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El orden de caballería, por Raimundo Lulio


Partes: 1, 2

    Comienza el «Libro del Orden de Caballería» que compuso el bienaventurado Maestro Raimundo Lulio, Doctor Iluminado y Mártir de Jesucristo, paje que fue y barón del Muy Alto Rey Jaime el Conquistador, y Senescal del Noble Rey Jaime II del Reino de las Mallorcas; libro que fue ofrecido y entregado muy ordenada y sabiamente al Muy Noble Rey y a toda su gran Corte, permitiendo el Maestro que cualquier caballero que desee estar en ordenamiento de caballería lo pueda trasladar para que pueda leerlo con frecuencia, recordando el orden de caballería.

    ¡Dios, honrado y glorioso, cumplimiento de todo bien!

    Con vuestra gracia y bendición comienzo este libro que es del orden de caballería.

    Comienza el prólogo

    A semejanza de los siete planetas que son los celestiales Corsos que gobiernan y ordenan las cosas terrenales, dividimos este Libro de Caballería en Siete Partes; en las cuales queremos demostrar que los caballeros reciben honor y señoría del pueblo, con el fin de ordenarlo y defenderlo.

    La Primera Parte trata del fundamento de la Caballería.

    La Segunda Parte trata del oficio de Caballería.

    La Tercera Parte trata del examen a que conviene sea sometido el escudero que quiere entrar en el orden de Caballería.

    La Cuarta Parte trata de la manera cómo debe ser hecho el caballero.

    La Quinta Parte trata de lo que significan las armas del caballero.

    La Sexta Parte es de las costumbres que pertenecen al caballero.

    La Séptima Parte es del honor que conviene se haga al caballero.

    Sigue el prólogo

    1. En un país aconteció que un sabio caballero había mantenido largamente el orden de caballería con nobleza y con la fuerza de su ánimo; después que la sabiduría y la ventura le habían mantenido en el honor de caballería en guerras y torneos, en justas y batallas, escogió vida ermitaña cuando observó que ya eran contados los días que de vida debían quedarle, puesto que por ancianidad se hallaba torpe en el uso de las armas.

    Por esto abandonó sus bienes, dejando herederos de ellos a sus hijos, e hizo su habitación en medio de una gran selva abundosa en aguas y en árboles frutales, huyendo definitivamente del mundo, a fin de que el estado valetudinario a que la vejez había llevado a su cuerpo, no le quitase honor en aquellas cosas en las cuales la sabiduría y la ventura le habían mantenido con honra durante tan largo tiempo.

    En tales circunstancias el caballero meditó en la muerte, recordando el paso de este siglo al otro siglo, entendiendo que se acercaba la sentencia perdurable que le había de sobrevenir.

    2. En un hermoso prado de aquella selva, donde el caballero había levantado su morada -15- crecía un árbol muy grande, cargado de fruto; y debajo del árbol fluía una fuente muy bella y clara, por la cual aquel prado era tan abundoso en árboles que lo llenaban.

    Acostumbraba el caballero venir a reposar en este lugar, con el fin de adorar, contemplar y orar a Dios, dándole gracias y tributándole alabanzas por el grande honor que le había hecho en medio del mundo, durante todo el tiempo de su vida.

    3. Por aquel mismo tiempo, y en la entrada del gran invierno, sucedió que un gran rey, muy noble, de buenas costumbres y pródigo en el bien, mandó reunir cortes; y por la gran fama que de su gran corte se había esparcido por toda la tierra, un discreto escudero, solo y cabalgando en su palafrén, hacía camino hacia la corte de aquel gran rey con el fin de ser armado caballero. Mas por la grande fatiga de tan largo cabalgar, se adormeció en la silla, mientras su palafrén seguía caminando lentamente.

    En aquella misma hora el caballero, que se hallaba haciendo penitencia en aquella selva, salió de su cabaña hacia la fuente, donde todos los días solía contemplar a Dios y menospreciar la vanidad de este mundo.

    4. Mientras el escudero, como hemos dicho, cabalgaba adormecido, el palafrén, saliéndose de camino, se metió en medio del bosque, divagando a su antojo, hasta llegar a la fuente junto a la cual había llegado el caballero con el fin de orar.

    Cuando el caballero vio acercarse al escudero, dejó de orar, y sentándose en el hermoso prado y a la sombra de aquel grande árbol, comenzó a leer en un libro que tenía sobre sus rodillas.

    El palafrén, en llegando a la fuente, se puso a beber; y como el adormecido escudero sintiese que el palafrén se había detenido, despertó de su somnolencia, viendo con admiración ante sí a un caballero ya anciano, con una gran barba y vestidos humildes y destrozados por el largo uso. Por la penitencia que allí hacia; estaba enjuto y descolorido; y sus ojos se hallaban sin brillo por las muchas lágrimas que había derramado; y toda su persona daba la sensación de una muy santa vida.

    ¡Mucho se maravillaron el uno del otro! Porque el caballero no había visto hombre alguno desde que había abandonado el mundo y dejado el uso de las armas; y el escudero no se hallaba menos maravillado encontrándose, sin desearlo.

    5. El escudero bajó de su palafrén y saludó con mucho agrado al caballero. Y éste, acogiéndole con grande cortesía y amabilidad, le ofreció asiento en la blanda hierba, sentándose el uno junto al otro.

