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Las siete iglesias del apocalipsis: Laodicea (página 2)

Enviado por Julio C. Torres


Partes: 1, 2

C. El elogio de Cristo a la iglesia:

La iglesia de Laodicea tiene la característica especial de ser la única cuya conducta era tan deplorable que ni siquiera el Cristo de la gloria, que la conocía a fondo, pudo encontrar una solo cosa que fuera digna de elogio. Por cierto, esta es una condenación trágica para la llamada cristiandad del siglo veinte que se aproxima al siglo veintiuno.

  • D. La condenación de Cristo a la iglesia:

La condenación de Cristo a Laodicea tiene dos aspectos:

  • 1. Son nauseabundamente tibios.

«Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. Pero por cuanto eres tibio. te vomitaré de mi boca». vv. 15 y16

El Señor expresa con claridad que está totalmente consciente de la condición neutral de la iglesia en los últimos días. No es «caliente», es decir «celosa de buenas obras», ni tampoco «fría», es decir, «sin vida». En cambio, es «tibia» o indiferente. ¡Qué descripción de la iglesia moderna! Toda clase de organizaciones, programas, comités, actividades. pero nada de poder.

  • 2. Están engañados con respecto a sí mismos.

«Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido. y no sabes que tú eres un desventurado, pobre y desnudo». v. 17

Todo engaño es malo, pero lo más devastador es engañarse uno mismo. Podemos verlo claramente mediante una simple comparación de la descripción que Laodicea hace de dí misma y la descripción que el Señor hace de ella:

  • a. La descripción que Laodicea hace de sí misma:

Hablando de sí, Laodicea dice: «Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad». La abundancia material no conduce a la vitalidad espiritual. La iglesia laodiceana de hoy es «rica». Sus iglesias son de la mejor calidad. Tienen una arquitectura fabulosa, edificios de millones de dólares, organizaciones encargadas de recaudar fondos, y una membresía grande (aunque no consagrada). Al decir, «me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad», no se da cuenta de su estado espiritual empobrecido; porque Jesús dijo (Jn. 15:5). Los seres humanos pueden organizar, edificar promover, predicar, enseñar, pero solo el Espíritu de Dios puede transformar el alma humana. Solo el Espíritu de Dios puede glorificar a Jesucristo ya que él dijo: (Jn. 16:14). Esto nos proporciona una buena prueba para medir cualquier obra que pretenda realizarse en el nombre de Jesucristo: si glorifica a algún hombre, no es obra del Espíritu. La prueba exclusiva del Espíritu es: ¿Glorifica a Jesucristo? ¡La era de esta iglesia no lo hace!; porque en lugar de predicar el evangelio en el nombre de Jesús para alcanzar la mayor cantidad de almas en estos últimos días, pasan su tiempo negando la doctrina de la fe. En vez de luchar a brazo partido por la verdad de la Biblia y de enseñarla, pasan el tiempo en causas sociales. La iglesia de Laodicea actual estará a la cabeza de los derechos de los homosexuales y de los movimientos feministas. El mensaje de nuestro Señor ante semejante iglesia es claro (Mateo 7:22-23).

  • b. La descripción que hace Cristo de Laodicea:

El estado real de la iglesia de Laodicea se puede ver con claridad si nos fijamos detalladamente en lo que Cristo vio en ella. Para él era:

  • «Desventurado, miserable».

Aunque tomaba lecciones acerca del pensamiento positivo y leía libros para saber como encontrar la paz, en su interior su gente era desventurada y miserable, porque las riquezas nunca satisfacen al hombre.

  • «Pobre».

A pesar de tener riquezas espirituales, los miembros de a iglesia de Laodicea eran pobres porque no conocían a Cristo. Esto está de acuerdo con lo que dice nuestro Señor en Marcos 8:36.

  • «Ciego».

