La religión es asunto muy serio para ser ignorado. Sin embargo, aunque así sea, y aunque parezca difícil de creerlo, todos la ignoramos.
Muy pocas de entre mis personas conocidas estudian la religión como fenómeno universal con aplicaciones infinitas en el desarrollo y en la evolución de nuestras vidas. Quizás conviene ser de esta manera, ya todos tenemos una tendencia singular a ajustar las cosas que, en serio nos afectan, a nuestras propias comodidades y caprichos.
No tenemos que ir muy lejos. Nosotros no pensamos ni en, ni cómo comemos — si lo que comemos nos sabe "bueno", aunque nos perjudique y nos engorde.
La religión y sus fundamentos
¿Cuál es el origen de la religión del hombre? ¿Por qué cada cultura del mundo adora, invoca y, aun se inmola sin pensarlo a algún ser divino? Los antropólogos e historiadores han estudiado esta cuestión y, al día de hoy, hay tres teorías primarias: la teoría subjetiva, la teoría evolucionista y la teoría del monoteísmo original.
La teoría subjetiva enseña que la religión se origina con el hombre. Los humanos tienen una necesidad inherente de creer en la existencia de un ser omnipotente que brinde significado y esperanza a nuestra jornada en este vasto e impersonal universo. Quienes adhieren a este punto de vista creen que este carácter religioso existe fuera de nuestra conciencia directa. Las culturas tienen distintas visiones de la realidad de acuerdo con su experiencia, pero la conciencia y el deseo de la religión es un fenómeno universal. Por lo tanto, se determina, que esta disposición resta en nuestro subconsciente colectivo y personal. En otras palabras, nuestras creencias acerca de un ser trascendente no son el resultado de realidades o interacciones externas con dicho ser. Más bien, estas creencias derivan de nuestras disposiciones básicas.
Estos sentimientos se expresan mediante símbolos y actitudes, y no a través de un conjunto de sistemas de creencia definidos. A medida que progresa una cultura, estos símbolos y actitudes se desarrollan y se organizan transformándose en un conjunto de creencias y prácticas. A este fenómeno llamamos "religión organizada".
Hubo varios proponentes importantes que promovieron esta teoría. Friedrich Schleiermacher creía que la religión comenzaba con una sensación de dependencia. Esto llevaba a una necesidad de un objeto del cual depender, que resultaba en la idea de Dios. Ludwig Feuerbach enseñaba que el concepto de Dios es, en realidad, la imagen de una persona idealizada. Sigmund Freud creía que Dios derivaba de la necesidad humana básica de una imagen paterna. La imagen paterna idealizada se convierte en nuestra imagen de Dios.
La teoría subjetiva podrá enseñarnos acerca de la naturaleza humana, pero no explica adecuadamente el origen de la religión, o de dónde viene este deseo universal de conocer y entender a Dios. Winfried Corduan escribe: "Puedo llevar en mi mente subconsciente una representación abstracta de Dios, pero no puedo, en base a esto, concluir que no hay ningún ser objetivo que existe independientemente y que es Dios. Dios puede haberme creado con esa idea para que pueda relacionarme con Él". Todo efecto tiene una causa. ¿Cuál es la causa de este poderoso deseo de tener una relación con Dios? Si somos los productos de un creador divino, eso explicaría este impulso universal en toda la humanidad por conocerlo a Él, porque Él puso este deseo dentro de nosotros.
La Biblia propone respuestas a las preguntas que la teoría subjetiva no puede contestar. Génesis 1 dice que somos creados a la imagen de Dios. Por lo tanto, fuimos creados a la imagen de Dios con la intención de que tuviésemos una relación con Él. Romanos 1:20 dice que todos los hombres tienen grabado en su corazón un conocimiento de Dios. El capítulo 2 dice que nuestra conciencia testifica que existe un dador de la ley moral. El deseo de Dios es una parte básica de la naturaleza humana.