    Conociendo el caballero que el escudero se resistía a hablar el primero, porque quería reservarle este honor, habló aquél en primer lugar, y dijo:

    -¿Cómo está vuestro ánimo?… ¿A dónde vais?… ¿Cómo habéis llegado aquí?…

    Y contestó el escudero:

    -Señor: por el ancha tierra ha cundido la fama que un rey muy sabio ha convocado Cortes con el fin de armarse caballero, y armar a su vez a otros varones extranjeros y privados. Y es por eso -señor- que hago camino, con el fin de llegar a la Corte y ser armado caballero. Yo me había adormecido sobre la silla por la gran fatiga de las largas jornadas que llevo hechas; y mi palafrén se ha salido de camino y me ha traído a este lugar.

    En cuanto el caballero oyó hablar de caballería, recordó el orden, y lo que pertenece al caballero. Y, dejando escapar un suspiro, se ensimismó, recordando el gran honor que tan largamente había mantenido en el orden de caballería.

    Mientras el caballero se hallaba en estos gratos sentimientos, el escudero le rogó le manifestase en qué pensaba. Contestole el caballero:

    -¡Mi bello hijo! ¡Los pensamientos que me dominan no son sino sobre el orden de caballería, y sobre el gran deber que tiene un caballero de mantener en alto el honor de caballería!

    8. Entonces el escudero suplicó al caballero que le descubriese el orden de caballería; lo que es, y de qué manera el hombre lo puede honrar y conservarlo en el honor que Dios le ha dado.

    9. Y dijo el caballero:

    -¿Cómo es, hijo, que ignoras la regla y el orden caballería? Y ¿cómo pides ser hecho caballero, si desconoces el orden y la caballería? Porque ningún caballero puede mantener un orden que desconoce; ni puede amar este orden ni lo que le pertenece, ni conocer los defectos y faltas que contra él se pueden cometer. Ningún escudero debe ser hecho caballero si no sabe bien cuanto atañe al orden de caballería; y, de esta suerte, sería desordenado el caballero que pretenda armar a otro sin enseñarle antes las costumbres que pertenecen al caballero.

    10. Después que el caballero dijo estas últimas palabras, reprendiendo al escudero que pedía caballería, éste preguntó al primero:

    -Señor: ¿Os place enseñarme el orden de caballería? Porque me siento con ánimos de aprenderlo, y de seguir la regla y el orden.

    11. Esto dijo el caballero:

    -¡Bello amigo! La regla y el orden de caballería se hallan en este libro; en el que yo leo algunas veces, porque me recuerda la gracia y la merced que Dios me hizo en este mundo, cuando honraba y mantenía el orden de caballería con todo mi poder. Porque en tal guisa debe un caballero rendir todas sus fuerzas en honrar caballería, cuanto caballería otorga al caballero cuanto le pertenece.

    12. Con estas palabras el caballero dio el libro al escudero. Y cuando éste lo hubo leído y entendido que el caballero es uno elegido entre mil, para el más noble de todos los oficios; y hubo entendido la regla y el orden de caballería, después de pensar un poco, dijo:

    -¡Ah, Señor Dios! Bendito seáis, porque me habéis guiado a un lugar y a tiempo para que pueda tener el conocimiento de caballería; lo que tanto he deseado sin que supiese la nobleza de su orden ni la honra en que Dios ha puesto a los que pertenecen al orden de caballería.

    13. Y contestó el caballero:

    -¡Amable hijo! Ya se acerca el momento de mi muerte, porque son pocos los días que me restan de vida. Ahora bien: Como este libro ha sido hecho para restaurar el honor, la lealtad y el orden que el caballero debe tener; por esto, hermoso hijo, llevaos con vos este libro a la corte a donde vais y enseñadlo a todos los que quieran ser noveles caballeros. Y ya que lo tenéis, guardadlo bien, si amáis el orden de caballería. Y en cuanto seáis armado caballero, volved a este lugar para decirme cuáles son los que han sido hechos noveles caballeros y si han sido obedientes al orden de caballería.

    14. El caballero dio su bendición al escudero. Y éste, tomando el libro, se despidió muy devotamente del caballero; y subiendo a su palafrén, fuese a la Corte, haciendo camino con mucha alegría.

    Y sabia y ordenadamente presentó y entregó el libro al muy noble Rey y a toda la gran Corte, y consintió que todo caballero aficionado a permanecer en orden de caballería lo pudiere trasladar, a fin de que leyéndolo con frecuencia tenga presente el orden de caballería.

    Parte primera

    En la cual se trata del principio de caballería

    1. Disminuyeron la caridad, la lealtad, la justicia y la verdad en el mundo. Y comenzaron la enemistad, la deslealtad, la injuria y la falsedad; y por esto cundió el error y la perturbación en el pueblo de Dios; el cual pueblo había sido ordenado para que Dios sea amado, conocido, honrado, servido y temido por el hombre.

    2. Cuando en el mundo cundió el menosprecio de la justicia por disminución de caridad, fue preciso desde un principio que la justicia retornase por su honor, mediante el temor. Por esto fueron hechos milenarios en todo el pueblo, siendo escogido y elegido, entre los mil que formaban el milenario, el que fuese más amable, y más sabio, más leal, más fuerte, de más noble ánimo, de mejor instrucción y de mejores costumbres que los demás.

