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La versión oficial

Enviado por Felix Larocca


Partes: 1, 2

    1. La junta de directivos y la lucha por la existencia: La Ley de la Jungla
    2. El engaño que quienes nos dirigen nos instilan
    3. La reunión de accionistas: farsa en un acto
    4. Bibliografía

    La República Democrática de Alemania, el Ejército del Pueblo Democrático de la China, el Departamento de Defensa, la República Socialista de Cuba, el Gobierno Constitucional de Balaguer y otras etiquetas similares, no son más que engañifas propagandistas empleadas para hacernos creer lo que, quienes nos decepcionan, desean que creamos.

    Regalo gratis. Yo nunca miento. Soy muy honrado. Es lo mejor que el dinero puede comprar. Garantizado por vida. Puedes confiar en mí. Cuando yo era de tu edad…

    Y así aprendemos, si logramos percatarnos, que la mentira es ubicua y sujeta a manipulaciones taimadas para que la falsedad sustituya por la realidad — tristemente, muchos logrando sus nefastos objetivos con frecuencia insólitos.

    Revisando mis publicaciones, encuentro que he escrito más de una docena de artículos que se relacionan al tema de la mentira directamente, pero que si expando el sujeto considerando su asociación con los trastornos emocionales y con los aspectos del manejo de empresas, el número llega a unos ochenta. Lo que parece indicarme que la mentira y su víctima colateral: la verdad, son asuntos de importancia singular y que precisamos entenderlos para adaptarnos mejor.

    La "Versión Oficial". El título de esta ponencia fue inspirado por una obra maestra de la cinematografía argentina: La Historia Oficial. Por sus méritos artísticos, políticos y moraleja… la recomendamos sin reservas.

    La junta de directivos y la lucha por la existencia: La Ley de la Jungla

    En la junta de directivos se reproduce el anfiteatro atávico donde hoy se libran las batallas empresariales, las batallas que en escenarios pasados, bandas de combatientes las contendían en la lucha por control de lo que otros gozaban y el atacante codiciaba — a veces, invocando el nombre de la Madre Patria, o el de Dios.

    No es nuevo. Tribus y naciones han guerreado desde la alborada de nuestra presencia en el planeta.

    El ser humano es explorador, curioso y avasallador. También es capaz de muchas crueldades.

    Nuestra propensión a tomar las armas y a justificar el dolor que nuestras brutales conquistas a otros proporcionan está tan cementada en nuestra constitución básica, como lo está en la de otros animales. Por eso aprendemos a atacar, a pelear, a huir o a negociar — lo último siendo expresión ajada de nuestra inteligencia.

    De acuerdo a Robert Moore y Douglas Gillette, los arquetipos masculinos de nuestra especie son los de: Rey, Guerrero, Mago y Tenorio. Los arquetipos femeninos, aun por aquellas mujeres (y algunos hombres) que se tildan "feministas" permanecen inéditos. No sé por qué.

    Cuando abandonamos la lucha selvática, entramos en la competencia civilizada del comercio, donde el combate mano-a-mano es la competencia, la producción y la conquista o derrota de la rivalidad aborrecida, porque siempre estaremos gobernados por el imperativo ancestral y territorial. Por el instinto de la posesión y el de acaparar.

    Dicen algunos: "En la guerra y en el amor todo es permitido" — aun más se admiten las opciones de la mentira y el embeleco.

    Partes: 1, 2
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