Porque si no somos cautelosos, muchos grupos tendrán que confrontar cambios en su entorno, y si éstos no evolucionan con la suficiente rapidez, para sobrevivir en un mundo fluctuante, desaparecerán.
Las bases para el potencial evolutivo de las especies, son muy claras, sólo en teoría.
Veamos
Para que una población pueda evolucionar para adaptarse a nuevas circunstancias todo depende en cuánta variación genética la especie en cuestión posee. Lo que significa: ¿existen individuos en la población dotados con la capacidad de adaptarse, aunque en lo mínimo, al nuevo entorno, o no?
Si la respuesta es negativa, todos mueren y el juego ha terminado. Pero, si, la respuesta es positiva, la evolución viene al rescate, mejorando, con el transcurso del tiempo, la habilidad de los individuos para ajustarse a las nuevas circunstancias.
¿Entonces, cuáles son los factores que determinan la extensión de la variación genética?
Factores, como son el tamaño de una población y la frecuencia con la que mutaciones ocurren en esa población son los más importantes — ya que poblaciones grandes, generalmente, contienen más variación genética.
Parientes cercanos
Veamos cómo esto funciona.
Imaginemos que tenemos una población de algas, que han vivido por muchas generaciones en un pozo de agua dulce.
Ahora, supongamos que un espantoso accidente tiene lugar, y que, de repente, el pozo se vuelve salado.
Si las algas podrán sobrevivir, depende en la existencia de algunos individuos, entre ellas, que poseen alguna capacidad de medrar en agua salada. Si no existe ninguno, entonces, todas mueren, y la población se extingue.
Pero, si algunos la tienen, los sobrevivientes se reproducirán, y con el tiempo, mutaciones beneficiosas se acumularán de una manera que las algas lograrán aprender a vivir y florecer en un entorno salado, transmitiendo esa adaptación a generaciones futuras. Lo descrito, no es asunto hipotético, muchos experimentos, han tomado organismos, sean algas, hongos, o bacterias, de un entorno al que estaban bien adaptados, y los mudaron a uno al cual no lo eran, para ver lo que sucedería.
Los resultados eran predecibles:
Al principio, los organismos tenderían a no ajustarse, como, usualmente sucede en la evolución, demostrado por su habilidad reproductiva, sin embargo, si el entorno no cambia de nuevo, su capacidad de ajuste mejora rápidamente, y la adaptación general comienza.
Dentro de algunas generaciones futuras, mutaciones beneficiosas aparecen y se propagan, y los organismos evolucionan, tornándose más adeptos a ajustarse a sus nuevas circunstancias.
Selección natural
Pero, existe un problema, como obstáculo a experimentos de este tipo, y éste es que el cambio inicial que los organismos experimentan no es tan decisivo.
De hecho, a menudo, no es tan decisivo que nadie logra adaptarse del todo, y la población se extingue.
Lo que significa, que tenemos una ilusión de que la evolución es más poderosa de lo que, en la realidad, es.
Nosotros, hasta ahora lo que hemos estudiando son los rescates evolutivos, no sus fallos.
Esta noción es muy importante tener en cuenta, cuando hablamos de la selección natural.
Además de lo antedicho — y esto asimismo influye — donde la capacidad no existía previamente, la evolución de un nuevo rasgo, puede ser un proceso muy lento y caprichoso.
Supongamos que colocamos bacterias en tubos de prueba donde su fuente de azúcar es escasa, pero donde otra — que ellas no pueden del todo consumir — es abundante.
En esta situación con una sola alternativa, todas las bacterias, si no logran adaptarse, morirán.
Pero, para determinar si pueden adaptarse o no, las bacterias pueden observarse para ver cuánto tiempo les toma a las bacterias evolucionar — si es pueden hacerlo — la capacidad de digerir el azúcar alternativa.
La respuesta en un caso famoso, fue que tomó más de 31,000 generaciones lograr la adaptación. Lo que ilustra que un rasgo en particular puede ser útil, pero, que eso en sí no garantiza su evolución rápida.