    3. También fue buscada entre todas las bestias la más bella, la más ágil y que con más nobleza pueda sostener el trabajo; pues debía ser la más conveniente para el servicio del hombre. Y porque el caballo es la bestia más noble y más conveniente para el servicio del hombre, fue elegido el caballo entre todas las bestias y fue entregado al hombre elegido entre mil. Y por esto este hombre elegido es llamado caballero.

    4. Cuando se hubo entregado la más noble bestia al hombre más noble, fue también conveniente que se escogieran y eligieran las armas que sean más nobles y más eficaces para combatir y defender al hombre de heridas y de la muerte. Y se entregaron estas armas al caballero, y éste se las apropió.

    A quien quiera, pues, entrar en el orden de caballería, le conviene meditar y pensar en sus nobles principios; y conviene que la nobleza de su ánimo y su buena educación concuerden y convengan con el principio de la caballería.

    Por esto también es inconveniente que el orden de caballería reciba en sus honras a sus enemigos, o a los que por su modo de ser y de obrar son contrarios a sus principios.

    5. El amor y el temor se convienen contra el desamor y el menosprecio; y por esto conviene que el caballero, por la nobleza de su ánimo y buenas costumbres, y por un honor tan alto y tan grande como el que se le ha hecho por elección, por el caballo y las armas, sea amado y temido de las gentes; y que por el amor que recibe, devuelva caridad y ejemplo; y por el temor que causa, devuelva verdad y justicia.

    6. El varón, en cuanto tiene más buen sentido y es más inteligente que las hembras, también puede ser mejor que las mujeres. Porque si no fuese tan poderoso para ser bueno como la mujer, seguiríase que bondad y fuerza de naturaleza serían contrarias a bondad de ánimo y buenas obras. Por donde, así como el hombre por su naturaleza, se halla en mejor disposición de tener noble valor y ser más bueno que la hembra; del mismo modo se halla también mejor preparado que la hembra para hacerse malo. Y esto es precisamente para que, por su mayor nobleza y valor, tenga mayor mérito, siendo bueno, que la mujer.

    7. Aprende, escudero, lo que habrás de hacer si tomas el orden de caballería; porque si eres caballero, es que recibes la honra y la servitud propias de los amigos de caballería; porque, en cuanto tienes más nobles principios, eres tanto más obligado a ser bueno y agradable a Dios y a las gentes. Y si eres malo, te haces el mayor enemigo de caballería, y resultas lo más contrario a sus principios y a sus honramientos.

    8. Tan alto y tan noble es el orden de caballería, que no le basta estar formado de las personas más nobles, y que posea las más nobles bestias y las armas más honradas; porque también ha sido conveniente convertir a estos hombres que forman el orden de caballería en señores de gentes. Y puesto que el señorío tiene tanta nobleza, y la servitud tanto sometimiento, si tú, que tomas orden de caballero, eres vil y malvado, ya puedes pensar en la gran injuria que cometes contra tus vasallos, y también contra tus compañeros buenos. Porque por la vileza en que te hallas, deberías estar sometido; y por la nobleza de los caballeros que son buenos caballeros, tú eres indigno de ser llamado caballero.

    9. Para el alto honor que recibe el caballero, aun no bastan la elección, el caballo, las armas y el señorío; porque también conviene que se le den escudero y garzón que le sirvan y se ocupen de las bestias. Y conviene también que las gentes aren y caven y limpien de cizaña a las tierras para que den los frutos de que debe vivir el caballero y sus bestias. Y que el caballero cabalgue y señoree; con lo cual halla bienandanza precisamente en aquellas cosas en que los hombres trabajan tan duramente.

    10. Los clérigos tienen ciencia y doctrina para que sepan y puedan amar, conocer y honrar a Dios y a sus obras, dando doctrina a las gentes, y un buen ejemplo en amar y honrar a Dios; y por esto son ordenados en estas cosas; y por eso también aprenden en las escuelas. Y así como los clérigos, por su honesta vida, por buen ejemplo y por ciencia, tienen orden y oficio de inclinar a las gentes hacia la devoción y la buena vida, en tal guisa los caballeros, por nobleza de ánimo y por fuerza de armas mantienen el orden de caballería, inclinando a las gentes a temor; por el cual temen los hombres injuriarse mutuamente los unos a los otros.

    11. La ciencia y la escuela del orden de caballería es que el caballero enseñe a su hijo aun joven a cabalgar; porque si desde su adolescencia no aprende a cabalgar, tampoco podrá en su vejez.

    Conviene que el hijo del caballero, mientras es escudero, sepa dar el pienso al caballo; y que aprenda a estar sometido, antes de ser señor, sabiendo servir a señor; porque de otra suerte no apreciaría la nobleza cuando fuese caballero.

    Por todo esto el caballero debe someter a su hijo a otro caballero, para que aprenda a cortar y guarnecer, y demás cosas que tocan el honor del caballero.

