Todo nuestro conocimiento es hipotético o conjetural, y el aumento de este y sobre todo del conocimiento científico consiste en aprender de nuestros errores. Lo que puede llamarse método de la ciencia consiste en aprender sistemáticamente de ellos: en primer lugar, asumiendo riesgos, atreviéndose a cometer errores (proponiendo con audacia nuevas teorías) e investigando sistemáticamente los errores que hemos cometido (discutiendo y examinando críticamente nuestras teorías)[2].
El error se convierte así en parte fundamental en el proceso de la búsqueda y acercamiento u aproximación a la verdad. Temerle sería una actitud casi irracional, acientífica.
El hombre, como los demás animales incorporan el aprendizaje por ensayo y error no habiendo, en este respecto, gran diferencia entre las técnica utilizada por Newton, A. Einstein y una ameba.
David Miller, quien en un tiempo fue ayudante de investigación de Popper y ahora uno de sus principales expositores y críticos nos introduce en la filosofía del Racionalismo Crítico de su maestro[3]recordándonos que debemos esforzarnos denodadamente por hacernos concientes de la nimiedad de nuestro conocimiento, de lo poco que sabemos, de la falibilidad descomunal que abraza el conocimiento científico y la racionalidad humana.
Todos cometemos errores –nos recuerda-; esta no es tendencia distintivamente humana. Pero aunque otros seres vivientes como los animales e incluso las plantas, poseen una habilidad parcial para anticipar algunos de sus errores, reconocerlos y aprender de ellos, al parecer sólo nosotros obramos activamente en este sentido. Más que esperar a que los errores se nos manifiesten por sí mismos, algunas veces con desastrosas consecuencias, nosotros los buscamos consciente y deliberadamente: ponemos a prueba nuestras ideas, teorías e invenciones, hacemos intentos de manera crítica, desechamos lo que encontramos mal hecho y lo volvemos a intentar.
Mezclada con esa actitud crítica, se reconoce que existe una debilidad distintiva de los seres humanos: el sentimiento –algo irracional- de que debemos avergonzarnos de nuestras equivocaciones, y de que deberíamos lamentar el cometerlas, en vista de que pueden ser resultado de nuestra incompetencia o de nuestra falta de madurez de juicio. Sin embargo, tales escrúpulos son improcedentes a la hora de desarrollarnos en el campo investigativo y es necesario reprimirlos sin vacilaciones, pues no existe ninguna manera conocida para evitar sistemáticamente el error; no existe, en particular, ningún método conocido para soslayarlo en nuestra exploración de lo desconocido. Por tanto, la repugnancia a cometer errores degenera, típicamente, en el rechazo a las nuevas ideas, en el desagrado por cualquier clase de iniciativa audaz. Si de veras queremos descubrir cómo es el mundo, debemos estar bien preparados para corregir los errores; pero para corregirlos, ante todo debemos estar bien dispuestos a cometerlos.
Esta posición hace especial énfasis en la conjetura, considerada la manera como se adquiere el conocimiento, y en la importancia de la crítica para controlar tal conocimiento. Popper mismo describe su filosofía diciendo que el conocimiento surge mediante una secuencia de conjeturas y refutaciones, de soluciones tentativas a los problemas, comprobadas mediante investigación y pruebas imparciales.
Los que deben preocuparnos no son los errores en general, sino sólo aquellos que no podemos corregir. Porque, en efecto, tenemos todo el derecho a excluir de nuestra consideración formal las proposiciones que no podemos criticar y que, por tanto, no podemos esclarecer. Pues en cuanto nos hemos embarcado en la aventura de investigar el mundo y nuestra participación en él, ya no podremos dejar de examinar cada movimiento que hacemos y hacer a un lado aquellos que han resultado ser erróneos. Y para que esto funcione debemos, desde un principio, rechazar las ideas que no puedan corregirse, si son erróneas. Podemos ser indulgentes ante la presencia de errores; sí, debemos ser indulgentes en esto, pues cualquiera que sea nuestra actividad, nuestro quehacer, no podremos eludirlos todos. Pero no podemos permitirnos cometer errores incorregibles, irrevocables o incontrolables.
Las ciencias naturales como las sociales parten siempre de problemas, y utilizan para resolver estos problemas el método que emplea el entendimiento humano: el método de ensayo y error. Esto es, el método de proponer soluciones tentativas de nuestros problemas y consecuentemente eliminar las falsas soluciones como erróneas. Teniendo entonces una pluralidad de soluciones para ser probadas, las vamos eliminando una a una.
