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Vivir en valores para educar en valores


Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

  1. Ética y Educación Integral
  2. Necesidades básicas de aprendizaje para vivir juntos ante el desafío de la mundialización
  3. Respuestas de la educación ante las necesidades básicas de aprendizaje para vivir juntos en el siglo XXI
  4. Como progresar para aprender mejor a vivir juntos: algunas sugerencias para ampliar el diálogo
  5. Educación y valores controvertidos.
  6. Educación y valores controvertidos.
  7. Educación y valores controvertidos.
  8. Educación y valores controvertidos.
  9. Los valores y la familia
  10. La Educación Ambiental: una estrategia flexible, un proceso y unos propósitos en permanente construcción
  11. Documentos de trabajo
  12. Talleres

Este es un maravillosos lugar para vivir, compartir y crecer, pero necesitamos aprender cada día a ser mas humanos, parece fácil, parece inherente a nuestra especie, pero lo lógico no siempre lógicamente fácil de encontrar; cada día debemos aprender a vivir y convivir en un mundo cada vez mas cambiante, divergente, sin fronteras, con un crisol de razas, credos, lenguas, culturas y filosofías, y en constante ebullición; para ello debemos como individuos, como familias, como grupos y sociedades a sensibilizarnos y autoeducarnos en valores y así con el ejemplo de vida educar a nuestras actuales y futuras jóvenes generaciones.

El principio elemental es redescubrir el valor fundamental de la vida, pero de la vida como concepción creadora del bien, dadora de amor y bondad, generadora de la armonía, motor del desarrollo, fuente de convivencia pacifica, sanadora de las heridas de los odios humanos y amante de este maravilloso planeta.

La búsqueda de la armonía constituye una aspiración antigua. En ocasiones esta armonía se consigue, pero la historia de la humanidad muestra la dificultad que existe para sostenerla en forma persistente en el tiempo y el espacio. No se puede concluir que esta dificultad se deba exclusivamente a insuficiencias inherentes a la educación. Sin embargo, sí se puede afirmar que la educación tiene que desempeñar un papel crucial para contribuir a superarla.

En los albores del 2010, parecería que existiese un cierto consenso sobre el hecho que vivir juntos significa al mismo tiempo «querer y saber cómo vivir juntos».

Querer y saber cómo vivir juntos conlleva conocimientos, debido a que la intolerancia y el rechazo son con frecuencia el producto del miedo que se alimenta, por un lado, de la ignorancia y, por el otro, de las injusticias intolerables en el acceso a los derechos y al desarrollo humano.

Por lo tanto, es necesario aprender a descubrir y a conocer a los demás pueblos, generaciones, sexos, clases sociales y grupos de personas, sus culturas, necesidades, aspiraciones, sufrimientos, religiones, tradiciones y motivaciones. Para conseguirlo también habrá que aprender a conocerse mejor a sí mismo: a reconocer sus propias fuerzas y debilidades.

También se debe poseer y ver realizado el derecho a la información, a los conocimientos y métodos para aprender durante toda la vida y en el marco de todas las experiencias. Esto supone una educación básica que garantice, a la vez, las competencias en relación con el manejo de los sistemas de códigos, de comunicación y de investigación, de organización y de análisis de la información sobre el medio ambiente, las tecnologías, la sociedad y las manifestaciones espirituales en todas sus formas.

Pero la dimensión intelectual no es suficiente. Las posibilidades y las dificultades para aprender a vivir juntos comprenden también los ámbitos de la afectividad y de las emociones.

Querer y saber vivir juntos implica la afectividad y las emociones, que en combinación con los conocimientos pertinentes, permiten la construcción de valores, actitudes y comportamientos que no forman parte del bagaje natural de las personas. Hay que aprender, en consecuencia, el respeto de sí mismo y la autoestima, que están en la base de toda posibilidad de aceptación de los demás, del respeto y de la empatía frente a ellos para ser capaz de ejercer la solidaridad. El respeto de sí mismo y la autoestima permitirán recurrir a la escucha, al diálogo y a la solución de los conflictos así como a la cooperación, más que al enfrentamiento.

Aprender a vivir juntos forma parte de la «construcción del sentido» para la educación cuya necesidad sienten los niños y los adolescentes.

Querer y saber vivir juntos es pues un desafío personal y social, que se debe construir incluyendo la renovación de la idea del bien común, de las reglas que rigen la vida en común, los derechos y las responsabilidades de todos y de cada uno. Querer y saber vivir juntos significa la capacidad de «hacer juntos», de poner en marcha proyectos comunes para mejorar la vida diaria y edificar un futuro mejor.

Pero el propio concepto de vivir juntos varía a través del tiempo y de las culturas, así como los aprendizajes necesarios para ser capaz de ello y las formas educativas deseables para favorecerlos. Por consiguiente, la pregunta que se plantea en los comienzos del 2010, ante el desafío de aprender a vivir juntos, es saber cuáles son las características específicas que se derivan del entorno actual, de qué manera la educación de nuestros días puede responder a tal situación y cuáles son los rumbos que toman las transformaciones en marcha y las que se desean en el futuro.

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