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Una hipótesis sobre el consumo y la transferencia de tecnología como inductores del cambio social: una perspectiva fenomenológica (página 2)


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1.2. El consumo

El análisis del consumo da cuenta del cambio social desde una perspectiva opuesta al análisis de la producción. Puesto que el consumo puede realizarse privadamente, o al menos admite ser analizado a partir de la experiencia individual de cada consumidor (del que en general puede decirse, que cada día es más solitario y más consumidor), es frecuente que su experiencia sea objeto de la fenomenología. La oposición entre las perspectivas objetiva y subjetiva en lo tocante al estudio de la producción y el consumo es cosa vieja: "El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el producto es la objetivación del trabajo." (Marx, K. 44/89: 105). En el consumo, por el contrario, "se subjetiva la cosa", aun cuando (dice Marx en su célebre capítulo sobre el "fetichismo de la mercancía") la moral burguesa prefiera obviar cualquier consideración al respecto y asuma que la vida cristalizada en la mercancía no le pertenece al obrero sino al objeto, lo cual no obsta para que (de acuerdo con Marx) la ciencia económica pase desapercibida de ello. A continuación trataremos de presentar sucintamente el consumo como motor del cambio social y cultural.

Entenderemos por consumo de una mercancía la subjetivación de las definiciones de situación o de los informes (accounts) cristalizados en la mercancía durante las acciones que implica su producción. Debe aclararse que el consumo de los informes de la mercancía es el producto de una lectura exotérica (exótica al ámbito disciplinario5 –desconocedora de las competencias técnicas– que produjo la mercancía) de dichos informes. En síntesis, el consumo consiste en incorporar lecturas exotéricas de definiciones de situación cristalizadas en mercancías.

Lo que se ha llamado "Teoría del Actor-Red" asume una posición semejante. El consumo de la tecnología implica aceptar definiciones de la situación inscritas en las innovaciones técnicas. A su vez, las innovaciones técnicas esperan "traducir" los intereses de los consumidores, lo que supone que en ellas se hallan implícitas definiciones del orden social. Ver (Latour, B. 91/98 y especialmente Callon, M. 92/98)6 En palabras de Schütz, el actor empeñado en la producción de una mercancía proyecta la necesidad de su consumo como "motivo-porque" (causa eficiente) del consumidor y es precisamente la proyección de ese acto lo que se convierte en el motivo-para (causa final) de su propia acción. (Para que lo consuma el otro porque satisface su necesidad).

"En la producción se subjetiva el obrero" dice Hegel; pues bien, la mercancía entendida como cristalización de definiciones de situación es también la reificación de la experiencia del actor-productor. Utilicemos un ejemplo parecido al que contiene el artículo recién citado de Callon. Si resolvemos producir masivamente automóviles suponemos que existe un grupo social para el cual la movilización rápida es una sentida necesidad. Si tal necesidad no existe, podemos pensar en motivarla, pero en cualquier caso la viabilidad de la producción automotriz masiva debe contar con el consumo masivo como una condición de su posibilidad. En otras palabras, el automóvil masivamente producido es el resultado de una definición de situación que involucra (liga en una red) no solamente los muchos artefactos tecnológicos que lo componen sino muchos actores que lo utilizan. Por otra parte, los artefactos tecnológicos que hacen parte de la red que constituye el automóvil consisten a su vez en otras redes de artefactos y consumidores.

De manera que el automóvil y en general cualquier mercancía supone una definición del orden social en tanto que es antecedida por la proyección de un acto- de-consumo que precisa de una teoría de la experiencia de los contemporáneos del productor entendidos típico-idealmente7 es decir, implica una teoría de la experiencia del consumidor individual (de sus contextos de significado) típico- ideal con base en el cual el productor pueda anticipar sus necesidades. Por otra parte, puesto que el automóvil y cualquier mercancía en una sociedad con división del trabajo es el resultado de la conjunción de diversas competencias técnicas, de diversas mercancías, es antecedido por la proyección de un acto-de-producción que precisa de una teoría del ordenamiento económico de la organización social, es decir, de la estructura institucional que satisface necesidades institucionalmente pautadas.

