Carolina sufría con la tristeza de su madre, pero el convento de Altstatten, que era el que había escogido, la atraía como un imán y finalmente el l de octubre de 1880 ingresó en él.
No obstante, pronto le sobrevino una inmensa nostalgia por la soledad en que quedaba su madre y vaciló varias veces intentando regresar a su lado; pero Dios le dio la gracia de superar ese tremendo obstáculo y a fuerza de oración, sacrificio y firme voluntad, pudo sobreponerse a tan dura prueba.
Así el lo. de marzo de 1881 recibió el hábito de franciscana y cambió su nombre de Carolina Brader Zahner por el de SOR MARIA CARIDAD DEL AMOR DEL ESPIRITU SANTO.
Se iniciaba así para Carolina la realización del gran ideal de su vida: entregarse a Dios en pobreza y austeridad.
La joven novicia Caridad se entregó con todo el ardor de su alma a las prácticas de la vida religiosa. Sus cohermanas contaban cómo se distinguió por el cumplimiento de sus ejercicios piadosos y su amor y gran reverencia a Jesús Sacramentado.
La oración comunitaria la hacía con gran fervor y unción; su sonora voz sobresalía entre la de sus hermanas hasta tal punto que la llamaban "la campana del coro".
Las superioras apreciaron su gran talento y su capacidad de aprender; por lo mismo se preocuparon para que se perfeccionara más en sus estudios y en las obras manuales.
Esta misma preocupación la mantendría ella en la formación de las futuras hermanas de su congregación. Solía decir: "la religiosa dedicada a la enseñanza debe profundizar cuanto más pueda en la ciencia para dar gloria a Dios."
A pesar de su dedicación a los deberes intelectuales, no se eximía de los trabajos domésticos; alegremente acudía al lavado de la ropa, limpieza de la casa y demás faenas.
No había privilegios para nadie y esta norma la practicó durante toda su vida. Más tarde, en calidad de fundadora, la inculcó a sus hijas.
La vida religiosa colmaba plenamente sus anhelos; la felicidad se transparentaba en su rostro y el júbilo, que no pocas veces exteriorizaba con espontáneas carcajadas, era la nota predominante con la que sabía infundir alegría en el ambiente que la rodeaba.
El 22 de agosto de 1882 en la octava de la fiesta de la Asunción de la Virgen y cuando apenas había cumplido 22 años, hizo su profesión solemne de observar la Regla Franciscana hasta la muerte.
Durante 6 años ejerció el magisterio en el colegio de Altstatten. En 1888 llegó a esas tierras Monseñor Pedro Schumacher, obispo de Portoviejo en el Ecuador, quien solicitó a las religiosas de ese monasterio su ayuda para las misiones de América, donde no existían comunidades religiosas para evangelizar a los pueblos, especialmente a los indígenas.
Entonces 7 religiosas obtuvieron el permiso del Santo Padre para abandonar el monasterio y viajar a esas regiones totalmente desconocidas. Entre ellas estaba la MADRE CARIDAD BRADER.
Al emprender la larga y difícil ruta, la joven Caridad nunca imaginó que Dios la predestinaba para que, con el correr de los años fuera la fundadora de las FRANCISCANAS DE MARIA INMACULADA.
Ecuador
El 19 de julio de 1888 salieron del convento de Maria Hilf, en Suiza, las 7 religiosas misioneras para emprender una arriesgada aventura desafiando todos los riesgos que pudieran correr en ella. Llegaron a las costas del Ecuador y el 8 de agosto se instalaron en un pueblo.
Como en el Ecuador la situación política presagiaba una persecución religiosa, la entonces superiora, Madre Bernarda Buttler, aconsejada por Monseñor Pedro Shumacher, Obispo de Portoviejo, determinó efectuar una fundación en Túquerres, Colombia, para tener un posible refugio en caso de verse obligadas a salir de dicho país. Para esta fundación envió como superiora a la Madre Caridad con 6 religiosas.
Con indecibles dificultades, en la pobreza más absoluta, confiando únicamente en la Providencia de Dios, estas jóvenes religiosas inician lo que en aquel tiempo era una verdadera temeridad: viajar a regiones desconocidas y por caminos casi intransitables.
Colombia
El 31 de marzo de 1893 llegaron estas valientes misioneras a Túquerres donde recibieron una alegre y entusiasta bienvenida; y es aquí donde empieza a escribirse la historia de la Congregación en la cual se han suscitado grandes y pequeños acontecimientos: alegres unos, tristes y dolorosos otros, pero a través de los cuales siempre se manifestó la protección de Dios.
