Indudablemente dos de los mayores problemas que afronta la humanidad son la extrema pobreza y la desatención de la salud personal y social, siendo ambos los ángulos más agudos que inciden en la generación de infelicidad.
Además, la falta de salud no permite a las personas acceder a educación, ni mucho menos a oportunidades de trabajo y por ende al bienestar social, tan deseado por el ser humano y ello acarrea pobreza y ésta a su vez impide el acceder a una alimentación adecuada, lo cual se traduce en inevitable desnutrición y enfermedad.
Esta trágica dicotomía campea, tomada de la mano, adueñándose de enormes masas poblacionales, que viven recluidas en una especie de ghetos, que tienen diversos nombres en América y África, los continentes más azotados por estos flagelos.
Una familia pobre tiene entre sus miembros más enfermos, analfabetos además de necesidades primarias no cubiertas, no cuenta con una vivienda decorosa ni mucho menos con espacios ni tiempo dedicados a la recreación y cultura. Sus expectativas de vida, aparte de ser cortas, son inciertas y la morbilidad de su población es alta.
Aparte de ello, es una masa poblacional altamente vulnerable a la delincuencia, prostitución y al VIH, a la posibilidad de enrolarse en el terrorismo, por estar cargados de resentimientos, que son exacerbados por discursos fundamentalistas.
Esto a su vez, aunque pareciera paradójico, lleva a una alta tasa de nacimiento de niños y aumento poblacional en un sector empobrecido y todo por no comprender, dentro de su ignorancia, que el control de la natalidad podría ser una de las soluciones para salir del atolladero en que se encuentran atrapados, sin embargo, aquí es donde se presenta la mayor debilidad y por ello la tasa de nacimientos en ese estamento social es altísimo.
Hoy me entero, que un joven de aproximadamente 30 años de edad, conocido nuestro, ha fallecido a causa de un parásito alojado en su cerebro, lo cual le postró, para luego irremediablemente morir en el lecho que tenía en su hogar. Su esposa de 25 años murió hace un mes víctima de tuberculosis, dejan tres niños menores de 5 años de edad. Él trabajaba en un mercadillo desplumando pollos, de allí se supone haya adquirido el parásito que a la postre le llevó a la muerte.
Sea cuál fuere la razón de su enfermedad y muerte, lo cierto es que conozco las limitaciones económicas de sus padres y la estrechez en la que vivían, además de la inadecuada educación que recibieron cada uno de los cinco hijos que tuvo la pareja, donde el jefe de familia trabaja como mecánico de banco en una empresa de metalmecánica. De los cinco hijos el mayor sobrevive vendiendo galletas, tamales o mermeladas, que él mismo elabora en su casa de un pueblo joven del cono norte de Lima; al siguiente no se le conoce ocupación, sin cultura suficiente no accede a un trabajo que le permita colaborar con los gastos de la casa; los dos hijos siguientes lograron casarse y trabajan obteniendo ingresos que les permite sobrevivir con su pequeña familia, mas el último, al que nos referimos al inicio de este relato,, no terminó sus estudios y accedió a un trabajo eventual, que por la insalubridad del mismo le ocasionó una enfermedad que le llevó a la muerte, lo mismo que a su joven esposa dejando tres niños en la orfandad.
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