A diferencia de Ferdinand de Saussure, quien precisó las bases para el estudio de los sistemas de significación, Peirce desarrolla el estudio de los signos a partir de las relaciones triádicas que se manifiestan en su "interioridad" (semántica) como también en su "exterioridad" (semiosis). Ambas comprensiones del signo (semántica y semiótica) están inscritas en una teoría general que tiene una fundamentación lógica operativizada a partir de las categorías universales del ser. En efecto, no deben separarse –en la propuesta peirceana- el nivel fenomenológico (categorías del ser) y el nivel semiótico (la concepción de signo).
Fenomenología y Semiótica
Toda la propuesta peirceana es como un edificio que se encuentra cimentado en tres conceptos escogidos deliberadamente (como dice Peirce). Estos conceptos son las categorías universales en que el ser es, en un sentido fenomenológico particular, de hecho nos referimos a primeridad, segundidad y terceridad.
FENOMENOLOGIA Y SEMIOTICA EN PEIRCE[1]
Este cuadrado nos permite comprender las dos dimensiones en las que se considera el signo: en la dimensión fenomenológica o faneroscópica[2]y en la dimensión semiótica (esta última es la que nos interesa de manera especial). A partir de la fenomenología y según un orden jerárquico, Peirce manifiesta que: la terceridad implica la segundidad y a la vez, la segundidad implica la primeridad. Estas "implicaciones" de las categorías mencionadas no pueden concebirse en un orden inverso.
a) "Primeridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna cosa".
b) "Segundidad es el modo de ser de aquello que es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero con exclusión de toda tercera cosa".
c) "Terceridad es el modo de ser de aquello que es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosas entre sí" (Peirce, 1986: 90).
La primeridad es una cualidad en sí misma, es como una primera impresión no analizada, no puede ser pensada como un hecho real sino simplemente como una posibilidad de apariencia.
La segundidad "… es la experiencia del esfuerzo, con prescindencia de la idea de intencionalidad…" (Peirce, 1986: 87). Es la idea elemental de algo que posee un carácter en relación con algo más, expresa una relación con lo otro, es una acción dinámica en "bruto".
Y la terceridad es la relación triádica que se actualiza entre un signo, su objeto y el interpretante, que es en sí mismo un signo. Es considerado en el orden de la razón, de la ley y de la representación.
Sólo es posible hablar de signo cuando éste es ya un tercero, de otra manera es imposible. La concepción del signo como un tercero nos abre a nuevas posibilidades de comprensión de los fenómenos sociales, a la vez, rompe con las formas de pensamiento dicotómicas que no ayudaban a comprender fenómenos complejos.
La terceridad (que incluye a la segundidad y a la primeridad), puede ser genuina o degenerada, es decir, puede ser monádica o diádica según se desglosen los elementos de la tríada como primeridad o como segundidad. En fin, la tríada es la genuina terceridad (cfr. supra). Pero no es nuestro propósito desarrollar todo el esquema complejo que propone Peirce, empero es importante enfatizar que hablamos de signo sólo cuando éste es una representación, es decir, una terceridad.
El signo
Desde una perspectiva faneroscópica y semiótica, el estudio del signo se fundamenta en su relación triádica. En otras palabras aquello que conforma al signo es la relación triádica que establece desde sí mismo al tomar el lugar de un objeto para un interpretante:
Un signo, o representamen, es algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento (ground) del representamen (Peirce, 1986: 22 las cursivas son del autor).
Con fines didácticos, recurramos a un esquema elaborado por Mariluz Restrepo (1993):
ELEMENTOS EN LA RELACIÓN SÍGNICA
Distinguiendo cada uno de los elementos:
El representamen
El Representamen es la condición general de representación del signo, es el poder-ser-representante. Es lo que posibilita que la relación triádica se efectúe eficazmente, a la vez, determina que el interpretante se convierta de nuevo en representamen (signo) del mismo objeto para un nuevo interpretante (otro signo).
Umberto Eco, nos aclara que el "representamen" es igual al "type" (tipo) que se constituye en el cimiento de la significación, mientras que el signo será el "token" (concreción del "type") que tiene la función de comunicación o de la transmisión de la significación (1988:93). En ese sentido, el signo no es una entidad estática sino se desenvuelve en la relación triádica (dinámica).