    12. Así como el que quiere ser carpintero tiene necesidad de tener maestro carpintero; y aquel que quiere ser zapatero necesita de un maestro que sea zapatero; de la misma manera quien quiera ser caballero, necesita un maestro que sea caballero. Porque, en tal guisa sería inconveniente cosa que el escudero aprendiese el ordenamiento de la caballería de un hombre que no fuese caballero, como lo es que el que quiera ser zapatero tenga por maestro a un carpintero.

    13. De la misma manera que los juristas, los médicos y los clérigos adquieren ciencia y tienen libros, con cuya lección aprenden su oficio por magisterio de letras, oyendo a sus maestros; tan alto es y tan honrado el orden de caballero, que no es bastante que al escudero se le enseñe a dar pienso al caballo, a servir a señor, ir con él en hechos de armas, y otras cosas semejantes; sino que también sería muy conveniente cosa que hubiese escuelas y ciencia escrita en los libros, y que fuese enseñado el arte de la misma manera que se enseñan las demás ciencias; y que los niños hijos de caballero aprendiesen desde un principio la ciencia que atañe al orden de caballería; y anduviesen por las tierras con los caballeros.

    14. Si no hubiese culpas entre los clérigos y entre los caballeros, aquí bajo apenas se advertirían culpas en las otras gentes; porque por el ejemplo de los clérigos el pueblo adquiere devoción y amor a Dios; y por los caballeros temieran injuriar al prójimo.

    De esta suerte, si los clérigos tienen maestros y doctrina, y frecuentan las escuelas, para ser buenos; y existen tantas ciencias que están en doctrina y en letras; se comete una injuria muy grande al orden de caballería cuando no existe, de modo semejante, una ciencia demostrada por letras; y que no se constituya escuela, como se han constituido para enseñanza de las demás ciencias.

    Por esto mismo, el que compone este libro, ruega al noble Rey y a toda la Corte reunida en honor de caballería, que este libro dé satisfacción y sea restaurado en el honor el orden de caballería, porque es agradable a Dios.

    Parte segunda

    En la cual se habla del orden de caballería y del oficio que pertenece al caballero

    1. El fin y la intención por la cual comenzó el orden de caballería, constituyen el oficio de caballero. De modo que si el caballero no usa del oficio propio de caballería, es contrario al orden y a los principios de Caballería, de que antes hemos hablado.

    Por contrariedad el caballero no sería verdadero caballero, aun llamado así; y es más vil que el tejedor o trompetero que siguen bien sus propios oficios.

    2. Es oficio del caballero mantener y defender la santa Fe católica, por la cual Dios padre envió a su Hijo a tomar carne en la Virgen gloriosa nuestra Dama Santa María; y para honrar a la Fe y multiplicarla, sufrió en este mundo muchos trabajos, muchas injurias y una muerte dolorosa.

    Así como nuestro Señor Dios ha elegido clérigos para mantener la santa Fe con escrituras y pruebas necesarias, predicándola a los infieles con una gran caridad que aun la muerte les es deseable; de esta suerte el Dios de la Gloria ha elegido caballeros que, por fuerza de armas, venzan y se apoderen de los infieles que cada día se afanan en destruir la Santa Iglesia. Por lo mismo tiene Dios tan honrados a los caballeros en este mundo y en el otro, cuando son mantenedores y defensores del oficio de Dios y de la Fe por la cual nos hemos de salvar.

    3. El caballero que tiene fe, y no abra según la fe, y es contrario a los que la mantienen, es como entendimiento de hombre al que Dios ha dado la razón, y usa de la sinrazón y de la ignorancia. De esta suerte quien tiene fe y es contrario a la fe, quisiera ser salvado por lo que está contra fe; y por lo mismo su querer concuerda con el descreimiento, que es contrario a la fe y a la salvación; por cuya falta el hombre será juzgado y condenado a trabajos sin fin.

    4. Muchos son los oficios que Dios ha dado en este mundo para ser servido por los hombres; pero los más nobles, los más honrados y los más cercanos de los oficios que hay en este mundo, son el oficio de clérigo y el oficio de caballero. Por esta misma razón la mayor amistad que puede haber en este mundo, debería ser entre clérigo y caballero. Porque así, como el clérigo, siguiendo el orden de clerecía, no es contrario al orden de caballería, el caballero no mantiene este orden suyo, cuando es contrario o desobediente a los clérigos, que vienen obligados a amar y mantener el orden de caballería.

    5. El orden no obliga solamente para que se ame la orden en que son; sino también para amar en él a los otros órdenes. De esta suerte, amar un orden, y desamar a otro, no es permanecer en orden ni mantenerlo; porque no hay orden alguno dado por Dios que pueda ser contrario.

    Por esto, si se da algún religioso que ama tanto a su orden, que se muestra enemigo de otra, en realidad no sigue su orden; y de la misma manera no cumple con oficio de amar a su orden cuando menosprecia otros órdenes.

    En efecto, si el caballero mantuviese el orden de caballería desamando y destruyendo otro orden, seguiríase que Dios y orden serían contrarios; contrariedad que no puede ser.

    6. El oficio de caballero es tan noble cosa que cada uno de los caballeros debiera ser señor y regidor de tierra; mas, por los muchos caballeros que son, bastarían las tierras.

