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La sierra nevada del norte de Boyacá y su gente

Enviado por sebastian sanabria


    INTRODUCCIÓN.

    Este trabajo comienza en el bus con destino a El Cocuy, subiendo el Altiplano Cundiboyacense, luego trepando páramos y atravesando las áridas tierras del encuentro amoroso del río Chicamocha con el río Nevado, en fronteras con Santander; para finalmente escalar la cordillera, mirando con temor los abismos que pasan por las manos del intrépido conductor del volante. Esta etnografía describe las relaciones de los habitantes de los municipios de El Cocuy y Güicán con la Sierra Nevada de la Cordillera Oriental de Colombia.

    Llegué en horas de la noche. Me recibió una pequeña urbe verdiblanca llamada El Cocuy. Detenida en el tiempo, estacionada en una hermosa arquitectura colonial y republicana. Un frondoso parque central, con vivas y coloridas flores. Es inevitable voltear a ver la colorida iglesia que rompe y complementa la estructura pintoresca del pueblo, entre amarillos y rojos pasteles. Las calles tranquilas, decoradas por una inmensa multitud de ruanas; que entre esquinas y tiendas se preparan para aguardar muy temprano en sus casas. Ya a las 8 de la noche se convierte en un pueblo solitario.

    Me invadió una gran ansiedad, recuerdos de mi infancia vinieron a mi mente. Debo confesar, que llevo en el alma estos majestuosos paisajes. Yo nací en El Cocuy, y aunque no crecí aquí, si viví mis primeros años junto a mi abuela. Recuerdo que desde pequeño me contaba historias sobre el Nevado, orgullo para los habitantes de estos municipios. Con algo de miedo ella relataba cuando el duende en el Nevado se llevaba y perdía turistas, enseñándome que es un lugar de respeto, donde los más experimentados escaladores y arrieros pierden la vida. Siempre se han contado tragedias de alpinistas sepultados por gigantescos bloques de hielo, en su hazaña por acariciar estos intocables techos, o de los negociantes de la sal congelados en los páramos. La Sierra Nevada es expresión de lo natural, y su aspecto agreste.

    Todas estas imágenes han habitado en mí desde muy pequeño, es una necesidad de la Montaña, de la nieve y del páramo. Noté aún más esta atracción cuando estuve lejos de Boyacá, y empecé mis estudios universitarios en Popayán-Cauca. Cuanto más me alejaba, más se aferraba un sentimiento de pertenencia a estas tierras. Me di cuenta entonces, que regresaría y realizaría mi tesis de pregrado sobre las gentes de esta región y su relación con la Sierra Nevada, para comprender la manera como estas personas entienden y apropian estas montañas.

    Si recorremos todo el territorio nacional y ponemos cuidado a las historias que cuentan las personas que habitan estos paisajes montañosos, vemos que desde tiempos inmemorables, nuestros abuelos han levantado su mirada para ver y adorar las montañas. Por dar unos ejemplos, podemos ver el templo sagrado de la Sierra Nevada de Santa Marta, custodiado por cuatro ejércitos ancestrales: los Kogi, los Wiwa, los Ika y los Kancuamos; el hogar de las ánimas de los Guandos que habitan los Volcanes de los Coconucos; el "bravo" Cerro Broncaso en el Cauca; los gigantes que habitan el Cerro de los Avechucos en el Tolima; y por supuesto las andadas del diablo sobre el Púlpito del Diablo, en la Sierra Nevada del Cocuy y Güicán. Volcanes, cerros y nevados son escenarios de la visión de mundo de estas gentes. Son seres que conviven, y muestran su personalidad con un bramido, una erupción, con una neblina o con una gran nevazón.

    Precisamente un gran escenario cultural sobre la geografía colombiana está en el Norte del Departamento de Boyacá. Este techo de la Cordillera Oriental de Colombia sube a más de 5.000 msnm, donde se puede admirar en épocas de verano, la majestuosidad de los Llanos Orientales y los Santanderes. Hoy en día sólo encontramos glaciares en El Cocuy, Güicán y Tame. El actual cambio climático ha disminuido significativamente el área de extensión de los nevados. Se destaca de los municipios boyacenses una tradición cultural construida por la gente a través de estas montañas, lo que no tiene el municipio llanero de Tame en Arauca. Aunque tiene parte administrativa, no encontramos elementos identitarios relevantes, ni una fuerte tradición campesina de alta montaña. En este trabajo me centraré en dos municipios que aún conservan glaciares, El Cocuy y Güicán.

