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Mis anecdotas de judo (página 2)

Enviado por alfredo eiman


Partes: 1, 2

Mi primera gran alegría

Una cálida noche de fines del año 1963, en el predio abierto que existía entre la pileta de natación y la administración del Country Club, perteneciente al Jockey Club de Córdoba. se disputaba la "Copa Romo", era este un trofeo Challenger que había sido ganado cuatro veces en forma alternada por la Escuela de Aviación Militar y los dos últimos años por el Instituto Privado de Judo, el que ganare de las dos instituciones antes mencionadas obtendría el trofeo en forma definitiva.

Fueron varias las Instituciones anotadas, y algunas presentaban mas de un equipo los que se integraban por tres judokas cada uno, luego de varias horas de competencia llegaron a la final el equipo (A) de la Escuela de Aviación Militar y el equipo (B) del Instituto Privado de Judo, el primero formado por los Judokas Virgilio Loyo, Ricardo Montenegro y Julio S. Gamen y el segundo por Raúl Medina, Evaristo Ghelli y yo, Alfredo Eiman.

Luego de dos rondas de desempate ninguno de los equipos había sacado ventaja sobre el otro por lo que se resolvió nombrar a uno por cada equipo como representante del mismo y que ellos diriman en una lucha quien sería el ganador.

Nunca tuve en claro el motivo por el que fui elegido para representar al IPJ ya que era el judoka de menor peso y categoría de los tres que integrábamos el equipo pero así lo resolvieron los profesores, hecho que fue aceptado por mis compañeros y me tocó dilucidar con Gamen el resultado final del torneo.

Con las manos casi endurecidas por el esfuerzo realizado durante las luchas previas, tomé el judogui de mi contrincante y comenzamos un forcejeo interminable más que una competencia técnica, en aquel entonces no existían las advertencias ni sanciones por no presentar lucha y solo dedicarse a defenderse y únicamente se determinaba un ganador por decisión, cuando alguien lograba por lo menos, un wazahari o sea medio punto.

Faltando muy poco para la finalización de la lucha decidí entrar lances con mayor ímpetu tratando de descargar, en lo que faltaba de tiempo, todas las energías que me quedaban y en un momento determinado luego de salir de un seoinage que fue muy bien parado por Gamen vi la oportunidad de entrar un osotogari que despegó a mi contrincante del tatami y logré un ipón (fuera de combate).

Cuando estaba en el suelo sobre mi adversario vi de refilón la mano levantada del árbitro y luego todo fue confusión, alegría y locura desatada sobre el tatami ya que todos los compañeros de los demás equipos del IPJ me levantaron en andas en un interminable festejo que rompió las tensiones de una larga jornada de competencia.

Luego vinieron las famosa "picadas" del "tercer tiempo", los brindis y posteriormente la noche, donde en la soledad de mi pieza se me hacia imposible conciliar el sueño, pensando en los inolvidables momentos pasados durante ese torneo.

No quiero dejar de recordar en esta nota que dos años después, el 3 de Noviembre de 1965 dos de los integrantes del equipo de la Escuela de Aviación que habían terminado ese año su estudio, Ricardo Montenegro y Julio S. Gamen realizaron el viaje de fin de curso en el trágico vuelo del avión TC 48 que cayó en el macizo cordillerano, de la República de Costa Rica salvándose solo Virgilio Loyo quien se enfermó un día antes del viaje y por ese motivo no pudo ser de la partida.

La nobleza de un grande

Lo sentí totalmente pegado a mi espalda… llevé mi hombro derecho hacia el tatami, al mismo tiempo que giraba la cabeza a mi izquierda y por una fracción de segundo experimenté la sensación que mis pies estaban en el aire, luego… el estallido. Sentí el IPPON !!!, mire hacia el árbitro y lo vi al Sensei Hitoshi Nishizaka con su brazo derecho levantado, giré la cabeza hacia mi contrincante que estaba totalmente de espalda y miré ese rostro con la sonrisa que nunca perdió, allí estaba la persona a la que yo mas admiraba por su forma de luchar, para mi gusto, el judoka mas técnico que había visto en la Argentina, al mismo tiempo que lo ayudaba a levantarse nos confundimos en un abrazo interminable y me sentí pidiéndole perdón por lo que había hecho, acababa de ganarle a Yoshihiro Matsumura, mi ídolo deportivo.