La distinción que hemos establecido entre la proyección del acto-de-producción y la proyección del acto-de-consumo8 es admisible siempre que no se considere que uno es anterior al otro. No podemos proyectar la producción como convergencia de competencias técnicas si no es en función de la producción de una mercancía, pero no podemos pensar en mercancía sino como proyección de un acto-de-consumo. A su vez, no se puede proyectar el consumo sin conocer qué mercancía ha de consumirse, es decir, sin proyectar un acto-de-producción.

La "Teoría del Actor-Red" no reconoce una distinción como la que acabamos de establecer. Simplemente supone con verosimilitud que cualquier artefacto tecnológico (en este caso un artefacto complejo) está constituido por una "red" que vincula a los consumidores en la misma condición que los componentes materiales (tecnológicos) del artefacto en cuestión. El artefacto tecnológico logra "traducir" (hacer coincidir) los intereses de sus constituyentes. Los consumidores del automóvil, las ruedas y la gasolina son todos igualmente importantes y necesarios para que el automóvil sea posible. Cada componente tecnológico del automóvil integra a su vez otras redes de consumidores y artefactos, de manera que el automóvil puede llegar a involucrar (y de hecho lo hace) a la organización social en su conjunto.9

En síntesis, el artefacto técnico consiste en un programa que logra interesar a los muchos actores humanos y no humanos10 que lo constituyen en torno a la definición de la situación del productor (el programa de acción).11

1.2.1. La trasferencia de tecnología12 como trasferencia de definiciones de situación desde la perspectiva de la Fenomenología

La transferencia de un artefacto tecnológico consiste en la trasferencia del programa de acción del productor. Este concepto puede traducirse en el lenguaje fenomenológico como ya lo anticipamos: consiste en que el productor proyecta la necesidad del consumo de su mercancía como "motivo-porque" (causa eficiente) del consumidor y es la proyección de ese acto lo que se convierte en el motivo- para (causa final) de su propia acción. El programa de acción del que nos habla Latour es el motivo-para del productor.

La trasferencia de tecnología tiene lugar cuando una mercancía cualquiera es consumida por actores de cuya experiencia no puede dar cuenta el productor, es decir, sus necesidades no fueron proyectadas como "motivo-porque" de los consumidores en el acto-de-consumo donde el productor anticipa su experiencia venidera (la experiencia de los consumidores). Esto ocurre porque los consumidores no se encuentran tipificados por la estructura de tipos ideales (un contexto de significado) con base en la cual el productor comprende el mundo social. Esto significa afirmar que la experiencia del productor es ajena a la experiencia de los consumidores, es decir, (el productor) no cuenta con contextos de significado que puedan dar cuenta de ellos (los consumidores) en lo que tiene que ver con su acción de producción. Más exactamente podemos decir que un indicador de lo que hace ajeno al productor de los consumidores (de quienes puede decirse que se apropian de la mercancía "transfiriéndola"), es el hecho de que la proyección del acto de producción (que junto con el acto-de-consumo constituyen el motivo-para de la acción de producción) no los tiene en cuenta como instancias de la organización económica de su propia organización social.

1.2.2. ¿Cuándo podemos hablar de trasferencia?

Para ser más exactos debemos decir que estamos tratando de determinar dos "indicadores de heterogeneidad" que puedan mostrarnos que existen dos organizaciones sociales diferentes, y los hemos encontrado a partir del conocimiento de la experiencia del productor tal como es manifiesta en la proyección de los actos de producción y consumo. Sabemos que el primero precisa de una teoría (una estructura de tipos ideales) del ordenamiento económico de la organización social de la cual tiene experiencia el productor, con base en la cual imagina (proyecta) la articulación de las diferentes mercancías (competencias técnicas) que forman el artefacto tecnológico y por esa razón la mercancía supone y refuerza una forma (económica y política) específica de la organización social que la produjo. El segundo (el acto-de-consumo) implica también una teoría de la experiencia de los contemporáneos que dé cuenta de sus necesidades típicas.

