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Camile Pissarro, biografía (página 2)


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Se destaca la relación de su pintura con sus convicciones políticas: "Fue una figura central en la organización de las exposiciones que realizó el grupo impresionista entre 1874 y 1886, y el único artista que expuso en las ocho muestras. Su tema principal fue el paisaje, muchas veces con figuras campesinas, aparte de una secuencia de paisajes urbanos de Rouen y París que comenzó en 1896. Sus temas campesinos reflejaban sus ideas anarquistas. Pissarro estaba convencido de que el futuro de la sociedad estaba en la descentralización y en un regreso a la tierra. Varios de los miembros del grupo neoimpresionista que se formó en las postrimerías de la década de 1880 eran también anarquistas, entre ellos Paul Signac y Maximilien Luce".

Ha dejado un valioso legado: "El 13 de noviembre de 1903 muere Pissarro en su apartamento del boulevar Morland de París. Sin lugar a dudas, con él muere uno de los grandes pintores impresionistas, mientras su obra, una de las más nobles y dignas de la historia del arte, permanece siempre llena de vida".

Una biografía

Irving Stone, estudioso de la vida y la obra del pintor, afirma que muchas fueron las biografías que aparecieron antes de que él escribiera la suya, en 1985. Entre las predecesoras recuerda las de Kathleen Adler, la de Ralph E. Shikes y Paula Harper, la de Christopher Lloyd y la tesis doctoral de Richard Robson Brettell, defendida ante la Universidad de Yale en 1978. Son importantes, asimismo, los volúmenes de correspondencia del artista, los cuales nos permiten conocer más acerca de sus ideales y su tenacidad.

Stone escribió una biografía a la que tituló Abismos de gloria, en la que se corporiza un hombre real, incomprendido por quienes lo rodeaban durante muchos años, prácticamente la mayor parte de su vida. Se trata de un libro profusamente documentado y, a la vez, escrito comprensivamente, que permite al lector acercarse a la vida complicada y grandiosa de Pissarro.

El pintor decía: "Yo estoy en el Paraíso cuando pinto y también en el infierno, al mismo tiempo, porque no mejoro". Iba contra lo que esperaban de él sus padres, su hermano, su mujer. Sin embargo, seguía pintando y fracasando momentáneamente, con el convencimiento de que estaba sembrando para el futuro. Buscaba la eternidad. La vida de Pissarro estaba signada por las profundas indagaciones filosóficas, en especial, acerca del arte. Se preguntaba: "¿Qué pasaría con los cuadros que él pintara de l’Hermitage? ¿Existirían aún dentro de una década, de un siglo más? ¿Acaso el hombre puede crear para la eternidad?" La respuesta que se daba era la de un hombre sensato: "Uno hace lo suyo y duerme con la conciencia tranquila por almohada".

Esto de la conciencia tranquila está relacionado con la valoración de sus obras. El era su único crítico y hacía oídos sordos a las opiniones de los demás: "No necesitaba críticas ni alabanzas. El mismo era su crítico, al estudiar sus bocetos a la luz de las velas". Su experiencia con los críticos del momento no fue buena durante muchos años; el pintor no se dejaba vencer: "Los críticos nos devoran, acusándonos de no estudiar. Vuelvo a mi trabajo. Eso es mejor que leer sus diatribas. De ellas no se aprende nada".

Conversando con quien luego sería su mujer, Pissarro afirmó que escuchaba "una voz, clara y potente: ‘Debes ser pintor. Para eso es tu vida’ ". La muchacha le pregunta si ésa era la voz de Dios, a lo que el pintor contestó: "No soy tan egocéntrico como para pensar que exista un Señor Jehová dispuesto a perder tiempo plantando en mí un virus de pintor. Ocurrió, eso es todo. Hace mucho, tal vez cuando yo tenía nueve años y comencé a dibujar como medio de expresarme".

La joven se muestra extrañada ante el hecho de que él dedique su vida a hacer algo sin saber qué lo obliga; él le responde: "Es la situación humana. Como nacer con un ojo pardo y el otro azul". Así, sencillamente, se van planteando los dilemas que acosaron a los artistas de todos los tiempos.

Para la joven, "Todo lo que pasa tiene un motivo". Aunque Pissarro pertenecía a una familia judía practicante, se negaba a admitir que la cuestión fuera tan simple como para pensar en un mandato divino: "Los artistas de todo el mundo se pasan la vida tratando de explicar por qué son como son –le decía. Tú dirías que fueron puestos allí por Dios, con una finalidad. Esa explicación sólo es aceptable si eres religiosa por naturaleza".

Años después, agobiada por las desventuras y la pobreza, la mujer le recrimina: "Tú te dedicaste a una nueva religión: la pintura. ¿Puedes ser feliz con eso?" Julie sucumbía ante las necesidades materiales, y se oponía a que el pintor fomentara en los hijos las inquietudes artísticas. Pissarro, en cambio, si se dejaba vencer por la tristeza, se reponía rápidamente. Ante uno de sus fracasos, exclamó: "Si me dejara desalentar (…), habría renunciado hace años. Eso han dicho los pintores a lo largo de los siglos. Los cuadros no han perdido nada con ese mes de rechazos en la Rue de Richelieu. Sobrevivirán". Su confianza en la propia obra y su convicción en la fatalidad que lo hacía pintar, no entendían de lamentos ni lágrimas.

