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ROSALIA DE CASTRO, POETA DE LOS EMIGRANTES


    1. Rosalía, testigo
    2. Poeta postromántica
    3. Bibliografia

    Presentación

    En esta monografía me refiero al testimonio que nos dejó la poeta gallega acerca de la emigración que partió desde esa región hacia América, en la segunda mitad del siglo XIX.

    El 24 de febrero de 1837 nace en Santiago de Compostela Rosalía de Castro, hija ilegítima de un miembro del clero y de una dama hidalga. Su vida estuvo signada por este oscuro origen; las bellísimas composiciones poéticas que nos dejó se refieren en todo momento a su dolor, a su angustia de hija natural, oculta a causa de la rígida moral de su tiempo.

    El sufrimiento es el protagonista de la obra de la poeta gallega, el sufrimiento en su múltiples manifestaciones. Junto a su tragedia personal –su origen y dos terribles enfermedades-, vibra en su poesía el sentimiento del dolor colectivo, la desolación de un pueblo abandonado por Dios y por sus compatriotas. La indigencia, el subdesarrollo de los campesinos gallegos, se vuelven materia poética, adquiriendo una fuerza que emana de su propia condición autobiográfica. Nada se retrata mejor que lo que se conoce por experiencia; Rosalía sabe de las amarguras de su pueblo, y las canta.

    Pero, al mismo tiempo, canta también sus mínimas, cotidianas alegrías. Los tipos sociales de su tierra aparecen en esas rimas sencillas, embriagadas de un sentimiento romántico de la existencia: la campesina, el zagal que la enamora en un paisaje bucólico, surcado por las típicas rías, el gaitero, "de paño de seda vestido", que engaña a las muchachas deslumbradas por su apostura y cortesía.

    El amor, en la obra de Rosalía de Castro, no tiene connotaciones gozosas; no es jamás fuente de alegría, de felicidad. Y no podía serlo, si pensamos en su historia personal: el amor de sus padres, un amor castigado por la sociedad, ocasionó a la niña grandes pesares; ya adulta, conserva ese regusto amargo. Su posición ante la relación de pareja es absolutamente negativa, no obstante su armoniosa relación conyugal.

    El amor, egoísta y efímero, huye, dando paso a la soledad. Este es otro de los temas predilectos de la poetisa; la soledad, la lejanía del ser amado, es un leit motiv en sus poemas. Su dolor no siempre es manso, callado; muchas veces se desgrana en sollozos que la ahogan, impidiéndole elevar su plegaria al Señor.

    Pero el dolor no siempre está vinculado a la ausencia del ser amado. "Todo el mundo del sufrimiento vibra en las tristes cuerdas de su corazón: el sufrimiento suyo se identifica con el de su pueblo y de la vida entera de los seres humanos. El dolor de Rosalía no pertenece simplemente al mundo etéreo de la belleza artística, sino que está más metido en la terrible realidad de la vida; es más auténtico que el de Bécquer, que tiene una parte grande de creación de su espíritu romántico" –afirma Emilio González López. "El dolor de Rosalía está metido muy dentro, en lo más hondo de su existencia, en su propio ser y en el del ser que la engendró, en su madre, su único y verdadero amor, víctima desgraciada del otro amor, del que atraía a Bécquer".

    También la saudade del hogar provoca en ella tan amargo sentimiento. Su tierra ha quedado lejos, ya no puede escuchar el tañido familiar de las campanas; sus pasos la han llevado, desgraciadamente, por otros caminos. Lejos están su aldea, sus bosques, la imagen de la Virgen de la Asunción, "blanca como un serafín". La poeta ama el paisaje de su tierra -mucho se ha hablado del sentimiento panteísta de la naturaleza que inflama la lírica gallega-; describe el entorno con palabras maravilladas; las flores, las fuentes, los ríos, son evocados con mucho de locus amoenus. Galicia tiene todo aquello de que carece Castilla: vergeles fecundos, campiñas soleadas, aguas cristalinas; es la tierra pródiga que, sin embargo, condena a la miseria a sus pobladores; esta paradoja es la que causa más pesadumbre a la autora.