La teoría darviniana de la religión
La segunda teoría con relación al origen de la religión es el enfoque evolucionista. Este es el punto de vista más arraigado en el pensamiento científico en el entendimiento y estudio de la religión. Los proponentes de esta teoría creen, como en la teoría subjetiva, que la religión se origina con el hombre. La religión es el resultado de un proceso adaptador en la cultura humana.
En el período embrionario de una cultura, la forma natural de la religión comienza como una sensación esencial de que existe una fuerza inmaterial que todo penetra. Esta fuerza es impersonal y abarca toda la creación. Se la llamaba mana, que deriva del nombre que le dieron los habitantes de la Melanesia. El mana puede estar concentrado con mayor intensidad en algunas áreas y objetos que en otros. Un árbol majestuoso, una roca única, como Ayers Rock en Australia, o cierto animal pueden contener una mayor concentración de mana.
Uluru o Ayers Rock
El propósito de esta creencia es la de manipular esta fuerza de forma que uno pueda obtener alguna medida de control sobre los secretos del vivir. Los objetos, inanimados y simbólicos, como son palos o muñecos, llamados fetiches, pueden contener esta fuerza y ser venerados o adorados.
La etapa siguiente es el animismo. En esta etapa, la fuerza es visualizada en forma de espíritus personales. El animismo enseña que hay un espíritu o fuerza mística detrás de cada evento, y que muchos objetos del mundo físico tienen algún significado espiritual.
Hay dos categorías de espíritus: espíritus de la naturaleza y espíritus ancestrales. Los espíritus de la naturaleza tienen forma humana y habitan en objetos naturales como plantas, rocas o lagos. Los espíritus ancestrales son los espíritus de los antepasados. Ambas categorías de espíritus están limitadas en conocimiento, poder y presencia. Uno debe mantener una relación favorable con los espíritus para no incurrir en su furia.
La etapa siguiente es el politeísmo. Las culturas progresan de la creencia en espíritus finitos a la adoración de dioses. Del politeísmo, una cultura evoluciona hacia el henoteísmo, que es la creencia en muchos dioses pero con la adoración dirigida a uno solo de ellos. La etapa final es el monoteísmo, la adoración de un solo Dios.
Esta teoría tiene varios problemas. El primero es que estas etapas de desarrollo nunca se han comprobado en la realidad. No hay ningún registro de una cultura que haya avanzado en secuencia de la etapa mana a la etapa monoteísta, como lo describe el modelo evolucionista. Respecto al mana y el animismo, los proponentes evolucionistas esperan que las culturas en estas etapas estarían libres del concepto de dios por completo. Sin embargo, este no es el caso. Las culturas animistas tienen dioses, y la mayoría cree en un ser supremo. Finalmente, hay evidencia que indica que las religiones en realidad se desarrollan en la dirección opuesta al modelo evolucionista.
Por estas razones, la teoría evolucionista y la subjetiva no brindan una explicación adecuada del origen de la religión. ¿Da una respuesta mejor la historia, o aun la Biblia?
El monoteísmo original
El tercer modelo para el origen de la religión es el monoteísmo original. Esta teoría enseña que la religión se origina cuando Dios se revela a sí mismo al hombre. La primera forma que asume la religión es el monoteísmo, y a partir de ahí se desvía. El Dr. Winfried Corduan identifica nueve características de la primera forma de religión del hombre:
Dios es un Dios personal.
Se hace referencia a Él con gramática y cualidades masculinas.
Se cree que Dios vive en el cielo.
Tiene gran conocimiento y poder.
Él creó el mundo.
Dios es el autor de las normas del bien y del mal.
Los seres humanos son criaturas de Dios y se espera que vivan de acuerdo con sus normas.
Los seres humanos han quedado alienados de Dios al desobedecer sus reglas.
Finalmente, Dios ha provisto un método para superar esta alienación. Originalmente, esto involucraba el sacrificio de animales en un altar de piedra sin labrar.
Los estudios de las culturas del mundo han revelado que cada una tiene un vestigio de creencias monoteístas que se describen según las nueve calificaciones del Dr. Corduan. Las culturas que son muy primitivas manifiestan algunas de las evidencias más fuertes del monoteísmo original.