Cuando decimos que un artefacto se "transfiere" queremos decir que es consumido (y ya sabemos lo que esto significa) por individuos de los que no tiene experiencia el productor en tanto que no dispone de una teoría de sus necesidades ni de una teoría de la utilidad de sus competencias técnicas.13

Hemos definido como es que puede determinarse la "heterogeneidad" de dos organizaciones a partir de la experiencia del productor. Debemos ahora mostrar muy brevemente cual es la circunstancia objetiva que engendra esta experiencia. Podemos suponer que la mercancía se "transfiere" cuando el output de un sector de la economía no redunda significativamente (y aquí debemos disponer de un criterio fijado con arbitrariedad) en el input de ese mismo sector. Hemos ya mencionado aquí las matrices de insumo-producto de W. Leontief. Ahora debemos decir que una matriz de este tipo se asemeja a una estructura de tipos-ideales de la que debe disponerse para proyectar la producción y el consumo. Si observamos que los individuos que consumen una mercancía (que son el output del sector que la produce) no participan como competencias técnicas en los sectores que procuran insumos directos (input) al sector productor, podemos decir que el productor tiene una experiencia limitada o inespecífica de estos individuos y por esa razón no los incluye sino como "residuo" en la estructura de tipos ideales con base en la cual elabora el acto-de-producción y el acto-de-consumo.

Ahora sabemos cuándo es admisible hablar de "trasferencia". Podemos decir que la "trasferencia" es una forma de consumo en la cual el consumidor no es proveedor directo o indirecto de insumos al productor y por lo tanto podemos presumir que pertenece a una organización social distinta. Las definiciones de situación, que son definiciones del orden social implícitas en la mercancía, no refrendan un orden actualmente existente y del que el consumidor participa, sino un orden social extraño. Nos interesa saber cuáles son las consecuencias de consumo de mercancías transferidas.

La mercancía transferida tiene la capacidad de estructurar necesidades y complejos distintivos de acciones sociales (instituciones) para satisfacerlas. Esto es así porque la mercancía, al tiempo que estructura la necesidad que satisface su consumo, contiene dentro de sí las definiciones del orden social que la reproduce. Ya habíamos dicho que el consumo (aún cuando no se trate del consumo de mercancías transferidas) es también una lectura exotérica (exótica al ámbito disciplinario –desconocedora de las competencias técnicas- que produjo la mercancía) de los informes (las definiciones de situación) cristalizados en la mercancía.

Lo que L. Winner en su conocido artículo (Winner, L. 86/87: 35-56) llama "tecnologías inherentemente políticas" puede ser un buen ejemplo de lo que estamos diciendo. Se trata de artefactos cuya operación implica el establecimiento de relaciones políticas (formas de ordenamiento social con dispositivos de control muy claros). Los ejemplos que utiliza son viejos y conocidos. Las formas de organización del trabajo fabril están sujetas al ritmo de la máquina; la embarcación demanda la autoridad de un piloto (el ejemplo es tomado de La República); la bomba atómica implica el establecimiento de una administración autoritaria y centralizada que disponga de ella. En suma, existen ciertas circunstancias sociales (políticas) que son "internas al funcionamiento de un sistema técnico", es decir, inherentes al mismo y necesarias para su funcionamiento, distintas de las condiciones sociales "externas" que no son una condición de posibilidad del funcionamiento del artefacto y son en cambio relativas al medio en el cual opera.

No obstante la pertinencia del ejemplo de anterior para dar cuenta del cambio social que implica la trasferencia de tecnología, resulta más adecuada una variación sobre el ya citado ejemplo que se ofrece en (Callon, M. 92/98). Supongamos que el automóvil se transfiere a un grupo social dentro del que es desconocido,14el cual al cabo de consumirlo se percata de las necesidades que esta mercancía satisface.

Hemos dicho que el consumo consiste en la incorporación, a través de una lectura exotérica, de los informes (las definiciones de situación) cristalizados en la mercancía en el acto-de-producción y el acto-de-consumo que se consuman en la acción-de-producción. El consumo subjetiva la estructura del mundo de la vida que encierra la mercancía, de acuerdo a la forma en que el consumidor pueda discernirla. En el momento en el cual el consumo es antecedido por una necesidad que el consumo mismo ha actualizado, es decir, cuando una mercancía cuenta con la necesidad-actual como el motivo-porque de su consumo, nos encontramos con que el grupo social receptor de la mercancía transferida convierte los informes cristalizados en ella en una estructura subjetiva (la subjetivación de los informes que implica el consumo convierte la mercancía en una estructura subjetiva, en una disposición) capaz de suscitar expectativas de correspondencia con arreglo a las cuales tiene lugar la acción adecuativa. Sabemos que una necesidad actual obra como motivo-porque del consumo, porque ante la presencia de un fenómeno insólito, digamos que al experimentar un estímulo novedoso, al advertir por vez primera el objeto que eventualmente se convertirá en una necesidad, un conjunto antecedente de disposiciones estéticas se pronuncian en favor de la actualización de una necesidad latente cuya saciedad encuentra por vez inaugural su posibilidad, actualizándose como necesidad ente la expectativa del reencuentro con la plenitud que provoca su satisfacción.

