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Golpear al centro

Enviado por Barbara Hernandez


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    Golpear al centro – Monografias.com

    El proceso de universalización es un proceso difícil y complejo, tanto desde el punto de vista de las inversiones (de todo tipo) como desde el punto de vista de las pretensiones o aspiraciones.

    Si a todo esto le sumamos una situación internacional donde el neoliberalismo y la globalización tienen todo el apoyo de los países más poderosos que le dieron origen y una escasa fuerza de resistencia en los países más pobres, entonces estamos en condiciones de afirmar que una de las inversiones más importantes realizadas por nuestro país es este proceso de universalización, como lo fue también en los inicios de la Revolución, la Campaña de Alfabetización.

    Una mirada no ya agradecida sino desprejuiciada, al entorno universitario, nos facilitará una visión plural del fenómeno. Nos referimos a una interpretación individual, muy personal, que no deberá carecer al menos, de un poco de admiración y otro poco de compromiso.

    El solo hecho de que nuestro país, en medio de incontables dificultades que todos conocemos y padecemos, no haya apartado nunca sus ojos de la educación de todos los sectores y grupos etáreos sin reparar en gastos y esfuerzos, nos obliga a ser copartícipes de ella.

    No queremos alumnos matriculados sino estudiantes. No queremos profesionales titulados, sino investigadores: profesionales competentes, capaces de exigir y defender su criterio, pero con la certeza del conocimiento, la verdad y la justicia. Para ello hemos de realizar una búsqueda exhaustiva tanto dentro como fuera de nosotras, ser inconformes con lo que sabemos y con lo que transmitimos a nuestros estudiantes.

    Si queremos que estos posean una cultura general integral, primero tenemos que procurárnosla, pero no una cultura manipulada y manoseada, porque tampoco queremos una educación manipulada, sino aquella que nace y tiene su razón de ser en los genuinos valores identitario y de pertenencia.

    La "cultura" como un concepto de contenido eminentemente sociológico, como creación humana, debe expresar y revelar la propia identidad, pues ella constituye la particularidad del ser humano, su especificidad. No solo podemos hablar de una cultura artística o literaria, sino de un todo que mucho tiene que ver con la espiritualidad del hombre que vive, conoce y transforma su realidad.

    La aspiración de una cultura general integral en nuestros estudiantes, acorde con nuestras concepciones, con nuestra forma de aprehender la realidad, nos lleva forzosamente a preguntarnos ¿Qué queremos transformar y qué necesitamos reforzar? Y la respuesta se da por sí misma: los valores, las normas, las actitudes, el comportamiento.

    Para el que no tenga bien definida su misión como profesor, como estudiante, o como ser social, le será muy difícil comprender y más aun, transformar su realidad.

    Es bien conocido que no podemos dar lo que no tenemos, mucho menos diseñar la vida de los otros, si no tenemos bien diseñada la nuestra.

    Cada cultura posee su propio sistema de valoración de su realidad que incluye normas morales, maneras de proceder, particulares sistemas de pensamientos que incluyen las conductuales, el autorreconocimiento y el reconocimiento de los demás.

    La cultura como fenómeno social y dado su carácter eminentemente humano, debe huir de la inmediatez, del hedonismo y del consumismo.

    La cultura importada o exportada no es cultura, porque no existe en esos términos, inconcebibles para estos tiempos y para estos propósitos.

    Valiosos aportes e innumerables ejemplos afloran en la consolidación de nuestra cultura y de nuestra nacionalidad.

    Cultivar el gusto y la fineza, el buen ver y el vestir apropiados, dicen mucho de la apropiación cultural que hemos hecho del medio que nos rodea y también todo lo contrario. Mirar al pasado profundizando en sus raíces, fortalecer y enfrentar retos para construir el futuro será la mejor manera de guardar nuestra cultura y romper con los contravalores que nos circundan.

    La cultura, como una realidad dinámica que mucho tiene que ver con el proyecto humano trazado, se convierte de hecho en forjadora de sueños realizables y alcanzables; así nuestra vida estará más cerca de los valores morales, que de la moda, del conocimiento que de la autosuficiencia, de la edificación que del conformismo.

    Si nos sentimos capaces de manejar nuestras vidas, también somos responsables por ella y por el porvenir, porque de lo que sí estamos seguros es que la cultura la construyen los pueblos y de que cada ser humano crea cultura, pero no de forma individual, sino colectiva.

    Sólo al género humano le es inherente la posibilidad de crear valores o modificarlos.

    Los jóvenes gustan de lo novedoso y lo asumen con desenfado, imprimiéndole su sello personal; pero se hace necesario, hasta imprescindible, el discernimiento, la capacidad para valorar y elegir lo más adecuado, aquello que no estará nunca en contradicción con los más elementales valores personales y sociales, con nuestra ética.

    No se trata de poner coto a sus libertades de elección, se trata de guiarlos, persuadirlos y si es necesario, enmendarlos. Esa es nuestra función social, más aun nuestra labor educativa.

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