Si consideramos al Signo de manera particular, distinguiremos dos características que le son propias –como dice Mariluz Restrepo (1993: 121) interpretando a Peirce-; la cualidad material que lo compone "físicamente" y la "aplicación puramente demostrativa" (a.p.d.), que es la capacidad de conectarse "realmente" con el objeto que representa o con otro signo del mismo objeto.
El signo como terceridad
El signo se manifiesta sólo en la terceridad (nivel fenomenológico). En ese sentido, toda idea, toda representación, todo pensamiento es ya un signo, porque "…como no puede haber un General sin Instancias (sic) que lo encarnen, igualmente no puede haber un pensamiento sin Signos" (Peirce, 1986: 81). Quiere decir, que sólo a través de los signos podemos "acceder" al conocimiento de la realidad.
Signo y objeto
Por otra parte, el signo representa a un determinado objeto, pero es lógicamente predecible que el signo no representa fielmente a tal objeto. Así esta representación debe –necesariamente- representar al objeto como independiente del mismo signo. Peirce denomina a este "desbordamiento" del signo por el objeto y que se encuentra en el signo mismo como el Objeto mediato o dinámico, "… que es la realidad que, por algún medio, arbitra la forma de determinar el Signo a su Representación" (Peirce, 1986: 65).
Cuando el objeto dinámico o externo se "forza" sobre el signo y se constituye en objeto en el signo mismo, entonces es cuando distinguimos al objeto inmediato, que "… es el objeto tal como es representado por el Signo mismo…" (Peirce, 1986: 65).
Cabe aclarar, que el signo no solamente representa a un objeto de una determinada manera, también el propio signo representa su relación de representación con el objeto en un segundo nivel, lo cual tan solamente debe ser comprendido en el marco de la semiosis.
Efectivamente, tanto el objeto dinámico como el objeto inmediato son producidos en el proceso de la semiosis. Pero si los consideramos en el nivel de funcionamiento de cada signo en particular, el objeto dinámico (como desbordamiento del objeto en el signo) establece la independencia del objeto en relación con el signo. En esa perspectiva puede comprenderse lo que menciona Peirce:
El signo puede solamente representar al Objeto y aludir a él. No puede dar conocimiento o reconocimiento del objeto. Esto es lo que se intenta definir en este trabajo por Objeto de un Signo: vale decir, Objeto es aquello acerca de lo cual el Signo presupone un conocimiento para que sea posible proveer alguna información adicional sobre el mismo (Peirce, 1986: 24).
El objeto dinámico debe ser entendido como aquello que ya se conoce en el momento en que el signo nos dice algo más acerca del objeto. Así, podemos columbrar el encuentro del objeto dinámico y la realidad. Por un lado percibimos el "desbordamiento" del objeto en cada encuentro y de esta manera introduciendo al juego la misma dimensión temporal, que implica la consideración del tiempo (el pasado: hábitos o leyes adquiridas en la sociedad). Por otro lado, la adquisición de experiencias potenciales en el futuro.
Entonces, el signo nos remite al objeto, lo representa, pero siempre de una determinada manera. Es decir, el signo "… está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el fundamento (ground) del representamen" (Peirce, 1986:65).
El fundamento o "ground" del "representamen" (del signo), es el objeto en que el signo toma el lugar del objeto. Es el fundamento de la plurisemia, cuando un signo puede tener varios objetos, como un objeto puede tener varios signos. Gracias a este mecanismo, se comprende el crecimiento desmedido del conocimiento.
El ground, también puede entenderse como la suma de significados (significado considerado en la acepción saussuriana) que adquieren su significación gracias a la acción de los interpretantes (Eco, 1987).
El interpretante
Por último, el Interpretante[3]es como el "efecto sígnico" producido por la acción de la relación triádica que establece el signo. Así, se pueden distinguir tres tipos de posibles "efectos sígnicos":
a) Una sensación producida que es igual al interpretante emocional, perteneciente a la categoría fenomenológica de primeridad.
b) Un esfuerzo muscular o esfuerzo en el fuero interno (interpretante energético), perteneciente a segundidad.
c) Un concepto o signo mental o pensamiento (interpretante lógico), en el orden de la terceridad.
d) El interpretante es el fundamento de la semiosis como acción propia del signo sobre el mundo que implica el juego de la significación.
Al interior del proceso de representación, el interpretante puede ser inmediato (mera posibilidad), dinámico (efecto realmente producido) e interpretante final (el "significado total" del concepto).