Ni bien terminó el árbitro de declararme ganador, fui levantado en andas por mis amigos y algunos alumnos que presenciaban ese torneo en la Ciudad de Marcos Juárez, Provincia de Córdoba. Acababa de clasificarme tercero entre los que habían obtenido el primero y segundo puesto de las categorías en disputa. Por aquel entonces corría el año 1966, era un reciente 1º Dan y en ese torneo terminaba de ganarle a varios Danes de categorías superiores en peso y graduación que la que yo ostentaba y entre ellos estaba Matsumura que me había superado con un perfecto de-ashi-barai en la categoría liviano, obteniendo así el primer puesto y quedando yo en segundo lugar. Entre los otros competidores se encontraban Mario Pizatti, Roque Ficara en medianos y los pesados Yoshimura y Scafidi quienes salieron primero y segundo respectivamente en ese absoluto.

Mientras era homenajeado y felicitado no dejaba de pasar por mi mente un cúmulo de pensamientos enfrentados, por un lado estaba la alegría de haber coronado una noche excepcional por los triunfos obtenidos, con el hecho de haberle ganado al entonces 3º Dan Matsumura y por el otro, que ese triunfo si bien había sido mediante un impecable lance fue como consecuencia de una distracción de mi contrincante que me había arrojado reiteradas veces con de-ashi-barai y seoi nage, pero que yo, en el aire me daba vuelta cayendo parado o de bruces sobre el tatami y justamente luego de una de esas proyecciones es que al ir levantándome aprovecho que Matsumura se encontraba (como siempre fue su actitud) con los brazos hacia delante para subir ya tomándolo de la parte baja de la solapa izquierda y a su brazo derecho extendido aplicándole un limpio seoi-nage a ese pequeño ser, pero inmenso judoka que tenia enfrente.

Casi 30 años después de ese acontecimiento, en la Ciudad de Resistencia, donde vivo actualmente, me entero que se hacia un torneo Interprovincial de Judo y fui a verlo, en cuanto entré en el local donde se disputaría el torneo me ubica el Presidente de la Federación Chaqueña , el Profesor Fernando Cuchi quien vino a saludarme, luego me dijo que una persona había preguntado si yo iba a estar y cuando le consulto quien fue, me hace un guiño con la vista para que de vuelta la cabeza y lo veo caminar hacia mí como si no hubieran pasado los años, al Sensei Matsumura, nos saludamos efusivamente y tomándome de un brazo me dice "vení conmigo" me lleva donde estaban todos sus alumnos, los que el había traído para competir desde Posadas, Misiones y les dice con su eterna sonrisa dibujada en el rostro "quiero que saluden a Eiman, hace muchos años, el me ganó con Seoi-Nage y obtuvo el premio al judoka mas técnico" … así era Yoshihiro Matsumura, una suave pluma en el tatami, un inmenso corazón fuera de el. Su último grado antes de fallecer hace pocos años era 7mo. Dan.

Campeonato metropolitano y de la provincia de Buenos Aires año 1966

Quede totalmente sorprendido, acababa de recibir una carta de la "Federación Metropolitana y de la Provincia de Buenos Aires" donde se me invitaba a participar de su Torneo Anual del que saldrían los campeones de esa provincia en las distintas categorías.

Corría el año 1966, en ese entonces vivía en la Ciudad de Córdoba, lugar en que residía desde hacia dieciocho años y no podía creer que me hayan tenido en cuenta para invitarme, precisamente porque no pertenecía a la Provincia de Buenos Aires y era solo un flamante 2º Dan, luego me enteré que la invitación se realizó por mi desempeño en el Torneo Nacional de Marcos Juárez donde siendo 1º Dan había salido segundo en livianos , tercero en la general de todos los pesos y había obtenido el titulo del Judoka más Técnico del Torneo y querían (según los organizadores) prestigiar la competencia con Judokas de jerarquía de otras provincias.

Viajé el día anterior al torneo en el automóvil (Siam Di Tella 1500) de un amigo, Raúl Natale padre de dos alumnos míos en la Asociación Cordobesa de Volantes. Una vez que llegué a Buenos Aires todo transcurrió fugazmente, el pesaje la cena, acostarse a dormir temprano, el desayuno a media mañana para no almorzar y luego la llegada al estadio de la Federación Argentina de Box donde se desarrollaría el torneo.