Mutación
Lo que significa, que si la mayoría de los organismos tienen que esperar 31,000 generaciones para evolucionar un nuevo rasgo, que éstas serían extintas antes de hacerlo.
Peor, mientras tanto, muchas poblaciones están disminuyendo en tamaño, reduciendo de este modo su potencial evolutivo.
Lo que nos indica, que si nuestro entorno continúa cambiando tan rápidamente como lo está haciendo actualmente, que muchas especies, no lograran hacer la adaptación necesaria para su supervivencia.
Esto último, representa un hecho de gran importancia, desde el punto de vista de la evolución, la adaptación y la supervivencia.
En el caso específico de la gordura
Del artículo de Zimmer, extraemos que las ballenas, para alimentarse, comiendo cantidades enormes de los animales diminutos de que viven, tienen que gastar montos extraordinarios de energía para lograr navegar las aguas donde éstos se encuentran. Resultando en un desequilibrio, a veces, desproporcionado entre la energía utilizada y la consumida.
En el caso de los cetáceos, estamos seguros de que existen mecanismos similares a los nuestros que regulan su apetito, metabolismo y control ponderal.
De lo que deducimos, que, cuando expresamos el peso de una variedad de ballena adulta, que estamos estimando el peso promedio de esa especie en particular.
En otras palabras, que son muy similares en volumen.
Adaptaciones
Con el ser humano, ese promedio no existe, ya que factores accesorios pueden influir en decidir el peso de los miembros de los cohortes más uniformes que estudiamos.
Factores imponderables en este respecto pueden estar relacionados a elementos demográficos, socioeconómicos y, por supuesto, a la alimentación y niveles de actividad del individuo.
Biorritmo
Si tomamos en cuenta la noción de que la capacidad de acumular grasa, discretamente, es una adaptación temporaria y beneficial para nuestro género, también es necesario considerar que, como hemos dicho, en otras ponencias, que este atributo se ha constituido en una exaptación sin fines beneficiosos para nuestra supervivencia.
En el caso de las ballenas, los elefantes y otros animales de similar envergadura, para ser enormes, ellos evolucionaron, por medio de la selección natural, los mecanismos necesarios y estables que les permitieron lograr su tamaño, donde han permanecido por eones, sin hacer cambios evolutivos.
Sus dietas, sus hábitats, y su estilo de vida no han cambiado desde que lograron su equilibrio adaptivo.
En el caso de nuestra especie, nuestra globalización nos ha expuesto súbitamente a cambios enormes, desde la velocidad con que nos desplazamos para viajar, la polución que nos afecta, el hacinamiento de las ciudades, lo que comemos, lo que bebemos, las sustancias tóxicas con las que entramos en contacto constantemente, todos son factores que, sin duda, ejercen algún impacto en nuestro ADN afectando la herencia, posible, de nuevos rasgos adaptivos, sean éstos buenos o malos.
La más importante de todas las cosas que hemos cambiado ha sido nuestro estilo de vida. De ser animal de hábitos diurnos, a ser uno de hábito nocturno, amén de diurno. Lo que afecta nuestros biorritmos.
Dentro de los cambios hechos, hemos alterado, de la manera más drástica, nuestra dieta y niveles de actividad física.
Como resultado de ello, podemos plantear como hipótesis, que una adaptación descarrilada nos dejaría llegar a la gordura, la que, como el famoso, aprendiz de mago, no conocemos la fórmula para detener en su avance incontenible.
Las ballenas lo lucen, pero, no son gordas… Y, ¿nosotros?
Fin de la lección.
Bibliografía
Larocca, F: (2008) El gene cumple cien años: Un breviario de la ciencia genética como celebración en monografías.com
Larocca, F: (2009) La Teoría de la evolución cumple ciento cincuenta años y Darwin, ya celebra sus doscientos en monografías.com
Autor:
Dr. Félix E. F. Larocca
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