Análisis del film “Camila” de María Luisa Bemberg
Enviado por Sebastián Brarda
- El Régimen Preestablecido y el Contexto Histórico de la película
- Sociedad y Opresión en la Época de Rosas
La película está basada en un hecho real, la historia de amor entre Ladislao Gutiérrez y Camila O´Gorman que se desarrolla durante el régimen de Rosas. Él, un sacerdote sustituto, ella la hija de un acaudalado terrateniente. A pesar de ser simples mortales, y de ser fieles a sus propias convicciones, fueron tildados de sacrílegos y debieron sufrir el castigo de un estado terrorista, cuyos únicos medios de asegurarse la retención del poder fueron las repetidas violaciones a los derechos humanos y los episodios represivos. Fueron brutalmente penados, como todo el que se revela contra las injusticias en una sociedad injusta. La película refleja con maestría lo que sucede en una sociedad donde el gobierno no es representativo del pueblo: el dictador defiende los intereses de los poderosos, y para eso utiliza a la iglesia como adminículo esencial para llevar a cabo sus confabulaciones. A su vez, la película nos permitió, a través de su eximio reflejo de la sociedad rosista, vislumbrar las similitudes y paralelismos que el gobierno de Rosas, mantiene con otras dictaduras nacionales, y con los regímenes dictatoriales en general.
La presencia del espíritu crítico, es casi inquebrantable en este film. Un hecho que nos llamó poderosamente la atención, fue el enterarnos de que esta película había sido nominada para el oscar luego de su estreno. Es increíble que una película que se caracteriza por la crítica a los estratos altos de la sociedad, haya estado nominada para un premio otorgado por el Imperio Estadounidense, que como todo imperio, intenta aplacar toda opinión antitética a sus intereses. Creemos sin dudas que fue la intachable trayectoria de María Luisa Bemberg, y sus notables condiciones como cineasta lo que llevaron a esta película a estar reconocida con este "galardón".
La historia de amor entre Camila y Ladislao Gutiérrez, no es un suceso cualquiera, fue decisivo y crucial dentro de la historia argentina, ya que fue el desencadenante de la caída de Rosas.
Como en una tragedia griega la "desmesura" del acto, debía ser castigada para poder restablecer la "armonía". Pero en las tragedias quienes castigan son los dioses, y al atribuirse el papel de Dios, el mismo Restaurador caía en una desmesura que también iba a necesitar su expiación. Entre tantos horrores cometidos por la mazorca y aceptados por él, esta historia de amor de inocentes víctimas de intereses políticos -como dice en un momento la madre de Camila, "¿Alguien piensa en salvar a mi hija? La iglesia piensa en su buen nombre, vos pensás en tu honor (al padre de Camila), Rosas en su poder, los unitarios en cómo derribarlo utilizando este escándalo"- , iba a convertirse con el tiempo en el suceso más imperdonable de su gobierno. Como sucedió a Lavalle con el fusilamiento de Dorrego, el crimen cometido con Camila y Ladislao sería para Rosas el comienzo del fin.
Asimismo, la película nos revela particulares de la sociedad de época, el papel de la mujer, la sumisión de la iglesia a los intereses del gobierno.
Para entender los hechos más importantes de la película, es necesario entender primero el contexto histórico en el que suceden, para así poder realizar un análisis adecuado.
El Régimen Preestablecido y el Contexto Histórico de la película
En vías de procurar un acercamiento fidedigno y auténtico al certificado desarrollo de los procesos políticos, económicos, sociales e institucionales de nuestra nación durante las épocas aledañas al período en el que transcurre la película "Camila", que forjaron el peldaño básico del que derivaron las posteriores organizaciones y disposiciones nacionales en todos los rangos que hacen a un Estado, resulta imprescindible, ineludible y substancial profundizar en la célebre figura de Juan Manuel de Rosas, sagaz dictador que mantuvo la supremacía de su poder durante casi dos décadas.
Nacido en el seno de una acaudalada familia de la ciudad de Buenos Aires, Rosas comenzó su participación política y militar luego de amasar gran fortuna como ganadero y exportador de ganado vacuno; ya a mediados de 1820 su figura se iba ensalzando con gran aval proveniente, en primera instancia, de los grupos que concentraban el poder económico y financiero, ligado a intereses foráneos, provenientes de las potencias mercantiles y comerciales de aquella época, cuyo sector más próspero involucraba, en primer rango, a corporaciones británicas y francesas; en tanto, mediante sus perspicaces mañas políticas y su apego a los intereses de los capitales externos, fue acaparando el fuerte consentimiento de los sectores estancieriles principalmente porteños, esenciales e imprescindibles para el sustento de su modo gubernativo autoritario y persistente.
Cabe señalar que no es casual ni fortuita la interrupción de la estadía de Rosas en el gobierno bonaerense (primer período: 1829-1832; segundo: 1835-1852), sino que ésta surge como resultado de maquinaciones políticas premeditadas: luego de abandonar el cargo estatal, tras rechazar continuar en él debido a la imposibilidad de obtener la renovación de sus "facultades extraordinarias", reviste, disfraza y recubre sus aspiraciones políticas protagonizando la conquista del desierto, que obtuvo con rotundo éxito, convenciendo y aparentando, de este modo, que se mantenía ajeno a las controversias entre las facciones políticas federales (estas llamadas "facultades extraordinarias" no eran más que la mera aprobación de su régimen dictatorial por parte de la clase dirigente y terrateniente); empero, simultáneamente, sustentaba un fuerte contacto con la política porteña gracias a una fluida correspondencia con su esposa, Encarnación Ezcurra, quien, respondiendo a disposiciones de su marido, estimulaba la movilización de sectores urbanos y rurales, creando fuerzas de choque que atemorizaban a aquellos que no mostraran una total adhesión a Rosas. ¿No es acaso ésta una evidente, perspicua y claramente manifiesta estrategia política? Pues así es como luego, ya en el año 1835 y tras un lapso de constantes altercados y pugnas entre los mismos federales y más específicamente, como hecho puntual, el asesinato de Quiroga en Córdoba, Rosas retorna al gobierno, impulsado por la ausencia de un conductor eficiente y con significativo consenso en el interior y por el pánico que cundió en la Legislatura bonaerense generado por el asesinato de Quiroga que acabó por completo con la resistencia que previamente había conservado este órgano al rechazar otorgarle a Rosas facultades extraordinarias para gobernar, pues veía en ello la legalización de la dictadura.
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