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Experiencia laboral, flexibilidad e identidad

Enviado por Rosa Vera Garcia


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    "El trabajo aleja de nosotros tres grandes males: el hastío, el vicio y la necesidad" (Voltaire, Candide, XXX.)

    "El trabajo humano es siempre un proceso colectivo, social. El hombre nunca ha afrontado la transformación de la naturaleza en solitario, sino en colaboración solidaria con los demás, en una división del trabajo y en un conjunto de relaciones personales (justas o injustas) con sus congéneres" (Buttiglione, R.: El hombre y el trabajo. 1984)

    Tanto Voltaire como Buttiglione dicen grandes verdades, pero hoy en día, la cuestión a resolver es cómo se siente el trabajador en un contexto social de flexibilidad económica y globalización. "Cambia, todo cambia, lo sólido se desvanece en el aire", decía Marx en el "Manifiesto Comunista". Estamos inmersos en una nueva época del capitalismo, el "Capital-Parlamentarismo", que inaugura el "Postfordismo".

    Este ensalzamiento del trabajo como elemento de autorrealización y de vertebración social no ha sido siempre una constante histórica. Desde la Grecia clásica, en la que el trabajo era cosa de esclavos, pasando incluso por momentos en los que se tachó de "alienación" (dejando de ser la realización del ser humano sino su destrucción -Marx), hasta llegar hasta nuestros días en que el trabajo ha sido organizado según las exigencias de eficiencia económica, descuidando su aspecto humano: se propugna la necesidad de «liberarse del trabajo», de reducir el tiempo de trabajo y dedicación a él, buscando la satisfacción personal al margen de la sociedad salarial y del mundo laboral.

    Sin embargo, aún en nuestros días, todos hemos crecido con el mismo interrogante:

    ¿Qué vas a ser cuando seas mayor? y se sigue replicando esta pregunta a nuestros hijos. La mayoría de las personas se definen a sí mismas por su trabajo: son lo que hacen; si no hacen nada, no son nada. La exigencia de ser un ciudadano productivo está arraigada en la mayoría de nosotros. Si no se encuentra trabajo o se pierde y no se logra reinsertarse en la vida activa, nuestra autoestima cae. El empleo es mucho más que la fuente de ingresos, es el origen de la autovaloración. Sin trabajo los hombres se sienten humanamente improductivos e inútiles.

    En nuestra era, la sociedad se ve abocada a adaptarse a las nuevas exigencias empresariales. El conocimiento ha reemplazado a la producción en masa como base de toda riqueza, poder e interacción social. Nos enfrentamos a un cambio radical en estereotipo fordista de un trabajador asalariado.

    El modelo social del fordismo, de producción en masa y expansión de consumo en anchas franjas de la población, con crecimiento acelerado de sectores medios, implicó un derecho laboral en permanente evolución. El Estado de este modelo, garantizaba cierta participación y protección a los sectores populares. Organizaba y regulaba el mercado de trabajo y el consumo masivo mediante derechos y garantías consagrados legalmente. Era un estado grande y poderoso, conocido como de bienestar, brindando a la mayor parte de la población un mínimo de seguridad social, salud, educación, vivienda, transporte, etc… y también interveniendo directamente en la realización de actividades productivas, protegiendo el desarrollo de su industria. En ese modelo de sociedad, los trabajadores no cumplían una función de meros productores, como en una primera época del modelo capitalista, sino que además eran importantes como consumidores y por eso mismo lograron un reconocimiento en otras áreas, incluyendo la participación política. Bajo este modelo societario, el individuo se sentía partícipe de la sociedad, miembro activo de su comunidad, con un proyecto de futuro, con un fuerte compromiso y responsabilidad de su trabajo.

    El proceso de globalización del mercado mundial, y la reducción constante de la tasa de ganancia del capital, entre otros factores, impacta duramente en el modelo para dar comienzo a otro de características sumamente diferentes: la demanda actual de las empresas es cada vez mayor en los aspectos: preparación, implicación en el proyecto empresarial, polivalencia, nuevas formas de producción, círculos de calidad, mejora constante, nueva gestión y organización del trabajo, círculos de calidad, etc…, que constituyen la llamada flexibilización.

    A raíz de todo esto, se van a producir una serie de importantes impactos en la identidad de cada individuo y en cómo se percibe y se siente. ¿Qué motiva realmente a los individuos? ¿Qué opinión tienen de sí mismos como personas individuales y como parte de una sociedad?

    La psicología social va a nacer en la conformación social provocada por los cambios sufridos en todas las áreas del desarrollo humano, que son indiscutiblemente el germen para el nacimiento de una nueva ciencia que estudie y analice el comportamiento colectivo de los hombres como ser social.

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