    El dolor, los personajes, el paisaje de su región, protagonizan la obra poética de Rosalía de Castro. El alma gallega pervive en la escritora compostelana, admirada por Unamuno, Azorín y Juan Ramón Jiménez.

    Pero, al mismo tiempo, cantaimientos y contenidos de cultura generales, universales; huida de la religiosidad excesiva; aspectos prácticos y utilitarios; enseñanza difundida de tipo enciclopedista-informativa, apta para todos, incluso sin chocar a los diferentes credos y formas de la inmigración".

    Hubo "paz, pan y trabajo" para quienes llegaron a la Argentina: "se dio una limitada o encauzada movilidad social, con grupos mayoritarios en condiciones de locación de servicios, incluyéndose la gran inmigración y descendientes inmediatos, salvo una minoría de entre ellos, que proporcionó estratos de clase media comercial, profesional y propietaria".

    En cuanto a la composición de la sociedad, señala: "La mayoría empero pertenecía a los grandes estratos derivados de niveles humildes ‘criollos’ (a los que pronto habrán de sumarse los provenientes de inmigraciones interiores provincianas), o derivados de inmigración creciente, de poco antes, los ‘hijos de gringos’, con ocupaciones manuales en su casi totalidad, salvo las excepciones ya aludidas de comerciantes, estancieros y profesionales, ‘hijos de gringos con plata’ ". En España, alguien recordaba a quienes habían partido…

    Rosalía, testigo

    Nos es familiar en nuestra literatura –desde Eugenio Cambaceres hasta María Guadalupe Henestrosa- la figura del inmigrante. Rosalía muestra el otro aspecto, complementario, de una misma realidad. El español, agobiado por la pobreza, por la miseria que degrada su vida y la de sus hijos, debe marcharse a "hacer la América". "El dolor, metido en las entrañas de su vida, es el alma de la poesía de Rosalía; y a través de él siente la humanidad entera con todos sus sufrimientos y la hermandad con todos los seres infortunados, con su madre, con su tierra y con los pobres emigrantes gallegos que se van de su tierra no por propia voluntad, sino forzados por la dura necesidad de la vida. (…) Galicia, su pueblo sufrido y resignado, es uno de los grandes temas de su inspiración lírica", destaca González López.

    "La emigración gallega es uno de los temas más constantes y sentidos de la poesía de Rosalía –agrega-, que en Follas Novas (1880) incluyó toda una parte, el quinto libro, a poetizar la triste situación de los emigrantes y de las familias que dejan su tierra, libro que tituló As viudas dos vivos e as viudas dos mortos. En Follas Novas Rosalía contempla el éxodo de las gentes de Galicia que emigran para América. Con inmensa tristeza los ve ir, pensando que no hay nada más doloroso que dejar la propia tierra en busca de un porvenir incierto". En su libro En las orillas del Sar, vuelve a tratar el tema, "pero contemplado ahora desde un punto de vista diferente. Ya no ve la poetisa la marcha de los emigrantes, sino que piensa en los que se han ido y están ya en América. Y Rosalía, entristecida por su larga ausencia de la tierra, los llama para que se reintegren a la patria amada. Esta llamada, que tiene el dolor de una madre que se dirige a sus hijos extraviados por el mundo, se expresa en una serie de poemas que recoge bajo el título de Volved, que son lo más sentido y bello que se ha escrito en la poesía castellana sobre la emigración. (…) No es Rosalía quien llama a los emigrantes, sino toda Galicia: es toda la tierra, su viento, sus ríos y sus bosques que se han quedado abandonados por los que se fueron".

    Su visión es parcial –finaliza González López-: "El emigrante no es jamás en los versos de Rosalía el indiano enriquecido y vanidoso, satirizado principalmente en las obras de los novelistas asturianos y montañeses, sobre todo de Pérez de Ayala y de Pereda; sino el pobre y desgraciado que ha sido arrancado a la fuerza de su casa y de su terruño por el trágico destino que juega con el hombre como si fuera un muñeco. Rosalía no tiene ojos para ver, ni pensamientos para entretenerse en satirizar a los pocos que han triunfado a su manera en las tierras americanas; sólo tiene sentimientos para los tristes y para los desgraciados que no encontraron la felicidad en el mundo que dejaron y difícilmente tendrán mejor suerte en este otro nuevo al que vinieron".

