La hermosura de Leonor, que el Justiciero destaca en sus poemas, es acompañada por una gran astucia e inteligencia, como se observa en el siguiente fragmento:
E Dios Padre ennobleció una dueña de gran altura […]/ e dióle sseso e ssabençia/ e de razón la conplió, / de graçia e de parençia/ flor de quantas omne vió; […]
Es extraño que se mencione como atributo de una dama la inteligencia, debido a que se creía que eran de saber limitado. Pero hay pruebas sobradas sobre la astucia de Leonor, que le sirvió tanto para lograr ubicar a sus hijos en puestos de poder llenándolos, a través de Alfonso XI, de títulos y riquezas. A Enrique, se lo nombró conde de Trastámara, y sobre Fadrique recayó el maestrazgo de la Orden de Santiago; dando las de Calatrava y Alcántara a sus parientes. Ante cada uno de los nacimiento de sus hijos, de la decena que gestó Leonor, el rey le otorgaba extensas posesiones que convirtieron, en palabras de Hilario Fernández, a La Favorita en una poderosa señora feudal, cuyos dominios se extendían por Villagarcia de Campo, Alcalá de Guadaira, Paredes de Nava, Medina Sidonia, Menzón Algeciras, Tordesillas, Huelva, Córdoba, Lucena; todas estas posesiones correspondían a Castillos de la actual Andalucía.
El rey conoció a La Favorita, en 1330 aproximadamente y desde ese momento la instaló con gran lujo en Sevilla, mientras que María de Portugal se retiró a territorio luso. Desde ese momento, en Castilla se consideró a Leonor como la reina de facto. Tal actitud no careció de consecuencias, el Papa Benedicto XII, quien consideraba la derrota del monarca castellano y la perdida de Gibraltar en 1333 como un castigo por su relación pecaminosa, escribirá desde Aviñón a Alfonso: Examina tu conciencia y mira si no te habla nada acerca de esa concubina a que hace tanto tiempo estás demoniadamente apegado en detrimento a tu salvación y de tu gloria .El Sumo Pontífice entiende, que Dios ha castigado al monarca castellano para que reflexione y regrese a las normas que impone la Iglesia. La manera de expresarse de Benedicto XII es similar a la que Matfre Ermengaud un siglo antes utiliza para referirse a una faceta muy especifica del amor: […] Satán inflama de tal modo su alegría y con tanta pasión incendia su alma que, por exceso de amor, les lleva a adorar a sus mujeres; y mientras deberían amar al Creador […] idolatran a su damas pecaminosamente, y por ello las convierten en su divinidad.
En ambos fragmentos se observa la presencia del demonio ligada a las mujeres para hacer pecar a los hombres, idea que se remonta en la tradición judeo – cristiana al mismísimo Génesis en el que Eva hace caer de la gracia divina a Adán.
Frente al método coercitivo que aplica la Santa Sede, el soberano portugués Alfonso IV utiliza una más coactivo, la guerra; en la cual el papado intervendrá como mediador. La guerra, que comenzó en 1334, coaligó a los nobles castellanos con el monarca portugués contra Alfonso XI porque éste traía consigo a doña Leonor dejando de lado a doña María. La paz de 1340 se alcanzó con la siguiente condición: que el Rey de Castella ficuo de tratar dy em diante a Rainha, sus moler, como deuya, e que nom trouxese com syguo Lianor Nunnez, como trazia.
Durante su reinado Alfonso XI recibió múltiples críticas, desde que desoía los requerimientos del papa, hasta que era Leonor quien manejaba los asuntos de gobierno. Según sus coetáneos, la pareja regia vivía una pasión irrefrenable y casi desbordada. Se decía que Alfonso XI siempre tuvo el corazón puesto en ella y que el rey la amó e la prescio mucho bien. Es digno de destacar en el Poema de Alfonso XI, de autor anónimo, la descripción de lo que le ocurre a un monarca al enamorarse, Omne que non ha amor, nunca puede bien façer, a los reyes faz olvidar los regnos e su valia. Ello me hace pensar que a pesar de que en dicha obra se resalten las virtudes de la Favorita, también nos muestra que el rey, al igual que opinaban sus opositores, ante la presencia de su amante, se turbaba y rendía a las pasiones. Tal acusación se ve reforzada por Camella López al decir que Alfonso fazia mucho lo que la dicha Leonor quería y que no guardando la honra debida a María, permaneciendo en mancebía con otra mujer, a la que dispensaba toda merced,[formándose en torno a ésta] un circulo socio – político no institucionalizado. Sobre el gobernar bajo el efecto de las pasiones el franciscano Eiximenis escribirá:
Del gobierno de la comunidad han de estar apartados jóvenes y mujeres, porque todo lo hacen apasionadamente, guiándose más por el corazón que la cabeza. Personas apasionadas no pueden dar buen consejo.
