En los seres humanos este factor es de utilidad para los recién nacidos, quienes están inclinados a las pérdidas de calor por razón de su pequeño volumen. Resultado de la relación existente entre superficie y grosor y de su regulación térmica, ya que, siendo inmaduros no pueden titiritar.
Bajo la piel, los bebés poseen depósitos visibles de grasa parda, especialmente en la espalda, los hombros y en la nuca.
Tejido cuyo único propósito es el de generar calor.
Pero, cuando se llega a la edad adulta, las cosas comienzan a lucir muy diferentes.
Termogénesis
Autopsias de adultos revelan, o una carencia total de grasa parda, o cantidades insignificantes de la misma, mezcladas con grasa blanca.
Lo que resultó en la suposición de que otros tejidos eran responsables por la generación del calor cuando fuera necesario.
Por ejemplo los músculos son capaces de generar calor por el estremecimiento, y asimismo por la termogénesis no temblorosa.
Por serendipia, la grasa parda se descubre
En el año 2002, un nuevo método de imaginería computarizada para examinar el cuerpo humano se descubrió, llamado Tomografía de Positrones Asistida por Computadora (o PET-TC).
Este procedimiento envuelve tomar radiografías del individuo luego de haber sido inyectado con trazadores radioactivos que detectan zonas metabólicas calientes — un hito de la presencia de tumores cancerosos.
Imágenes de grasa parda activada
Algunas de las imágenes obtenidas por este método, a veces eran distorsionadas, por la presencia de constelaciones de motas brillantes alrededor de las clavículas, los hombros y la espalda.
Vestidos sólo con batas de hospital, los pacientes tendían a sentirse fríos durante los exámenes.
Pero, cuando la temperatura del cuarto se hacía más caliente, las extrañas motas desaparecían.
Los radiólogos, entonces, empezaron a sospechar que las motas no eran más que áreas de grasa parda activadas en respuesta al frío ambiental.
¿Cómo decidieron esta teoría?
Nadie lo sabe, pero lo que sería cierto es que el interés en la grasa parda creció de inmediato, y varios grupos de investigadores comenzaron a estudiarla.
Recientemente una profusión de artículos se ha publicado demostrando que algunas personas poseen conglomerados, pequeños y bien definidos, de grasa parda. Cada uno de estos conglomerados siendo nutrido por sistemas vasculares densos y por una red satélite de tejido nervioso.
Análisis de muestras de este tejido han demostrado que estos contienen termogenina, sello distintivo de la grasa parda.
Termogénesis del recién nacido
Hoy se acepta, sin reservas, que los adultos de nuestro género poseen grasa parda. Y que esta puede activarse bajo ciertas circunstancias.
El problema es que no todos los seres humanos la tienen y no todos la activan.
Mientras que solamente números pequeños de individuos han sido examinados para determinar su presencia, los investigadores han comenzado a formular conclusiones tentativas acerca de quienes la pueden tener en la mayor proporción.
La edad es un factor. En un estudio reciente, grasa parda metabólicamente activa, se detectó en la mitad de un grupo de individuos de edad entre los 15-35 años. Pero estaba presente en sólo dos de 24 personas de edades 38-65 años de edad.
Lo que es bajo.
También se determinó que aquellas personas con menos grasa parda tenderían a ser más gruesas.
¿Podemos, entonces concluir — como tantos han hecho — que la grasa parda protege contra la gordura?
Hasta el momento, nadie puede asignarle a este dilema una relación de causa a efecto.
Existe siempre la otra posibilidad de que la obesidad conduce a la disminución de la grasa parda.
Ratón modificado genéticamente para no poseer grasa parda
La investigación conducida en algunos animales de laboratorio, soporta la idea de que la falta de grasa parda puede que sea la causa más que la consecuencia de la obesidad.
Por ejemplo. Ratones modificados genéticamente para eliminar la termogénesis demuestran una tendencia a la obesidad. Lo que, para muchos investigadores significa, que la delgadez — como condición o estado — es resultado de una actividad mayor proveniente de la grasa parda.
Es posible que los genes asignan — a algunas personas dichosas, en el azar de la lotería metabólica de nuestra existencia — a ser delgados, mientras que a otras las consigna a una vida de combatir la gordura cuesta arriba.