Los antropólogos Wilhelm Schmidt, autor del tratado de 4000 páginas The Origin and Growth of Religion, y, más recientemente, Don Richardson, autor de Eternity in Their Hearts, documentaron este hecho en los cientos de culturas que estudiaron. Ambos descubrieron que las religiones de algunas de las culturas más antiguas eran monoteístas y que no practicaban ninguna forma -o una forma reducida- de animismo o magia. En prácticamente cada cultura por todo el mundo, la religión de una civilización específica comenzó con un concepto de un Dios creador masculino que vive en los cielos. Él brindaba una ley moral mediante la cual las personas entraban en una relación con Él. Esta relación era quebrantada cuando las personas eran desobedientes y, al deteriorarse la relación, las personas se distanciaban del creador, y su conocimiento de Él se oscurecía. Al alejarse más la civilización, comenzaba a adorar a otros dioses menores. En su búsqueda por sobrevivir en un mundo lleno de fuerzas espirituales, los habitantes deseaban el entendimiento para manipular las fuerzas, por lo que había un aumento del uso de la magia.
Esta teoría encaja muy bien con lo que revela la Biblia. Génesis nos enseña que Dios creó al hombre, y que el hombre vivió de acuerdo con su conocimiento de Dios y sus leyes. Sin embargo, desde el primer acto de desobediencia de Adán, la humanidad continuó su senda pecaminosa alejándose de Dios. Pablo resume esta historia en Romanos 1. La teoría del monoteísmo original es la más consistente con la Biblia, y parece tener un fuerte apoyo histórico.
Ejemplos de monoteísmo original
He aquí unos pocos ejemplos. En Encyclopedia of Religion and Ethics se dice que la cultura china, antes del confucionismo, el budismo y el taoísmo, 2600 años antes de Cristo, adoraba a Shang Ti. Lo consideraban como el creador y el dador de la ley. Creían que Él nunca debía ser representado por un ídolo. Cuando la dinastía Zhou controló China entre los años 1066 y 770 A.C., el culto a Shang Ti fue reemplazado por el culto al cielo mismo y, con el tiempo, se originaron tres religiones más en China.
En una región al norte de Calcuta, en la India, vivía el pueblo de los santal. Se encontró que los habitantes adoraban elementos de la naturaleza. Sin embargo, antes de que se desarrollaran estas prácticas, adoraban a Thakur Jiu, el auténtico Dios que creó todas las cosas. Si bien sabían que Thakur Jiu era el Dios verdadero, la tribu dejó de adorarlo y comenzó a involucrarse en el espiritismo y el culto a los dioses menores que gobernaban algún aspecto de la creación.
En Etiopía, el pueblo gedeo se cuenta en millones y vive en diferentes tribus. Este pueblo hace sacrificios a los espíritus malignos por temor. Sin embargo, detrás de esta práctica está la creencia más antigua en Magano, el creador único y omnipotente.
Los incas, en Sudamérica, también compartían esta misma creencia. Alfred Metraux, autor de History of the Incas, descubrió que los incas adoraban originalmente a Viracocha, el Señor, el omnipotente creador de todas las cosas. La adoración de Inti, el Dios Sol, y otros dioses son meramente desvíos recientes de esta creencia monoteísta.
Estos ejemplos siguen la descripción de Pablo en Romanos 1, donde dice que los hombres se apartaron de la adoración al creador para adorar a la creación.
El monoteísmo original y la revolución misionera
Si el monoteísmo original es cierto, debería afectar nuestra estrategia para las misiones. De hecho, esta teoría ha tenido un impacto tremendo en las estrategias evangelizadoras en todo el mundo.
El libro de Don Richardson, Eternity in Their Hearts, ilustra cómo esta teoría dio forma al esfuerzo misionero en China y Corea. En la antigua China, el Señor de los Cielos era conocido como Shang Ti. En Corea, como Hanamim.
A lo largo de los siglos, los chinos se apartaron del culto a Shang Ti y adoptaron las creencias del confucionismo, taoísmo y budismo, que enseñaban el culto a los ancestros y a Buda. Sin embargo, aun luego de dos mil años, los chinos seguían mencionando el nombre de Shang Ti.
