Los años de cultura patriarcal por los que hemos transitado se han caracterizado por una subestimación de las potencialidades de las mujeres y han vedado o distorsionado en gran medida el verdadero papel que sin lugar a dudas debe desempeñar la mujer en los diferentes escenarios sociales.
La sociedad cubana no estuvo al margen del proceso de exclusión basado en una división sexual del trabajo que desjerarquizó en todo momento el protagonismo femenino. Los roles estereotipados de género en los cuales el papel de la mujer se enmarca justamente en el terreno de lo privado como absoluta dueña de las labores domésticas, servidora fiel del esposo y custodio indefinido de los hijos, que tiene como opción para demostrar su amor a la familia su subordinación y sacrificio han provocado que la humanidad haya sido privada en gran medida de las potencialidades de las que constituyen la mitad de su población.
Este conjunto de criterios ha conformado a través de los años conductas, que transmitidas de generación en generación, en el marco de la familia y fuera de ella, han traído como consecuencia un especial modo de abordar el problema de la mujer. La categoría género como categoría instrumental sistematizada en el pensamiento social por las feministas de habla inglesa, ha devenido en condición sine qua non para el análisis de las inequidades que construidas socialmente hoy están presentes.
La revolución cubana generó cambios sustanciales en la estructura socio política del país que hacen posible que la participación de la mujer en la construcción de la nueva sociedad se haya convertido en uno de los hechos más significativos y que con mayor fuerza influye positivamente en el desarrollo de nuestro país. Este fenómeno de dimensión macrosocial merece un estudio y análisis en el ámbito de la comunidad.
Cuando nos referimos a la comunidad partimos de considerar que este es un término de naturaleza multidimensional que identifica al conjunto de personas que asumen una identidad común, perciben tener intereses comunes y actúan en función de ellos. No es homogénea, comprende cierto grado de organización variable condicionada por la diversidad de los grupos, instituciones y organizaciones que la integran. Es la comunidad el marco territorial que constituye espacio preferente de la interacción colectiva, de la cooperación y participación social. Es también el entorno básico del desenvolvimiento familiar, del despliegue de las relaciones sociales y de la vida cotidiana.
En el caso concreto de Cuba, la comunidad ha tenido una importancia significativa en el proyecto de transformaciones revolucionarias llevadas a cabo (sociales, económicas, políticas, ideológicas y culturales). Las grandes transformaciones emprendidas por la revolución desde su inicio tuvieron su acción concreta en el ámbito comunitario. Las políticas sociales en educación, salud, asistencia social, cultura, etc, transformaron radicalmente las condiciones de nuestras comunidades. Sin duda alguna, en la experiencia cubana la comunidad constituye un espacio estratégico para la defensa del proyecto político y resulta escenario natural de la participación popular en tareas de muy diversa naturaleza y alta implicación social, en virtud de la existencia de un sentimiento de pertenencia, intereses y necesidades comunes compartidas por sus integrantes.
Las condiciones de la mujer en Cuba tienen particularidades que reflejan el proceso ascendente y activo de su incorporación al quehacer social durante más de 40 años de proceso revolucionario. Sin embargo, aún subsisten en la familia y en la vida pública, ideas, valores, creencias y conductas de la cultura patriarcal, acentuadas en la actualidad por la consiguiente "doble jornada" como injusta herencia cultural e ideológica, y que manifestan que el protagonismo social ganado por las mujeres no ha sido acompañado en igual medida por la participación de la familia en el hogar.
En el entorno histórico actual, la mujer cubana enfrenta situaciones complejas que inciden en su participación social, es por ello, que es de gran significación e importancia mantener e incrementar los espacios participativos alcanzados en la sociedad cubana, espacio que hemos ganado con dedicación y esfuerzo. Para esto se hace necesario mejorar las condiciones materiales de la vida cotidiana, así como, enfrentar con mayor eficiencia las desigualdades estructurales de género que perviven en la conciencia, tanto en el hombre como en la mujer.
Las consideraciones que se exponen en este trabajo derivan de los resultados de un proyecto de investigación que estudia algunas las características de las mujeres en la comunidad de San Isidro y que reafirma cuán necesario resulta visualizar la situación de la mujer en la sociedad desde el nivel micro. Esta acción que en los últimos años se ha incrementado en nuestro país, colocando a la Academia en posibilidad de enriquecer y a la vez nutrirse de la cotidianidad de las mujeres cubanas, es una de las vias que nos posibilita contribuir al proceso de toma de decisiones y de formulación de políticas públicas y estrategias con perspectiva de género.
La identidad de género de las mujeres de esta comunidad se refleja en la proyección que asumen en su desempeño habitual en este entorno, marcado por condicionantes diferenciadas para las distintas generaciones. El conocimiento cada vez mayor de estas condicionantes y particularidades constituye el punto de partida para la instrumentación de acciones sociales. Que las estrategias y acciones concretas que se definan respondan a los resultados que derivan de la investigación, resultó siempre nuestra pretensión, y en tal sentido nos propusimos identificar aquellos factores que son un valladar para el logro pleno de los derechos, oportunidades y participación activa de las mujeres en la comunidad San Isidro.
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