Se conoce, al último respecto, que existe una diferencia genética en la cantidad de grasa parda activable que los animales gordos poseen.
¿Por qué no es posible que sea lo mismo con los seres humanos? Se preguntan los investigadores.
Lo que presenta la cuestión de: ¿Podemos enjaezar el poder de esta grasa para disminuir la circunferencia de nuestras cinturas?
Esto puede lograrse — al menos en teoría — aumentando la cantidad disponible que tenemos de grasa parda, estimulando su actividad a temperaturas normales, o — preferiblemente — de ambas maneras.
Terapia de reemplazo hormonal
Reemplazo hormonal
Algunos científicos creen que el foco de los esfuerzos debe de ser en la prevención del decline natural de la grasa parda que ocurre normalmente, a medida que la gente envejece.
La mayoría de casos de la obesidad, dicen ellos, equivocadamente, que aparecen en la edad media y más adelante. Período de la vida cuando la actividad de esta grasa comienza a disminuir.
Lo que no es así.
Entonces, — sueñan los investigadores — si se puede identificar la hormona responsable por este fenómeno fisiológico, se podría tratar de poner revertir este proceso.
¿Cuál puede ser esta hormona? Nadie ni lo sabe ni lo imagina.
Pero existen pistas para seguir, dicen los "expertos".
Algunas de las drogas utilizadas para el tratamiento de la diabetes, conocidas como glitazonas o tiazolidinediones, se reconoce que aumentan la grasa parda en ratas y que asimismo estimulan la formación de células de grasa parda humana, en el laboratorio.
Sin embargo, cuando se usan en el tratamiento de la diabetes, estas drogas no activan la grasa parda ni causan pérdidas de peso.
Otra manera de intentarlo, es analizando el mecanismo que causa la grasa parda a activarse cuando la temperatura es fría.
En animales y adultos humanos esta activación se estimula por medio de la descarga de la hormona conocida como la norepinefrina, que interactúa con un receptor en la superficie de las células llamado el receptor beta-3 adrenérgico.
Los perros y los roedores pierden de peso cuando se les administran drogas que estimulan estos receptores. Sin embargo, este efecto no ha podido lograrse en los seres humanos.
Puede que así sea porque la mayoría de los adultos poseen muy poca grasa parda activa en sus cuerpos.
Si nuestras reservas naturales de grasa parda se han agotado, quizás un enfoque más radical será necesario: Crear estas células en el laboratorio para que sean implantadas quirúrgicamente en quienes las necesitan.
Un grupo de investigadores está analizando un compuesto llamado proteína morfogénica 7 (PM-7), también conocido como proteína osteogénica.
Este compuesto se conoce por sus propiedades en la estimulación de la formación de huesos y cartílagos, con una versión, producto de la ingeniería genética, ya en uso en la cirugía ortopédica.
Hace poco tiempo que se demostró que si células embriónicas, derivadas de la médula ósea de ratas eran tratadas, con PM-7 que éstas se convertían en células grasas pardas.
Cuando, más adelante, estas células eran trasplantadas a una cepa especial de ratas que acepta tejidos de individuos con lo que no están relacionadas, éstas formaron islas de células de la grasa parda.
Para confirmar este procedimiento, los investigadores, ahora planean extraer células de grasa blanca, por medio de la liposucción, para tratarlas con PM-7.
Las células pardas resultantes, serían reimplantadas en el donante original. A ver qué sucede.
La liposucción puede que no sea la única fuente de células grasas pardas.
Células de grasa blancas
Un equipo de investigadores de la escuela de medicina de Harvard ha determinado que durante el desarrollo embrionario, las células grasas pardas no provienen del tejido graso, sino que se originan de células precursoras del tejido muscular.
Los investigadores ya han aislado el gene catalítico de estas actividades, llamado PRDM-16, que enciende y apaga estas células y las dirige al sendero de la producción de células de grasa parda.
Éste representa el regulador principal de la formación de las células grasas pardas humanas.
Recientemente, un grupo de investigadores tomó células de la piel de ratones, a las cuales les agregaron PRDM-16 y otro gene adicional y trasplantaron las células alteradas en los mismos ratones de donde provinieran.