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    Foto 1. El Cocuy (Sebastián Sanabria 2010).

    La información de este trabajo se recopiló con las personas de los cascos urbanos y el camino hacia la Sierra Nevada, que son tres veredas. La primera por el Valle de Lagunillas, su parte sur; en el centro, por la vereda la Cueva, donde está el sitio de peregrinación a la Cueva de Cuchumba; y hacia el Norte, la vereda de Tabor. La Cueva y Tabor son veredas de Güicán, mientras Lagunillas es de El Cocuy. La información recogida se hizo a través de personas de avanzada edad, con el fin de tener una idea global de la etnohistoria del territorio y las concepciones de larga duración de la Sierra Nevada. También fueron de suma importancia las entrevistas con los guías turísticos, quienes en su mayoría son arrieros y campesinos1 que viven en las faldas del Nevado. No hay que olvidar la relación con el ente gubernamental, Parques Nacionales; ya que fue muy importante su aval y colaboración en el proceso de socialización y recolección de la información.

    Otra etapa de la investigación fue la visita, con el acompañamiento de personas de la región, a los lugares relevantes del páramo y el Nevado; su registro fotográfico y etnográfico en torno a su significación, donde se discutían las preocupaciones ambientales, sobre todo el descongelamiento de los glaciares.

    El trabajo de campo se realizó en dos etapas. La primera de finales de enero a finales de mayo; tiempo en el cual viví en El Cocuy. La finalidad de esta primera etapa fue hacer la etnografía de la apropiación de la gente con el Nevado, e ir a la fiesta de la Virgen Morena de Güicán; donde gentes de todos los municipios se desplazan para asistir a las fiestas patronales. Subir a la Sierra Nevada fue prioritario desde el principio, acercarme a las personas de las veredas cercanas, a las cabañas de turismo, a los guías, escaladores, y hasta los foráneos que iban de paso. En Lagunillas don Miguel Herrera, Alejandro Herrera, don Laurentino Herrera y don Pastor Correa; fueron mis principales colaboradores.

    Entre mediados de septiembre y mediados de noviembre desarrollé la segunda etapa del trabajo; tiempo en el que viví en el municipio de Güicán. En este lugar fue muy importante la convivencia con las familias Ibáñez y Carvajal; las cuales me permitieron entrar en la cotidianidad de los Güicanes; fuera del rol de "entrevistador", fueron mis amigos. En otros momentos del trabajo salía a visitar las casas de las veredas, donde realizaba entrevistas semiestructuradas. Las personas de la región en general son muy amables con el foráneo, hace más de una década que el turismo entró en sus cotidianidades y compartir con extraños no es algo difícil.

    En este texto describo cómo se han relacionado histórica y territorialmente las personas de El Cocuy y Güicán con la Sierra Nevada. Tomo como eje el tiempo; a través del cual, se han heredado unas territorialidades específicas de los pueblos que históricamente han habitado la región.

    En el primer capítulo describo la Sierra Nevada en sus contextos geográficos. Pretendo argumentar que está influenciada por múltiples cambios paisajísticos, debido al clima en sus estados glaciares. La historia glaciar no sólo ha influenciado a los nevados, sino que también a toda la estructura ecológica de los Andes Septentrionales. Esta influencia ha modificado y moldeado la relación de los pueblos con la Sierra Nevada; influenciando sus sistemas productivos y cosmogónicos.

    En el segundo capítulo, profundizo sobre la relación histórica de las comunidades que a lo largo del tiempo se han asentado al costado occidental de la Sierra Nevada; específicamente en lo que hoy es El Cocuy y Güicán. Comienzo desde lo más antiguo, partiendo del conocimiento histórico y arqueológico de las culturas precolombinas. Luego cruzo la conquista y la colonia; y lo que involucró el contacto de dos culturas, la europea y la amerindia.

    En el tercer capítulo me ubico en el Siglo XX, y las implicaciones del fin de la Pequeña Edad Glaciar. El ascenso del campesino a los páramos y el Nevado, su tránsito por la cordillera y la colonización de las tierras baldías del costado oriental de la Sierra Nevada.

