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Envejeciendo: del arte de ser viejos y de cómo disfrutar la vejez

Enviado por Felix Larocca


    Monografias.com

    En una ponencia anterior hago referencia soslayada al destino amargo que acompaña el envejecimiento de algunos seres humanos (Dios mío que solos se quedan los viejos) cuyos años postreros se desperdician en la soledad y el abandono de quienes de antes de ellos dependieran. (Léase: ¡Dios mío, que sólo se quedan los viejos!).

    En otro artículo que escribiera muy recientemente, hago mención del magnate petrolero Calouste Gulbenkian, quien habituaba mantener, por lo menos una amante menor de dieciocho años, porque su médico le aconsejara lo ayudaría en mantener su vigor, resistencia física y salud. (Véase, Daniel Yergin: The Prize. The Epic Conquest for Oil, Money & Power).

    Notable entre los autores que han publicado recientemente acerca de la vejez (del hombre) encontramos al notable Gabriel García Márquez, de fama universal y al norteamericano Philip Roth de fama, también, pero local.

    Prosigamos

    Para muchos es una abominación saber que están "envejeciendo" mientras disfrutan de plenas facultades intelectuales y físicas. Haciéndolo así para, simultáneamente, ser testigos resignados, de una supuesta "declinación gradual" — para todos, obviamente, manifiesta — pero, para uno mismo, totalmente inexistente.

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    Envejeciendo, como proceso

    En la mayoría de la bibliografía consultada para esta lección, la vejez es sinónimo de pérdidas, duelos, déficit, crisis, siempre patológica — jamás enriquecedora — en fin una situación inevitable de la vida a la que nadie quisiera llegar si le espera tal destino.

    Los estudiantes del psicoanálisis, específicamente de los estados del desarrollo psicosocial de Erikson, serán familiar con la manera digna con este pensador nos conduce a la etapa final de la vida, entendiendo la vejez como si fuera otra más de nuestras fases normales del crecimiento evolutivo.

    Dicho proceso es entendido siempre en un sentido personal y singular. Aunque el envejecimiento es un acontecimiento universal en el ser humano. En cada persona procede con determinadas características, en los tres grandes teatros aceptados: en el cuerpo, la mente y en las relaciones con los demás.

    No es lo mismo envejecer en la India, en Punta Cana, en Buenos Aires o en Vancouver, como no se envejece igualmente en una zona rural y una urbana.

    Tampoco es lo mismo envejecer rodeado del afecto y cariño de familiares y amigos, o aislado, en soledad en un asilo para ancianos — no importa cuántos lujos y confort tal institución pueda brindarle a quien se encuentre allí hospedado.

    Tampoco es igual envejecer conservando un superávit de salud física que permita desplazarse manteniendo la autonomía y la lucidez intelectual que envejecer postrado en una cama con total dependencia de otro que lo ate a la vida como cuando era un recién nacido.

    Todos estos aspectos son aspectos de una misma realidad: el envejecimiento.

    Aunque este trabajo será circunscrito a los aspectos saludables de la Tercera Edad, no hay que negar aquellas características que también existen y que en otras épocas, no muy lejanas eran predominantes o exclusivas cuando se consideraba la Vejez.

    Sexualidad en la Tercera Edad

    Así como en estos momentos cada vez son más los interesados en confirmar la existencia de un "psiquismo fetal" — el cual precede al aparato mental que se estructurará luego del nacimiento (Véase mi ponencia acerca de La Oxitocina: La hormona del Amor). Podemos especular, siguiendo siempre la teoría psicoanalítica, que si hablamos de psiquismo, hablamos de psicosexualidad. Entonces estamos aceptando la existencia temprana (desde el vientre materno) de la sexualización humana. Sin embargo en este capítulo nos enfrentamos a un rotundo rechazo universal de la sexualidad en la Tercera Edad.

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    No entiendo el motivo de tal rechazo, pero indudablemente no interviene un solo factor, más allá de los prejuicios, mitos, y resistencias ante la vejez. Temores y angustias que tal etapa despierta en aquellos que están próximos a ella. Sólo puedo asegurar, que muy pocos especialistas se han dispuesto a hablar, estudiar, analizar e investigar dicho tema. Creo que ahí está el principal dilema: Evitar aún pensar en lo que nos desagrada.

    De todos modos, estoy convencido de que sería mucho más fácil aceptar la sexualidad como normal y necesaria en la vejez, si primero pudiéramos aceptarla, pensar en ella, y hablar de ella. (Véanse mis ponencias al respecto, especialmente La Vejez y el Sexo en monografías.com).

    Sólo algunos autores, entre ellos mis colaboradores de antaño, Nancy y Robert Kolodny, se aventuran a reflexionar acerca de las funciones de la sexualidad en la senectud. Afirmando su existencia normal y saludable como en cualquier otra etapa de la vida.

    Para una completa comprensión de la sexualidad humana, debemos tener en cuenta que la misma se constituye de por lo menos tres grandes componentes que la determinan en su forma de expresión, de sentir y de vivir.

