El conquistador silencioso. Una historia ambientada en tiempo real de algo que nunca sucedió
Enviado por Javier Molina
Una historia ambientada en tiempo real de algo que nunca sucedió
En España, cinco barcos se preparaban para zarpar hacia América; Claro que con ocupantes de diferentes países. Mientras todo era cargado, los líderes de ambos ejércitos hablaban entre sí. Mi nombre es Gabriel Da Oliveira-Dijo éste estrechando la mano del otro-. Mi nombre es Juan Olavarría-Dijo el otro repitiendo la misma acción-. ¿De dónde proviene?-Preguntó Olavarría-. Soy Portugués-Respondió el otro-; ¿Y usted?-Preguntó-. Yo soy español -Respondió Olavarría-. Además de sus respectivos soldados, ambos podían ver que, a uno de los barcos ingresaba otra persona que, no contaba con ningún tipo de ejército.
Da Oliveira decidió acercarse al individuo desconocido pero, al final, no pudo ni preguntarle su nombre pues, éste subió rápidamente a su embarcación. Entonces regresó y, prosiguió su charla con el portugués. ¿Cómo hizo para estar hoy aquí?-Preguntó Olavarría-. Debí pedir permiso al rey de España y, éste me lo concedió-Respondió Da Oliveira-. ¿Puedo saber hacia dónde nos dirigimos?-Preguntó-. Sin responder nada, el español fue a preguntarle al capitán de su embarcación sobre su destino. Iremos hacia el virreinato del Perú-Dijo-. Creo que tendré problemas para llegar a algún territorio portugués pero, espero llegar sano y salvo a mi destino-Dijo Da Oliveira-. Luego de desembarcar, yo iré hacia otra colonia española en Sudamérica: Nueva Granada-Argumentó Olavarría-.
Todo estaba listo y, sin saber el nombre de su compañero de expedición, los líderes de españoles y portugueses embarcaron junto a su respectivo grupo y zarparon. Aún les inquietaba saber el nombre de quien viajaba en uno de esos barcos y, también querían saber de dónde venía. Así transcurrieron días y noches y, el desconocido no se dejaba ver; Ni siquiera subía a la cubierta de su barco. ¿Por qué no aparece?-Se preguntó Juan Olavarría-. Esa era la pregunta que siempre se repetía a sí mismo y, a lo largo del viaje no obtuvo respuesta alguna.
Así, sin conocer a su nuevo compañero, seguirían su rumbo hasta llegar a su destino. Era aquí donde tendrían contacto con aquel personaje y uno de ellos conocería sus planes a lo largo de su estadía en Sudamérica. Ya quisiera saber de quien se trata-Pensó Gabriel Da Oliveira-. Lo mismo pensaba en su barco Juan Olavarría en su barco reunido con sus soldados.
El viaje prosiguió día y noche hasta que, luego un largo tiempo en medio de la inmensidad del mar, llegaron a su tan ansiado destino. A partir de aquí iniciaría un largo periodo de luchas entre todos ellos; Luchas que comenzarían con la presencia de unos y ausencia de otros.
Parte I
Era un tormentoso día del año 1627. A las costas de Sudamérica, en lo que en ese entonces era el Virreinato del Perú, llegaron cinco navíos tripulados por militares al servicio de España y Portugal. En uno de aquellos barcos viajaba un personaje que ni españoles ni portugueses esperaban ver. Antes de zarpar desde España, los demás habían intentado interactuar con aquel desconocido pero, fracasaron en dicho intento.
Habiendo desembarcado ya en tierra, se dispuso cada bando a organizarse por su lado. ¿Quién será el que está en el último barco y por que aún no sale? -Preguntaron los españoles-. No se quien sea, pero creo que traerá muchos problemas-Dijo el comandante Español Juan Olavarría-, y la misma pregunta hicieron soldados portugueses pero su comandante Gabriel Da Oliveira respondió asintiendo la cabeza en gesto de no saber.
El comandante Olavarría y su ejército se dispusieron a marchar hacia sus colonias, tal y como había dicho cuando zarpó de España mientras el comandante portugués Gabriel Da Oliveira esperó pacientemente la salida de aquel tan misterioso personaje que aún no se hacía notar. Debieron esperar mucho tiempo hasta que, al fin salió a relucir la figura de un holandés.
Mi nombre es Wilhem Wolf—Dijo este arrodillándose en la arena de la playa-. ¿De donde viene?-Preguntó Gabriel Da Oliveira-. Provengo de Holanda-Respondió este-. Será mejor que lleguemos a un poblado indígena antes de que caiga la noche-Dijo el comandante Da Oliveira quien organizó su ejército y se dispuso junto Wolf a su larga caminata entre la selva-.
Caminaron y caminaron hasta que arribaron a un poblado indígena Quechua donde fueron recibidos por su jefe, un hombre de minúsculo tamaño pero de incomparable fuerza física y mental. Mi nombre es Imuk y soy el dueño de estas tierras-Afirmó este arrodillándose-. Ustedes deben de ser europeos-dijo-. Así es-Respondió Wilhem Wolf-. Fue entonces cuando se efectuó un banquete dentro de una gran choza invadida por un extraño humo que aún perduraba en el aire y que era el recuerdo de una ceremonia religiosa de la tarde de ese mismo día.
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