    El cuarto capítulo lo dedico a revisar las apropiaciones territoriales del campesino de la parte alta; sus concepciones religiosas y míticas, dentro de las cuales abordo dos muy importantes, la Virgen Morenita de Güicán y la sal de Sácama. Del mismo modo, destaco el cambio de estas relaciones territoriales con la llegada de nuevos discursos como el ambiental; que conformó el Parque Nacional.

    Mapa 2. LA SIERRA NEVADA DEL COCUY Y GÜICÁN

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    CAPÍTULO 1.

    1. LA SIERRA NEVADA DEL NORTE DE BOYACÁ.

    1.1. La Sierra Nevada.

    La Cordillera Oriental de Colombia presenta una geografía única en los Andes tropicales. Consiste de un vasto altiplano sobre los 2.500 msnm, páramos extensos, y una gran Sierra Nevada al Norte de Boyacá, al occidente de Arauca y al occidente de Casanare. La cadena montañosa que incluye esta Sierra Nevada es la más alta en la Cordillera Oriental. También es la más extensa de Colombia; y además en los trópicos septentrionales, que se extienden entre el Trópico de Cáncer y la línea ecuatorial. La cordillera esta principalmente formada por rocas areniscas cuaternarias; al contrario de otras cadenas montañosas colombianas como la Sierra Nevada de Santa Marta, que es una formación granítica. En la Cordillera Oriental no se presenta volcanismo; muy al contraste de la Cordillera Central, que es básicamente de formación volcánica. La Cordillera Oriental ha sido hogar y sustento de muchas culturas y pueblos desde el final del Pleistoceno y el principio del Holoceno; como lo indican los hallazgos de Abra (Correal et. Al 1969) y Tequendama (Correal y Van Der Hammen 1977), estimados entre 11.000 y 12.500 años AP. La región de nuestro interés principal es la Sierra Nevada del Cocuy, Güicán y sus alrededores.

    El extenso macizo que culmina en la Sierra Nevada, hoy en día pertenece políticamente a los siguientes municipios: en el lado occidental, que pertenece a Boyacá, encontramos los municipios de Chita, El Cocuy, Güicán y Chiscas. Lo que anteriormente fue el territorio del municipio de Güicán se extendía también a las faldas orientales de la Sierra Nevada. En el año de 1965 se formó el nuevo municipio de Cubará, gran parte habitado por la comunidad U"wa; Cubará hoy en día ocupa la parte de Boyacá, en el lado oriental de la Sierra Nevada. Se puede decir que la ocupación humana de la Sierra Nevada proviene de Boyacá; desde Arauca y Casanare no se ha penetrado la cordillera y no se han fundado asentamientos.

    La parte sur del costado oriental es jurisdicción de Tame-Arauca y la Salina-Casanare. Sin embargo, el contacto de los habitantes de estos municipios con la parte alta de la montaña no es tan frecuente, ni ha constituido una tradición. Caso contrario, los campesinos boyacenses se asentaron sobre las faldas occidentales, y orientales. Sobre las orientales no se establecieron poblados importantes, tan sólo fincas ganaderas y de explotación maderera; fincas que fueron denominadas " Tras de la Sierra"2.

    El camino desde El Cocuy y Güicán hacia estas fincas, se podría decir, aún es de difícil acceso.

    El flanco oriental de la Sierra Nevada se caracteriza por su poca presencia humana. Hasta hace pocas décadas, el paso por la cordillera estaba cerrado por la cubertura glaciar que se extendía desde el municipio de Chita hasta el municipio de Chiscas. El deshielo desde la fase final de la Pequeña Glaciación3 (1850), abrió varios pasos que permiten la penetración de la cordillera, tanto por la gente como sus animales. Los principales pasos son el Boquerón de Cusirí, el Boquerón de Cardenillo y el Paso de la Sierra.

