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La educación desde una perspectiva antropológica (página 2)

Enviado por gloria meyer


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Desarrollo

Resulta imposible pretender analizar el proceso educativo o de aprendizaje sin involucrarse con una concepción del hombre, de la sociedad y de la interacción entre ambos, puesto que existe una estrecha relación entre el hombre y la sociedad que lo acoge.

Esta relación establece un vínculo de bidireccionalidad que implica que se recibe de la sociedad todo lo que es necesario para la realización y logro de los fines del hombre y que a su vez éste responderá a la ella por lo que ha recibido. Aristóteles dejaba en evidencia esta situación al plantear que el denominado zoon politikon se vincula con la sociedad porque sólo en ella logra su fin último, es decir, la felicidad.

Este enfoque, centrado en el hecho que, el hombre establece naturalmente esta relación bidireccional con su entorno social, es lo que permite señalar que nos encontramos frente a un acto moral.

Tomando en consideración las palabras de Inmanuel Kant planteadas al inicio de esta reflexión, la educación adquiere un rol protagónico al momento de querer estudiar la vinculación existente entre el hombre y la sociedad.

Especialmente, si se entiende el concepto de la educabilidad como la capacidad de cada persona de ir adquiriendo nuevos conocimientos integrados en el orden social, se puede comprender que esto le permitirá un mejor desenvolvimiento cn su entorno.

Esto trae como condición necesaria que, al haber un mejor desenvolvimiento, habrá también una mejora tanto en ámbitos individuales como colectivos, ya que al desenvolverse mejor en el ambiente, se beneficia también a la sociedad.

Es necesario considerar que la sociedad no es la simple suma de todos sus miembros sino que ésta se compone como un todo que se desarrolla armónicamente. Por ende, la mejora cualitativa cada uno de sus miembros redunda necesariamente en la mejoría para la sociedad. Nuevamente, queda en evidencia que estamos frente a un acto moral.

Al profundizar en esta perspectiva, se puede observar que la educación permite dotar al educando de las herramientas, habilidades, competencias y valores que son indispensables para su desempeño social.

En este sentido, es importante considerar que el proceso de aprendizaje es constante y permanente, porque las habilidades que se necesitan en cada una de las etapas del desarrollo vital individual, son diferentes y por lo tanto, es necesario adquirir nuevos conocimientos de manera tan imperiosa como se requiere posteriormente su actualización.

Sin la adecuada actualización, se encontrará el ser humano carente de las habilidades y herramientas necesarias para su óptimo desempeño social, el cual va aparejado de logros y satisfacciones individuales.

Es por esto que la educación se convierte en una necesidad permanente del ser humano, ya que cada día requiere de nuevas herramientas y eso queda en evidencia ante la tendencia a la capacitación permanente para que cuente con las armas necesarias para su desempeño laboral, profesional y por ende, su realización personal.

Las herramientas, habilidades, competencias y valores que se adquieren a través del constante aprendizaje, son los elementos que permiten que el hombre se desenvuelva en el entorno social de manera eficiente, es decir, que logre obtener aquello que lo ha motivado a desarrollar una actividad. Este motor puede ser intrínseco al ser humano, tal como lo señala Maslow cuando se refiere a las jerarquía de las necesidades y expone que después de las necesidades fisiológicas, se busca la satisfacción de las necesidades relativas a la seguridad y protección, luego, se busca la pertenencia, de modo de lograr relaciones interpersonales que permitan la integración social con relaciones armónicas, y finalmente, al encontrarse satisfechas estas necesidades, viene la búsqueda de la competencia y de la realización personal.

Sin lugar a dudas, que todas estas necesidades se convierten en demandas que el propio individuo se plantea para lograr la condición necesaria para su estabilidad.

No es preciso buscar satisfacer todas estas carencias, sino que cada uno determina su estadio propicio en función de su propia individualidad.

Asimismo, puede ser que la generación de este impulso por obrar en el contexto social no sea por motivaciones intrínsecas, sino que se deban a aspectos que vienen desde fuera del individuo. Es en esta perspectiva donde se confirma que la acción mediada por un agente externo al ser humano, es mayormente un acto moral por cuanto es premeditada, mediada por algún fin y a su vez meditada.

Esto implica que en la motivación por actuar existe también una capacidad de decisión de orientarse para el logro de un objetivo. Es decir, hay una meta por alcanzar que mueve al ser humano: lo motiva.

Así, la motivación se convierte en un medio para obtener un fin, por eso es de vital importancia que los procesos de aprendizaje sean motivadores para que los educandos le den sentido al contenido desarrollado y así, logre dotarlo de significado y valor para ellos mismos.

Recapitulando, el aprendizaje es un fin mediado por la motivación del ser humano para poder desenvolverse en el ámbito social.