En escáneres PET-CT subsiguientes, los ratones demostraban la presencia de manchas pequeñas en donde los trasplantes de tejido se habían vuelto islas de grasa parda.
Ahora se desea determinar si lo mismo sucedería con seres humanos, ya que se cree que los mismos mecanismos son operacionales en nuestra especie.
Pero, manipulando la grasa parda, sea esto por medio de la cirugía o por otros métodos, puede que no sea algo exento de riesgos. El incremento del gasto energético en el cuerpo desencadena un estado de energía metabólica elevado, lo que nos puede exponer a la acción de los radicales libres, generados por este mismo proceso, lo que, concebiblemente puede acelerar el proceso del envejecimiento y provocar ciertos canceres.
"Gordos" que son flacos.
Así, que, en lugar de tratar de incrementar la cantidad de grasa parda artificialmente, con todos sus riesgos posibles, ¿por qué no hacerlo exponiéndonos más a menudo a temperaturas frías o disminuyendo el calor ambiental del lugar donde de se vive o trabaja?
Estas medidas pueden que resulten en ganancias netas para nuestra cintura y para el planeta.
A menudo, las temperaturas frías estimulan el apetito y nos hacen comer más. Y aún no sabemos qué mecanismos compensatorios, todavía desconocidos, se despertarán si nos sometemos a cambios drásticos de nuestra fisiología.
Cazador nocturno que nunca es gordo.
Que la existencia de la grasa parda en el adulto de nuestro género se ha establecido es maravilloso, lo que aún no nos dice es nada concreto acerca de su importancia.
Lo que es cierto es que este descubrimiento abrirá, como ya lo ha hecho, una serie de nuevas teorías y especulaciones terapéuticas para enjaezarlo y ponerlo al servicio de planes dietéticos, patrocinados por la industria de perder de peso, que son, a menudo, insensatos.
¿Es posible que algún día la figura perfecta provenga del uso de una píldora que promueva la formación de grasa parda en el cuerpo?
¿Quién lo sabe? Pero, no lo creemos.
En resumen
La "globesidad" u obesidad global, como la OMS caracteriza esta epidemia, es un problema de proporciones enormes que afecta ambos sexos y a todas las edades.
Como lo hemos demostrado en abundancia, los factores involucrados en su propagación y presencia son biológicos, sociales, psicológicos, y económicos.
Consignarlo, de nuevo, a la esperanza de que una nueva píldora lo resuelva es una quimera carente de toda justificación científica.
El rol de la termogenina es el de convertir la energía derivada de lo que comemos en calor.
Pero, entendamos que ésta fue una adaptación que permitió a ciertos animales poder ser activos y cazar durante las noches frías de los entornos glaciales. No parece que fuera una adaptación para nuestra propia especie, ya que se ha demostrado repetidamente, que su existencia beneficia mayormente a los niños muy jóvenes y que tiende a desaparecer con el proceso del envejecimiento normal.
Bebé: ¿Sin grasa parda?
Acerca de la generalización de que el envejecimiento nos hace ganar de peso es una falacia que debe de ser rebatida ya que ignora el hecho de que es un fenómeno que no se aprecia en todas las sociedades humanas y que, cuando se evidencia es porque existen muchos otros factores asociados que, de ser ignorados, distorsionan el proceso mismo de la vejez normal.
Así visto, entonces, el atracón nocturno del que tanto hemos hablado en mis contribuciones al tema de la obesidad — y que de acuerdo a ciertas de las especulaciones que hemos considerado en esta lección — podría ser entendido como un método terapéutico para la cura de la obesidad y no la causa de tantas miserias a nuestra especie, una que es distintamente diurna.
La grasa parda no puede considerarse método de tratamiento para la obesidad hasta que este asunto se haya demostrado de manera conclusiva y contundente.
Y, finalmente, que, de acuerdo a las especulaciones examinadas, nunca existirían bebés que fueran obesos.
La evidencia contra esta última aserción absurda, es apabullante como todos sabemos.
¡Pamplinas!
Fin de la lección.
Bibliografía
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Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
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