En la categoría Dan participaron los mejores Judokas de la Capital Federal y de la Provincia de Buenos Aires mas el que escribe esta nota, en total éramos treinta y ocho divididos en cuatro categorías. La categoría medio mediano en la que intervine se dividió en dos zonas "A" y "B"

Me tocó por sorteo la zona "A" y gané las cinco luchas que realicé mediante aplicación de lances antes del tiempo establecido, una por osotogari otras tres por seoinague y la ultima por aplicación de un seoi otoshi makikomi modificado por mí, obteniendo así la zona en forma invicta.

La zona "B" fue ganada por el judoka Eichi Yasuda 3ª Dan y como dato ilustrativo y no de menor importancia como posteriormente pude comprobar, fue que el era Campeón de Sumo, detalle que en ese momento no conocía.

La lucha final se debía desarrollar en un tiempo estipulado de 5 minutos, fue ardorosa y por lo que podía apreciar debido a las expresiones emitidas desde los cuatro costados del estadio, era de un tono vibrante y emotivo, sin que ninguno de los dos nos pudiéramos sacar una ventaja decisiva por lo que los jueces al terminar la misma decretaron un empate, se decidió por lo tanto realizar otra lucha de cinco minutos más

Los siguientes 5 minutos fueron un calco de la lucha anterior pero yo sentía que con el paso de los minutos mis movimientos se hacían cada vez más lentos, que me comenzaba a ahogar por la falta de aire, mi forma de luchar fue siempre explosiva, gastaba mis energías en los primeros minutos entrando lances con mucha continuidad y potencia, lo que me daba resultado ya sea ganando antes del tiempo estipulado o por decisión ya que después de varios minutos de ataques me daba puntaje como para terminar la lucha con claras ventajas, pero esto era distinto ya no lograba ni entrar lances y es asi que los jueces determinaron un nuevo empate.

Se decidió extender la definición a un nuevo desempate de otros 5 minutos y con fallo obligatoria para uno de los dos contendientes a fin de dirimir el Campeón de la categoría. A esta altura de los acontecimientos mis energías y la fuerza que podría oponer prácticamente habían desaparecidos, recuerdo que apenas podía levantar los brazos para aferrarme a la manga y solapa del Judogui de mi contrincante y a eso le debía agregar que ya ni siquiera lograba cerrar completamente mis dedos porque comenzaron a agarrotarse y no responder a la orden que emitía mi ya obnubilado cerebro, en ese momento comprendí lo que boxeadores y luchadores de otras artes llegan a experimentar cuando se traspasan los límites de la resistencia física en deportes de contacto.

En un momento determinado y como recurso extremo, quizás guiado por la inconsciencia que a esa altura de la lucha estaba invadiendo a todo mi ser, lo tomé del cinturón a la altura de su espalda con el objeto de intentar un uki goshi, técnica que nunca, en estado de plena razón se me hubiera ocurrido aplicar ya que si bien la conocía jamás la aplicaba en competencias, hoy puedo decir que ese fue el comienzo del fin de una lucha que hasta ese momento era pareja. Sin siquiera darme cuenta me sentí elevado por sobre la cabeza de Yasuda y solo mi sentido de supervivencia me dio fuerzas para girar en el aire y caer parado, no obstante lo cual Yasuda había descubierto mi falencia física para evitar ser arrojado por la aplicación del lance más utilizado por los practicantes de Sumo, desde ese momento fueron innumerables las veces que fui proyectado por su poderoso uki goshi a veces era elevado en una punta del tatami y me llevaba en el aire para arrojarme casi en el otro extremo y solo sacando fuerzas de donde ya no tenía más la voluntad de no perder, y la cantidad de horas de permanente practica para darme vuelta en el aire le impidió ganarme por ipón ( fuera de combate).

La culminación de la lucha fue también el final del tormento que tuve que soportar durante esos minutos finales, por lógica los jueces le dieron ganador del campeonato a Eichi Yasuda y cuando nos encontramos en el centro del tatami para darnos un abrazo me dijo "vos me abriste la puerta, yo solo aproveche la oportunidad…"

Así fue mi paso por un Campeonato del que aparte de llevarme mucha experiencia junto a un cúmulo de sensaciones que no volví a sentir, también me llevé el reconocimiento de Maestros y Profesores por mi actuación junto al hecho de ser el primer Judoka del interior del país que se va con el titulo de Sub Campeón Metropolitano y de la Provincia de Buenos Aires.

 

 

Autor:

Alfredo Eiman

6° Dan Judo

4° Dan Jiu Jitsu

Partes: 1, 2
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