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Estilo Bizantino. Iglesia de Santa Sofía (página 2)


Partes: 1, 2

3.3. Las cúpulas sobre pechinas,

Uno de los grandes avances de la composición espacial bizantina consistió en cubrir mediante una cúpula semiesférica (o de media naranja) un espacio de planta cuadrada, consiguiendo así la posibilidad de articular una sucesión de crujías cubiertas con cúpulas. Para ello se intercalan entre los apoyos y la cubierta cuatro triángulos curvos llamados pechinas; estas pechinas parten de los vértices de cuadrado y se unen en la parte superior formando un anillo sobre el que descansa la cúpula, facilitando el paso de la planta cuadrada a la circular de la cúpula. Geométricamente, las pechinas, se pueden definir como fragmentos triangulares de una esfera de diámetro igual a la diagonal del cuadrado de la planta y que pasa por los cuatro vértices de éste.

 

3.4. Capiteles ornamentados

Otra aportación de gran trascendencia fue la decoración de capiteles (con ornamentación zoomorfa o vegetal), de los que hubo varios tipos. El de tipo teodosiano es una herencia romana empleado durante el siglo IV como evolución del corintio y tallado a trépano, semejando a avisperos; otra variedad fue el capitel cúbico de caras planas decorado con relieves a dos planos. En uno y otro caso era obligado la colocación sobre ellos de un cimacio o pieza tronco piramidal decorada con diversos motivos y símbolos cristianos.

3.5. Materiales empleados y ornamentación

Con el fin de aligerar el peso de las cúpulas semiesféricas y disminuir el empuje de los laterales, estas se construían mediante hiladas concéntricas de materiales resistentes y poco pesados como son los tubos de barro enchufados y ladrillos, en forma de coronas de radio decreciente reforzadas exteriormente con mortero, y eran concebidas como una imagen simbólica del cosmo divino.

El arte figurativo bizantino desarrolló un estilo característico; su aplicación a la arquitectura se concreta en los mosaicos, grandes composiciones murales ejecutadas a partir de pequeñas piezas de mármol de colores o pasta vidriada (llamadas teselas). Esta es una técnica heredada directamente de los mosaicos romanos, con la peculiaridad de que en Roma se utilizaba únicamente en espacios domésticos.

4. Obras principales del arte bizantino

4.1. Época Justiniana

Durante esta período las obras se construyen en Bizancio y son las iglesias de Santa Sofía (532 y 537 d.C.), Santa Irene, San Sergio y San Baco (527 d.C.) y la de Los Santos apóstoles,

La primera de ellas la más importante de todas, su planta es de cruz griega inscrita en un cuadrado. Tiene una cúpula de 32 metros de diámetro.

La iglesia de Santa Irene es de planta longitudinal y tiene dos cúpulas, una con tambor.

Durante esta época también se construyen en Rabena a orillas del Adriático (Italia) tres monumentos de gran importancia del arte bizantino: La iglesia de San Vital (526-547 d.C), San Apolinar del Puerto (530 – 549 d.C.) y San Apolinar el Nuevo (520 d.C.).

La primera de ellas es de planta octogonal, uno de los más bellos ejemplos, junto con Santa Sofía, del arte bizantino, emplea arquerías en todos sus lados excepto en el de la capilla mayor. Los mosaicos de su interior muestran temas religiosos y profanos, entre ellos, al emperador Justiniano I y al resto de la corte bizantina.

Las otras dos iglesias se caracterizan por ser de planta basilical de tres naves y por tener una rica decoración de mosaicos

4.2. Segunda época de esplendor

Durante esta época se introdujeron tres novedades en la construcción bizantina:

1) Se desarrolla la cúpula con tambor.

2) Se generaliza la utilización del triple ábside.

3) En los templos más importantes se suele construir un pórtico cubierto con cúpulas.

La obra más importante se construye en Venecia: La Catedral de San Marcos.

Lo venecianos a la hora de reconstruir el templo de su patrono, y debido a sus relaciones comerciales con Bizancio utilizaron los modelos arquitectónicos bizantinos. Su planta es de cruz griega, tiene cinco grandes cúpulas situadas en los brazos y en el crucero, tres ábsides, y en torno a los brazos de los pies se construye un pórtico cubierto con pequeñas cúpulas. El interior está decorado con mosaicos y mármoles al exterior.

En este siglo se construye la iglesia de Santa Sofía de Kiev en, que servirá de modelo a todas las iglesias rusas.

4.3. A partir del siglo XII.

La influencia bizantina, musulmana y normanda, desarrollará un estilo peculiar, el siculo-normando.

Características:

1) Utilización preferente de la planta basilical.

2) Ábsides semicirculares.

3) Utilización de cruceros abovedados sobre trompas.

