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Golpear al centro (página 2)

Enviado por Barbara Hernandez


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Nada tiene que ver con una educación con paréntesis aclaratorios o con frases hechas, sino con un diálogo abierto, sincero y esclarecedor, sin tapujos. Ningún estudiante deberá irse del aula con dudas, con cosas aprendidas a medias y mucho menos con el temor y la incertidumbre de no haber sabido o querido expresar sus ideas, su opinión.

La "cultura del diálogo" también existe ¿por qué no? Lo que hagamos y digamos hoy, mucho tendrá que ver con la maduración de la personalidad en y para el futuro.

No podemos conformarnos desde ningún punto de vista con el método reproductivo.

Si no podemos ponerle alas veloces y fuertes al pensamiento, por lo menos pongámosle alas, porque estamos seguros de que en el ejercicio de volar, ellas crecerán y se fortalecerán aunque en la travesía se pierdan algunas plumas.

Retomando el concepto más ancestral de cultura como "cultivo", lo cual significa todo un proceso y no un acto único, individual y concreto en sí mismo, estamos entonces en condiciones de añadir que dicho proceso no se logra en un día, sino que requiere de profundidad y de raíces que lo sustenten.

Si vamos a utilizar una metáfora tendríamos que decir que el árbol, antes de ser árbol, es raíz en la profundidad de la tierra, es pasado que prepara el porvenir.

Las ciencias sociales estudian los procesos relativos a la sociedad y por lo tanto, también el proceso cultural de un país.

El término cultura, según algunos sociólogos, tiene más de 150 definiciones.

Varios autores coinciden en que es un conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial en una época, grupo social, etc., también se define como "conjunto de conocimientos que permiten a alguien desarrollar su juicio crítico"

Nos interesa particularmente esta última definición por considerarla más cercana a nuestros propósitos a la hora de educar, pues donde falta el juicio crítico, la libertad de pensamiento y expresión, faltará también el pensamiento desarrollador de la verdadera espiritualidad.

No se trata de flotar o sobrenadar las aguas, el asunto es otro. No hablamos aquí de un yo individual, egocéntrico y hedonista, sino de un yo colectivo que es susceptible de manar solidaridad contra el individualismo exacerbado que pretenden los neoliberales.

El rol del profesor universitario es dotarse de una verdadera cultura general integral donde lo cognoscitivo se una a lo afectivo, es pensar en los demás porque de ellos formamos parte. Es llevar a nuestros estudiantes esa misma fe y conocimientos a través del cultivo de los más connotados valores humanos.

Una verdadera revolución, una revolución en la educación tendrá que desembocar necesariamente en una revolución cultural, en un proceso dialéctico que no impone esquemas de pensamiento ni voluntarismo, sino que enseña y persuade.

Un cambio profundo en los valores consolida una sociedad y esa es la que pretendemos: un proyecto de vida que nos perfeccione no solo por fuera, sino también por dentro.

Los procesos sociales y culturales son dialécticos, y olvidarlo sería caer en dogmatismos y cegueras que no nos podemos permitir ni en este ni en ningún momento y para ello debemos ser inconformes, luchar por lo que queremos y sea lo mejor para el bien colectivo.

No podemos hablar de cultura si en ella no está involucrado el hombre. Suplantar los valores humanos fundamentales es contracultura.

La cultura distingue al hombre y lo hace único como ser social, pues la sociedad es su verdadera naturaleza y por lo tanto la calidad social del hombre es la cultura.

Los derechos fundamentales del ser humano y su sistema de valores son elementos contentivos de la cultura y hacia ellos deben encaminarse nuestros esfuerzos, porque entre otros, estos ayudan a la humanización de ese hombre que queremos y necesitamos formar.

Conservar y propagar la conducta y el pensamiento acordes con las exigencias y propósitos de determinadas sociedades y dentro de ellas la nuestra, es un camino que debemos recorrer, sobre todo los profesores, hasta los límites posibles, pues ello hablará a favor de una educación participativa donde todos ganaremos la partida al individualismo y a la falta de decoro y nos involucrará individual y colectivamente en un proceso docente educativo donde el hombre y su cultura sean los términos esenciales para emprender un nuevo camino hacia la esencia humanista de ese hombre que necesitamos formar en nuestras aulas.

 

 

Autor:

Lic. Iluminada Salinas Gil

Ing. Tomás Pino González

Lic. Odaly Dorta Rodríguez

Lic. Maité Davis Manrique

Lic. Julio Cesar Podio Yero

Enviado por:

Bárbara Hernández

1-El desafío cultural. Rafael Gómez Pérez. B.A.C 1983.

2-Diccionario de la Lengua Española. Real Academia Española. Vigésimo segunda edición, 2001.

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