    Los picos actualmente cubiertos por glaciares, en la cadena oriental, que conforman esta cadena montañosa de sur a norte, son: los Cerros de la Plaza (4.850 msnm) y el pico del Castillo (5.100 msnm). Las montañas más extremas para el montañismo son: el pico Blanco, el pico de Antonio, y el Triángulo del Sur; van desde 4.100 hasta 4.900 msnm. Al Norte, encontramos los Picos Sin Nombre (5.000 msnm); junto a ellos viven los picos: La aguja, Manaba y Equino (4.800 msnm).

    En el ramal occidental encontramos: el Campanillas Blanco (4.900 msnm) y Campanillas Negro (4.800 msnm), el Pan de Azúcar (5.120 msnm), el Toti (4.800 msnm), Portales (4.800 msnm), el Cóncavo (5.200 msnm) y el Concavito (5.100 msnm); luego San Pablín Norte (5.200 msnm) y San Pablín Sur (5.180 msnm); mas adelante los Picachos (5.030 msnm); luego sigue la mayor elevación de la cordillera, el Ritacuba Blanco (5.330 msnm), seguido por el Ritacuba Negro (5.300 msnm) y el Ritacuba Norte (5.200 msnm).

    Más hacia el Norte, desconectado de esta cadena glaciar, se encuentran los Nievecitas (4.800 msnm) y los Sínsigas (4.600 msnm), que conservan todavía pequeñas manchas glaciares; como ocurre también en una gran variedad de picos al oriente de la Sierra Nevada. Los picos que en la actualidad conservan glaciares tienen una altura entre 4.800 y 5.400 msnm.

    Nos dedicamos ahora a la descripción del relieve. Toda la cordillera se presenta como ramplas, que ascienden con inclinaciones más o menos suaves desde el occidente, para formar en el flanco oriental abismos verticales. El más alto de esos abismos es la pared oriental del Ritacuba Blanco, con 800 mts de altura. Abismos parecidos se encuentran a lo largo de toda la cordillera occidental de la Sierra Nevada; abismos que forman un muro continuo desde el Boquerón de Cusirí hasta el Boquerón de Cardenillo. La formación del flanco oriental muestra una tectónica más diversa y aún más joven; se deja mostrar en el plegamiento de la cordillera con estratos replegados entre sí, pero sigue la tendencia de un ascenso más suave desde el Occidente, con una caída hacia el Oriente. Mientras la cadena occidental es continua, la cadena oriental está partida por diferentes valles.

    Empezamos con el valle del Playón en el Sur; seguido por el valle del Mortiñal, que parte el macizo de los cerros de la Plaza, de los cerros del Castillo. El Castillo, a su vez, está separado de los Picos Sin Nombre, por el Valle del Blanquiscal. Estos pequeños valles fueron las tierras denominadas "Tras de la Sierra"; colonizados sobre la segunda mitad del Siglo XX, por los campesinos boyacenses.

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    Foto 2. Relieve cortado de las caras orientales de la cordillera. Tomada de Internet: http://www.mariusztravel.com/zdjecia/kolumbia/33_kolumbia_sierra_nevada_cocuy.JPG [Consult. 13/03/2012].

    Los Picos Sin Nombre desaguan al río Cobugón que desemboca al río Casanare. Mientras el río Playón, tiene todavía un flujo claramente hacia el Oriente; los ríos más al Norte, tienden a reemplazar ese eje Occidente-Oriente, por un flujo que se dirige más y más hacia el Nororiente. Todos esos valles son una clara muestra de la obra de los hielos de las glaciaciones, son clásicos valles en forma de U, con paredes verticales. También podemos decir lo mismo de los ríos que descienden de la cadena occidental hacia el Occidente; el mejor ejemplo es el Cañón del Cóncavo.

    Los ríos del flanco oriental son afluentes del río Casanare y del río Arauca, mientras todos los ríos que descienden de la cadena occidental hacia el Occidente, desembocan al Chicamocha. Entre esos ríos los más importantes son: el río Chiscas, el río Lagunillas, el río Pantano Grande, el río Mosco y el río Chita. Fuera del río Chita, todos los ríos del flanco occidental se unen en el río Nevado; anteriormente llamado el río Guacamayas. Guacamayas en Quechua quiere decir río sagrado, posiblemente la huella de los alcances del Quechua (Faust 2004: 27).