Ya vimos cómo de acuerdo con la teoría del Actor-Red, el automóvil, al igual que cualquier otro artefacto, involucra una definición del orden social que se encuentra implícita en los intereses que motivaron el establecimiento de la red de humanos y no-humanos por la cual es constituido. Al mismo tiempo, la red que constituye el automóvil vincula múltiples actores cuya asociación contiene la definición del orden social que posibilita la existencia de los intereses gracias a los cuales la red adquiere su forma. En el automóvil producido masivamente converge el interés de miles de consumidores para los cuales la movilización rápida es una grave necesidad puesto que seguramente habitan en los suburbios de una gran ciudad, muy lejos de sus lugares de trabajo. El grupo humano con trabajo altamente dividido que permite la producción masiva de automóviles ha sufrido mucho más tempranamente la diferenciación entre el hogar y el sitio de trabajo que a su vez es una condición de la existencia del trabajo especializado. Estas dos circunstancias se hallan implícitas en el conjunto inmenso de definiciones del orden social que se encuentran en el automóvil. El mismo grupo social es responsable tanto de la oferta como de la demanda, y tanto los productores como los consumidores son igualmente necesarios para que el automóvil exista. Ocurre lo mismo con los restantes actores ligados al automóvil. Los distintos intereses que vinculan a la red a cada uno de ellos informan acerca de un orden social que al mismo tiempo que se realiza en la red, es su condición de posibilidad. Los suburbios existen gracias al metro al tiempo que se construyen metros gracias a los suburbios.

La actualización de una necesidad convierte el objeto que la satisface (y la actualiza) en mercancía y en tanto que mercancía (cristalización de informes y necesidad actual), en estructura subjetiva hacia la cual tiende la acción adecuativa. La estructura objetiva que corresponde con una mercancía, y cuya correspondencia es demandada (suscita expectativas de correspondencia) por la mercancía en tanto que necesidad actual, es decir, es anhelada, necesitada tanto como el objeto que emerge de ella, es en sí misma la red de intereses de la cual la mercancía es su propiedad emergente. Así como se desea la mercancía, se desea la reproducción de la estructura objetiva de la cual emerge. El consumo implica adquirir (subjetivar) disposiciones (estructuras subjetivas) que necesariamente demandan corresponder con las estructuras objetivas presentes. La periferia, como hemos visto, se caracteriza por la no-correspondencia entre ambas estructuras. El resultado es la acción adecuativa con arreglo a expectativas de correspondencia. He aquí una segunda manera de entender la colonización a partir del consumo.

Brevemente podemos suministrar un ejemplo de las consecuencias de la trasferencia de mercancías. El grupo humano que no había tenido noticias del automóvil, de repente se encuentra con que tiene en sus manos una nueva mercancía. Las necesidades que satisface en la organización social a la que se transfiere pueden ser notablemente distintas de aquellas para las cuales fue concebido. Es decir, el productor no dispone de una estructura de tipos que dé cuenta de los consumidores periféricos, quienes no son caracterizados por el acto- de-consumo y menos aun en el acto-de-producción. Una consecuencia práctica de esto es que el consumo (dentro del grupo social receptor) entendido como lectura exotérica de los accounts que incorpora la mercancía es notablemente distinta de la lectura del productor puesto que no se conocen unos a otros (productores y consumidores) como realidades sociales directamente vivenciadas. La mercancía sirve (se necesita) para cosas harto distintas. No es el transporte masivo de los ciudadanos de una metrópoli sino tal vez el carruaje del jefe de la tribu y sus funcionarios. ¿Qué pueden saber los miembros del grupo social receptor del grupo social de los productores si es que las noticias que llegan de este último están contenidas en los informes de sus productos, cuyo discernimiento se logra mediante el consumo (una lectura exotérica)? Puede, por ejemplo, ser entendido verosímilmente que en aquel país todos son príncipes y cortesanos.15

