hable nuevamente a la humanidad a través de boca profética anunciando definitivamente el cambio que está a las puertas. En la Manifestación de Cristo "Esta es Mi Palabra – Alfa y Omega", está escrito:
"Ahora es inminente lo que a través de los profetas fue anunciado por el Eterno a los hombres en todos los tiempos –aunque las advertencias e indicaciones del Eterno, dadas a través de los profetas, fueron desoídas por la mayoría de los hombres-. Este gran cambio de era ha comenzado".
¿Cómo se llegó a esto? Un profeta no cae del cielo, decidiendo un buen día presentarse como portavoz de Dios. Tampoco estudia escritos filosóficos, esotéricos o teológicos, para acumular conocimientos que luego intenta transmitir a otras personas, ni tampoco se dejará inspirar en algo por asistentes humanos, para desarrollar una "idea religiosa" con conocimientos ajenos a él. Todo esto lo incapacitaría desde un principio como instrumento de Dios: tanto la orientación hacia conocimientos humanos como una decisión proveniente de su voluntad personal, de "convertirse en profeta".
La comunicación directa del alma humana con el destello espiritual que habita en ella, que llega a ser la palabra interna, no puede forzarse, sino que presupone la humilde disposición de un hombre que se ha purificado. Y cuando la palabra interna ha de convertirse en palabra profética, ha de añadirse a esto un llamamiento divino.
Las "experiencias de llamamiento" de los profetas y místicos son diversas, según su situación de vida y su mentalidad: Isaías tuvo una visión de la imponente majestad de Dios, ante la imagen de un rey sentado sobre un sublime trono, al cual los serafines aclamaban: "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la Tierra está llena de Su gloria"(Is. 6,3). Al profeta Amós se lo llevaron de su rebaño de vacas y experimentó la llamada de Dios como una espantosa intervención: "Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará? (Am. 3,8). Jeremías experimenta el llamamiento en sus años jóvenes y se defiende con la objeción de que aún es demasiado joven y no puede hablar en público, pero a la vista de su misión divina su objeción queda desbaratada. Nada diferente les sucede
a las personas proféticas en la Edad Media y en la Edad Moderna. Hildegarda de Bingen es avasallada por sus visiones, se niega a expresarlas en palabras y es golpeada por la enfermedad hasta que sigue su misión; y el músico Jacob Lorber estaba justamente a punto de ocupar el puesto de director de orquesta largo tiempo deseado, cuando en el año 1840 escuchó esta orden interna: "Toma tu pluma y escribe". El se convirtió para los restantes 24 años de su vida en "siervo escribano de Dios", como él se veía a sí mismo.
La irrupción de lo divino en el alma humana y en la vida del que es llamado como profeta o místico, se produce de forma excesivamente fuerte y no deja opción alguna a quien Dios ha escogido. El Todopoderoso lo toma "a Su servicio" y por regla general es "preparado" para su misión a través de sufrimientos. Se cortan los deseos y ataduras humanos, para que el recipiente ofrezca lugar para el desarrollo del Espíritu de Dios.
Para un observador del destino del profeta, esto se dice sin duda fácilmente. Para el profeta mismo su destino está unido a luchas internas llenas de dolor, a soledad y siempre también a graves conflictos externo, pues el mundo no lo acepta en vida poco menos que nunca. El clamor de Estaban resuena hasta el día de hoy: "A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? (Hch. 7,52).
Todo esto lo ha experimentado y lo experimenta también Gabriele de Würzburg. Ella tenía una vida completamente normal en este mundo, cuando hace más de 30 años la muerte de una persona amada desencadenó lo que ya se hallaba en su alma, sin que ella como ser humano lo intuyera. Ella se preguntó acerca de Dios y recibió primero en la oración la certeza de que El vive. Y cuanto más fervientemente rezaba, tanto más cerca se sentía de El. Ella sentía que en su interior se volvía permeable para una realidad más allá de la materia, hasta que un día le ocurrió algo que parece increíble, pero que no sucedía por primera vez en el diálogo ya milenario entre Dios y el hombre, entre el mundo espiritual y el mundo terrenal: en la conciencia de quién oraba humildemente, se abrió una brecha a través de la cual –primero sólo por breve tiempo- se le hizo posible la comunicación directa con el mundo espiritual. Tomó la palabra un ser espiritual que se presentó como su maestro espiritual y le explicó lo que sucedía en ella y a su alrededor en el mundo espiritual. Ella se asustó y fue al principio escéptica, pero la comunicación con el hermano espiritual se intensificó y él la preparó paulatinamente para encontrarse con otro: Cristo.
Toda descripción de este acontecimiento a través de un tercero ha de causar una impresión banal. Por eso se cita aquí únicamente lo que la propia Gabriele dijo al respecto hace años:
"Después del 6 de Enero de 1975 el Espíritu Santo se abrió paso diariamente. Cada día escuchaba la voz interior, que siempre era amorosa y afectuosa conmigo. Después del cuarto o quinto día habló Jesucristo, con palabras como las siguientes. Yo soy Jesucristo, el Redentor del mundo. Me asusté y quise suprimir la corriente interna, y acto seguido llegaron estas amorosas palabras: No temas. Te he acompañado durante toda tu vida terrenal. Y tú siempre has estado bajo Mi amparo, pues partiste para acoger Mi palabra y darla al mundo".
Gabriele fue captando tan sólo poco a poco lo que esto significaba. Siguieron meses de instrucción espiritual dada por Cristo y el hermano Emanuel, a los cuales podía escuchar en la palabra interna. Se iniciaron luchas internas muy duras, en las que el alma de quien se estaba convirtiendo en profeta se purificaba, en las que su ser humano se rebelaba contra la carga de la enorme misión y peleaba con Dios: "por qué precisamente yo?, ¿cómo voy a conseguirlo?, yo soy sólo un grano de arena…"
Ella se dejó conducir, y después de algunos meses, en círculo de amistades personales, ya asistieron entre cinco y diez personas a las primeras manifestaciones. El Espíritu de Dios habló al pequeño grupo sobre las grandes interrelaciones de la Creación, de las cuales ni Gabriele ni los oyentes habían tenido hasta entonces la menor idea. El círculo se hizo poco a poco más grande, y siguieron reuniones en diversas reuniones de Baviera.
Las manifestaciones fueron grabadas en casetes y puestas gratuitamente a disposición de los oyentes y de otras personas interesadas, en textos mecanografiados. Quien tenga un poco de sensibilidad por las grandes preguntas de la humanidad que han ocupado a los filósofos y videntes religiosos desde hace milenios, reconocerá enseguida qué perlas fueron transmitidas entonces desde el mundo espiritual a unas pocas personas que se habían liberado de las anteojeras de lo convencional eclesiástico y civil, permitiendo que Dios les hablase en esta forma. El lo hizo como siempre que ha hablado a través de místicos y profetas: no en edificios suntuosos ni tampoco ante el "establishment" de este mundo, sino ante personas sencillas, en su mayoría de mediada edad, que estaban dispuestas a escuchar libres de prejuicios. Y además lo hizo a través de una mujer que convenía por la modestia de su modo de comportarse y la claridad de su lenguaje.
Autora:
Gabriele Witteck
Enviado por:
Maite Valderrama
Vida Universal
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