A pesar de que los miembros de la iglesia de Laodicea pensaban que sabían y comprendían, a través de sofisticada educación y de su apropiación de «la sabiduría», no comprendían los caminos de Dios. Esta ceguera se ilustra en la invasión que hizo la cristiandad del siglo veinte. Se deja ver la falta de visión de esta iglesia que luchaba por resolver los problemas externos de las personas. ¡Esto es imposible! La naturaleza humana debe cambiar desde adentro, y solo Jesucristo puede hacerlo (Lucas 11: 39-40).

  • «Desnudo».

Esta iglesia laodiceana del siglo veinte está vestida de religión. Se envuelve con sus atuendos religiosos, quema velas, agita sus símbolos, ofrece sus sonsonetes, y lee sus credos; pero Jesucristo la ve «desnuda», porque no se ha vestido por fe con la ropa de justicia. Ah, si esta era de la iglesia se diera cuenta que el nombre de Cristo que usa, que no lo cree como divino Hijo de Dios, se excluyó de su medio y que sin él, ella no es nada.

NOTA:

En pocas palabras la iglesia de Laodicea era desventurada y miserable (O sea; un objeto de lástima) debido a una triple condición:

  • a) «Pobre». Espiritualmente en banca rota, como un mendigo que nada tiene.

  • b) «Ciego». Irremediablemente incapaz de ver su propia condición.

  • c) «Desnudo». Sin un mínimo de genuina vestidura espiritual.

  • E. El consejo de Cristo a la iglesia:

Nuestro Señor le aconseja cuatro cosas, cada una forma parte de la experiencia de salvación:

  • 1. «Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego». v. 18a

Las riquezas eternas no se adquieren con las posesiones materiales; más bien, fue la sangre de Jesucristo la que las adquirió y se alcanzan por la fe (1 Pedro 1:7). Es interesante destacar que la iglesia de Laodicea, a la que se le cataloga de «pobre», se le pide que compre algo. ¿Cómo se entiende?

En el libro del profeta Isaías (55:1), leemos la invitación que le hace Dios a los seres humanos para que vengan y compren lo que necesiten «sin pago alguno». La salvación no se adquiere mediante esfuerzos humanos. La muerte de Cristo en la cruz del calvario la compró para nosotros. Por lo tanto, hasta el más pobre de los pobres puede pagar el precio, humillándose, invocando el nombre del Señor y creyendo en él.

  • 2. «Y vestiduras blancas para vestirte». v. 18b

Esto denota la justicia que se requiere para venir delante de la presencia de Dios. Él conocía su desnudez y la necesidad que tenía de «ropas blancas» que representan la justicia. En Isaías 61:10 leemos acerca de la provisión que Dios hace de «ropas de salvación» y de «manto de justicia» como debieran llevar un novio o una novia. El ser humano se reviste de justicia cuando invoca el nombre del Señor y es salvo.

  • 3. «Y unge tus ojos con colirio, para que veas». v. 18c

El colirio era un producto medicinal vendido en la escuela de medicina en Laodicea. Lo que el Señor ofrece a la iglesia de Laodicea, sin embargo, era el discernimiento espiritual a través del Espíritu Santo (1 Jn. 2:20-27) para poder enjuiciar debidamente su condición tal como Cristo la ve. Por más brillante que sea una persona, si lo hace en la carne nunca comprenderá los caminos de Dios; a menos que el Espíritu de Dios more en esa persona (1 Corintios 2:14).

  • 4. «Sé, pues, celoso, y arrepiéntete». v. 19

Nuestro Señor desafía a esta iglesia tibia, indiferente y materialista, basándose en el amor que les tiene a pesar de su estado, a que se arrepienta de sus pecados y se vuelvan a él.