Pero entonces es preciso establecer si acaso es posible conocer objetivamente el cambio que se produce dentro de una organización social a la cual se transfiere una mercancía para su consumo. Es cierto que la subjetivación que implica éste no es informable sino con base en el conocimiento de la experiencia de los consumidores, (de aquí que se hable insistentemente de una lectura exotérica de dichos informes) por lo cual podemos de antemano saber que el consumo es el reino de la subjetividad y no nos es dado encontrar en él los patrones objetivos de cambio que sería deseable conocer si existieran.

Con ese propósito es hora de que aclaremos la diferencia que existe entre las estructuras objetivas cristalizadas en la mercancía según sean relativas al acto-de- producción o al acto-de-consumo. Se trata de la misma diferencia que existen en preguntarse ¿cuáles son las circunstancias en/por las qué se produce una mercancía? y ¿cuáles son las circunstancias en/por las que se consume una mercancía?

Ambos actos, en tanto que incorporados (subjetivados) durante el consumo como disposiciones del consumidor, determinan (ya sabemos que son exotéricamente leídos) la dirección de la adecuación,16 en tanto que las circunstancias (la estructura objetiva) actuales de la organización social receptora de la mercancía no son correspondientes con las nuevas disposiciones incorporadas en el consumo, que generan entonces expectativas de correspondencia.

Cuando hablamos de la motivación del productor supimos que lo que se convierte en el motivo-para (causa final) de su propia acción es justamente la proyección de la necesidad de su consumo como "motivo-porque" (causa eficiente) del consumidor. La producción también es proyectada en el acto-de-producción pero no es la causa final (el motivo-para) de la acción de producción como sí lo es el acto-de-consumo. Por consiguiente, la acción de producción que le da vida a un objeto, aun cuando éste no goce aún de la condición de mercancía, lo cual -según hemos visto- supone la actualización de su necesidad, implica la realización práctica del acto-de-producción. Esta realización práctica del acto-de-producción debe entenderse como una condición de posibilidad del objeto, al que acompaña aún en el instante en el cual no es un fenómeno económico, cuando solamente es una necesidad potencial. La realización práctica del acto-de-producción es así mismo la causa formal del objeto. El objeto precisa de ciertas estructuras objetivas que son su misma causa material –aquello de lo cual está hecho17y que consiste en los agentes humanos y no humanos de la red por la cual es constituido como objeto (aun no como mercancía, es decir, excluyendo sus potenciales consumidores)- y su misma causa formal, la tecnología,18 que es la misma organización económica del grupo social del cual el productor tiene experiencia, es decir, el sistema de división social del trabajo (que es proyectado en el acto-de-producción) dentro del cual el productor vaticina que su destreza en la fabricación de objetos cobre funcionalidad específica, en otras palabras, que sus objetos se trasformen en mercancías, y que al mismo tiempo hace posible la creación de la red que constituye el objeto. La experiencia del productor de las estructuras objetivas es anterior a la acción de producción, y las estructuras mismas, como ya lo vimos, son condición objetiva de posibilidad tanto del objeto como de la mercancía.

Por el contrario la realización práctica del acto-de-consumo no es una condición de posibilidad del objeto, del pre-fenómeno de la economía, sino de la mercancía. La realización práctica del acto-de-consumo es la misma actualización de la necesidad del pre-fenómeno económico. Vemos entonces que la acción de producción debe contar con la realización del acto-de-producción como su condición objetiva de posibilidad, por el contrario, el acto-de-consumo no es condición objetiva de posibilidad de dicha acción sino su motivo-para, es decir, su condición subjetiva de posibilidad. Por el contrario, el acto-de-consumo es la condición objetiva de posibilidad de la actualización de la necesidad del objeto resultante de la acción de producción, es decir, de su conversión en mercancía, al tiempo que el acto-de-producción continúa siendo su condición objetiva en tanto que objeto.19