    Podemos concluir que el relieve es más suave hacia el occidente y sumamente agreste hacia el oriente de la cordillera, lo que permitió a la masa principal de glaciares una mejor adherencia sobre el flanco occidental; del mismo modo, la penetración y el asentamiento de las poblaciones humanas. Este hecho hizo que las entradas principales a la Sierra Nevada estén en El Cocuy al suroccidente y en Güicán al noroccidente.

    1.1.2. La historia glaciar de la Sierra Nevada.

    Las montañas colombianas se han cubierto de extensos glaciares en sus cordilleras más altas en el transcurso de los siglos. Los estudios geográficos nos cuentan que el proceso de avance y retroceso de los glaciares, son ciclos que vienen y van. A diferencia de muchos territorios, la Sierra Nevada es un espacio geográfico con una importante característica, el cambio. Un Cambio visible y notorio para su definición, concentrado en el elemento del hielo, que aparece y desparece a lo largo del tiempo. Hoy en día, la constante es el retroceso y la desaparición del hielo glaciar, fenómeno que es interpretado por la gente.

    El último gran enfriamiento de la tierra comenzó hace unos 116.000 años AP. Más recientemente se tiene registro de un proceso mundial de glaciación ubicado en 70.000 años AP, donde posiblemente los nevados colombianos empezaron a surgir residualmente. La historia glaciológica colombiana empieza con el periodo llamado Pleniglacial, entre 45.000 y 14.000 años AP, en donde los glaciares llegaron a su plenitud máxima, con procesos constantes de avances y retrocesos. Las condiciones fueron muy húmedas y frías, lo que hicieron crecer los glaciares colombianos en su límite inferior, muy por debajo de la actualidad. En el Cocuy, estuvieron en el occidente a 2.900-3.000 msnm, y en el oriente entre 3.000 y 2.700 msnm (Van der Hammen 1973). Es decir, las lenguas de los hielos llegaban a la altura, que hoy es el municipio de Güicán; y cubriendo el cerro de Mahoma en El Cocuy. Indudablemente tapaba el municipio de Chita, que es uno de los municipios a más altura en Colombia, superando los 3.000 msnm.

    Figura 1. La Extensión de los glaciares de la Sierra Nevada durante el Pleniglacial, la Pequeña Edad

    Glacial y el estado actual.

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    (Tomado de: Flórez 1991).

    La forma de la montaña no dependió en esta edad glacial, como hoy en día, en que los glaciares más extensos estuvieran en el costado occidental. En aquellos tiempos era tan extenso el hielo, que bajó por ese costado oriental, superando la geografía vertical de sus caras cortadas. Pero la masa glaciar no sólo cubrió el Norte de Boyacá, sino casi toda la cordillera sobre los 3.000 msnm. Parte de la línea continua glaciar, empezaba desde el sur de la Laguna de Tota, hasta el páramo actual de Sutamarchán, en intermediaciones de Boyacá con Santander.

    El mínimo de temperatura de esta primera era glaciar llegó hace unos 18.000 años AP. Paradójicamente el frío extremo no fue suficiente, condiciones de poca humedad no permitieron el aumento de los glaciares. (Van der Hammen et al. 1980). Esta humedad en nuestra cordillera está con más fuerza en el Oriente, una zona despoblada, con grandes extensiones de bosques. Sin embargo, el glaciar como ya dijimos, está adherido en las caras occidentales, paradójicamente siendo el costado menos húmedo; por sus pendientes suaves, el hielo se adhirió mejor que en sus empinadas cumbres.

    Estas condiciones de Humedad se presentaron con más intensidad al final de esta era, llamada Tardiglaciar; entre 14.000 y 10.000 años AP. Estas permitieron nuevamente el avance progresivo de los glaciares. Hacia este periodo, el hielo se podía observar subiendo desde Lagunillas y lo que hoy es la vereda la Cueva y Tabor en Güicán (Van der Hammen et al. 1980). Evidencia de este proceso, lo vemos en las actividades agrícolas de los campesinos, al lidiar con las antiguas morrenas que dejó el glaciar en su retroceso; respecto a la limpieza y el arado de la tierra, les duplica el trabajo. Sin embargo, con estas rocas, se hicieron grandes corrales ovejeros y la delimitación de las fincas. Este paisaje está pintado por esta arquitectura de pastores.