    Para significar que un solo Dios es señor de todas las cosas, el Emperador debe ser señor de todos los caballeros. Mas como el Emperador no podría por sí mismo regir a tantos caballeros, conviene que tenga debajo a los reyes que sean caballeros, y le ayuden a mantener el orden de caballería. Mas los reyes deben tener bajo sí condes, comodoros, varvesores, y así otros grados de caballería; y debajo estos grados debe haber caballeros de un escudo gobernados y poseídos por los antedichos grados de caballería.

    7. Para demostrar la excelente señoría, sabiduría y poder de nuestro Señor Dios, que es uno, y puede y sabe regir y gobernar cuanto es, sería cosa inconveniente que un caballero solo se atreviese y pudiese regir por sí mismo todas las gentes de este mundo; y si lo pretendiera, no quedaría significada bien la señoría, el poder y la sabiduría de Dios; el cual ha querido que -para regir a todas las gentes- haya necesidad de muchos oficiales que sean caballeros. Por esto mismo, el Rey o el Príncipe que hace procuradores, vegueres, bailes, a hombres que no son caballeros, obra contra el oficio de caballería; siendo cosa conveniente, por la dignidad del oficio, sea señor un caballero y no otro hombre; porque por el honor del oficio se ha de buscar al hombre de oficio más honrado.

    Por el honor de su orden, tiene el caballero nobleza de corazón; y por nobleza de ánimo se inclina más tardíamente a la villanía que otros hombres y a la maldad y engaño.

    8. Es oficio de caballero mantener y defender a su señor terrenal. Porque ni el Rey, ni el Príncipe o alto Barón podrían mantener en derechura a sus gentes, si no se les ayudase. Por donde, si el pueblo o algún hombre va contra el mandamiento del Rey o del Príncipe, conviene que los caballeros ayuden a su señor; porque en realidad, siendo el Rey un hombre solo, vale solamente como cualquier otro hombre solo. Por esto también el caballero malvado, que ayuda antes al pueblo que a su señor, o que quiere hacerse señor del pueblo, desposeyendo al señor legítimo, no sigue el oficio por el cual es llamado caballero.

    9. La justicia debe ser mantenida por los caballeros. Así como los jueces tienen el oficio de juzgar; así los caballeros tienen el oficio de mantener la justicia.

    Si ser caballero y hombre de letras se conviniesen tan hondamente en un caballero; que su ciencia bastase para ser juez, el caballero debería serlo; porque es más conveniente que lo sea un caballero por quien la justicia ha de ser mantenida, que por quien la justicia no puede ser mantenida.

    10. Es oficio de caballero, cabalgar y moderarse; correr lanzas; concurrir con armas a torneos y justas; hacer tablas redondas; esgrimir; cazar ciervos, osos, leones. Estas y otras cosas semejantes son del oficio de caballero; porque por estas cosas los caballeros se acostumbran a los hechos de armas y a mantener el orden de caballería.

    Despreciar los usos y costumbres en estas y otras semejantes cosas, que habitúan al caballero a usar bien de su oficio, fuera menospreciar el orden de caballería.

    11. Todas las cosas que hemos referido pertenecen al oficio de caballero en cuanto al cuerpo. Del mismo modo pertenecen al oficio de caballero, en cuanto al alma, justicia, sabiduría, caridad, lealtad, verdad, humildad, fortaleza, esperanza, experiencia, y otras virtudes semejantes a éstas.

    En tanto grado esto es verdad, que el caballero que usa de las cosas que pertenecen a su oficio en cuanto al cuerpo, y no usa en cuanto al alma de aquellas virtudes que son propias de la caballería, no es amigo del orden de caballería. En efecto, si lo fuese, seguiríase que cuerpo y caballería serían contrarios al alma y a sus virtudes; mas esto no es cierto.

    12. Es oficio de caballero mantener la tierra; porque por el miedo que causan los caballeros, los malos no se atreven a destruir las tierras; y también los reyes y los príncipes, por temor de los caballeros, no se combaten los unos a los otros.

    El malvado caballero que no ayuda a su señor terrenal y natural contra otro príncipe, es caballero sin oficio; de la manera que fe sin obras es así como incredulidad, que es contra la Fe. Y si un tal caballero siguiere en el orden de caballería, ésta y aquello constituirían una injuria para con el caballero que combate hasta la muerte por la justicia, o manteniendo y defendiendo a su señor.

    13. Todo oficio que ha sido hecho, puede ser desecho; porque si lo que ha sido hecho, no pudiese ser deshecho y destruido, sería algo semejante a Dios, que no ha sido hecho y no puede ser destruido. Por lo mismo, como el oficio de caballería ha sido hecho y ordenado por Dios, y es mantenido por aquellos que aman y son y permanecen en orden de caballería; por lo mismo destruye el caballero en sí mismo la caballería cuando desama el oficio de caballero, o se sale del orden de caballería.

    14. El Rey o el Príncipe que destruyen en sí mismos el orden de caballería, no solamente destruyen al caballero que está en ellos, sino aun a los caballeros que le están sometidos; los cuales, por el mal ejemplo de su señor y con el fin de adularle, siguen sus malvadas enseñanzas, haciendo lo que es contrario a la caballería y al orden de caballero

    Por lo mismo, los príncipes malvados, no sólo son contrarios personalmente al orden de caballería, sino que aun deshacen el sentido caballeresco en sus sometidos.