    Así como ya no podemos seguir considerando al hombre constituido de una mente y un cuerpo separados entre sí, tampoco podemos darle a la sexualidad humana su valor de existencia, estudiándola desde solamente uno de sus componentes — la edad, en este caso.

    Entonces la sexualidad humana, es la resultante de factores Biológicos, Psicológicos y Sociales, que interactúan siempre y continuamente, aunque al momento de su manifestación predomine uno de ellos, los dos restantes siguen existiendo e influyendo.

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    Para comprender mejor este tema, hay que considerar a la sexualidad como una parte de la personalidad humana, una forma más de su expresión, igual que el sentimiento de identidad, que junto a la autoestima, permiten traducir a la persona quien es ella, diferenciándose de los demás. Es la imagen y representación única y especial que tenemos de nosotros mismos.

    Estos son dos aspectos dinámicos de la personalidad, es decir que continuamente van modificándose, con el fin de lograr una mejor adaptación a las circunstancias por las que está atravesando el individuo.

    En cada crisis vital, como postula Erikson, la identidad se ve sacudida en su estructura tanto temporal, espacial, y de continuidad en relación con los demás. Por ello debemos suponer que la llegada a la vejez, introduce la identidad de la persona a una nueva dimensión, que implica adquisición, ajustes y pérdidas como toda crisis en la vida. (Véase: The Life Cycle Completed por E. Erikson).

    Lo que sucede con el viejo, a diferencia de otras edades, es que se encuentra en un momento de la existencia donde todo su ser es replanteado, por la proximidad de la muerte. En este momento es muy importante la función que cumple la reminiscencia: el hablar y pensar a cerca del pasado pero con un sentido revitalizante, que ayude al entrado en años, a plantear de nuevo los acontecimientos vividos, en un presente diferente, permitiendo proyectarse a un futuro ya no tan lejano.

    Mientras que así lo hace, seguir contribuyendo sus talentos a causas productivas, intelectuales y exaltadoras.

    No se trata de repetir sin sentido siempre las mismas historias que terminan por aburrir a los demás, sino que sea una experiencia de intercambio que enriquezca a los participantes, afianzando el vínculo entre ellos. (El libro que aquí se recomienda es: Time of Our Lives: The Science of Human Aging, por T. Kirkwood).

    En esta etapa también se viven la mayor cantidad de duelos en muy poco tiempo, comparado con el resto de la vida, ya que es natural que llegada cierta edad, comiencen a dejarnos no sólo las personas queridas y cercanas, sino diversas facultades del cuerpo que siempre nos han caracterizado. Por ejemplo la persona que dedicó mucho tiempo y energía a la actividad física, llegada a la vejez, no tiene porque interrumpir dicho placer, con modificarlo basta, para continuar ejerciendo y disfrutando como antaño.

    Por supuesto que esto no se realiza con buen talante, ni de un momento para el otro, pero el hecho de lamentar adecuadamente las pérdidas, ayuda a superar la crisis de identidad que esta etapa plantea: "ya no seré un rápido mientras nado, pero caminar me da mucho más placer, ya que me permite conversar con mi esposa".

    Las crisis generan cambios, ya que uno no puede ser igual desde que nace hasta que muere. Aquí, lo importante es mantener un sentimiento de coherencia que nos permita conservar un lugar en el mundo: uno cambia, pero no deja de ser quien es — aunque los años avancen.

    Es necesario y saludable, tomar conciencia del paso del tiempo, los cambios corporales, las pérdidas. Nuestros hijos crecieron y son independientes.

    Eventos éstos que no nos hacen menos relevantes, si nuestros intereses son substanciales y legítimos

    Es parte de nuestro pasado tribal. La vejez es parte de la estructura esencial que hace de la sociedad humana una entidad perdurable.

    A diferencia de otras etapas de la vida en nuestra edad avanzada, contamos con experiencias vividas, una infancia con más o menos alegrías, una juventud con satisfacciones y frustraciones, una adultez no tan remota, y una posibilidad de cumplir deseos postergados o anteriormente difíciles.

    Es entonces en la vejez el momento propicio para una integración de todo lo antes dicho, solidificando la identidad, ya que uno persiste a través de todo eso.

    El ser humano, a diferencia del animal, tiene la posibilidad de elegir, (aunque no siempre lo haga) su identidad sexual, ya que puede haber nacido con genitales femeninos o masculinos, pero eso no basta para determinar como se siente y como desea expresar y vivir su sexualidad.

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    Elsie McClean… jugadora experta de golf a los 101 años…

    Los más audaces hoy en día se atreven a desafiar la Naturaleza y la sociedad, dando paso a sus deseos y motivaciones viviendo su vida de manera auténtica.

    El ser humano elige ser varón o mujer, más allá de lo que la Naturaleza le imponga, y según la Psicología Evolutiva, es al término de la adolescencia cuando se concluye la formación de la identidad que a pesar de los avatares que la vida le asigne se mantendrá más o menos estable…

    El envejecimiento, he descubierto, analizando los sueños de los viejos, comparte muchas cosas con las inquietudes del adolescente.