4) Utilización de arcos enlazados de origen cordobés, así como también la construcción de algunas bóvedas de mocárabes.

5) Rica decoración de mosaicos de influencia bizantina.

Las obras más importantes se encuentran en Palermo y son: La capilla Palatina, el Monasterio de Monreal

5. Iglesia Santa Sofía

La iglesia de Santa Sofía es una de las obras cumbre del arte bizantino. Su significado es Divina Sabiduría y está dedicada a la segunda persona de la Santísima Trinidad. Durante casi un siglo fue el centro espiritual del Imperio bizantino, catedral de los patriarcas, escenario de los actos estatales importantes y marco de un esplendoroso ceremonial en el que se manifestaban el poder la dignidad del imperio teocrático.

Fue construida entre los años 523 y 537 d.C, durante el mandato de Justiniano en Constantinopla, capital del Imperio Bizantino (hoy Estambul, Turquía), por los arquitectos y matemáticos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto.

La iglesia es de planta cuadrada de 79,30 m. x 69,50 m., con una gran cúpula central que mide 31 m de diámetro y 55 m de altura. La cúpula de Santa Sofía es de tal grandiosidad que sólo tiene su antecedente en el panteón de Agripa (Roma). Tiene un gran anillo de ventanas y está apoyada en cuatro pechinas, las cuales a su vez posan sobre cuatro pilares, que al estar en el exterior del edificio parece como si la cúpula se sostuviera en el aire.

La cúpula ya mencionada tuvo que ser reconstruida en el año 558, y al ser nuevamente levantada se emplearon trozos de ánfora porosas para que su peso fuera menor. Además se le incorporó un tambor cilíndrico con una serie de ventanas alrededor del gran casquete esférico, que ilumina el interior de la iglesia.

En la parte exterior se extiende un gran atrio de cinco pórticos, donde se conservan algunas columnas clásicas constantinianas y un gran recipiente con agua vendita para la purificación de los fieles. Después del atrio hay dos nártex o vestíbulos que mediante nueve puertas nos comunican a la iglesia. Tiene una nave central y dos naves laterales, y un ábside interior semicircular. La diferencia de altura de las naves fue aprovechada para levantar un segundo piso o matronio (gineceo).

El espacio esta dividido en dos partes: la naos donde se colocaban los fieles, y la bema o presbítero, para los clérigos. Ambas estancias están separadas por la iconostasis, reja o cancel que cerraban con velos en el momento de la consagración. Próximas al ábside encontramos dos salas: la prótesis, donde se guardaban las especies, y el diacónicon, donde se revestía el sacerdote.

En lo que se refiere al espacio exterior, en esta obra es posible apreciar una construcción sólida y bien definida por sus líneas matrices en donde su detalle no es tan importante como en su interior.

En la fachada oeste, se encuentra el atrio y la entrada principal, el cual consta de dos galerías, y posee dos plantas. Es de destacar que todas las aberturas en el exterior poseen arcos de medio punto.

La construcción se eleva suavemente hasta entrar en contacto con una bóveda de cañón que ayuda en la descarga del peso de la semicúpula oeste.

En la fachada norte y sur, se pueden observar los grandes contrafuertes que ayudan en la descarga de los grandes pesos de las cúpulas. Entre estos contrafuertes se pueden observar ventanales con arcos de medio punto y al igual que en la fachada este, la construcción se eleva bruscamente.

En la fachada este se puede observar el espacio que ocupa el ábside. Su mayor característica son las líneas duras, sin mucha expresión, que definen su geometría.

En la estructura de Santa Sofía, lo interesante es su ambivalente condición, donde coexisten dos tendencias de clara tradición: por un lado, la tendencia basilical con su sentido dinámico y su ritmo longitudinal, y por otro, la tendencia centralista con el espacio estático de la cúpula. Si la primera predomina, la cúpula no podría tener el énfasis que tiene y quedaría relegada a una función secundaria; si predominara la segunda, el efecto estático sería mayor y en torno a la cúpula el espacio se ordenaría, anulando todo dinamismo y evitando la aparición de un eje longitudinal de simetría.

En Santa Sofía, en cambio, coexiste el eje longitudinal de simetría, de una latente estructura basilical, con el espacio centralizado de la cúpula. Es decir, coexisten, hasta cierto punto, la cúpula del Panteón romano y las naves de una basílica constantiniana.

El efecto de reposo y de movimiento se complementan en esta solución bipolar donde la cúpula se alarga en las grandes exedras de los ábsides hasta adquirir una impresión de espacio oval. Las exedras absidiales se expanden a su vez en otras exedras menores que tienen su antecedente en las exedras de San Sergio y San Baco, cuyo origen romano es clarísimo. Sin embargo, en Santa Sofía se ha perdido el orden adintelado que como residuo clásico quedaba en San Sergio para ser sustituido por un sistema más bizantino de columna y arco.