Los primeros misioneros cristianos en China llegaron en el siglo ocho D.C. En los años que siguieron, en vez de capitalizar el testimonio monoteísta residual que ya existía en el país, los misioneros impusieron un nombre completamente extraño al Dios de los cielos. Hicieron énfasis en que el Dios de la Biblia es ajeno y completamente distinto de todo Dios que los chinos hubieran conocido antes. Según escribe Don Richardson: "Quienes tomaron esta posición malentendieron por completo la verdadera situación". Los misioneros católicos romanos adoptaron nuevos términos como Tien Ju, Amo del Cielo, o Tien Laoye para Dios en el idioma chino.
Cuando llegaron los misioneros protestantes, debatieron en cuanto a si debían usar Shang Ti u otro término para el Todopoderoso. Algunos sostenían que debería haber un nombre nuevo para algo nuevo. Los que escogieron usar Shang Ti no aprovecharon el significado completo detrás del término. Como resultado, los misioneros protestantes no tuvieron un impacto tan grande en China como habrían de tener en Corea.
En 1884, entraron misioneros protestantes en Corea. Luego de estudiar la cultura, creyeron que Hanamim era el testimonio residual de Dios. Al comenzar a predicar estos misioneros usando este testimonio remanente, su mensaje fue recibido entusiastamente. En vez de introducir un Dios ajeno de Occidente, estaban volviendo a presentar a los nativos el Señor de sus ancestros, que ellos tenían interés en conocer. Los misioneros católicos que habían estado en Corea por décadas todavía estaban usando denominaciones para Dios tomadas de frases chinas, como Tien Ju. Como resultado, el pueblo coreano respondió al mensaje de los misioneros protestantes y el cristianismo se extendió por todo el país a una velocidad explosiva.
Pablo escribe en Hechos 14: "En épocas pasadas él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino. Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo". El hecho de que todas las culturas tengan este testimonio remanente ha tenido -o debería seguir teniendo- un impacto en el movimiento misionero en todo el mundo.
Mientras que la religión nos daba evidencia contundente de las grandezas de Dios, la exploración del Cosmos nos convencería de nuestras insignificancias.
El nacimiento de la astronomía
La curiosidad de nuestros antepasados acerca del día y la noche; y del sol, la luna, y las estrellas eventualmente condujo a las observaciones que los cuerpos celestiales aparentan moverse en ciclos predecibles y regulares. Dichos movimientos fueron aplicados exitosamente para poder definir el tiempo, la localización y las direcciones en la tierra. Las primeras civilizaciones, necesitaban el conocimiento de los tiempos propicios para sus siembras, sus cosechas y para la celebración de sus ritos religiosos. Más adelante, el movimiento de algunos cuerpos celestiales les asistiría en sus viajes por mar y tierra.
El cielo exhibía algo que a nosotros, siempre nos ha inspirado confianza, y ello es que sus comportamientos eran regulares y predecibles. El sol brillante dividía la mañana del día, siempre ascendía al cielo desde la misma dirección, se movía a un ritmo constante a través del firmamento durante el día y se ocultaba en la dirección opuesta. Por las noches más de 1000 estrellas visibles seguían un curso similar.
Los astros prometían remedio para nuestras incertidumbres. Del estudio de los cielos se originaron las ciencias físicas, la astronomía y las creencias en la astrología y las religiones.
Muy pronto, como es nuestra propensión, el zodiaco nos proveyó con un sistema de explicaciones basadas en los fenómenos siderales para predecir nuestros destinos.
Las religiones y los astrólogos observaban sus rituales y seguían sus preceptos. Por medio de sus aplicaciones la humanidad se ha guiado por eones en búsqueda de sus destinos y en persecución de sus metas — a menudo con éxitos inverosímiles…
La interrogación que nos hacemos: ¿Es el cielo conocido el equivalente cósmico del hipotálamo cerebral?
Ya veremos en lecciones venideras.
Bibliografía
Suministrada al final de esta serie de ponencias
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca