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Culturas de mercado, rutinas de vida – Mujeres canasteras y su valor laboral (página 2)


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El comercio informal de estas mujeres representa para ellas el riesgo de una gran apuesta a ganar el sustento familiar versus el perder su mercadería por no cumplir con los requerimientos legales establecidos.

El pagar impuestos significa mayor responsabilidad y una mayor exigencia de recursos económicos para desarrollar su actividad comercial. Esto va ligado a la necesidad de poseer o de lo contrario pagar para cumplir tributariamente con dichas exigencias.

A la vez el hecho de no pagar impuestos juega en contra o en desventaja para estas mujeres canasteras, porque aquellos que sí contribuyen, ven a éstas como entes ajenos, que con o sin intención amenazan con quitar la clientela, lo que hace que estos mismos las denuncien, la mayoría en coalición, por lo que carabineros debe actuar y hacer que ellas se retiren, o incautar toda la mercadería y en consecuencia terminar el día sin ganancias.

Un gran riesgo que deben correr, esto lleva a no poder trabajar tranquilamente, lo que podría compensarse, pues el no pagar impuestos también es una ventaja, ya que es un ahorro de recursos que perfectamente lo podrían emplear para cualquier otro fin personal o familiar, donde no tienen que rendir cuentas ni realizar engorrosos trámites.

La calidad de vida de las canasteras también se ve afectada, en aspectos como vivir una vida apresurada y con bastantes privaciones que les significa agotamiento y desgaste físico.

Ser canastera o feriante conlleva necesariamente el trabajo como miles de mujeres, cumpliendo otros roles.

Después del trabajo diario de la feria se sigue trabajando, pero aquí el único pago es el cariño de su familia, que también como otros trabajos puede ser mal remunerado y poco valorado, pues trabajan al cuidado de estos, en los quehaceres del hogar.

Optimizar la calidad del tiempo es un punto importante ya que por estar todo el día en la feria, la llegada al hogar es tarde, lo que implica pasar menos tiempo junto a su familia.

Al comparar la labor de las canasteras con el delicado, pero no por eso menos valorado, trabajo de los recolectores de digueñes podemos encontrar similitudes como la dedicación de considerables años de sus vidas a lo que con tanto esfuerzo se dedican, lo que indudablemente permite conservar y conocer en la actualidad productos naturales y propios de nuestras tierras y a la vez, saber un poco, qué otros derivados se extraían de algunos frutos, como de los digueñes por ejemplo (chicha).

Coexisten así recolectores y canasteras en la concurrida feria o calles de nuestra ciudad, con productos de alta pureza natural y llenos de tradiciones.

Por ejemplo las zanahorias de las Sras. Canasteras, son cultivadas en tierras que no están mayormente erosionadas y con el uso de fertilizantes naturales como el guano de oveja o de vacuno, sin componentes químicos y a su vez los recolectores de digueñes los extraen de árboles que aún logran crecer en toda su extensión natural sin la mayor intervención del hombre, comprobado a través de su pertenencia al bosque nativo de la tierra chilena.

Frente a estas dos realidades, nos preguntamos: ¿en unos años lograran mantenerse en el tiempo las canasteras y los recolectores?,

La respuesta puede o no ser sencilla, ya que la globalización ha ido arrasando y transformando muchos aspectos de nuestra cultura, por lo que puede ser probable que acabe con esto también.

Cabe mencionar el esfuerzo y la gran lucha que ha podido llevar nuestro pueblo originario y el trabajo que realiza, por lo que se cree que ese espíritu de lucha corre por sus venas, aun así querámoslo o no, a gran parte de estos los ha devorado la globalización, así como no debería extrañarnos evidenciar que poco a poco se comiencen a extinguir y un día no muy lejano ya no se vean las malogradas canasteras, esas que estorban a veces en las esquinas mostrando tímidamente un cilantro agigantado o que repletan los apretados pasillos de un bus rural.

Ante la pregunta anterior, encontramos otra, la cual es ¿Qué podemos hacer nosotros para que estas personas representantes de una cultura, no desaparezcan o que hemos hecho para que aquello no suceda?, ante esto, debemos estar concientes que todos somos partícipes y responsables de la desaparición o continuación de nuestra propia cultura.

No seria recomendable seguir encandilados como a comienzos de la conquista con la realidad maravillosa que nos mostraban, objetos, costumbres, etc. Sino abrir nuestros ojos y valorar el tesoro guardado y transmitido generación tras generación por nuestros ancestros como lo es nuestra cultura, tan rica y hermosa representada por nuestras canasteras.

La respuesta a la segunda parte de la pregunta, es muy evidente y la mayoría no hemos hecho nada y como siempre solo unos pocos han luchado, pero como minoría muchas veces no son escuchados y necesitamos igualdad de oportunidades para ellas, adecuadas a su realidad que les permitan abrirse camino y desarrollarse en conjunto con aquellas organizaciones que puedan guiarlas por un camino mas seguro y amigable de la globalización y no por aquel camino frío del abandono y del olvido.

Estas mujeres por esfuerzo no se detienen, ¿Qué estamos dispuestos a hacer por ellas?

Un gran rescate a todo esto y como respuesta a la gran pregunta anterior, es el libro "Culturas de Mercado, Rutinas de Vida" de los autores G. Davinson Pacheco y L. Ketterer Romero, ya que estos al interesarse de los agentes de la feria pinto, han hecho reflexionar en diversos ámbitos a sus estudiantes y a todo aquel que a tenido el placer de leer este libro.

BIBLIOGRAFÍA

Davinson, Guillermo y Lucy ketterer, 2006, Culturas de Mercado, rutinas de vida. Temuco: Ediciones Universidad de la Frontera.

 

Pamela A. Muñoz Vera

Carol Y. Vera Arratia

Alumnas de la Universidad de la Frontera, Facultad Educación y Humanidades, Departamento de Trabajo Social de la Carrera de Servicio Social.

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