  • F. El Consejo de Cristo a los individuos:

El consejo de Cristo a Laodicea contiene un consejo muy interesante que se dirige en especial a los individuos de la era de esta iglesia. Aunque la iglesia lo excluyó, aquellos que están dispuestos a recibirlo reciben una invitación exclusiva que también se aplica a los individuos de todas las eras de la iglesia:

«He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo». v. 20

La expresión «He aquí, yo estoy a la puerta y llamo» es una llamada de atención para contemplar algo poco común o maravilloso: ¡Un Rey aguarda en espera de un mendigo!

Cristo hace dos cosas:

  • (1) «llama», con el deseo de una comunión continua

  • (2) «habla» su voz, evidentemente, expresa su deseo de entrar en una iglesia que se ha engreído y se cree tan autosuficiente que ha decidido que no necesita a Cristo. Él llama con insistencia para tener comunión con aquel que oye su voz y abre la puerta antes de que sea demasiado tarde.

La puerta a la que aquí se refiere, con claridad es la puerta del corazón, es decir, el centro del ser (Proverbios 4:23). En consecuencia, encontramos a Cristo golpeando a la puerta de este centro de emociones llamado corazón, diciendo que quiere entrar. Durante casi dos mil años el Señor ha llamado fielmente, con paciencia y de manera maravillosa a la puerta de los corazones humanos. Y lo hace de la siguiente manera:

  • 1. A través de su Palabra:

Juan 5:24.

Necesitamos escudriñar la Palabra de nuestro bendito Señor. Muchos escuchan el llamado suave del Salvador a la puerta de sus corazones mientras leen alguna porción de la Palabra de Dios (Juan 5:39). Algunas veces, este llamado se pone de manifiesto mediante una reacción violenta de rechazo, pero esto no minimiza el hecho de que Cristo esta llamando.

  • 2. A través de su pueblo:

Otro método que el Señor usa para llamar a la puerta de los corazones humanos es a través de sus hijos:

Romanos 10:14

Hechos 16:17

Por lo general pensamos en los grandes predicadores de la iglesia como Moody, Billy Graham, Charles Stanley y muchos otros. Cuando estemos delante del Trono del Juicio de Cristo, veremos que Jesús llama a través de las personas comunes y corrientes, de todos los días y que muchas veces se mantienen en el anonimato.

  • 3. A través de su Santo Espíritu:

Muchos que pensaron haberse escapado del predicador y de la Palabra de Dios despertaron en medio de la noche revolviéndose muy inquietos en la cama ante la convicción del Espíritu Santo, el cual es el suave llamado de Jesús a la puerta del corazón (Juan 16:7-8).

NOTA:

Tal vez usted escuchó al Señor Jesús llamando a la puerta de su corazón de todas estas maneras: a través de su Palabra, de su pueblo, de su Espíritu Santo. La pregunta clave es: ¿Ha abierto la puerta y ha aceptado su promesa? «Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo». Esto indica comunión con Jesús.

  • G. El desafío de Cristo a la iglesia:

El desafío que Cristo le hace a Laodicea, al igual que los otros seis desafíos, es a «vencer» o a ser «creyentes nacidos de nuevo». El desafío es simplemente, la promesa de compartir su trono así como él comparte el trono del Padre.

«Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono». v. 21a

Esta es una promesa gloriosa. No solo eleva al creyente de la pobreza a la riqueza, sino que le otorga el rango de realeza. El creyente tiene la expectativa de reinar junto con Cristo (2 Timoteo 2:12).

«Así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono». v. 21b

[He vencido] enfoca la victoria de Cristo. En su muerte y resurrección, Cristo venció al pecado, a la muerte y al diablo. Su victoria fue rotunda y definitiva.

[Me he sentado] Su obra fue perfectamente acabada y por lo tanto, ascendió al cielo, a la presencia del Padre para ser exaltado al lugar de honor (Hebreos 12:2).

«El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesia». v. 22

Con estas palabras termina el mensaje a cada una de las siete iglesias. Lo que el Espíritu dice a las iglesias, también lo dice al creyente como individuo.

 

 

 

Autor:

Julio C. Torres

Partes: 1, 2
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