Sin embargo, también podríamos conceptualizar que el conocimiento adquirido se convierte en un medio o la herramienta para el actuar de manera eficiente y eficaz en el entorno comunitario.

Resulta sumamente complejo pretender establecer a priori cuales son los fines a los cuales debe llegar el ser humano, puesto que cada uno se desenvuelve en espacios diversos que requieren de habilidades, competencias y conocimientos específicos.

Aristóteles señala que el fin del ser humano es la felicidad, sin embargo, esto lleva implícito que el fin orientador del actuar humano, es subjetivo o relativo ya que depende de cada individuo. Lo que hace feliz a uno, no necesaria mente va a ser replicable para los demás.

El actuar orientado a un fin hace que sea necesario actuar de tal modo que pueda solucionar los problemas y adversidades que se presenten en el camino, eso es lo que tradicionalmente se entiende como el actuar inteligente.

La inteligencia es la capacidad con la que cuentan las personas para resolver problemas. Este actuar inteligente o racional, nuevamente nos evidencia estar en presencia de un acto moral, porque desde el momento que el individuo tiene la posibilidad de cambiar o modificar el entorno para el logro de sus objetivos y su realización, existe el riesgo que su actuar traiga consecuencias para la comunidad en la cual está inserto. Es así como la educación no puede estar al margen de los valores y la moral.

Ningún individuo puede pretender mantenerse en la autarquía, requiere de los demás para la satisfacción de todas y cada una de sus necesidades, por lo tanto, es imperioso que sepa desenvolverse armónicamente con otros individuos.

Como el hombre requiere de una formación permanente es preciso que logre comprender el rol que cumple en la sociedad. De este modo, asume que no sólo es sujeto de derechos, sino que también asume que tiene deberes y responsabilidades con su entorno social.

Es en este ámbito donde la educación asume un papel protagónico, ya que es ella, junto a la familia, quienes recogen la tarea de socializar o de inculcar valores que son social y políticamente dominantes. La educación debe dar una formación integral, no sólo contenidos que sean evaluados numéricamente, sino que debe formar seres capaces de desenvolverse en la sociedad y que puedan retribuir lo que han recibido de ella.

El dominio que imponen estos valores socializados son los que permiten la convivencia social y está directamente relacionados con las esferas de la personalidad de un individuo, es decir, que debe haber un equilibrio en el desarrollo de áreas que le permitan ejecutar actividades tanto como deben desarrollarse aspectos inductores que dicen relación con los ámbitos internos de cada individuo. Aquí cabe el fortalecimiento de la autoestima, la motivación, el manejo de la frustración, la tolerancia y tantos otros aspectos, valores y virtudes que deben incluirse en un proceso de formación integral para permitir que los seres humanos se desenvuelvan dentro de los márgenes de la convivencia social.

Es así como la educabilidad no se escapa de una visión del hombre.

Es preciso que se comprenda que la capacidad de un individuo de adquirir nuevas conductas a lo largo de su existencia, como se puede comprender a la educabilidad, pasa por comprender el rol que cumple el ser humano en la sociedad.

No es un ser aislado, es un ser integrado a una comunidad y a su vez es integrador de nuevas experiencias de crecimiento social, es decir, construye y a la vez es construido.

Es un proceso complejo porque la educación es un continuo, con entradas y salidas en un sistema que funciona con una serie de interrelaciones entre todos los miembros de la comunidad educativa. Una intervención en cualquier nivel del sistema, implica el reacomodo de las restantes piezas del sistema. Así como el hombre no puede ser autárquico, la educación no puede carecer de una visión de hombre y de la sociedad.

Esta relación queda en evidencia cuando observamos que cada periodo de la historia social, la educación ha sido un reflejo de la sociedad imperante.

La educación ha ido dotando a los educando de las herramientas necesarias para desenvolverse en la comunidad y como esta es permeable, la educación se ha ido permeabilizando también, pero asimismo ha debido asumir la responsabilidad de mantener la integridad en la formación de las personas, ya que no basta con capacitarla con herramientas, sino que es preciso que conozca su rol social y asuma el compromiso de vivir en comunidad para que contribuya al desarrollo armónico de la sociedad.

BIBLIOGRAFÍA

1. ARANCIBIA, Violeta, HERRERA, Paulina, STRAESSER, Katherine. Manual de Psicología Educacional. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago, 2004.

  1. ARISTOTELES, "La Política" Panamericana Editorial. Bogotá, 1993.
  2. MASLOW, Abraham. Motivación y Personalidad. Editorial Sagitario, Barcelona, 1954.
  3. SEPULVEDA Parra, Carmen, REYES Ochoa, Luis, PEREZ Pastén, Manuel. Motivación para el aprendizaje: una mirada desde las aulas chilenas. Ediciones UCSH. Santiago, 2003.

 

Gloria Meyer González.

Bachiller en Ciencias Sociales;

Cientista Político.

Santiago, Chile.

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