En definitiva, en la relación triádica, que de por sí es ya un signo, es el signo el que determina los otros dos componentes, queremos decir, el objeto y el interpretante. Para comprender esta afirmación, es necesario ubicarnos bajo los principios de la jerarquía de las categorías propiamente dichas (primeridad, segundidad y terceridad).
La Terceridad es la relación triádica que existe entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretador, que es en sí mismo un signo, considerada dicha relación triádica como el modo de ser de un signo. Un signo media entre el signo interpretante y el objeto (Peirce, 1986: 92 las cursivas son del autor).
El funcionamiento significante de cada conformación triádica en sí misma nos muestra que el signo se constituye en la dominante de ese funcionamiento, porque el objeto y el interpretante sólo pueden ser terceridades terciarias si el signo mismo lo es. Pero si fijamos nuestra mirada al exterior de cada modalidad de funcionamiento triádico, es decir, en la semiosis misma, entonces la producción de los signos será determinada por su objeto.
Como puede verse, el quid consiste en afirmar, la consistencia de ambos polos: signo – realidad, aunque paradójicos en extremo, pero nos demuestran que existe una "realidad" que no depende de nuestras percepciones y que a la vez la noción misma de "realidad" solamente puede ser concebida en el interior de la semiosis infinita.
Queda claro que el fundamento de los signos está "materializado" en lo que Peirce ha llamado hábito, que al mismo tiempo es el "interpretante final". Puesto que "… la función esencial de un signo es transformar relaciones ineficientes en otras que sean eficientes (…) para establecer un hábito o regla general…" (Peirce, 1986: 92).
Y el hábito será tal en cuanto tiene validación en lo social (comunidad de comunicación), y de esta manera lo social se presenta como el fundamento último (dinámico) de la realidad y al mismo tiempo como el fundamento último de la verdad y la falsedad.
Las cogniciones que nos llegan por tanto mediante esta serie infinita de inducciones e hipótesis (…) son de dos tipos, las verdaderas y las no-verdaderas, o cogniciones cuyos objetos son reales y cogniciones cuyos objetos son irreales. Pero, ¿qué significamos por real? Se trata de un concepto que tenemos que haber tenido primero cuando descubrimos un irreal, una ilusión, es decir, cuando nos corregimos por vez primera (…). Lo real, pues, es aquello a lo que, más pronto o más tarde, aboca la información y el razonamiento, y que en consecuencia es independiente de los antojos tuyos o míos. Por lo tanto, el auténtico origen del concepto de realidad muestra que el mismo, implica esencialmente la noción de COMUNIDAD, sin límites definidos, y susceptible de un crecimiento definido del conocimiento (Peirce, 1988: 118 las mayúsculas son del autor).
La verdad y la falsedad de las "cogniciones", cuyos objetos pueden ser reales o falsos son determinadas por una comunidad social. Podemos comprender así, que es en el ámbito de las "cogniciones no-verdaderas" donde versan referentes irreales, es decir, que no tienen –necesariamente- "objetos reales", pero gracias a este reconocimiento se hace posible la construcción y reconstrucción de lo irreal, o en palabras de Umberto Eco (1987: 172 ss), la recreación y presuposición de los "mundos posibles".
Bibliografía
ECO, Umberto:
1987 Lector in fabula, 2da. edic. Barcelona: Lumen.
1988 Tratado de semiótica general. 4ta. edic.Barcelona: Lumen.
PEIRCE, Charles Sanders:
1986 La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva visión.
1988 El hombre un signo. Barcelona: Crítica.
RESTREPO, Mariluz:
1993 Ser, signo, interpretante. Santafé de Bogotá: Significantes de papel.
SAUSSURE, Ferdinand:
1980 Curso de lingüística general. 20ma edic. Buenos Aires: Losada.
VERON, Eliseo:
1993 Semiosis social. 1ra. reedic. Barcelona: Gedisa
Autor:
Ausberto Aguilar
[1] Cfr. Veron, 1993: 105
[2] “La faneroscopia es la descripción del phaneron; por phaneron entiendo la totalidad colectiva de todo lo que, cualquier sea la manera y el sentido, está presente al espíritu, sin considerar en modo alguno si ello corresponde a alguna cosa real o no”. cfr. Peirce, en: Veron, 1993: 106.
[3] No siempre es el sujeto o intérprete, sino puede abarcar procesos de gran magnitud.