En respuesta a la afirmación del franciscano cabe citar un refrán que no descarta el consejo por el solo hecho de ser mujer, a pesar de que la imprudencia derivada del apasionamiento aun se halla presente, el cual dice:
Aunque vemos comúnmente que el consejo de mujer/ no suele ser muy prudente, / a las veces de repente/ acontece bueno ser. / Y la propia mujer/ aunque el consejo sea poco/ caso puede suceder/ en que sea menester/ y quien no lo tome es loco;
Además Cristina de Pizán saldrá a la defensa de la mujer al señalar:
Veréis como los hombres os acusan de los peores defectos, quitadles las máscaras que nuestras brillantes cualidades demuestren la falsedad de sus ataques.
La separación de hecho que aplicó el rey castellano a María de Portugal puede deberse a que para la época se exigía a la mujer que fuese prolífica, era la necesidad de la que dependía la unión en el matrimonio, aunque desde el siglo XIII la Iglesia había dejado de considerar argumento suficiente a la esterilidad para la anulación matrimonial seguía perviviendo aun la presión social al respecto. Es por ello que al cotejar la fecha en la que se conocieron Alfonso y Leonor y la del nacimiento de Pedro I observamos que hay cuatro años de diferencia, entre 1330 y 1334, lo que hace pensar que la boda celebrada en 1328, como resultado del acuerdo luso – castellano del año anterior, al no fructificar en una descendencia abundante a los dos años del enlace comenzó a generar en los castellanos la imagen de una reina estéril; lo cual si no era causante de anulación matrimonial era justificativo para que en 1330 Alfonso estableciera una concubina paralela a la reina. Además el concubinato y la prostitución no eran temas nuevos para los castellanos y menos aun para los cortesanos. Esta afirmación la demuestra Andrés el Capellán en su Tratado sobre el amor cuando dice que:
Más vale negociar públicamente con mujeres de prostíbulo y comprar su cuerpo a bajo precio que verte expoliado de tus riquezas por otra, que fingiendo amarte… actúa como una prostituta, pues como bien es sabido, en el mercado se compra mejor lo que está expuesto a la venta que lo que el comprador reclama al vendedor;
Tales palabras encajarían a la perfección en el pensamiento de muchos coetáneos a la pareja, quienes veían en Leonor una arribista. Asimismo este consejo no hubiera sido explicitado de una manera tan gráfica si no estuviera tan generalizado y fuese su uso tan común que fue necesario prohibirlo, o censurarlo en este caso, para ver si era posible disminuir su proliferación en el estamento superior de la sociedad.
Un elemento que destaca en una sociedad profundamente religiosa es la idea de matrimonio expuesta en La historia de mis desgracias, allí Eloísa se opone a desposarse, luego de haber dado a luz a su hijo Astrolabio, diciendo que este sacramento convertiría en imposición lo que es libre entrega de si misma al amado. Pero a pesar de ello Pedro Abelardo, su amante, llega a un acuerdo con el tío de Eloísa, Fulberto, por lo que el matrimonio se concreta.
Refiriéndose a este fragmento de la obra, Franschesti dirá que Eloísa prefería seguir siendo la prostituta de su Pedro antes que diluir en el matrimonio su amor; a la vez que asegura que goliardos y teóricos del amor cortés exaltaban el amor natural frente al vínculo nupcial. Incorporar este elemento a nuestro análisis es importante debido a que nos presenta otra consideración respecto a el matrimonio, muy diferente al expuesto por la Iglesia Católica y que tal vez pueda haber influido en la sociedad castellana de su tiempo; pero para Duby el ejemplo de Eloísa no era digno de imitarse sino que se constituyó en un símbolo negativo de la pecaminosidad femenina.
En la opinión de Marina Montesano el matrimonio medieval era básicamente una cuestión de vínculos entre familias y linajes, en donde los intereses de la familia debían primar por sobre las voluntades individuales; lo cual se divisa claramente el la relación entre María y Alfonso, quienes fueron desposados como resultado de un tratado entre reinos para asegurar la buena voluntad de las partes y una paz duradera. Aquí en ningún momento el amor estuvo presente y es patente el desprecio del monarca hacia su esposa al momento que un tratado de paz con Alfonso IV de Portugal lo obligo, como se ha mencionado anteriormente, a mejorar el trato dispensado por Alfonso a María.
La relación que mantenían los nobles y monarcas con prostitutas devinieron en una cantidad de bastardos que crearon la necesidad de legislar al respecto, plasmándose en las Partidas de Alfonso X, las que distinguen entre hijos legítimos e ilegítimos, pero son tan legítimos los hijos habidos en el matrimonio como aquellos nacidos de una barragana si posteriormente los padres se unían en matrimonio; pero hasta que esto ocurriera se los consideraba naturales, lo que quiere decir tanto como ilegítimos.