El interior presenta un aspecto totalmente contrapuesto a su exterior: amplio, despejado y ligero. Un recinto cupular gigantesco, cuadrado, forma el centro del edificio; sobre cuatro anchas arcadas de pilares flota la cúpula lisa, inmersa en una luz sobrenatural gracias a las cuarenta ventanas que se abren en su arranque.

Al este y al oeste su enorme empuje se distribuye sobre medias cúpulas de diámetros iguales (33 m), sustentadas por pilares dispuestos octogonalmente Por la parte del ábside y el atrio se contrarrestan los grandes empujes de las semicúpula mediante dos grandes exedras o cuartos de esfera, que a su vez lo están por otras más pequeñas.

En el eje norte – sur, la fuerza es absorbida por cuatro inmensos contrafuertes dispuestos por parejas, con columnas de color verde antiguo, pórfido rojo y mármol blanco.

Las formas complicadas de sus recintos y bóvedas ofrecen perspectivas extraordinariamente ricas, la amplitud, la abundancia de luz y la armonía del recinto principal, se contrastan con las tremendas tensiones de los bovedajes y de los verticales pilares.

La decoración policroma ayuda en Santa Sofía como en toda la arquitectura bizantina, a desmaterializar el organismo arquitectónico, dándole un sentido de irrealidad y una mágica apariencia que siempre ha dominado a la religiosidad oriental.

Estas características ayudan a exaltar lo maravilloso del fenómeno espacial y lumínico. Además con la ingeniosa manera de emplear los recursos constructivos y de ocultar el sistema de contrarrestos, la decoración arquitectónica de revestimiento colabora con la impresión buscada. Esta decoración no recalca las líneas matrices y expresivas de la arquitectura como en Occidente, sino que las diluye en una deslumbrante vibración de superficie que cubre por igual todo el ámbito.

En Santa Sofía, como en los demás interiores bizantinos, lo que se trata de provocar en el espectador es la impresión de la presencia de la Divinidad, provocando asombro, y llevándolo por igual hacia el encantamiento y al temor ante la majestad divina.

La decoración de revestimiento era también un legado de Roma, donde las grandes salas termales, una vez llevada a cabo la construcción masiva, se decoraban con mármoles policromos en busca de un acabado que asombre por su lujo y magnificencia, sin otra intención que la de significar la grandeza de una civilización. Esta decoración de revestimiento en Oriente se transforma en un carácter totalmente diferente, dejando de ser espejo de una civilización para convertirse en auxiliar de un culto.

Los bizantinos tuvieron la audacia de liberar el mosaico elevándolo de su humilde condición de suelo pisadero a la majestad casi celestial de los ábsides y las cúpulas. La temática alcanzó también la misma elevación en cuanto a rango. Ya no eran simples dibujos geométricos, símbolos y alegorías de la vida cotidiana, sino que se trataba de las escenas más sublimes de la religión, las figuras más monumentales y apocalípticas, fragmentos bíblicos, y relatos hagiográficos.

La luz en los interiores bizantinos con su tenebrosidad, con los centenares de lámparas que cuelgan formando una especie de techo centellante, provocaba infinitos reflejos en la superficie colorida de los grandes mosaicos haciéndolos brillar, como si realmente se miraran los ojos de Cristo, de los apóstoles o de los profetas.

La iglesia de Santa Sofía constituye la cumbre absoluta de un arte clásico en el que han alcanzado su punto culminante dos corrientes o tradiciones artísticas distintas: de un lado, las tradiciones arquitectónicas y decorativas del arte clásico (helenístico y romano), y de otro, el estilo de los edificios abovedados del arte paleocristiano y del Asia Menor; al mismo tiempo, en el sistema de la distribución de espacio y paredes se establecen las bases de la arquitectura medieval.

6. Conclusión

El gráfico que se muestra a continuación nos permite obtener las siguientes conclusiones:

Por un lado nos muestra como es la resolución matemática del sistema de las cúpulas (parte inferior del dibujo), que en base a circunferencias de distinto diámetro y líneas rectas que las cruzan dan como resultado las maravillosas cúpulas que tiene la Iglesia de Santa Sofía.

Por otro lado, las flechas rojas describen como el sistema de descarga de las tensiones que se originan en la cúpula central y terminan en los fuertes pilares de sustentación.

Y por último, podemos decir que el estudio del espacio en la arquitectura bizantina nos revela que todo el edificio gira en torno un espacio centralizado, como lo indican el sentido de las flechas azules que emergen desde la parte central del gráfico.

 

7. Bibliografía

 

Boetto Cimadevilla Leandro S.

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