    MK

    A los 72 años me veía en la terapia porque se sentía vacía y muy distanciada de su marido y de sus tres hijas.

    Como mujer, era persona delgada, atractiva físicamente, y extremadamente vivaz. Así sería, hasta que la agencia donde trabajaba como asistenta social, forzara su jubilación.

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    Su tristeza sobrevino, ya que carecía de intereses y de propósitos, mientras que el marido seguía ejerciendo su especialidad médica.

    Soñó que estaba de dama de honor en una boda judía (los esposos eran judíos ortodoxos) y que un hombre muy apuesto y joven la invitaba a bailar. Le respondió: "No puedo, soy mujer casada", a lo que el galán contestara, "no puede ser… eres muy joven y muy bella… además que no usas el anillo".

    "Sonriendo bailé… sólo para despertar sintiéndome feliz, ya que el mancebo en el sueño era mi esposo, cuyo amor nunca me ha faltado…"

    Prosigamos, luego de un feliz interludio…

    Entonces, si una persona vivió más de 40 años sintiéndose un hombre o una mujer:

    • ¿Por qué al llegar a la vejez debe dejar de sentirlo?

    • ¿Por qué se cree que la vejez es una etapa asexuada?

    • ¿Por qué insistimos en que la sexualidad es sólo para los jóvenes?

    Mitos y Prejuicios

    Como, en otras ponencias, he explicado. La idoneidad humana es algo relativo ¿Quién es más apto? Una mujer u hombre que suben sin jadear los cuatro niveles de su morada — porque son delgados. O una persona que se fatiga con sólo mirar las escaleras.

    Podemos recurrir a numerosas respuestas o explicaciones de orden religiosos, político, económico, médico – legal, en fin: cultural. Y aquí es donde se encuentra, a mi juicio, la respuesta más satisfactoria.

    Somos el producto de una historia, de una cultura — emergentes de una estructura familiar y descendientes de la especie humana. Estamos definidos en nuestra naturaleza como ser viviente y por ende no podemos subestimar ninguno los factores que a todos nos definen.

    La realidad científica, como ya sabemos muy bien, es que nuestra sexualidad es condición muy sólida. Pero condición que está sujeta al daño físico y emocional que nuestros excesos le asestan — especialmente los excesos gastronómicos.

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    El armador y su esposa por Rembrandt

    La persona mayor debe enfrentarse en esta etapa a una doble adaptación:

    A su entorno social, que lo encasilla en un determinado rol, que la mayoría de las veces termina siendo un papel de no-entidad: De no ser capaz de hacer nada, ya que no puede ser alguien — lo que es una absurdidad.

    Todo lo que aquí clarificamos se supedita a los prejuicios sobre el envejecimiento, que sostienen que la vejez es una etapa "asexuada".

    Parafraseando al legendario Dr. Samuel Johnson (1709-1784) en su airada respuesta a la necedad del clérigo George Berkeley: Mientras propinaba un puntapié a una roca de buen tamaño, Johnson exclamó: "I refute it thus!"

    Cuando hablamos de Mito, nos referimos al conjunto de creencias, a menudo fantaseadas, que sobre una misma idea, se impone, en el ámbito de una sociedad.

    Asimismo se entiende por Prejuicio a la acción y efecto de juzgar sin gozar del beneficio de la razón. Deriva del verbo prejuzgar: adjetivar las cosas antes de conocerlas o sin tener los elementos necesarios.

    Las personas mayores tienen que cargar sobre sus espaldas con los impulsos libidinales y los agresivos también, al mismo tiempo que enfrentan los cambios corporales y emocionales. En ese aspecto son idénticos a los adolescentes.

    Hasta hace pocos años se creía que la menopausia marcaba el final del goce sexual femenino, debido a que se justificaba la sexualidad como la única razón para acceder a la maternidad. Este es el clima en que fueron educadas las mujeres que hoy son vetustas, y aunque el cambio es lento, y progresivo, se debe aceptar que la sexualidad en el ocaso de nuestras existencias, siempre responde al puro deseo de sentir placer, de gozar, de entrelazarse al cuerpo de una persona querida, de amar.

    El vínculo amoroso establece un espacio de encuentro íntimo que nunca cesará.

    Conclusión

    En nuestra cultura, de religión judeocristiana imperante, la sexualidad es considerada como "un mal necesario", siempre con el fin último de la reproducción, donde la existencia o no de placer no es considerada importante, ni mucho menos necesaria y vital.

    Aceptar la existencia normal de la manifestación y goce de la sexualidad durante la vejez, no sólo es colaborar con una mejor calidad de vida para esta etapa de nuestras vidas — para quienes tengamos la suerte de atravesarla sin achaques y sin la lacra que el sobrepeso a tantos impone.

    Finalmente, recordemos que la gordura es el mayor enemigo que oponemos para lograr la Gracia de una vejez saludable y gratificadora.

    Amén.

    Bibliografía

    Suministrada por solicitud.

     

     

    Autor:

    Dr. Félix E. F. Larocca

    felix_larocca[arroba]yahoo.com