Leonor no es solo una amante regia, sino que también encarna en su persona un ejemplo de la vida de una viuda a fines de la Edad Media. La Favorita se había casado en primeras nupcias con el caballero don Juan de Velasco, del cual enviudó en 1328. La legislación civil y eclesiástica permitía que la viuda se casase nuevamente, pero los moralistas aconsejan que solo buscase segundo marido como remedio a la concupiscencia, y aun en estos casos se debería guardar un año de luto. Cosa que apretadamente cumplió Leonor, ya que algunos autores aseguran que la relación con el monarca se concretaría en el año 1329 o 1330 a más tardar. A pesar de que la legislación permitía que la viuda rehiciera su vida, el clamor popular no era de ese parecer ya que aseguraba en un refrán que las sopas y los amores los primeros son mejores, aludiendo a que un segundo amor viviría a la sombra del primero. También existe literatura que defiende el derecho del amor de viuda, como el siguiente verso:
La mujer por haber sido/ antes con otro casada/ no suele perder marido, / mas muchas veces se vido/ ser mucho más demandada. / Ni deja de ser honrada/ la que casarse procura/ mas merece ser loada; / así que boca besada/ diz que no pierde ventura.
Se le debe reconocer a Leonor, la habilidad que demostró para asegurar el porvenir de sus hijos, ya que sabía que a la muerte de Alfonso los opositores a este matrimonio de hecho, y a los intereses que con el se habían lacerado, atacarían con saña para acabar con cualquier posibilidad de reclamo de la línea bastarda del monarca. Entabló una compleja relación de vínculos con los reinos peninsulares y en menor medida con Francia e Inglaterra. Con Portugal las posibilidades de dialogo estaban truncadas obviamente por el repudio sufrido por la hija del rey. En Aragón buscó el matrimonio de Enrique con Constanza, que al fin dio por tierra. Pero, luego de haber muerto Alfonso en 1350 en el cerco de Gibraltar a causa de la Peste Negra, y recluida por órdenes de Pedro I en el Alcázar orquestó su última jugada; casó al futuro Enrique II con doña Juana Manuela, hija de don Juan Manuel, quien era descendiente de los Infantes de la Cerda. Con estas nupcias Leonor se aseguraba que su hijo o sus nietos acabarían con el problema sucesorio y heredarían legítimamente el trono castellano – leonés. Su muerte la encontró en Talavera de la Reina, donde fue asesinada, según se cree, por ordenes expresas de la reina madre María de Portugal.
La multiplicidad de factores que se hallan presentes en este romance regio lo convierte en un caso complejo e ilustrativo de la realidad que se vivía en la baja Edad Media. el llamarlo ilícito o no depende del punto de vista desde el que uno quiera analizarlo, desde la visión de la Iglesia o la contractual; el rey con tal accionar está contraviniendo las normas estipuladas; pero junto a estas normativas existían otros valores compartidos por el pueblo y la nobleza que, como se ha podido observar, si no permitían tampoco prohibían las relaciones en concubinato, las cuales se hallaban tan profundamente arraigadas en las costumbres de la nobleza que la Santa Sede no tenia la suficiente fuerza como para erradicarlas a pesar de que el evangelio es taxativo al respecto.
Además en la nobleza el matrimonio era visto como una transacción comercial más que como un enlace ante Dios. Es por ello que Benedicto XII le pide un examen de conciencia y no le demanda que abandone su estado de pecado a Alfonso; mientras que la única actitud condenatoria vendrá por parte del padre de María, a quien se la rebaja ante el rechazo de su esposo y el exilio en la corte paterna. No podemos dejar de considerar que a la par de los valores cristianos, pervivían otros provenientes de la tradición romana o germana que exaltaban el poder y autoridad regia, los cuales le permitían al monarca, como se ha visto, trasgredir las normas y los valores que primaban en su época.
Es necesario mencionar que el poder y dignidades de la corona les otorgaba a los soberanos de reinos y principados la permisividad de la Iglesia, mientras que en las clases populares el control y sometimiento tanto a las normas civiles como canónicas era mucho mayor. A causa de esto es que la relación de Leonor y Alfonso no es tanto relevante por la ruptura que provoca con las tradiciones o costumbres, sino que encajaba perfectamente en los cánones de la época, sino por su duración, publicidad y consecuencias; ya que pasado unos años se producirá el inevitable enfrentamiento del bastardo Enrique y el legitimo Pedro, ambos hijos de Alfonso XI, por el trono de su padre. Del que logrará imponerse el primero en la batalla de Montiel a pesar de su origen ilegítimo
Federico Javier Asiss González
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