El progreso científico consiste entonces en que algunas teorías son superadas y sustituidas por otras teorías. La contradicción surgida entre dos teorías permite idear experimentos que puedan decidir entre la antigua y la nueva teoría; pero sólo en el sentido de que al menos una de las dos teorías pueda falsarse: los experimentos pueden demostrar la superioridad de la teoría que los resista, pero no su verdad; y la teoría que ha sobrevivido se puede superar de nuevo, muy pronto.
Cuando el investigador ha comprendido esto, criticará él mismo su teoría predilecta, por él creada. Preferirá él miso falsarla, que dejar esa tarea a sus críticos.
Los obstáculos derivados de las dificultades ínsitas a los problemas abordados son siempre retos bienvenidos; no así, las dificultades impuestas desde fuera (obstáculos económicos, sociales o ideológicos).
El descubrimiento científico y el progreso en ciencia depende, sin embargo, de un elemento conservador o tradicional y de un uso revolucionario del ensayo y la eliminación del error por medio de la crítica, que como es obvio, incluye severos exámenes empíricos o contrastaciones, o sea, la búsqueda incesante y celosa de debilidades en nuestras teorías, intentos constantes de refutarlas.
Es posible, sin embargo, que como científico individual deseemos más bien establecer nuestra teoría que refutarla pero debemos estar alertas para no engañarnos: si no examinamos críticamente nuestras teorías otros lo harán por nosotros.
Para que una nueva teoría sea constituida como un descubrimiento es necesario que entre en conflicto con su predecesora; o sea, se necesita que cree nuevos problemas. Debe contradecir a su predecesora, derrocarla o cuando menos contenerla. La nueva teoría debe producir resultados, por lo menos tan buenos como la anterior y arrojar nuevos e irresueltos inconvenientes[4]
Es difícil lograr la aproximación a la verdad. Debemos tener el suficiente talento para criticar las viejas teorías y para la creación imaginativa de nuevas. Y esto es así no solo en ciencia, sino en cualquier campo. El análisis crítico serio de nuestras propias teorías (y de las de otros) siempre es difícil. Debemos aprender que en el debate crítico que apunta hacia la verdad la victoria no es nada, mientras que hasta la menor clarificación del problema propio, la mínima contribución a una comprensión más clara de nuestra posición personal o la del adversario, es un gran éxito. Una discusión que se gana, pero que no contribuye a cambiar o a esclarecer un poco el pensamiento del ganador es pura pérdida.
En cuestiones científicas, debemos tener más estima a la crítica racional que al asentimiento pasivo de las teorías. La actividad científica se nutre de la crítica racional, de la disputa entre teorías, de la lucha encarnizada entre "verdades" que se creían tales y nuevas conjeturas que vienen a demostrar que mientras más pensamos estar pisando terreno fuerte y estable, en ciencia no nos hallamos sino deambulando en arenas movedizas.
BIBLIOGRAFÍA
MARTÍNEZ, Sergio F., y OLIVÉ, León; Epistemología evolucionista, UNAM, México, 1997.
RUSSELL, Bertrand; La perspectiva científica, editorial Sarpe, Madrid, 1983.
MILLER, David (compilador); Popper escritos selectos, editorial Fondo de Cultura Económico, México, 1995.
POPPER, Karl; Conjeturas y refutaciones. El desarrollo del conocimiento científico, editorial Paidós, Barcelona, 1991.
POPPER, Karl. El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad, Paidós, Barcelona, 1997.
Autor:
Oscar D. Caicedo Machacón
Filósofo de la Universidad del Atlántico
Grupo de Investigación Holosapiens
BIOGRAFÍA DEL AUTOR:
Oscar David Caicedo Machacón, nació en Manatí (Atlántico) – Colombia. Es Filósofo egresado de la Universidad del Atlántico (Barranquilla). Miembro del Grupo de Investigación HOLOSAPIENS, Reconocido y Categorizado por el Instituto Colombiano para el Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología "Colciencias". Becario como "Joven Investigador e Innovador 2008" por Colciencias. Autor de los artículos "Karl Popper en la filosofía liberal del Doctor Carlos Gaviria Díaz", "Aspectos filosóficos del Principio de Indeterminación de Heisenberg" entre otros.
Barranquilla – Colombia. Noviembre de 2008.
[1] OTAS POPPER, Karl. The Logic of Scientific Discovery, Londres, Hutchinson, Nueva York, Basic Books, 1959, p. 42. Citado por MARTINEZ, Sergio y Olivé, León; Epistemología evolucionista, México, UNAM, 1997, p. 45.
[2] POPPER, Karl; El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad, Barcelona, editorial Paidós, 1997, p. 97.
[3] Véase la Introducción que hace Miller a su compilación de los Popper escritos selectos, México, editorial Fondo de Cultura Económica, 1997, págs. 9 y sigs.
[4] POPPER, K. El mito del marco común. Op. Cit. págs.. 30, 31
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