    Nuestra era geológica actual es llamada Interglaciar, que va desde 10.000 AP hasta la última glaciación de nuestros tiempos, ocurrida precisamente después de la llegada de los europeos a América. Antes de este pequeño enfriamiento, hay que anotar, la temperatura tuvo un constante aumento, llamado el Máximo Bioclimático, lo que fundió aún más los glaciares colombianos. Hacia 6.500 años AP, la temperatura era levemente más alta que la actual; la época del Imperio Romano (27 AC-476 DC) tuvo unos grados más de temperatura. A lo largo de este periodo, los glaciares colombianos en general retrocedían y se recuperaban.

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    Foto 3. Antiguo cercado en el Valle de los Frailejones. (Sebastián Sanabria 2010)

    Sobre esta era Interglaciar uno de los avances más conocidos y que toca toda nuestra era moderna alrededor del mundo, ocurrió desde 1550 hasta 1850. Es conocida como la Pequeña Edad Glaciar. En esta pequeña edad de hielo los glaciares del Norte de Boyacá crecieron gracias al enfriamiento mundial. El área cubierta por los glaciares fue de 148.7 km2 (14.870 ha), con un volumen aproximado de 4.964 millones de metros cúbicos. Las lenguas glaciares bajaron por debajo de muchas lagunas importantes que tenemos hoy en día, como la Laguna Grande de la Sierra y la Laguna de la Plaza. Hay fuertes evidencias en relacionar la Pequeña Edad Glaciar y el encuentro de las culturas americanas y las europeas en el Siglo XV.

    Algunos investigadores piensan que este gran enfriamiento mundial fue causa del colapso demográfico, producto de la conquista en los Siglos XV, XVI y XVII (Faust Et al. 2006). Este encuentro trajo consigo, no solo la devastación de las poblaciones americanas en el orden militar, sino también en lo biológico. Al no tener defensas contra las enfermedades europeas, los amerindios sucumbieron ante las enfermedades y plagas traídas por el foráneo. Gran parte de las comunidades nativas fueron arrasadas, lo que rompió la estructura orgánica de estas sociedades y su relación con el medio ambiente, fuertemente mediada por la agricultura, que ocupaba grandes extensiones de tierra. Consecuencia de la mortalidad, producto de este contacto, los campos quedaron vacíos, siendo nuevamente cubiertos por bosques. De norte a sur, a lo largo del continente, los bosques crecieron de nuevo. Esta reforestación permitió, gracias a la disminución significativa de CO2 en la atmósfera, el apaciguamiento del efecto invernadero, y posteriormente la disminución de la temperatura entre -1 y -2 grados (Faust Et al. 2006). Los frondosos bosques del trópico guardaron gran cantidad de humedad, favoreciendo la evapotranspiración, y el aumento de la humedad y las precipitaciones, condiciones perfectas para el avance de los glaciares tropicales y el surgimiento de la Pequeña Edad Glaciar.

    Sobre esta era glacial, las lenguas de los nevados bajaron hasta la Cueva de Cuchumba, un lugar mitológico por excelencia; curiosamente donde aparece la Virgen Morenita de Güicán en el Siglo XVIII, en la plenitud de la Pequeña Edad Glaciar (1770). La gente del sector es consciente de esta relación, y describen la época colonial como una etapa de la historia donde el Nevado llegó hasta esta pequeña Cueva, formada por las antiguas morrenas del glaciar en retroceso.

    La disminución de la cobertura glaciar, a partir de esta pequeña era, ha sido el paisaje dominante en la cordillera. Tenemos información que el retroceso de los glaciares a partir de 1930, año en que se tienen los primeros registros, ha sido aún más vertiginoso. Anualmente los glaciares retroceden cada vez más a su año anterior. En promedio 12m por año desde 1985, es decir 1.5 % por año; cifra que sigue en aumento actualmente. Se calcula que la Sierra Nevada tiene unos 17km2, con una taza de retroceso de 17 y 24m por año (Flórez 1991). Los estimativos son de un 1m3 trimestrales de pérdida de espesor. Las matemáticas calculan, que si el proceso sigue a esta velocidad, entre el 2021 y el 2031 este glaciar tendrá sus últimas manchas de hielo. Este hecho es muy significativo para la gente, quienes explican el fenómeno desde sus tradiciones culturales.

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