    Por lo cual, si expulsar a un caballero del orden de caballería constituye una gran protervidad y gran vileza de ánimo, ¡con cuanta más razón la comete quien eche a muchos caballeros del orden de caballería!

    15. ¡Oh, qué gran fuerza tiene el ánimo del buen caballero que vence y se apodera de muchos caballeros malvados! ¡El cual caballero es aquel príncipe o alto barón que aman tanto al orden de caballería, oyendo de continuo a tantos y tan malvados caballeros, o llamados así, que cada día le aconsejan que haga maldades, cometa errores y engaños para destruir con ello el orden de caballería en sí mismos; y no obstante, estos bienaventurados príncipes, por la sola nobleza de su ánimo y con la ayuda que les presta caballería y su orden, destruyen y vencen a todos los enemigos del orden caballeresco!

    16. Si caballería fuese más cosa de fuerza corporal que fuerza de ánimo, seguiríase que el orden de caballería concordaría mejor y más fuertemente con el cuerpo que con el alma. Ahora bien, la nobleza del ánimo no puede ser vencida, ni puede ser raptada por un hombre ni por todos los hombres que son; y el cuerpo puede ser vencido por otro, y tomado preso; por lo cual el malvado caballero que más ama la fuerza del cuerpo, decae en fuerza de ánimo, y huye de la batalla, y desampara a su señor, según la bajeza y flaqueza de su coraje; y así no usa del oficio de caballero, ni es servidor y obediente al honrado orden de caballería cuyo principio es la nobleza del coraje.

    17. Si una nobleza menor de coraje conviniere mejor con el orden de caballería que la mayor nobleza, concordarían flaqueza y cobardía, contra ardimiento y fortaleza de ánimo; y si fuere así, la flaqueza y la cobardía fueran oficio de caballero; y ardimiento y fuerza desordenarían el orden de caballería.

    Pero como es verdad todo lo contrario, por lo mismo si tú, caballero, quieres y amas mucho caballería, te conviene esforzarte a fin de que, cuantos más veas compañeros de armas y mesnada en cobardía, tengas mayor ardimiento de coraje y esperanza contra aquellos que son contra al orden de caballería.

    Si mueres por mantener caballería, ya no puedes amarla más, ni mejor sostenerla y servirla; porque caballería en ninguna parte se halla más agradablemente que en la nobleza de coraje. Ningún hombre puede amar más ni honrar mejor, ni tener mayor caballería que quien muere por su honor y su orden.

    18. Mas caballería y ardimiento no concuerdan sin sabiduría y entendimiento; si no fuese así, convendrían con el orden de caballería la insensatez y la ignorancia. Si tal cosa ocurriese, la sabiduría y entendimiento, que son contrarios a la insensatez y a la ignorancia, serían contrarios al orden de caballería; y esto es imposible; imposibilidad que te significa a ti, caballero, que sientes tanto amor al orden de caballería, que así como caballería por nobleza de coraje te hace tener ardimiento y menospreciar los peligros, a fin de poder honrarla, así su orden te hace amor sabiduría y entendimiento, para honrar el orden contra el desorden que existe en los que pretenden seguir el honor de caballería por insensatez y falta de entendimiento.

    19. Es oficio de caballero mantener viudas, huérfanos y pobres; porque es razón y costumbre que los mayores ayuden y defiendan a los menores, y los menores hayan refugio en los mayores; y es ésta la costumbre en el orden de caballería, por la cual es tan grande, honrada y poderosa en dar socorro y ayuda a los que le están debajo en honramiento como en fuerza.

    Por lo cual, forzar viudas, que han menester ayuda; desheredar huérfanos, que tienen necesidad de tutela; y robar y destruir a hombres mezquinos y pobres, a los que debe socorrer, equivale a concordar la maldad, el engaño, la crueldad y la culpa con la nobleza y el honor propios del orden de caballería. Si de aquella suerte obra un caballero, es que su orden es contrario a los principios del orden de caballería.

    20. Si Dios ha dado ojos al menestral para que vea y pueda obrar; y al hombre pecador ha dado ojos para que pueda llorar sus pecados; ha dado también al caballero un corazón que sea cámara donde resida la nobleza del coraje; y al caballero que se halla en la plenitud de su fuerza y de su honor, ha dado un corazón para que en él estén la piedad y la merced, para ayudar, salvar y guardar a los que levantan sus ojos con llantos, y sus corazones con esperanza; a los caballeros para que les ayuden y defiendan y asistan en sus necesidades.

    Por lo cual, si el caballero no tiene ojos para ver a los desapoderados de la fortuna; ni tiene corazón con que piense en sus necesidades, no es verdadero caballero, ni permanece realmente en orden de caballería; porque caballería es una cosa tan alta y tan noble, que echa de su orden y de sus beneficios a los obcecados y de vil coraje.

    21. Si oficio de caballería fuese el de robar y destruir a pobres y humildes; de engañar; de -40- forzar viudas y otras hembras; muy grande y noble oficio fuera el de ayudar y mantener huérfanos, viudas y pobres. ¡Porque si lo que es maldad y engaño fuere en orden de caballería, que es tan honrado; y caballería tuviere su honra en la maldad, la traición y la crueldad, ¡cuanto más fuertemente sería honrado por sobre el orden de caballería el que tuviere por honor la lealtad, la cortesía, la liberalidad y la piedad!

