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El "braguetazo": sus problemas inherentes y sus complicaciones sociológicas

Enviado por Felix Larocca


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    Cada edad, cada época y cada período de la historia de la humanidad (cuya constancia escrita aún permanece somera) se ha caracterizado por hechos fundamentales, actitudes filosóficas, ideas básicas e hipótesis cruciales que le confieren un perfil distintivo y propio, lo que imparte a la era bajo escrutinio rasgos que la rinden eminentemente identificable.

    En la República Dominicana, durante la Era de Trujillo, el contraer matrimonio por dinero fue una metáfora críptica y, a la vez, poderosa. Todos hablaban del braguetazo (por la hendedura del pantalón) que se daba solamente en los hombres, ya que a la mujer se le concedía el casar por dinero -si es que, por supuesto, fuera hermosa.

    La importancia sociológica y aun psicológica de esta actividad social, si es así como deseamos llamarla, es que resultaba en matrimonios inestables con descendientes, a menudo, en conflicto y a riesgo. Muchas de estas uniones, años después terminarían en divorcios y retornos seriales al matrimonio de Novo.

    Fue a propósito de mis pasadas memorias ya dormidas, cuando un amigo y colega me escribe desde Costa Rica para despertarlas.

    En su misiva me informa, entre otras cosas, que su sobrino, a quien conociera, va a contraer nupcias con una muchacha muy rica, ofreciéndome en su narrativo sus propias consideraciones discretas acerca de este muy singular evento: "…y yo, que me casé muy joven, y por amor… si yo pudiese hacerlo de nuevo… [Yo] me casaría por los cuartos… Daría un braguetazo… ¡Pero, no se lo digas a mi mujer, please!"…

    Primero, examinemos en breve la petición final. La de impartirle a alguien información importante (casi nunca solicitada), simultáneamente suplicando que dicha información no sea usada; aun si el uso de la misma beneficiaría a la persona que en el caso específico "no la debe de saber". ¡Qué problema más serio éste! Ya que, en mi opinión profesional, y aún personal, la primera persona que debe de saber cómo un marido se siente acerca de su matrimonio es la mujer.

    • Pero hablemos de los braguetazos

    La historia de los contratos que llamamos "matrimonio" no fueron siempre ejecutados con la misma libertad -por lo menos en las apariencias– con la que se efectúan hoy día. Había los asuntos de la dote, de la conveniencia de la unión entre vástagos de familias poderosas y eminentes y de la capacidad aumentada para sostener empresas expansivas. Que, como son las guerras, se libraban para incrementar las riquezas de las familias contractuales. Ése era, por supuesto, el contrato conyugal de la Era Feudal.

    Luego, vinieron otras realidades e invenciones que generaran problemas para ciertos miembros de nuestra sociedad: la desaparición del vasallaje, la "invención" de la niñez y de la adolescencia como hoy las concebimos.

    La desaparición de la nobleza y la llegada del nouveau rich. La creación de las escuelas y centros para enseñar con la prolongación perpetua de una educación que se está convirtiendo en el agregado constante de actividades interminables, fútiles e insidiosas.

    Además de todo lo dicho, el hombre de hoy tiene que competir con mujeres que son verdaderamente competentes y competidoras. Mujeres cuyas competencias realzan las propias incompetencias (de algunos hombres) y que (tristemente) los obligan a ellos a trabajar ¡Ah, el trabajo…! Actividad indigna e implausible dotada de naturaleza bovina… así lo expresa, por lo menos en el merenguero, El Negrito del Batey. Éstos son "hombres", que prefieren las jaranas a la labor cotidiana a que Dios los condenara. Y que, para evitar el trabajo, optarían por casarse por dinero. Simple.

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