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Enfrentando a la ley y al padre…

Enviado por Vilma Bidut


Partes: 1, 2, 3

    1. Introducción
    2. En oposición al padre… las familias Horta y Piedrabuena
    3. Por andar calabereando
    4. Los bienes que corresponden a los hijos /as
    5. Para que se restituyan los bienes de la familia
    6. Algunas reflexiones

     

    Introducción

    La familia fue y es el centro de los afectos pero también de un sinnúmero de conflictos. La diversidad y la multiplicidad familiar es difícil de observar si sólo tenemos en cuenta al grupo que convive y las relaciones jurídicas que los unen. Por lo tanto, otros factores como la vecindad, la amistad, la solidaridad y el trabajo son necesarios tener en cuenta al referirnos a la familia. Así podemos definirla conceptualmente como una continuidad simbólica y una red de relaciones sociales que se perpetúa a través de la transmisión de unas señas de identidad colectiva donde la propiedad, el control de los medios de producción, los sistemas de trabajo y las prácticas de la herencia tienen un papel fundamental (1) .

    De esta manera resulta compuesta por diversos elementos: sistema de residencia, autoridad y jerarquía familiar, la dote, el ideal de perpetuación, la consolidación de las redes de parentesco, funciones todas que se entrelazan para mantener el status familiar. Por lo tanto, es un instrumento, un medio para conocer el entramado social. (2)

    ¿Qué se entendía por familia durante el siglo XIX en esta región del Río de la Plata? y en particular en esta sociedad existente al sur del río Carcarañá que formaba parte del estado provincial santafesino. Si consideramos a sus habitantes herederos de una tradición española, el concepto de familia aplicado en esta sociedad implicaba que no puede separarse de las relaciones de parentesco, de residencia, del hogar y de las colaboraciones en el trabajo. Igualmente tendríamos que integrar el análisis entre hogar y familia, identificando los elementos que la conforman, en tanto complementarios y no opuestos, donde se sobreentiende que las relaciones de parentesco y las solidaridades de familiares son básicas que superan al hogar y donde la colaboración en el trabajo permite el sustento y la defensa del grupo.

    Durante la segunda década del siglo XIX en la sociedad posrevolucionaria rioplatense los cambios fueron muchas veces imperceptibles, con avances y retrocesos por que la revolución no logró arrasar con la totalidad de las condiciones en las se desenvolvía (3) . La familia mantuvo rasgos patriarcales entendiendo por patriarcado un sistema de valores sociales y culturales por el que los varones ejercen un poder sobre la sexualidad, la reproducción y la mano de obra femenina. Esta dominación concede a los varones un status superior en su relación con las mujeres, así en las relaciones familiares la autoridad se deposita en los ancianos y los padres, agregando un componente generacional y de género. Este modelo de autoridad en el grupo familiar sirve también como arquetipo de autoridad social más generalizado. (4)

    En tal modo las mujeres eran consideradas como el pilar de la sociedad y dentro de la familia tuvieron un papel preponderante como esposas y madres. Es en ese ámbito donde debían encontrar todas las recompensas que pudieran ambicionar .De este modo, trascienden como participantes claves dentro de la sociedad a pesar de y en relación con su subordinación genérica que oculta su visibilidad. La centralidad de sus roles se vinculan en primer lugar a la reproducción de la prole, tanto para el cónyuge como para el grupo familiar que la recibe. En segundo lugar, las operaciones domésticas orientadas a la supervivencia de todos los miembros del hogar. Tal rol, que implica simultáneamente un conjunto de responsabilidades, actúa sobre un espacio propio en el cual se mueve y actúa, si bien es el varón quién lo instaura, organiza y establece el sistema de relaciones al cual supervisa. Esta división social del trabajo es reconocida incluso por el orden jurídico vigente y textos legales como Las Partidas admiten que la función materna demandaba más esfuerzos y desvelos que los requeridos al padre. Frente a tal afirmación la condición de las féminas se igualaba a la fragilidad o debilidad debiendo por lo tanto ser protegidas, vigiladas y controladas por tales riesgos. Esta concepción se expresaba en la práctica en conductas de subordinación y sometimiento. La inspiración ideológica de esas posiciones derivaba de los textos Sagrados cristianos que reconocían como obligaciones del padre el dar sustento para vivir a los hijos requiriendo, en reciprocidad, el amor y la honra, pero también, el temor y la obediencia. (5)

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