Una pareja contra su época. La relación de Alfonso XI el Justiciero y Leonor de Guzmán
Enviado por Federico Javier Asiss González
Abstract:
La vida cotidiana es un elemento común en reyes y plebeyos; se compone de lo rutinario, pero también de aquello que trasgrede lo "normal" para una sociedad. Uno de estos casos claros de trasgresión fue el del monarca castellano Alfonso XI, el cual rechazando a su esposa María de Portugal, eligió vivir con su concubina Leonor de Guzmán; la cual nunca ocultó sino que la inmortalizó en diversas obras que perviven hasta nuestros días. De esta relación surge la bastarda dinastía Trastámara, común a las coronas de Castilla y Aragón hasta los Reyes Católicos. Lo vivido por ésta pareja fue conocido por toda Europa y existe sobrada información sobre su romance como para preguntarnos como fue permitida tal osadía y contravención a lo políticamente correcto en una sociedad en la que los valores profesados por la Iglesia Católica estaban sosteniendo todo el entramado de relaciones sociales, o por lo menos es la imagen que vulgarmente se tiene de una época homogeneizada tras la cruz y el yelmo. Me es lícito entonces, plantear la posibilidad de que existiera una consideración especial para aquellos que detentaran el poder, o por el contrario que junto a la construcción axiológica cristiana existiera otra conocida y aceptada, la cual avalara una relación que hasta a muchos de nosotros se nos presenta como escandalosa.
Desarrollo
Para comprender la posibilidad de que una concubina real pudiera imponerse como reina de hecho en Castilla, relegando a quien lo era de derecho, debemos abandonar la imagen condenatoria que pesa sobre la Edad Media. Esta construcción humanista carece de fundamento y homogeniza a un milenio bajo el oscurantismo y la superstición. La vista, que a la luz de los nuevos trabajos se nos presenta, es por demás rica en matices y con una gran efervescencia político – religiosa. En tal clima, de luchas de poder entre un papado corrompido y un imperio que desea ser laico y soberano, se inscribe la vida de Alfonso XI y Leonor de Guzmán y Ponce de León. Pocos historiadores han profundizado en la relación que se entabló entre ambos personajes, argumentando que solo incumbe a la vida privada; a ella solo se refieren como un acontecimiento menor en la vida del monarca castellano, exaltando su actuación política y militar.
Si deseamos entender la situación planteada en toda su magnitud debemos ubicarnos en su contexto; a principios del siglo XIV el papado se hallaba asentado en Aviñón, a causa de las guerras entre güelfos y gibelinos en territorios pontificios, y la Iglesia presentaba una marcada decadencia y laxitud en sus costumbres. Al mismo tiempo, Miguel Cesena y Guillermo de Ockham trataban de imponer el laicismo en Europa, el cual sostenía el derecho del poder imperial y la formación de monarquías nacionales. Estas ideas arraigaron en territorios hispanos y se manifestaran por medio de leyes en los últimos años del reinado de Alfonso y a lo largo del de su hijo Pedro I el Cruel; en la Compendiosa Historia Hispánica se argumenta que los crímenes reales deben ser tolerados porque: si un pueblo tiene la mala fortuna de ser gobernado por un rey cruel, lo es por decreto divino y no humano, y todo súbdito ha de someterse, aunque haya sido injuriado personalmente por el monarca. De aquí se desprende que el soberano poseía absoluta libertad de acción en tierras castellanas, además al rey pertenesçe e a poder de fazer fueros, e leys, e de las interpretar e declarar, e emendar do viere que cumple; estaba a tal punto exento de las leyes que ,a pesar que el Fuero Viejo de Castilla dice que cuando se trate de un amor ilícito la mujer casada tiene pleno derecho sobre la vida de la soltera sorprendida con su marido: que se vengue de ella como quisiere, la reina María se vio impedida de propinar daño alguno a la concubina regia a pesar de que la ley le daba derecho a ello; por ende se puede afirmar que tanto el monarca como sus protegidos se encontraban autónomos y en plena ventaja respecto del pueblo castellano en su conjunto. Estas citas ilustran claramente la posición que los reyes estaban tomando, la cual se encaminaba al absolutismo, por lo que a la Iglesia, debilitada y corrompida, se la fue relegando a un papel pastoral y no rector de la actuación del monarca. Basándonos en las ideas y situaciones que vivía Europa podemos entender el porqué del atrevimiento de Alfonso XI, al osar apartar de la corte a la hija del rey portugués, María, para ensalzar con honores a su concubina Leonor. Pero esta mujer no era una persona del Estado Llano, sino que formaba parte de la estirpe de los Guzmanes, lo cual no era una excepción a la regla debido a que una barragana no podía serlo si no era dama de cierta hidalguía. La Crónica de Alfonso XI describe a Leonor diciendo: et como quiera que fuese viuda, era de pocos días más que el Rey, et rica dueña, et muy fija-dalgo, et en fermosura era la mas apuesta muger que avia en el regno. Tal mención, además de lisonjear su belleza, nos hace ver que Leonor era de ascendencia hidalga y de rica cuna. La casa de Guzmán había dado, previo a Leonor, varias mujeres que fueron compañía de monarcas castellanos. Es por ello que no sorprende que Leonor siguiera los pasos de sus antepasadas, además formando parte de la familia real ya que descendía de Alfonso X.
La hermosura de Leonor, que el Justiciero destaca en sus poemas, es acompañada por una gran astucia e inteligencia, como se observa en el siguiente fragmento:
E Dios Padre ennobleció una dueña de gran altura […]/ e dióle sseso e ssabençia/ e de razón la conplió, / de graçia e de parençia/ flor de quantas omne vió; […]
Es extraño que se mencione como atributo de una dama la inteligencia, debido a que se creía que eran de saber limitado. Pero hay pruebas sobradas sobre la astucia de Leonor, que le sirvió tanto para lograr ubicar a sus hijos en puestos de poder llenándolos, a través de Alfonso XI, de títulos y riquezas. A Enrique, se lo nombró conde de Trastámara, y sobre Fadrique recayó el maestrazgo de la Orden de Santiago; dando las de Calatrava y Alcántara a sus parientes. Ante cada uno de los nacimiento de sus hijos, de la decena que gestó Leonor, el rey le otorgaba extensas posesiones que convirtieron, en palabras de Hilario Fernández, a La Favorita en una poderosa señora feudal, cuyos dominios se extendían por Villagarcia de Campo, Alcalá de Guadaira, Paredes de Nava, Medina Sidonia, Menzón Algeciras, Tordesillas, Huelva, Córdoba, Lucena; todas estas posesiones correspondían a Castillos de la actual Andalucía.
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