Tenemos entonces que tanto el objeto (el pre-fenómeno económico potencialmente necesario) como la mercancía tienen la realización práctica del acto-de- producción como su condición objetiva de posibilidad. Por el contrario, el acto de consumo es el motivo-para del productor y solo eventualmente realizable, sin que sea condición objetiva de posibilidad ni del objeto, ni de la mercancía, aunque si condición subjetiva de posibilidad de ambos. El productor puede fabricar lo que no es ni será apetecido por nadie. En ese caso el acto-de-producción se ha realizado en la fabricación del objeto, pero no así el acto-de-consumo en el consumo, que por consistir en una lectura (subjetivación) exotérica de los informes del productor, no necesariamente es correspondiente con la lectura del productor, por lo cual la mercancía puede llegar a satisfacer necesidades diferentes a las que fueron proyectadas por quien la produjo, como suele ocurrir cuando son transferidas o no satisfacer necesidades en absoluto.

Ahora podemos precisar con más exactitud en qué medida la trasferencia de una mercancía puede producir variaciones dentro del grupo social receptor en la medida en que la trasferencia es generadora de expectativas de correspondencia por razones que ya son claras. Lo que se transfiere, en estricto sentido, es el acto- de-producción.

La mera actualización de una necesidad no es por sí sola generadora de expectativas de correspondencia, que solo se producen cuando son satisfechas algunas condiciones adicionales. La principal condición consiste en que el producto del valor de cambio de la mercancía transferida por el grado de generalización de su necesidad sea superior a aquel que puede ser provisto por el grupo social receptor sin que para ello sea menester alterar su organización económica. En segundo lugar, los ámbitos de la organización dentro de los cuales se actualice la necesidad de la mercancía en cuestión, siempre que se verifique la circunstancia anterior, deben disponer de la autoridad, de la capacidad de movilización de la acción colectiva necesaria para efectuar cambios en la organización económica de manera que esta sea capaz de proveer las mercancías requeridas, bien sea produciéndolas en su seno o produciendo otras con valores de cambio semejantes al producto del valor de cambio de las mercancías deseadas por el grado de generalización de su necesidad.

La organización social puede entonces optar entre la producción de bienes con valor de cambio semejante a aquellos que se desean o producir directamente los bienes deseados. Por razones que no serán objeto de nuestro estudio pero que deben ser siquiera esbozadas, el cambio social se produce en aquellos grupo sociales cuya organización económica requiere modificaciones para poder generar cantidades de valor suficientes para compensar el costo de la satisfacción de sus deseos. Cuando este costo puede ser cubierto por el excedente que se genera sin que se requieran transformaciones económicas, la necesidad que motiva el consumo no genera expectativas de correspondencia. Cuando la satisfacción de las necesidades es expedita, la saciedad que genera esta satisfacción invita al reposo, no al cambio. Podemos dar un ejemplo bastante obvio: Una organización social que produce aviones puede desear consumir bananas. Si su territorio no es apto para producirlas, puede cambiarlas por aviones siempre que la producción de éstos genere un excedente que pueda ser intercambiado según su valor de cambio por las bananas que se desean. Es posible que el valor de cambio de los aviones excedentes sea equivalente al de las bananas que bastan para saciar una gran cantidad de personas, de manera que la organización económica que los produce no requiere generar un gran porcentaje de valor adicional al habitual para producir unos cuantos aviones más, que serán suficientes para hartarse de bananas. Por el contrario, si llega a ocurrir que la organización social productora de bananas desea los aviones, dado el bajo valor de cambio de los bananos con relación al de los aviones, es previsible que la producción de los primeros deba incrementarse en un porcentaje tan significativo que precise de un cambio en la organización económica que los produce. La experiencia nos muestra que el incremento de las necesidades actuales de una organización social que base su subsistencia en una economía poco diferenciada conduce a que esta tenga problemas para procurar la satisfacción de sus nuevos apetitos con base en la mera extensión de sus actividades económicas tradicionales. Pero hemos visto que el consumo tiene la virtud de descubrir los secretos encerrados en la mercancía. Los consumidores descubren en la mercancía una imagen de las circunstancias que la originan, y el deseo que los acerca a la consecuencia de estas circunstancias (la mercancía) los conduce también hasta ellas mismas. He aquí el germen de las expectativas de correspondencia.

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