    Lejos de su amada tierra gallega, Rosalía evoca esta cruel circunstancia: sus compatriotas, sus hermanos, se encuentran allende el mar, muchos de ellos sin sus familias, intentando forjar un futuro digno. En ellos piensa cuando glosa la cantiga popular que dice: "Airecillos, airecillos, aires,/ airecillos de mi tierra;/ airecillos, airecillos, aires,/ airecillos, llevadme a ella"; así, surgen los versos que con tanto sentimiento recitaba en la nueva tierra mi abuelo nacido en A Coruña. En cada emigrante se encuentra este deseo, aunque a veces pueda estar ensordecido por el bienestar y la seguridad logrados en suelo extraño. Al igual que Rosalía de Castro, todo emigrante se sintió alguna vez una "hojilla seca", dócil a los vaivenes de la brisa que lo regresará a su aldea natal. El hombre alejado de los suyos es como una rosa que muere; muere de dolor al sentirse solo, en una tierra ajena.

    Afirma haber puesto en "Cantares gallegos" "el mayor cuidado en reproducir el espíritu de nuestro pueblo". "En este ‘esprito do pobo’, en la identificación con la poesía popular, en la lengua viva y coloquial, en el acercamiento a los sentimientos del mundo rural, reside el secreto del éxito mantenido por los Cantares (…) -considera Varela Jácome-; es un libro de juventud, por eso no tiene la densidad de pensamiento, el intimismo, la hondura reflexiva de Follas Novas. Sin embargo, inicia ya los motivos claves de su lírica: la ternura, la manera dolorida de sentir, la saudade, el buscado sufrimiento. La ternura vibra en la visión del paisaje, en las relaciones amorosas, en la tendencia de la escritora a prodigar los diminutivos. La satisfacción en el sufrimiento se manifiesta en algunas composiciones demasiado quejumbrosas. La saudade aparece como desamparo, como honda tristeza: al oír las campanas de Bastabales; motivada por el abandono amoroso, en Vinte unha crara noite y Queridiña dos meus ollos; triste soledá ante la inconstancia de la amada, aflicción de soidades, en la separación… Pero, sobre todo, la morriña florece dolorida por el abandono o la ausencia de la tierra. Con razón afirma Rof Carballo que ‘lejanía y saudade van esencialmente unidas’. ‘Morre de soidás’ el emigrante de Adiós ríos, adiós fontes, que en un monólogo desbordante de emoción, se despide de los prados, de las arboledas, del molino, del castañar, de las noches claras de luna, de la casa perdida en la campiña. La saudade es una herida sangrante, una nube espesa; una calentura quemante, una fiebre que consume a la autora, en Airiños, airiños, aires".

    El tema de la inmigración aparece, fundamentalmente, en Follas Novas. Este libro –anota el prologuista-, que no se publicó hasta 1880, pero fue escrito, casi con certeza, entre los años 1870 y 1871, "representa una sensibilidad nueva, significa una distinta concepción de la poesía. Rosalía abandona el folklore, los tópicos costumbristas, el popularismo, para ahondar en los sentimientos, en la problemática social, para elaborar una metafísica del alma gallega. (…) En otra dimensión, volvemos a encontrarnos de nuevo con el dolor, con la saudade; con la vida trabajosa y dura de los labradores pobres; con los niños desamparados huérfanos, lacerados por el frío invernal; con la emigración; con el amor en todas sus manifestaciones: amor a la madre, a los hijos, amores femeninos agostados por el abandono, truncados por la muerte. Ahora bien, los temas de Cantares gallegos se adensan, se subliman, en Follas Novas. (…) Rosalía de Castro concibe sus versos "no fondo sin fondo do meu pensamento"; no son ‘follas novas’, son tojos y zarzas, ásperos, punzantes, como sus fieras penas, como su irremediable dolor; son la sombra misteriosa que merodea sus pasos, el dolor indescriptible del calvo hincado en el corazón, las viudas de muertos, las viudas de vivos que nadie consuela".