    22. Es oficio de caballero tener castillo y caballo para guardar caminos y defender a los labradores. Es oficio de caballero tener villas y ciudades, con el fin de regir a las gentes, y congregar y ajustar en un lugar a los herreros, carpinteros, zapateros, tejedores, mercaderes y otros oficios que pertenecen al ordenamiento de este mundo, y que son necesarios para conservar el cuerpo y atender a sus necesidades.

    Según esto y a fin de que los caballeros puedan mantener su oficio, están bien alojados, como lo están los señores de villas, castillos y ciudades.

    Si destruir villas, castillos y ciudades, quemar y devastar arboledas y plantaciones, matar los rebaños, y robar a los viandantes, fuese oficio de caballero, el obrar y edificar castillos, fortalezas, villas y ciudades, defender a los labradores y sostener atalayas para seguridad de los caminos, y otras cosas parecidas a éstas, serían desordenamiento de caballería. Y si fuese esto cierto, la caballería según fue creada como orden, sería una misma cosa con el orden y el desorden.

    23. Así como el hacha ha sido hecha para cortar los árboles, así el caballero tiene el oficio de destruir a los malvados; y por lo mismo los caballeros deben perseguir a los traidores, ladrones y salteadores.

    Si, al contrario, el caballero es ladrón, salteador y traidor; y los salteadores, ladrones y traidores deben ser perseguidos y muertos por los caballeros; si el caballero traidor o ladrón quiere usar de su oficio, debe matarse a sí mismo; y sin hacerse justicia a sí mismo, quiere hacerla en los otros, entonces el orden de caballería mejor tiene cumplimiento en los otros que en sí mismo. Y como no es cosa debida que el hombre se mate a sí mismo, por esto el caballero traidor, salteador y ladrón debe ser eliminado y muerto por otro caballero. Y si el otro caballero sufre y mantiene al caballero salteador, ladrón o traidor, va contra su oficio, cuando mata y destruye a los demás.

    24. Si a ti, caballero, te duele una mano, o la tienes herida, el mal está más cercano a la otra mano que a mí ni otro hombre. De la misma manera, si existe un caballero traidor, ladrón o salteador, su vicio y sus faltas están más cerca de ti, que eres caballero, que de quien no lo es. Por lo tanto, si tu propio mal te da trabajo a ti, antes que a mí, ¿por qué excusas o mantienes al caballero enemigo del honor de caballería y por qué hablas mal de los que no son caballeros porque hacen precisamente lo que aquel hace?

    25. Un caballero ladrón, mayor latrocinio comete contra el alto honor de caballería robándose a sí mismo y robándole el honor, que cuando roba dineros u otras cosas a los demás. Porque robar honra, es robar lo que vale más que dineros, que oro y plata; por lo cual es mayor pecado envilecer caballería, que robar dinero y otras cosas que no son caballería. Porque de no ser así, seguiríase que, o bien los dineros y las cosas que hurta son mejores que el mismo hombre, o que es mayor latrocinio robar un dinero que muchos dineros.

    26. Si es caballero el traidor que mata a su señor, o que yace con su mujer, o traiciona su castillo, ¿qué será el hombre que sabe morir para defender y honrar a su señor?

    Y si el caballero traidor es bien habido por el señor, ¿qué falta será preciso que cometa para ser reprendido y castigado?

    Si el señor no mantiene el honor de caballería contra su caballero traidor ¿en quién mantendrá el honor? Y si no destruye al traidor, ¿qué cosa destruirá? ¿Por qué es señor, por qué es hombre, o cosa alguna?

    27. Si es oficio del caballero raptar o combatir traidoramente; y si es oficio de caballero traidor esconderse, y combatir a traición al leal caballero, ¿cuál de estos dos es el verdadero caballero? Si el ánimo malvado del caballero traidor sólo cuida de dominar el coraje del caballero leal, el alto coraje que combate lealmente ¿qué cuida vencer y dominar? Si el caballero amigo de caballería y de lealtad es vencido, ¿qué pecado ha cometido, y dónde ha ido a parar el honor de caballería?

    28. Si robar fuese propio del orden de caballería, el dar sería contrario al orden; y si el dar conviniese con algún oficio, ¿qué valor no tendría el hombre que tuviese el oficio de dar? Y si dar las cosas robadas conviniese con el honor de caballería, el restituir ¿a qué oficio pertenecería? Si quitar y poseer un caballero las cosas que Dios, ha dado a otros, es cosa posible, ¿qué es lo que el caballero honorablemente no puede poseer?

    29. Poco entiende de mando el que confía sus ovejas al lobo hambriento; quien encomienda su mujer a caballero joven y traidor; y quien a caballero desleal, avaro y ladrón confía su fuerte castillo; si tal hombre entiende poco de recomendar, ¿quién será quien sepa encomendar las cosas sabiamente? ¿Quién será quien sepa guardar y entregar sus cosas a quien conviene, si no es el caballero perfecto?

    30. ¿Sabes de algún caballero que no desee recobrar su castillo? ¿Sería caballero quien confiase su mujer a caballero traidor; o caballero ladrón que no se escondiera para robar? Y si sabes que ninguno de éstos es verdadero caballero, ni regla ni orden podrán tenerlos por tales.

