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Acciones para elevar la cultura medio ambiental en los jóvenes de las ciencias económicas


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    El interés por salvaguardar el medio ambiente es cada vez mayor; aún más si se conoce que su contaminación podría traer como consecuencia la destrucción del universo. El desarrollo impetuoso de las fuerzas productivas ha implicado el incremento de los riesgos ambientales. El avance vertiginoso de la industria ha favorecido al incremento de desechos que se han ido depositando en la tierra o en el mar. En algún momento se llegó a pensar que no causaban prejuicios. En la actualidad se comprende que estas acumulaciones no son más que el legado que se prepara para las generaciones del futuro, que no tienen culpa alguna de la inmadurez del hombre para prever lo que podría pasar si se continúa contaminando el entorno.

    Cuando el hombre primitivo comenzó a asentarse en comunidades agrícolas, los ecosistemas del planeta mantenían su equilibrio y permanecieron prácticamente iguales por un período largo de tiempo, que transcurrió desde la comunidad primitiva hasta las sociedades esclavistas y feudales. Desde la Edad Media se originaron epidemias que diezmaron a la población; esta contaminación se producía fundamentalmente por la acumulación de los desechos en lugares inadecuados para su almacenamiento o purificación. Esto demuestra que las relaciones entre el hombre y la naturaleza no eran tan ideales o armónicas como algunos consideraban.

    Durante milenios las fuerzas productivas no avanzaron con rapidez, por lo que los cambios y el proceso de deterioro del medio ambiente fueron lentos y no tan críticos.

    Con la Revolución Industrial, la sociedad, al incrementarse la producción material, se desarrolló asegurándose un aprovechamiento más amplio y profundo de la naturaleza, por lo que el avance de la tecnología, fundamentalmente la mecanizada, llevaba dentro de sí el germen de la contaminación del medio ambiente.

    En el desarrollo de la sociedad se va haciendo más complejo el uso de las fuentes diversas de energía por el hombre, y el medio ambiente va cambiando cualitativamente. Nuevos recursos naturales son incorporados al arsenal de las fuerzas productivas; se utilizan potentes fuentes energéticas, facilitando el desarrollo de fenómenos destructores, como la contaminación ambiental del agua, el aire y el suelo. Esta contaminación deviene en amenaza, no sólo para el hombre actual sino para las generaciones futuras, que encontrarán en su medio natural los desechos que hoy hemos guardado, escondiéndolos a la vista, pero preservándolos. El optimismo sobre la protección ecológica está basado en las posibilidades de la planificación y regulación del desarrollo de las relaciones sociales, de la producción social material y de la organización de las interacciones entre el hombre, la sociedad y la naturaleza, que solamente llegarán a su culminación en una sociedad avanzada.

    Los antecedentes de estas preocupaciones humanas por la cuestión ambiental se remontan a épocas muy anteriores a esta, sin embargo, la formación de una verdadera conciencia global en este sentido es producto de las corrientes de pensamientos y los movimientos sociales y políticos ocurridos en las décadas de los 60 y de los 70 del siglo pasado.

    Las estadísticas mundiales son impresionantes y vergonzosas. Pero más que los fríos números son los hechos los que han levantado definitivamente la bandera roja de la amenazante crisis ambiental, sus efectos han dejado de ser subliminales y cada día son más palpables.

    El depredador consumismo del Primer Mundo, así como la agobiante pobreza y crecimiento acelerado precisamente de la población pobre del Tercer Mundo, incrementan las presiones sobre el medio ambiente.

    ¿Renunciarán las naciones ricas al bienestar alcanzado?, ¿Renunciaremos los países pobres a nuestro desarrollo?

    Se hace necesaria una nueva concepción del desarrollo y del progreso social que no ha llegado a su fin, como algunos ideólogos de la posmodernidad pregonan.

    ¿Cómo se puede tratar de imbuir a nuestras culturas periféricas del agotamiento posmodernista, si la histórica e injusta desigualdad del mundo no nos ha permitido alcanzar siquiera la modernidad?, ¿Cómo ser posmodernos sin haber sido modernos?

    Indudablemente, el modelo primer mundista no es el camino ni siquiera por el que deben continuar ellos mismos. Se necesita un modelo de desarrollo que sea sostenible por la capacidad de carga de la tierra. Es evidente que el desarrollo sostenible o sustentable es una necesidad objetiva del presente si la humanidad quiere tener futuro; sin embargo, requiere ser redefinido y enriquecido en sus fines y estrategias a partir de una perspectiva genuinamente global que incluya también las verdaderas urgencias y aspiraciones de quienes más necesitan de él: los pobres de esta Tierra que tristemente son la abrumadora mayoría de la población mundial.

    Emprender el camino del desarrollo sostenible no depende sólo de la adopción de directrices o acuerdos en el campo económico o político, sino, en lo esencial de drásticos cambios sociales a escala planetaria que permitan poner realmente al hombre en el centro del progreso social. Requiere primordialmente de que lo anterior es cierto, pero se necesita también de la formación estructurada de un nuevo sistema de valores, es decir, de acciones encaminadas a elevar la educación ambiental.

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