La incomprensión no provenía solamente de la esposa, sino, mucho antes, de sus padres, quienes al morir lo desheredaron. A los reclamos de la madre, que deseaba tener un hijo comerciante, decía que debía él tener paciencia, que ya podría vivir de sus cuadros. La mujer sollozaba por ese hijo blando, que hablaba con suavidad, pero que era duro como una montaña de roca maciza en cuanto a su convicción de haber nacido para pintar".

Camille no se equivocaba. Un día, por fin, el éxito llegó. Primero, tímidamente; luego, en forma avasalladora. Seguramente, la mujer se preguntó entonces si ese triunfo justificaba tantos años de privaciones, tantos hijos fallecidos atendidos por médicos que aceptaban como honorarios las pinturas.

Nacía el Impresionismo, y ante la indignación de Degas, que renegaba de ese apelativo, Pisarro afirmaba: "¿Y no es eso lo que estamos haciendo? Pintar nuestras impresiones. ¿De qué otro modo nos expresamos? La primera vez que me llevaron a estudio de Corot, él me dijo que la musa estaba en los bosques y que yo debía pintar mi impresión de lo que veía, tal como se reflejaba a través de mis sensaciones. ¿Qué somos todos impresionistas? De acuerdo. Usemos ese nombre como una banda de honor. Tiene sentido"

"De una manera sutil -.escribe Stone-, el liderazgo de los impresionistas pasó a las manos de Camille Pissarro. Desde ese momento en adelante, sería responsabilidad suya dar respetabilidad al nombre de impresionistas, conducir a los impresionistas hasta la aceptación y la prosperidad". Satisfecho, el pintor escribió en una carta: "Nuestra reputación crece constantemente; es obvio que estamos ocupando un lugar en el gran movimiento artístico moderno".

Su marchand, Paul Durand-Ruel, sostenía: "Sus pinturas, Pissarro, junto con las de Monet y Degás, son lo mejor de nuestra época". Theo Van Gogh, por su parte, decía a sus coleccionistas: "Pissarro ha cambiado nuestro modo de mirar el mundo. Nos ha dado ojos nuevos para observar la naturaleza, un nuevo entendimiento de nuestra tierra y de la gente que vive y trabaja en ella. La belleza que ha creado en estas tierras es inmortal".

El reconocimiento llegaba también a través de los medios escritos. Stone reproduce parte de un artículo que Alfred de Lostalot publicó en la Chronique des Arts, en el que afirma: "Pissarro perdurará como el precursor de una fórmula artística que aún no ha sido fijada, pero cuya efectividad ya se ha hecho sentir en la producción de buena parte de la escuela francesa". La mujer del pintor, en tanto, reservaba para sí diez telas, en "pago por un estómago vacío y un corazón apretado". La prosperidad había llegado, al fin.

……

¿Mandato divino? ¿Vocación? ¿Impulso irrefrenable? Sea como fuere, Camille Pissarro no pudo dejar de pintar, aún cuando la vida lo sometió a duras pruebas. Hoy, su arte es reconocido internacionalmente; ha logrado "conservar el color, el carácter, la vitalidad de un momento, un lugar, una persona, para que no se los olvide nunca".

Pissarro en la Argentina

Del 17 de junio al 27 de agosto de 1999, pudo verse en la Sala II del Centro Cultural Borges una muestra del impresionista francés Camille Pissarro "que testimonia su paso por Venezuela y los antecedentes de su adhesión a uno de los movimientos artísticos más influyentes del siglo", integrada por obras pertenecientes a la colección del Banco Central de Venezuela.

El diario porteño La Prensa anunció así el importante evento: "Las obras que integrarán la exposición conforman un conjunto de dibujos realizados en varias técnicas y materiales como lápiz, carbonilla, acuarela, tinta china y tinta sepia, y utilizados entre 1852 y 1854, período que abarcó su residencia en territorio venezolano. Durante este ciclo, previo a su contacto con el movimiento impresionista, los trabajos de Pissarro se caracterizaron por el uso de trazos diagonales proyectados con libertad en los dibujos y separados de los contornos y las formas".

"La temática de la serie presentada en Buenos Aires –agrega el matutino- está centrada en paisajes impregnados de un espíritu romántico y plasmado con una sintética organización espacial y una coherencia lumínica y tonal que signaría su obra posterior. El impacto de la luz sobre los elementos de la naturaleza es captado por el artista en su máxima intensidad, y revela su maestría para detener al instante el movimiento de las mujeres en plena faena cotidiana o de los hombres jugando a las cartas".

Bibliografía:

Gowing, Lawrence y otros: Historia Universal del Arte. Madrid, Sarpe, 1982.

Echeverría, Rosa María y otros: Pissarro. Colección Los genios de la pintura. Madrid, Sarpe, 1979.

Navarro, Francesc y otros: Historia del Arte. Barcelona, Salvat-La Nación, 1994.

Stone, Irving: Abismos de gloria.

 

 

Trabajo enviado por

María González Rouco

Lic. en Letras UNBA, Periodista Profesional Matriculada

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