    31. Es un mandamiento de la Ley que el hombre no sea perjuro. Por lo cual, si jurar falsamente no es contrario al orden de caballería, Dios, que hizo el mandamiento, y caballería, serían contrarios; y si lo son, ¿dónde está la honra de la caballería, o cuál oficio es el suyo? Mas si Dios y caballería concuerdan, conviene que los que mantienen caballería no sean perjuros. Si hacer votos y prometer a Dios y jurar en verdad no se halla en el orden de caballería, ¿qué es lo que se halla en el orden de caballería?

    32. Tener presto el arnés y bien cuidado el caballo, es propio del oficio de caballería; y si jugarse el arnés o el caballo se halla en orden de caballería el oficio de caballero sería y no sería; y ser y no ser son cosas contrarias; y por esto perder el arnés no es propio del orden de caballero; ni se da caballería sin armas ni caballo, pues por todo esto el que pertenece al orden es llamado caballero.

    33. Si concordasen justicia y lujuria, caballería, que concuerda con justicia, concordaría con lujuria; y castidad, que es lo contrario de lujuria, sería contra el honor de caballería. Y si así fuere, sería verdad que los caballeros mantienen su orden para mantener lujuria. Y si justicia y lujuria son contrarios, y caballería es orden de mantener justicia, caballero lujurioso y caballería son contrarios; y siéndolo, el vicio que más debiera abominarse ha ser el de la lujuria. Si el vicio de la lujuria fuese castigado como conviene, de ningún orden serían echados tantos hombres, como pudieran serlo del orden de caballería.

    34. Si justicia y humildad fuesen contrarios, caballería, que concuerda con la justicia, sería contra la humildad, y concordaría con el orgullo. Y si el caballero orgulloso mantiene el orden de caballería, fue muy otra aquella caballería que comenzando por la justicia mantenía y defendía a los humildes contra los orgullosos, y por tanto injustos.

    Si la verdad es ésta, los caballeros de nuestro tiempo no son como los caballeros de entonces. Si los caballeros de ahora, que tienen la regla y el oficio de caballero, usasen de una y de otro, como los primeros caballeros, no habría la maldad que vemos en estos caballeros de hoy tan orgullosos e injuriosos.

    Si el orgullo y la injuria lo fuesen todo, ¿qué son la humildad y la justicia? ¿Dónde están? ¿Quién tiene el oficio de mantenerlas?

    35. Si la justicia y la paz fuesen contrarios, la caballería, que concuerda con la justicia, sería contraria a la paz; y si es así, serían verdaderos caballeros los que son enemigos de la paz y aman la guerra; y los que pacifican a las gentes, y las libran de trabajos, serían injuriosos y contra el orden de caballería. Y yo pregunto: si los caballeros de hoy, usando del oficio propio de la caballería son injuriosos, guerreros, amadores del mal y de las penalidades ajenas, ¿qué fueron los caballeros de antes, que armonizaban la justicia con la paz, y pacificaban a los hombres por medio de la justicia y de las armas? Porque como entonces, hoy debe ser oficio de caballero pacificar a los hombres; y si los caballeros de hoy son guerreros e injuriosos, no siguen en realidad el orden de caballería, ni tienen oficio de caballero. Y en tal caso, ¿dónde está caballería? ¿Cuántos y cuáles son los que permanecen en su orden?

    36. Muchas maneras hay según las cuales un caballero puede y debe usar del oficio de caballería; pero como hemos de tratar de otras cosas, por esto mismo, tratamos aquellas cosas tan abreviadamente como podemos, a fin de pasar a lo que nos requiere un escudero cortés, leal y verdadero, que ha seguido largo tiempo la regla del caballero; para el cual hacemos concisamente este libro, porque muy en breve ha de ser armado nuevo caballero.

    Tercera parte

    En que se especifica el examen que conviene sufra el escudero que quiere ser armado caballero

    1. Conviene que el examinador que haya de examinar al escudero sea caballero amante del orden de caballería; porque no faltan caballeros que prefieren crear gran número de caballeros a que sean realmente buenos caballeros.

    Caballería no aprecia multitud de número; sino que ama nobleza de coraje y buenos sentimientos por lo mismo, si el que examina busca más el número, por el que se multiplican los caballeros, que la nobleza propia de caballería, es inconveniente que sea examinador; antes bien debería ser examinado y reprendido, por la injuria que comete contra el orden de caballería en su más alto honor.

    2. Antes que nada precisa preguntar al escudero si ama y teme a Dios; porque sin amar y temer a Dios ningún hombre es digno de ingresar en el orden de caballería; y el temor de esa indignidad -49- hace sospechar de antemano que ha de cometer injurias contra el alto honor de caballería si es armado caballero.

    Por esto, cuando se presente un escudero que no ama ni es temeroso de Dios y no obstante aspira al honor de caballero, por su aceptación el deshonor caería sobre la caballería; porque el tal escudero recibiría el orden no honrando a Dios, como es propio del orden, y acarrearía sobre éste un deshonor, contra honrada caballería. Y pues que recibir honor y dar deshonor no concuerdan entre sí, por esto el escudero, sin amor ni temor de Dios, no es digno de ser caballero.

    Partes: 1, 2
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