- La hermenéutica del racionalismo
- La hermenéutica filosófica contemporánea
- La hermenéutica existencial de Rudolf Bultmann (1884-1976)
- La hermenéutica de Paul Ricoeur (1913-)
- La «Nueva hermenéutica» de E. Fuchs y G. Ebeling
- Algunas ideas conclusivas
- Reflexiones pedagógicas
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"Introducción General a la Biblia" del P. Miguel Ángel Tábet
Con la revolución teológica realizada por los reformadores, nació un nuevo modo de interpretar la Biblia, una nueva metodología exegética y, sobre todo, una nueva mentalidad hermenéutica que, aunque en sus comienzos gozaba de una cierta homogeneidad, a lo largo de su desarrollo se fue diversificando en corrientes cada vez más variadas. En los casi quinientos años que nos separan de la Reforma protestante podemos distinguir diversas tendencias en la hermenéutica bíblica. Paralelamente a la hermenéutica católica, basada en la aceptación de la Tradición viva de la Iglesia, la unidad de la Escritura y la analogía de la fe, surgieron, primero, la hermenéutica del racionalismo del siglo XIX, después, con el desarrollo de una ciencia hermenéutica entendida como problema filosófico-teológico (Schleiermacher, Dilthey, Heidegger, Gadamer), corrientes como la hermenéutica existencial (R. Bultmann); la llamada "Nueva hermenéutica" (E. Fuchs; G. Ebeling); el estructuralismo (R. Barthes e A.J. Greimas); la hermenéutica histórico-política (W. Pannenberg; J. Moltmann); la hermenéutica psicoanalítica (A. Vergote); el empirismo lógico y la interpretación secular del evangelio (J.A.T. Robinson; J.T. Ramsay; H. Cox; P. van Buren), etc. En esta sección ofreceremos una panorámica de la hermenéutica contemporánea hasta Bultmann, con quien alcanza un momento culminante la hermenéutica teológica protestante. Completaremos el estudio con otros dos autores de importancia notable en el desarrollo de la hermenéutica filosófica y teológica: H.-G. Gadamer y P. Ricoeur.
La hermenéutica del racionalismo
El comienzo del racionalismo en terreno filosófico se sitúa entre los siglos XVII y XVIII. Esta mentalidad postulaba la supremacía de la razón y su competencia absoluta y autónoma en el conocimiento de cualquier realidad, además de la exclusión total o parcial de cualquier hecho o doctrina que no entrase en los esquemas retenidos válidos por la razón humana. Evidentemente, con su aparición, se produjeron cambios radicales en la hermenéutica bíblica. «Mientras toda la tradición cristiana hasta el siglo XVI había argumentado desde el hecho a la posibilidad, los racionalistas argumentan desde la imposibilidad a la no realidad, fundándose no solo en las corrientes filosóficas, sino también en una visión del mundo mecanicista, que era común en el siglo XIX».
Baruc Spinoza (1633-1677), hebreo holandés que por sus ideas religiosas llegó a ser excomulgado por sus correligionarios, ha sido considerado el primer pensador que afrontó directamente la explicación de la Biblia según la naciente mentalidad iluminista. En su voluminosa obra, Tractatus theologico-politicus (1670), somete el Antiguo Testamento a una interpretación crítica, llegando a negar toda realidad sobrenatural. Aunque ciertamente la influencia de Spinoza en el pensamiento hermenéutico racionalista es notable, se puede considerar como verdadero creador del racionalismo bíblico a J.S. Semler († 1791), que fue quien lo elevó a la categoría de sistema con su negación radical de la inspiración bíblica y del orden sobrenatural.
Cada una de estas corrientes de racionalismo propugnaba una hermenéutica que —abandonado el presupuesto clásico de la regula fidei— partía de una determinada precomprensión de la realidad, postura que necesariamente confluía en la peculiar presentación que se hacía de la figura de Jesús. En último término, era el prejuicio racionalista contra todo orden sobrenatural lo que guiaba la investigación teológico-bíblica. La disolución de la figura de Jesús realizada por esta hermenéutica, que se presentaba como la ciencia histórico-crítica del momento, golpeaba fuertemente con la fe de los creyentes. Esta situación fue la que llevó a Martín Käler, en su conocida obra Der sogenannte historische Jesus und der biblische geschichtliche Christus (1892), a distinguir entre un «Jesús de la historia» y el «Cristo de la fe», y también entre Historie (narración de eventos) y Geschichte (el significado que los eventos tienen para mí). Con esta distinción pretendía salvar de las manos de la exégesis histórico-crítica el Cristo que predicaba la Iglesia; pero al precio de introducir categorías teológicas cuyas consecuencias entonces eran imprevisibles. No hay que olvidar que toda esta dialéctica se llevaba a cabo en el seno del racionalismo y del protestantismo liberal.
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