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La figura del tutor como eje central para elevar la calidad de la educación superior


Partes: 1, 2

    1. Desarrollo
    2. Conclusiones
    3. Bibliografía

    Introducción

    La orientación a los estudiantes es una función consustancial de la labor de cualquier docente, no obstante, el desarrollo actual de esta problemática en los planos científico y práctico, ha dado lugar al surgimiento de la figura del tutor, al que se le asigna formalmente la tarea de guiar y acompañar a éstos a lo largo de su carrera, desde la perspectiva de conducirlo hacia su formación integral, lo que significa estimular en él la capacidad de hacerse responsable de su aprendizaje y de su actuación.

    En tal sentido se revitaliza las funciones del tutor como parte del acompañamiento necesario que exige el proceso formativo del profesional, pues el desarrollo de las competencias profesionales condicionan una interacción sistemática donde se genere la independencia y autonomía como parte de este proceso, en el ámbito del saber ser profesional, donde la calidad del aprendizaje, constituye el eje de integración de toda la labor educativa del tutor.

    Desarrollo

    Etimológicamente la palabra tutor significa maestro, amigo, guía, acompañante, amparador, defensor, protector, guardián, director, estaca y sostén. Por tanto resulta esencial el vínculo que se establece entre tutor y tutorado, el tipo y la calidad de las relaciones interpersonales entre ellos permitirá desarrollar un trabajo educativo de calidad, en el cual el primero se convierte en un importante referente para el segundo, en un modelo de profesional y de ser humano. Estas relaciones deben ser de apoyo y confianza, pero al mismo tiempo de respeto, estimulantes, acogedoras y propositivas, todo lo cual requiere del tutor una actitud ética, empática y responsable hacia los tutorados que le permita desarrollar las actitudes adecuadas para inspirar confianza y lograr la aceptación de estos.

    En el decursar de la historia, el profesor tutor ha desarrollado varios roles en dependencia de la concepción que ha asumido el proceso de enseñanza-aprendizaje y en este sentido se destacan el tutor como transmisor, facilitador y orientador.

    El tutor como trasmisor es propio de una concepción de enseñanza tradicional en la que el profesor se concibe como una autoridad, poseedor del conocimiento y el estudiante un receptor pasivo y reproductor de este; en ese sentido la función tutoral se realiza a partir de un proceso directivo, de transmisión lineal y directa  de conocimientos, y valores al estudiante.

    El tutor como facilitador se concibe desde una concepción de enseñanza desarrolladora, en la que se asume la absoluta independencia del estudiante en el proceso de aprendizaje, donde el profesor deja de asumir un rol directivo, para convertirse en una persona que se limita a garantizar  las condiciones que favorecen  la libre expresión de las tendencias innatas del estudiante. Este tutor es por tanto, un agente educativo neutral en tanto no ejerce influencias determinantes, sino que solo facilita, creando condiciones favorables para que éste por sí solo logre su desarrollo.

    Por su parte el tutor como orientador, ha sido concebido desde una concepción histórico-social en el desarrollo humano, en virtud de la cual se entiende que la formación  del estudiante  es el resultado de la integración dialéctica de lo interno y lo externo en el proceso de la actividad. El profesor-tutor asume una función orientadora en tanto guía el aprendizaje del estudiante, planteándole retos y exigencias que lo conduzcan a lograr niveles superiores de independencia en su formación como persona a través de un  proceso de interacción social.

    En esta concepción la función tutoral es comprendida a partir de la dialéctica entre la directividad-no directividad del proceso de enseñanza-aprendizaje, en tanto ser tutor significa guiar el proceso de aprendizaje del estudiante hacia la construcción autónoma de conocimientos, habilidades y valores.

    El tutor como orientador es directivo en tanto, es la persona experta que tiene los conocimientos, la motivación y los recursos pedagógicos necesarios para guiar el aprendizaje de los estudiantes, pero su directividad, ha de ser flexible de manera que dé espacio al protagonismo y participación de los estudiantes, sólo así es posible potenciar el desarrollo de éste como sujeto de aprendizaje.

    Una valoración de estos roles a partir de las necesidades de la Universidad Contemporánea, que exige la formación de profesionales autónomos para desempeñar su profesión con ética y responsabilidad, permite hacer las siguientes consideraciones:

    • La concepción del tutor como transmisor no potencia la autonomía del estudiante en el ejercicio de la profesión.

    • El tutor como facilitador limita considerablemente sus posibilidades como agente educativo.

    • La función orientadora del tutor favorece la formación integral del estudiante al constituir un elemento rector en el logro de la independencia cognoscitiva y la autonomía de éste como persona.

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