    Una de las partes que lo componen se titula precisamente "As viudas dos vivos e as viudas dos mortos". En ella, hace referencia a la situación de las mujeres que, teniendo marido, se ven obligadas a vivir como si no lo tuvieran. La historia comienza en España. Las necesidades son cada vez más imperiosas: no pueden pagar las deudas, les embargan el poco ganado que han logrado comprar, pierden inclusive las mantas y los enseres de cocina, quedándose sólo con la ropa que llevan puesta. Ante esa situación, el marido dice a la mujer: "Galicia está probe,/ i á Habana me vou…/ ¡Adiós, adiós prendas/ do meu corazón!". La decisión no es fácil de tomar; los temores anidan en el pecho de estos hombres que ven morir de hambre a sus hijos: "¡Van a dejar la patria!…/ Forzoso, y supremo sacrificio./ La miseria está negra en torno de ellos,/ ¡ay!, ¡Y delante está el abismo!…".

    Por otra parte, las madres y esposas no creen que tan ardua historia tenga buen fin; Rosalía se hace eco de sus desdichas, pensando que las dificultades podrán minar la salud de los viajeros o, inclusive, arrebatarles la vida. El vaticinio de la poeta no es optimista: "Dentro de un mes, en el cementerio inmenso/ de la Habana, o en sus bosques,/ ¡id a ver qué fue de ellos…!/ ¡En el eterno olvido para siempre duermen!…" .

    Si bien el destino que aguarda a los emigrantes no parece feliz, menos lo es aún el de sus mujeres; Galicia queda convertida en una región de viudas y huérfanos. Muchos volverán, o mandarán a buscar a sus familias, pero muchos, también, morirán sin verlas. La soledad de la esposa es un tópico en la poesía de la compostelana; obligada a trabajar de sol a sol, la esposa de quien partió no tiene el consuelo de un hogar al que regresar después de sus tareas: "¡Qué tristeza! El viento ruge,/ canta el grillo su compás…;/ hierve el pote…, pero, ¡caldo mío/ sola te he de cenar!".

    …..

    Rosalía también se sentía desterrada; según sus propias palabras, Follas Novas fue escrito "no deserto de Castilla (…) en meio de todolos desterros". Desde una región distante –aunque no tanto como América-, la poeta acompaña en su pesar a todos aquellos que ya no escucharán el trinar de los pájaros que arrullaron su niñez.

    Poeta postromántica

    Al Romanticismo debemos el interés por las tradiciones y culturas, por las lenguas regionales y sus modismos. A mediados del siglo XIX, y como consecuencia de este nuevo sentimiento de la historia, se produjo el renacer de la poesía en lengua gallega, que tanto tiempo había sido relegada. La figura más importante de este despertar lírico es, sin duda alguna, Rosalía de Castro, poeta que vivió entre los años 1837 y 1885 en el noroeste español. Su figura aparece vinculada a la de Gustavo Adolfo Bécquer, quien -a criterio de Emilio González López- influyó considerablemente en la obra de la compostelana; ambos son considerados poetas postrománticos, entendiéndose bajo esa denominación a los poetas que no escribieron en la época propiamente romántica, sino cuando ya triunfaba el Realismo.

    Cuando Rosalía publica sus poemas, la literatura de Fernán Caballero, con sus toques pintorescos y costumbristas, ganaba terreno en los ánimos de los lectores; otro tanto puede decirse de las comedias de Ventura de la Vega, Adelardo López de Ayala y Manuel Tamayo y Baus.

    Bibliografia

    Castro, Rosalía de: Obra poética. Edición a cargo de D. Benito Varela Jácome. Barcelona,

    Bruguera, 1972.

    González López, Emilio: Galicia, su alma y su cultura. Buenos Aires, Ediciones Galicia

    (Centro Gallego de Buenos Aires, Instituto Argentino de Cultura Gallega), 1978.

    Ortega, Exequiel César: Cómo fue la Argentina 1516-1972. Buenos Aires, Plus Ultra, 1972.

    Varela Jácome, Benito: "Estudio preliminar", en Rosalía de Castro, op. cit.

     

     

    Trabajo enviado por

    María González Rouco

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