Hechos providenciales dieron más tarde por resultado que de la primitiva comunidad establecida en Chone nacieran para la Iglesia dos Congregaciones Hermanas: Las Franciscanas de María Auxiliadora con sede en Cartagena, y las FRANCISCANAS DE MARIA INMACULADA con sede primero en Túquerres y después en Pasto.
Desarrollo
Dios en sus inescrutables designios tenía destinada a la Madre Caridad, quien en esa época contaba apenas con 33 años de edad, para ser la fundadora de la Congregación que se iniciaba en tierra colombiana.
Los primeros años en Túquerres estuvieron marcados por la más impresionante pobreza. Hay que tener en cuenta que las religiosas salieron del Ecuador llevando consigo únicamente lo estrictamente necesario para su uso personal; de manera que al instalarse en su nueva casa, carecían de todo…
La gente fue muy buena en un principio y les prestó lo indispensable, como utensilios de cocina, mesas, sillas, bancas, etc., pero poco a poco comenzaron a reclamarlos de manera que la situación era de escasez absoluta y absoluta también la imposibilidad de salir de ella.
Así comenzó la CONGREGACION FUNDADA POR LA MADRE CARIDAD!
Ya vimos cómo la Madre Caridad y sus jóvenes religiosas llegaron a Túquerres después de un penoso viaje y, gracias a la ayuda de los Padres Capuchinos y de la buena gente del lugar, pudieron organizarse para iniciar una nueva etapa en su vida.
Como no habían llevado ningún equipaje, no tenían cómo dotar la casa de los elementos indispensables para vivir. Dijimos antes que las señoras les prestaron algunos muebles, pero para sus oficios y faenas carecían de todo.
No tenían sino 3 cucharas y 3 platos; de manera que debían almorzar y comer por tandas, pues ellas eran 7… Lo mismo sucedía con los asientos. Tenían únicamente 3 banquitos que los cargaban de la capilla al comedor y de allí al lugar en donde se fueran a reunir.
¿Y qué decir del frío? Recordemos que venían de un clima muy ardiente como es el de Chone, y de repente les toca vivir en una región muy fría, pues Túquerres está situada a 3.500 mts. sobre el nivel del mar; el no tener ni abrigo ni cobijas suficiente, constituía para ellas un sacrificio de grandes dimensiones.
Pero la caridad de los tuquerreños fue espléndida y gracias a ellos la Congregación pudo sobrevivir. Una de las señoras hizo una colecta entre los vecinos y recogió 227 pesos… que entregó de inmediato a la Madre Caridad.
En este entonces el peso tenía mucho valor y por lo mismo la Madre pudo comprar algo de lo más indispensable: ropa apropiada para el frío y algunas cobijas.
Por la estrechez del local se tuvo que escoger para dormitorio un corredor que a pesar de los arreglos que se le hicieron quedó expuesto a la intemperie. Allí tuvieron que dormir las primeras jovencitas europeas; pero todas esas penalidades las soportaron con alegría porque su espíritu de sacrificio era inmenso y querían seguir las huellas del pobrecito San Francisco de Asís.
Los Padres Capuchinos les prestaron unos colchones y un benefactor les proporcionó unas camas; ellas se sentían felices en medio de tantas privaciones.
Ni siquiera disponían del calzado necesario; de manera que cuando se veían obligadas a hacer una salida, debían prestárselo mutuamente; para estar dentro de la casa, la Madre Caridad les consiguió alpargatas porque eran más baratas y las fabricaban en el lugar.
A todas estas dificultades hay que añadir el aprendizaje del castellano y todos los sacrificios que trae consigo la enseñanza a las niñas en la escuela.
Si seguimos de cerca los contratiempos, privaciones y sacrificios de las primeras franciscanas, tenemos que reconocer que su vida fue verdaderamente heroica.
Llegaba el momento de iniciar en forma la misión apostólica de las franciscanas al frente de la cual estaba la Madre Caridad con un pequeño grupo de jóvenes religiosas.
Era entonces obispo de Pasto, a cuya diócesis pertenecía Túquenres, Monseñor José Manuel Caicedo y él autorizó la fundación de la comunidad de la Madre Caridad en Colombia para dedicarse a la educación de las niñas.
Conclusión
Bibliografía
- Dolorosa, Celina, 1970. La Madre Caridad. Pasto – Colombia
- Villegas v. Mariela, López G. Rosa Amalia, Delgado A. Rosa. (1930). Caridad es su Nombre.
- Boxler Carlos Los Jinetes eran Mujeres
- Epigando Recuerdos
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Rafael Enrique Alfaro Ramirez
Colegio María Inmaculada de Grecia
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