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Educación y alteridad (página 2)

Enviado por JOSE PERNIA


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De tal manera que es de pensar cómo la Pedagogía Oficial pretende llegar a lo que llaman la Pedagogía de la Diversidad, sin haber realizado los pasos necesarios, pasos que nos da la experiencia vivida y pensada sin buscar nuestro origen, es decir de cómo nuestras vidas han llegado a ocupar un lugar en el mundo entre los y las demás.

Reconocer la necesidad del otro como principio de alteridad, acoger las diferencias en mí y la del otro, las otras y los otros, es un vínculo: el de saber que les necesito y, por lo tanto, el de saber que debo entran en relación con él; debo hablarle, debo escucharle y aceptar su palabra como otra; porque obviamente si el otro no estuviera allí, no habría palabra, no habría relación, no habría vida humana.

Pensar en nuestra experiencia de relación, extraer el saber fundamental que en ella hay, significa comenzar el nuevo camino que nos proponemos de ser maestras o maestros, desde la continuación que todo camino supone; continuación de las relaciones con el otro que hemos ido aprendiendo desde que nacimos, sintiéndonos escuchados o no, sintiéndonos acogidos o no, sintiéndonos con lugar propio o sin él.

Es por ello que, cuando enfrentamos a otro en condiciones de desigualdad física o mental, debemos responder con saberes, no con preguntas, porque en cada uno de nosotros hay un saber sobre la relación, un saber que es la materia prima de la que partir para formarnos, siendo verdaderamente autores de esa formación.

Hombres y mujeres, nacemos de mujer, hombres y mujeres aprendemos a relacionarnos con el mundo a través de una primera relación que nos sitúa diferente en relación en el otro y en relación con el mundo, porque la madre es APRA hijo o hija el otro; es decir la otra con que se relaciona su alteridad.

Sin embargo es de hacer notar que la educación ha olvidado esa primera relación educativa que le dio origen, esa primera mediación con el mundo que se da a través de la palabra, es decir, a través del aprendizaje de la lengua materna.

Partiendo en la necesidad de la distancia respecto de la lengua y el orden materno; y ha limitado su labor mediadora fundamental a la mediación del conocimiento y del orden paterno.

De ahí esa gran escisión que en nuestra formación profesional, se produce entre el conocimiento y el amor, entre lo cognitivo y lo afectivo, entre la relación con el saber y la relación con el otro, entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que sentimos y lo que pensamos.

Todo lo hasta aquí dicho, son reflexiones acorde con nuestra manera de pensar, sentir experiencias y, más que todo, el deseo de educar.

El otro ensayo que nos ocupa, es Ética, Alteridad y Experiencia de R. Foster (2006), que tocaremos someramente cono implicación directa al pensamiento de Emmanuel Levinas que tiene como la clave la cuestión del otro. Lo novedoso que piensa Levinas es que el reconocimiento interfiere en mí autonomía autista, rompiendo, a partir de la presencia del otro, mi autorreferencialidad.

El yo es idéntico hasta en sus alteraciones; las que representa y piensa, es la ruptura de la totalidad y, en tal sentido el reconocimiento del otro implica justicia.

El principio de alteridad es el reconocimiento del otro; nosotros, como educadores, debemos partir desde esta Conceptualización, para organizar, de manera efectiva, los aprendizajes que debemos impartir a los alumnos, sin excluir ni discriminar a ninguno, lo cual es – en definitiva – la base para entender las siguientes expectativas: ¿Qué tipo de humano se quiere formar? ¿Con qué experiencia crece y se desarrolla un ser humano? ¿Con qué métodos y técnicas puede alcanzar mayor eficacia?

El maestro, como facilitador–estimulador de experiencias, debe partir desde la misma esencia de la experiencia y el reconocimiento del otro, aplicando los principios de Alteridad, para sustentar los contenidos con una metodología acorde con la situación que implique un desarrollo progresivo y secuencial, para acceder a las metas, donde cada individuo ingrese progresiva y secuencialmente a la etapa superior de su desarrollo intelectual, de acuerdo con las necesidades y condiciones particulares, apoyándose en la experiencia.

El reconocimiento que debemos tener del otro, o de la otra, implica considerar la realidad circundante, estar atentos a los procesos ideológicos implícitos y la llegada del otro no debe ser entendida y reducida a un simple expediente.

El desafío, es el que señala los límites del vínculo entre la ética y política, entre justicia y derecho, entre el otro y lo mismo, entre la educación intencional y la no intencional.

Es de entender la estrecha relación que debe guardarse en el reconocimiento del otro sin ambigüedades y aceptando cualquier característica que no parezca común al grupo o al entorno social que representen los actores.

Es la Escuela como sistema de organización social, abierta por estar influenciada por el factor humano, la que debe canalizar todo lo inherente a entender la inclusión de todos como una toma de conciencia, propiciadora de la participación, el diálogo, la justicia y la autonomía; para legitimar normas sustentadas en valores que conduzcan a una convivencia escolar armoniosa.

Esto permitirá formar personas aptas para incorporarse en otros niveles educativos y en otros espacios en la vida, con sentido de dignidad, fraternidad y justicia.

 

 

Autor:

José Pernia

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